Then and now... And always

By LDaydreamer_

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Adele con la ayuda de Simon ha podido olvidar los acontecimientos del pasado que la atormentaban y la habían... More

El sueño
Los colores
El primer paso
Sencillo
Ayuda
Peanut
Todo bien
¿Que has hecho?
Melody
Una sonrisa
El de antes
No te vayas
Ídolo
Cartas
Secretos
La cámara
Mamá...
Recuerda
Aquí estoy
Te necesito
Amiga del alma
Perdón
Tiempo
Se fue
Paparazzi
Noticias
Hablemos
Detente
Desde cero
Amor
Mi culpa
Disparo
De vuelta al inicio
Irresponsable
Adiós
Ella
Por fin
Tranquilidad
En el escenario
¿Tan sencillo?
El final
Epílogo

Josh

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By LDaydreamer_

•Narra Josh•

Eran las once cuando el idiota de Jacob salió de mi apartamento, por no decir "pocilga". Claro que la basura y todo el desorden no es mi culpa, es culpa de mi hijo. Apagué el televisor después de ver miles de veces en diferentes canales las noticias sobre la "gran tragedia a la estrella musical". Yo diría: "justicia de una vez por todas". Los últimos años de mi vida han sido una basura y todo es culpa de una persona y solo una... Adele.
Me levanté del sofá justo cuando mi hijo abrió la puerta.
—No puede ser. La mataste—dijo con esa mirada desconcertada, o como yo la llamo "mirada de idiota", cubriendo su rostro.
—En ningún noticiero han confirmado su muerte—dije tirando el envase de la cerveza en el bote de basura.
—Pero si le diste en la cabeza—volteé a verlo.
—¿Qué te pasó en la nariz?—dije al ver el hinchazón.
—Nada. No cambies el tema.
—A ver, primero estabas de acuerdo con el plan y ahora te estás asustando. ¿Qué mierda sucede contigo?
—Creí que solo les darías un pequeño susto, no que le darías en la cabeza para matarla.
—Tengo que admitir—me agaché para sacar una nueva cerveza—, que no creí que le diera en la cabeza pero, tengo una puntería fenomenal ¿no es así?
Salí de la cocina.
—Si quieres cenar búscate algo en la nevera. Creo que no hay nada—le di un trago a mi cerveza y me detuve frente a él para verle la nariz de cerca. Toqué el moretón y dio un paso hacia atrás. Casi tropieza con el tapete desgastado.
—Eres igual de idiota que tú madre—dije dándole un golpe en la espalda.
—¿Y qué si te atrapan?
—En primera, no lo harán. En segunda, si lo hacen me importa poco, cumplí mi cometido, tuve venganza y tú te desquitaste e hiciste sufrir al creído de su hijo. Que más da otros años en prisión. De todos modos estoy seguro de que no lo harán.
—Mierda estas demente.
—No le hables así a tu padre. ¿Por qué no te vas a seguir peleando en la calle o a joder a alguien más?
—Tengo flojera y no quiero.
—Entonces vete a dormir.
Fue lo último que dije antes de entrar a mi habitación y cerrar la puerta de un golpe.
Me senté en mi cama y vi la pistola en el buró. La tomé entre mis manos y casi pude sentir la vibración de la bala al salir disparada. Si cierro los ojos aún puedo ver la cara de terror de esa presumida. Sus ojos viéndome incrédula, caminando hacia atrás...
—"Adiós perra"—fue lo que dije al apretar el gatillo.
En cuanto todos voltearon a ver a Adele cayendo salí corriendo, esquivando a todos y amenazándolos con la pistola. Pobres ilusos asustándose con una pistola vacía. Solo tenía una oportunidad para darle a Adele y di en el blanco sin mayor esfuerzo.
La adrenalina siguió en mi cuerpo hasta que estuve lo bastante lejos. Me quité la gorra, la camisa y los tiré a la basura. Guardé la pistola y me dirigí a casa con la satisfacción remplazando ese nudo en mi estomago que debo admitir que se me formó al ver a los guardias corriendo hacia mi. Esa satisfacción que solía sentir muy a menudo en mi antigua vida, cuando tenía lo que quería cuando lo quería, satisfacción de conseguirlo todo; antes de conocer a Adele, antes de que ella lo arruinara.

Muchos podrían decir que estoy loco, y en efecto lo estoy, pero nadie me entenderá hasta que pase quince años encerrado en esa maldita cárcel en la que estuve.

Antes de conocer a Adele solía tener una vida maravillosa, llena de lujos que muy pocos tienen. Alcohol, dinero, mujeres, todo era estupendo.
Jacob, Frank, Simon y yo, trabajando en esa compañía "Drop4drop". Nuestras vidas transcurrían sin ninguna novedad. El verano se estaba terminando y ninguno había usado sus semanas de vacaciones. Jacob y yo planeamos un viaje, no el típico viaje a la playa, queríamos pasarla en grande. Roma. Teníamos ahorrado lo suficiente para unas semanas allá. Les dijimos a nuestros amigos nuestros planes, Simon se negó a gastar el poco dinero que tenía en unas vacaciones "sin sentido" y Frank simplemente ni nos escuchó con la escuinlca y la esposa no tenía libertad para hacer nada.
Así que terminamos yéndonos Jacob y yo.

Fueron unas semanas extraordinarias, justo como las planeamos.
Todas las noches íbamos a un bar diferente y nos ligábamos a las mujeres más ebrias del lugar. Ninguna se nos resistía, a mí ninguna mujer se me había resistido.
El último día de la segunda semana vi a una mujer de pelo color dorado, una falda tan corta que dudaba que fuera de su talla, un corpiño que no dejaba nada a la imaginación y una sonrisa que hipnotizaba a todos los presentes. En el centro de la pista bailaba como si fuera el último día de su vida y disfrutaba de la música como pocas personas. Jacob también la vio, todos la estaban viendo pero yo no iba a perder.
Me acerqué a ella, me vio a los ojos y me sonrió. Ya estaba bastante pasada de copas y yo le di otra para que no perdiera el ritmo ni al bailar ni al tomar. Comencé a bailar con ella. Bebimos, reímos. Todos me veían con recelo al haber ganado el premio mayor de la noche.
Despertamos en mi hotel. Ella desnuda al lado de mi y con una mano sobre mi pecho. Recuerdo cada detalle de esa noche, fue simplemente magnifico, ella era magnífica y las copas de más tal vez ayudarán un poco. Cuando despertó pareció desorientada y asustada pero al verme sonrió ampliamente.

Por increíble que parezca esa no fue nuestra única noche juntos. Volví a encontrarla en el bar al día siguiente y esa noche, ya más centrada me invitó a bailar.
Así fueron las siguientes noches. A veces aparecíamos en su casa, otras en el hotel.
No me cansaba de ella, no era plástica como las otras, era diferente. Sin embargo no me iba a enamorar ni a comprometer, me iría de Roma y no volvería a verla. Yo estaba consciente pero, al parecer ella no.
Nuestra última noche tuvimos sexo como si el mundo fuera a terminarse.
Nos acompañó al aeropuerto y me dio un beso desesperado justo antes de que nuestro vuelo saliera.
—Te la echaste al bolsillo—dijo Jacob cuando llegamos a Inglaterra.
—Vaya que si—dije orgulloso.
—¿Y qué? Vas a...
—Oh no no. Aún hay muchos peces en el mar. Solo fue otra más.

Una semana después de eso fuimos al bar con Jacob porque quería presentarnos a su nueva pesca. Una tal Maire. Típica plástica. Recuerdo cómo le dije a Simon que no duraría con ella ni una semana. Él simplemente me ignoró. Estaba perdido en algo que yo no había percibido. Seguí su mirada y entonces la vi. Su semblante, su caminar, su cabello.
—Wow—fue lo que pensé y lo que dijo Simon.
Adele iba detrás de Jacob y de Maire.
Tenía que tenerla, yo la quería. Cuando la saludé ni siquiera se inmutó en mirarme. Eso aumentó mis ganas de tenerla.
Después ocurrió lo de la bebida, los planes con Jacob y Maire para verla de nuevo. La historia ya conocida.

Cuando estuve a punto de lograr mi cometido y ese infeliz de Simon llegó con la policía todo se fue al caño. Me hirieron el brazo y me metieron al vil infierno.
Me raparon y con el brazo malherido me dejaron entre un montón de hombres delincuentes.
—¿Y tú qué?—dijo un hombre que estaba en la misma celda a la que me habían metido.
—Violador y secuestrador—dijo el otro viéndome con una sonrisa burlona—. Lo atraparon en la movida. Al menos eso escuché.
—¡Ja! Típico—dijo el otro burlándose—. Bueno, bienvenido. Yo robé, él—señaló al otro—. Él es un enfermo asesino jajajaja.
—Sería asesino si hubiera matado a alguien imbécil.
El "ladrón" se levantó y vio a través de los barrotes, como asegurándose que nadie lo viera. Al estar seguro se dirigió al intento de cama en la esquina y de abajo del colchón sacó unos cigarrillos. El "asesino" sacó un cerillo y se lo dio al otro para encender los cigarrillos.
—¿Quieres? Es el mejor lujo de aquí hermano—dijo el ladrón ofreciéndome un cigarro. Lo tomé inseguro con el brazo sano.
—No se supone que no se puede fumar—dije dando una gran calada.
—Las personas tienen que aprender la diferencia entre las palabras "poder" y "deber". Estás fumando, puedes fumar, sin embargo no se debe. Así como secuestraste a alguien; pudiste hacerlo, pero no debes—levantó la cejas antes de exhalar el humo del cigarro.
—Mierda, policía. Apágalo—dijo el asesino.

Así era mi vida. No podía ni fumar.
Tuve varias peleas por comida o por el agua en la ducha. La herida del hombro sanó y fue remplazada por moretones de las peleas. La peor fue una en la que mi contrincante tenía una navaja y me dio risa el giro de las cosas. Yo le encajé la navaja a Simon y ahora mi contrincante me estaba haciendo una cortada profunda en la mejilla.

Fueron los peores años de mi vida y sentí que iba a morir ahí, que no podría aguantar. Después todo empeoró.

Solo meses después de que me metieran a la cárcel tuve una visita. El policía llegó a la celda gritando mi nombre.
—Oh oh, ya se lo llevan a la hoguera—dijo mi compañero el asesino.
Le saqué el dedo medio mientras me ponían las esposas.
Al llegar a la sala de visitas me sorprendí al ver esa melena de cabello dorado. La chica que había conocido en Roma estaba sentada de espaldas a nosotros. Cuando nos escuchó volteó a vernos y su cara fue una mezcla de emoción y mortificación.
Me senté frente a ella y la vi confundido, ni siquiera recordaba su nombre.
—Josh—dijo tomándome las manos esposadas—. Te he extrañado tanto—su acento extranjero me llevó directo a esos maravillosos días en Roma.
Entonces el llanto de un bebé me erizó la piel.
—Dijiste que volverías—dijo sacando a un pequeño bebé de un bambineto al lado de ella.
—Bueno como puedes ver, he estado ocupado—dije levantando las manos.
—En cuanto supe que estaba embarazada quise venir a buscarte. Al llegar te busqué por todos lados y me encontré con Jacob. Él me dijo que estabas aquí. Oh Josh lo lamento tanto. Estoy segura de que tú no tuviste la culpa.
—Bueno...
—Quería venir a verte para que conocieras a tu hijo—dijo mostrándome al pequeño.
—¿Disculpa? ¿Es mío?—dije incrédulo.
—Si... ¿No es hermoso?
Pero mi mente se había bloqueado. Me acababa de enterar de que me había convertido en padre y qué mejor lugar para enterarse que en la cárcel.
—Vaya. Pues...—dije no muy seguro de que palabras usar—. Bien. Estarás consciente de que no me puedo encargar de él.
—Te estaremos esperando. Jacob me lo dijo, yo pensaba pagar tu fianza, pero me dijo que no es posible. Así que te esperaremos amor. Sé que eres inocente y nuestro bebé y yo te estaremos esperando.
—Okay... Sabes ¿cuánto tiempo tendrás que esperar?—dije bastante consternado.
—Si lo sé, y no hay problema. Porque te amo.
En ese momento el policía llegó para avisar que se había acabado el tiempo. Gracias a dios.
¿Cómo rayos me amaba si yo ni siquiera recordaba su nombre?

Varias veces pensé en ella y el niño. ¿En realidad sería mío? Tal vez era de otro y quería enjaretarme a mi.

Pasaron los años. Cuando salí pensé que esa mujer no me recordaría pero al pisar la acera, fuera del maldito infierno, respirar aire fresco, lo primero que vi fue al niño o más bien, jovencito y a ella con ceño fruncido y mucho más acabada de lo que yo me veía cada vez que me miraba en el espejo.
Estaba en los huesos y el niño no estaba mejor.
—¿Qué...?—comencé pero ella extendió la mano haciendo qué el chico se acercara a mi.
—Su nombre es Robert.
Robert me vio con una expresión de desconfianza y a la vez de súplica.
Volteé a ver a la chica de la melena dorada, cuyo brillo había desaparecido y el rubor en sus mejillas simplemente se había esfumado.

Como yo no tenía a donde ir los seguí. Su apartamento era una habitación con un baño y una pequeña cocina. Me contó todo lo que sufrió estos últimos años y yo le dije que no era peor de lo que yo había vivido.
Me permitió dormir ahí, con la condición de que lo más pronto posible consiguiera trabajo, para ayudar a mantener el apartamento y al joven que sigo sin poder creer que sea mi hijo.

La noche que salí de la cárcel me la pase más incómodo que en la misma cárcel. Pensando en mi antigua vida, en Roma, en mi trabajo, en todo lo que me había pasado y por mi mente solo rondaba una palabra, "venganza".
Me metieron a la cárcel por ella, mi vida se arruinó por ella. Adele tenía que pagármelas, todas y cada una de mis noches en vela en el infierno.

Una semana después de quedar libre desperté sin Traci (la chica de Roma y madre de mi hijo) a mi lado. Me senté en la cama y vi la nota en el buró.
"No puedo más. Cuida de Robert por favor, es un buen chico y le agradas aunque no lo demuestre.  Yo ya no puedo más.
Traci x"

Robert se quedó igual de consternado que yo. Ahí estábamos, sentados en la mesa del comedor de ese pequeño apartamento. Dos completos extraños que eran padre e hijo, pensando en qué rayos pasaría a continuación con sus vidas.

Le conté todo sobre Adele y la cárcel. Él me contó de su escuela y de lo que me había perdido en todo este tiempo recluido.
—¿Adele? ¿Adele la cantante?—dijo sorprendido.
—¿Qué cantante? La Adele que yo conocí era dueña de una empresa, bastante engreída y actuaba como una perra.
—Mira...—buscó en el periódico y me mostró una página. "Adele y su récord en ventas".
Me quedé sorprendido de todo lo que me había perdido.
Lo que más me sorprendió y me agradó es que mi hijo, Robert, también odiaba a Adele. Bueno, no a Adele en sí sino a su hijo Angelo. Me contó de su actitud en la escuela y de que se habían peleado varias veces. Que era un engreído, justo como su madre.

Así fue como nos unimos el uno al otro, ese lazo que nos unía era el odio a la familia Adkins.

•Narrador normal•

Las doce de la mañana era la hora que marcaba el reloj en la pared de la oficina de policías. El agente Russell seguía sentado frente a su computador. Horas atrás había presenciado como le disparaban a la cantante favorita de su hija, le había prometido conseguirle un autógrafo. Entusiasmado había revisado a las personas que entraban al área del concierto, pensando en las palabras que usaría para pedirle el autógrafo para su pequeña. Volteó a ver el retrato de su hija y sintió una opresión muy grande en el pecho.
—¡Papá! Dime que no está muerta, ¡dímelo!—le había gritado por teléfono.
Cuando le dieron la responsabilidad del caso se sintió un poco mejor. Buscaría al responsable y le darían su merecido. No sólo hacía sufrir a la familia de la cantante sino a todos esos fanaticos que estaban a la espera de alguna noticia.
Veía su computador y repetía una y otra vez los videos del momento del disparo. Fotografías, rostros amontonados, el disparo, pero ninguna imagen clara.
Se detuvo en una fotografía en la que se veía al hombre con la mano levantada y la pistola en alto. La acercó lo más que pudo. Una gorra azul y una camisa del mismo color vestían al sospechoso pero su rostro se ocultaba.
Abrió un programa en la computadora, copió la imagen y acercó aún más. Todo lo que pudo hasta que vio el labio inferior del responsable y también pudo notar una cicatriz en la mejilla. Guardó la foto y volvió a ver el video.
—Las pagaras—dijo furioso.

...
Aquí está el capítulo 9. Comenten por favor y gracias por leer :)
❤️

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