Una Black de ojos violetas ➳...

By LuisaLane-

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El día que Isadora Joanne Black vino al mundo, no sabía con lo que se iba a encontrar. No sabía que la magia... More

Prefacio (Aclaraciones)
Introducción
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟭
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟮
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟯
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟰
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 54
Capítulo 55
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟱
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟲
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟳
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
𝗘 𝗣 𝗜́ 𝗟 𝗢 𝗚 𝗢
♡ Gracias ♡

Capítulo 53

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By LuisaLane-

No fue mucho del agrado de Meda y Ted que pasara las vacaciones de invierno sin ellos, pero llegamos al acuerdo de que me dejarían estar en casa de la familia Weasley si pasaba navidad con ambos.

Luego debimos volver al martirio que nos traía Hogwarts. Y eso era nada más y nada menos que los TIMOs. Los exámenes llamados "Título indispensable de magia ordinaria".

Eran una gran cosa para cualquier alumno que estuviera en quinto año. Los profesores te dejaban continuar en su materia solamente si cumplías con la nota pedida. Yo por mi parte estaba aterrorizada con la mitad de las asignaturas.

Transformaciones y encantamientos estaban más que aprobadas, con todo lo que había estado estudiando los últimos meses sobre animagia no era para menos. Defensa contra las artes oscuras sería, o eso esperaba, la más divertida de rendir y otra más para la lista de aprobadas. Cuidado de criaturas mágicas y herbología eran las materias que tenían más baja nota pedida, con un Aceptable podías seguir en ellas, y lo más probable es que fuera a aprobarlas también. Sin embargo, estaba un poco en duda si continuar estudiándolas o no. Todo dependería de cuáles serían las materias restantes.

Y por más que las aprobara estaba segura de que no seguiría con runas antiguas, astronomía ni historia de la magia. Eran, por lejos, ¡Las clases más aburridas del mundo! Y como odiaba yo tener que malgastar mi tiempo yendo a esas clases, haciendo sus tareas y estudiando para ellas.

Maldigo el día que decidí tomar runas antiguas como materia optativa... si había otras tres ¿Por qué fuiste tan idiota de elegir esta? ¡Oh, claro! Porque había que leer mucho y eso sonaba genial, ¿No, Isadora?

Seguro que en estudios muggles se la pasaban hablando de Elvis Presley y E.T.

Y en cuanto a pociones... se me revolvía el estómago de solo pensar en el nombre Severus Snape. El señor pedía nada más y nada menos que un Extraordinario para continuar con la materia. Había sido el único que había elevado la vara lo más que se pudiera. Ni siquiera McGonagall pedía eso, con un Supera las expectativas se conformaba, y yo también.

Pero no. Snape tenía que ser Snape y no podía dejar de ser el fastidioso profesor que era. Y yo lamentablemente era Isadora Black y no podía dejar que un simple examen me derrotara. Eso no iba conmigo. Me sacaría un Extraordinario en pociones y luego le restregaría mi nota en la cara a Snape, quizás hasta cantándole una canción de fondo sobre su grasiento pelo.

Por eso estaba caminando hacia la biblioteca. Me encontraría con Cedric para que estudiáramos juntos pociones, ya que a él se le daban mucho mejor que a mí.


No había siquiera traspasado las grandes puertas de roble cuando alguien me agarró por sorpresa del brazo y me jaló con fuerza, haciendo que mi cuerpo girara.

— ¡Casi me das un infarto! —dije frunciéndole el ceño a Cedric, quien tenía una gran sonrisa dibujada en el rostro.

— Lo siento, me dejé llevar por la emoción —contestó riéndose— ¡No sabes lo que sucedió!

— Y... si no me lo cuentas —rodé los ojos— no voy a saber.

— ¡Se lo he pedido! ¡Le he pedido una cita!

— ¿Qué? ¿Quién? —Dije sorprendida— ¿A quién persigues ahora? ¿Por qué yo no estaba enterado de esto Cedric Diggory?

— Oh, bueno —se rascó la nuca— es que la verdad, yo tampoco estaba seguro. Pero la vi y ella me miró e hicimos conexión y ¡Se lo pedí! ¡Saqué mi gryffindor de adentro!

— Cálmate —lo agarré de los hombros— estás demasiado exaltado.

— Perdón, es la emoción del momento —sonrió y me agarró ambas manos con las suyas— Cho Chang. He hablado con ella y le pedí una cita.

— ¿Pero cita en dónde? Faltan semanas para la última salida a Hogsmeade.

— Por los terrenos, da igual —se encogió de hombros— le pediré a los elfos que preparen una canasta de picnic con comida y pasaremos la tarde juntos.

— Entonces... ¿Te ha dicho que sí?

— ¡Pues claro, sonsa! —Ambos reímos— ¡No estaría tan feliz si me hubiera rechazado!

— Ay Ced —dije cariñosamente— me alegro tanto por ti. Te mereces a todas las chicas que quieras y mucho más.

— Bueno, con una me alcanza por ahora —sonrió.

— Yo también tengo buenas noticias —le devolví la sonrisa— tengo algo que decirte.

Lo miré unos segundos antes de continuar hablando, pero mis ojos automáticamente cambiaron de rumbo hacia detrás de él. Dos chicos caminaban con pereza por el pasillo. Cedric se giró a verlos también.

Me crucé de brazos y esperé a que llegaran a nosotros porque estaba más que segura de que venían hacia mí.

Ambos tenían la camisa del uniforme arremangada y saliéndose por fuera del pantalón, la corbata escarlata y dorada bastante floja, la mochila recargada sobre un hombro -a medio camino de caerse en cualquier momento- y el pelo anaranjado hecho un desastre.

Quizás se habían peleado con el peine.

— Madame Black, Monsieur Diggory —Fred hizo una tonta reverencia antes de terminar de acercarse a nosotros— es siempre un placer verlos.

— ¿A qué debemos su honorífica presencia? —dije mirándolos a ambos, siguiendo el juego que había comenzado Fred.

— Créanlo o no —habló George— hemos venido a estudiar.

— Agárrenme que me desmayo —murmuré riéndome.

— Que chistosa —dijo Fred con sarcasmo para luego hacer una mueca con su boca— ¿Vienen a estudiar también?

— Así es —contestó Cedric— pociones.

— Genial —dijeron los gemelos al unísono.

— Podrán ayudarnos un poco con eso —agregó Fred.

— Y con transformaciones —dijo George por último.

— De acuerdo —rodé los ojos— pero más les vale que de verdad estudien, sino los mataré ahí mismo en la biblioteca.

— Lo prometemos —volvieron a hablar al mismo tiempo. Me daba miedo cuando hacían eso. O peor cuando uno completaba la frase del otro... aunque eso también me sucedía con ellos. Supongo que es cuestión de tener mucha afinidad con alguien. Prácticamente los pensamientos de uno se convierten en los mismos que el otro.

— ¿Qué les sucedió en el cabello? —Dije mirándolos a ambos— está más revoltoso que de costumbre.

— Pues discúlpanos por no ser tan perfectos como quisieras —dijo Fred a modo de burla— estábamos durmiendo la siesta y decidimos terminarla para venir a este cuchitril que tanto aman —señaló la biblioteca— ¿Y encima pretendías que nos peináramos?

— Exacto. Ya era demasiado —agregó George. Cedric negó con la cabeza, divertido, y entró dentro del lugar. Yo lo seguí detrás junto a los gemelos. Y para agregar la frutilla del postre, Rose Zeller estaba justo saliendo de allí en ese momento, así que no dudó en reparar sus ojos sobre Fred y George y saludarlos.

Por supuesto que estos dos no perdieron la oportunidad de contestarle y esbozarle sus mejores sonrisas.

— ¿Sigue maniática por ustedes? —Murmuré disgustada— ya hasta me da pena.

— ¿Celosa acaso? —susurró Fred en mi oído. La piel se me erizó porque no me esperaba que hiciera eso.

— Es nuestra fan —dijo George sentándose en la mesa en la cual Cedric había dejado su mochila, para luego ir directo a una de las estanterías. Seguro que ya sabía de memoria que libros buscar— hay que darle lo que pide.

— ¿Y qué pide? Si se puede saber —me senté frente a George y Fred se colocó a su lado.

— No lo sé —George se rió— fue una frase nada más. Sonaba bien.

— Seguro que todavía está esperando ligarse a alguno de los dos —arrugué la nariz— odio que la gente se ponga así de pesada. ¿Hace falta rebajarse a tal nivel? Es tan obvia además.

— Bueno, no es la única chica que no sabe ocultar bien las cosas —Fred me sonrió con malicia. George por suerte no lo vio.

— Déjala ser —habló su hermano— a nosotros no nos molesta que sea amable y nos salude o que se nos acerque para intentar hablar. Es más, creo que ahora que ya pasó cierto tiempo nos está empezando a caer bien. ¿Cierto, Freddie?

— Hablarás por ti, George —Fred se aclaró la garganta— a mí me sigue pareciendo insoportable. Aunque admito que me encanta que me alague de vez en cuando y me diga que soy lindo.

— A mí también me parece un poco insoportable todavía —dijo George— pero por lo menos ya no es tanto como antes. Los primeros años no la aguantaba.

— Yo sigo sin hacerlo —dije. Cedric volvió cargando tres libros en sus manos y los apoyó con cuidado sobre la mesa.

— ¿Comenzamos? —murmuró sonriendo. Al parecer, era el único feliz por estudiar pociones.



Cedric —susurré de nuevo. El castaño no se giró ni un milímetro. Resoplé con furia y dejé caer mi espalda contra la parte trasera de la estatua donde me escondía. Ya era la quinta vez que lo llamaba y él no me escuchaba.

Tampoco iba a gritar a todo pulmón porque el chico estaba haciendo su rutinaria guardia de prefecto, y como era de suponerse, estaba acompañado por otra prefecta. ¿Y quién mejor que Angelina para esa tarea? Por eso lo más apropiado era que ni me viera ni me escuchara. Ella no podía saber que yo estaba fuera de la sala común a estas horas porque si no me castigaría, o en peores términos, le quitaría puntos a su propia casa solo por la satisfacción de hacerme pagar por mis errores.

Lo malo de todo esto era que el mapa del merodeador, nuestro preciado tesoro, había pasado a estar en manos del mismísimo Harry Potter... si bien yo le había dado esa idea a Fred y a George, de entregarle el mapa a Harry, para que fuera a las salidas de Hogsmeade, ahora parecía no haber sido tan buen plan. Me hubiera sido de mucha utilidad tenerlo para saber mejor en donde estaba haciendo guardia Cedric.

Me tardé un largo rato escabulléndome hasta dar con su paradero sin que nadie me viera. Pero al fin y al cabo, Harry necesitaba el mapa más que Fred, George o yo. Así que había sido un acto lindo por parte de los tres entregárselo.

¡Pero claro! ¡El muy idiota tenía que perderlo en la última salida a Hogsmeade!

Le habíamos confiado un gran poder y no supo aprovecharlo. Por suerte, el mapa estaba sano y salvo en las manos de Remus. Aunque como era de esperarse, no se lo devolvió a él ni tampoco a mí. Y eso que estuve casi una semana entera suplicándole y rogándole que me lo diera de vuelta.

Maldito Potter.


Giré mi cabeza para intentar una vez más llamar a Cedric, cuando vi que ambos prefectos se acercaban hacia donde yo estaba.

— Mierda —susurré escondiendo mi cabeza de nuevo, lo más rápido que pude.

— ¿Has dicho algo? —escuché hablar a Angelina.

— ¿Yo? —Contestó Cedric— No.

— Oh. Habrá sido impresión mía —pude oír unos cuantos pasos más. Primero acercándose a la estatua y luego siguiendo de largo por el pasillo contrario.

— Creo que iré al baño antes de volver a la sala —escuché decir a Cedric— así que nos vemos mañana.

— De acuerdo —contestó la chica— nos vemos.

Ahora los pasos de Cedric retomaban el camino que recién habían hecho, mientras que los de Angelina se alejaban cada vez más.

¿Te encanta romper las reglas, verdad? —salté del susto al escuchar una voz en mi oreja.

— Que no se te ocurra volver a hacer eso por favor —intenté contener mis terribles ganas de gritar.

— El área está despejada —dijo Cedric. Refunfuñé para mis adentros y salí de atrás de la estatua que estaba convenientemente empotrada en la pared, pero que dejaba lugar para esconderse detrás; si uno era pequeño, claro.

— ¿Cómo sabías que era yo? —pregunté sorprendida.

— Isa —sonrió de medio lado— me llamaste como cinco o seis veces. ¿Te piensas que soy sordo?

— ¿Y por qué no te volteaste entonces?

— Angelina me hubiera visto. Y no quiero que te castiguen por estas tonterías que ahora se te dan por hacer de vez en cuando. ¿Tanto te cuesta quedarte en la sala común en la noche?

— Soy un alma libre Ced —dije haciendo el signo de la paz con mis dedos— nada ni nadie puede contenerme.

— Bueno, deberías controlar a "tu alma" —rodó los ojos— más sabiendo que Sirius Black ya entró dos veces a este castillo. No es tan seguro como parece.

— De acuerdo, ya entendí —dije fastidiada— no saldré más de noche y menos sin compañía. Pero hoy era por una buena causa.

— Y dime, ¿Cuál es esa sorprendente y maravillosa causa?

— Mejor te la muestro —lo agarré de la muñeca y como para no perder la costumbre, casi que lo arrastré por todo el castillo para llegar a la torre de astronomía.



Antes de empezar a hablar con Cedric revisé el lugar y me aseguré de que no hubiera moros en la costa. Y eso incluía a los dementores que solían dar vueltas alrededor del castillo. Sucios y asquerosos dementores.

— Está lloviendo a cántaros Isa —dijo el castaño viendo confundido hacia el cielo.

— ¿Te acuerdas que hoy luego de que me dijeras lo que sucedió con Cho yo te dije que tenía algo que contarte más tarde? —dije sin darle importancia a su queja de la lluvia.

— ¿Acabas de inventarte un trabalenguas o intentabas explicarme algo? —rodé los ojos.

— ¿No te dije que tenía algo que contarte?

— Sí. ¿Pero ya no lo has hecho?

— No que yo recuerde —fruncí el ceño— no, no lo hice Ced.

— ¿No era lo que me dijiste sobre Herbología?

— ¡No! No vengo a hablar de las idioteces del colegio. Esto es mucho mejor que eso.

— De acuerdo, chica importante —se cruzó de brazos— dime.

— No puedes asustarte, ¿Entendido?

— ¿Debería hacerlo? —Lo pensé durante unos segundos— ¡Isadora!

— No, tonto —me reí— no te sucederá nada. Lo prometo.

— Confío en ti.

— Recuerdas que te dije que estaba haciendo todo el proceso para ser animaga —Cedric afirmó con la cabeza— bueno, resulta que pasó un mes desde que tuve la hoja en mi boca —me interrumpió.

— Cómo olvidarlo...

— Y bueno, luego hice la poción con la hoja, mi saliva, mi pelo y otros ingredientes que me consiguió Remus. Vine aquí mismo a hacerlo porque necesitaba que fuera bajo los rayos de la luna y qué mejor lugar que la torre más alta de Hogwarts para eso —me aclaré la garganta— y luego desde ese momento hasta hoy, debía conjurar un hechizo todos los días al amanecer y al atardecer.

Amato animo animato animagus —rió— ya me lo aprendí de memoria.

— Pero lo que no te dije es que tenía que hacerlo por última vez cuando hubiera una tormenta eléctrica —ambos miramos hacia el cielo. El agua caía a baldes.

Esta era la oportunidad perfecta.

Saqué un frasco con una poción del bolsillo de mi túnica y tomé mi varita con la otra mano. Me coloqué en el centro de la torre bajo la tormenta. Cedric tensó sus músculos pero no dijo nada, solo se quedó viéndome en la lejanía. Supuse que estaría pensando lo mismo que yo y que salía todo mal él era quien debía hacerse cargo de mí.


Me estaba muriendo de los nervios.

¿Y si de verdad algo salía mal?

Me aseguré de haber hecho todo en orden y Remus se había cerciorado en mil ocasiones de que no pudiese fallar, pero aun así, el corazón me latía a mil por hora.

Apunté por última vez hacia mi corazón con la varita y recité -Amato animo animato animagus- con voz clara, mientras mi ropa, mi pelo, mi cara y todo seguía empapándose cada vez más. Abrí el frasco con las manos temblorosas y bebí el contenido lo más rápido posible. Lo guardé de nuevo en mi bolsillo y pude ver que Cedric me miraba más afligido que antes.

No sabría bien qué iba a pasar ahora pero Remus me había dicho que ayudaba mucho formar la imagen del animal en la mente, hasta el más mínimo y minúsculo detalle. Había que observar con la mente más que con los ojos. Así que los cerré y me quedé quieta en el lugar.

Sentí calor en todo el cuerpo.

La imagen de mi patronus comenzó a cobrar forma en mi cabeza. Pude ver con claridad el cuerpo del animal, su larga cola que lo ayudaba a mantener el equilibrio y las garras retráctiles. Las orejas puntiagudas y el pequeño hocico, seguido de unos finos bigotes. Los grandes y afilados colmillos y el pelaje esponjoso repleto de manchas.

Y entonces lo oí, el familiar rugido que soltaban. Por un instante, la imagen del animal se mezcló de forma extraña con la mía, como si ambas quisieran ocupar el mismo lugar. Y así era como debía funcionar.

Sentí que el cuerpo se me deshacía, desaparecía del universo pero volvía al mismo instante. Un escalofrío me recorrió desde los dedos del pie hasta la cabeza y un cosquilleo que parecía ser incesante. Y cuando toda la agitación se había desvanecido abrí los ojos, con satisfacción, para encontrarme sentada sobre mis patas traseras.

— No puede ser —Cedric tenía la boca tan abierta que hasta un avión podría haber aterrizado allí. Dio un paso adelante, temeroso, y me miró de arriba abajo— ¡Eres un maldito leopardo de las nieves, Isadora! ¿¡Qué has hecho!? ¡Esto es increíble! —se llevó ambas manos a la cabeza— ¡No lo puedo creer! ¡Lo lograste!

— ¡Lo sé!

— ¡Y hasta suenas como un leopardo! —cierto. Él no puede escuchar lo que digo, solo rugidos— es increíble —susurró. Me acerqué hacia donde estaba él, resguardo bajo un techo de la lluvia— mira todas esas manchas que tienes. Son fascinantes.

¡Y la cola Ced! ¿No es genial? —me levanté en cuatro patas y comencé a mover la cola de un lado a otro. Todavía me parecía tan raro tener una y poder manejarla a voluntad propia— ¡Mira cómo se mueve!

— Y sigues teniendo los ojos violetas. Estupendo —me sonrió— no me lo creo. ¡Me dan ganas de apretujarte todo el día!

¡Lo sé! ¡Toca mi barriga! ¡Es la parte más esponjosa! —me lancé al suelo boca arriba, esperando a que él se diera cuenta de lo que quería que hiciera.

— Bueno ya nos estamos yendo de tema —se enderezó— no tocaré tu panza, aunque te veas como un leopardo sigues siendo mi amiga.

Bien... aguafiestas —volví a sentarme en mis patas traseras.

— ¿Y que hay con esos rugidos? Deberías intentar no hacerlos. Se oyen potentes —Oh, genial. Ahora de seguro que desperté a medio Hogwarts por la emoción. Ojalá que no y que hayan pensado que eran los truenos de la tormenta. Cedric sonrió otra vez y se agachó con lentitud para acariciarme debajo de la mandíbula— creo que hubieras sido bonita hasta convertida en gusano —me reí y Cedric hizo lo mismo— me has ronroneado. No sé qué significará eso pero sonó muy tierno.

Y ahora le ronroneaba a mi amigo. Basta por hoy.

Me levanté del suelo otra vez y él hizo lo mismo que yo. Cerré los ojos y me imaginé a mí misma. Eso era mucho más fácil y rápido de hacer. Conocía cada detalle de mi cuerpo mejor que el de un leopardo.






Lo normal era que el noventa por ciento de las visitas al despacho de Remus fueran por algún castigo que yo había recibido de su parte. Todas las veces me hacía ayudarlo a corregir ensayos o trabajos de alumnos de años menores. Pero esta vez, decidió hacer una excepción a mi castigo, porque sabía que me había estado matando estudiando para los TIMOs.

— Entonces —dije sentándome en una de las sillas que estaban frente a su escritorio— si no tengo nada que corregir, ¿Qué haré?

— Mirarme la cara por un par de horas —contestó con sarcasmo. Rodé los ojos divertida.

— No me gusta ser inútil...

— Bueno, podemos charlar mientras yo veo estas evaluaciones —Remus se sentó y dejó caer un pilón de hojas sobre la mesa— no tendrás un castigo, pero deberás quedarte un rato por lo menos.

— Que tortura —ambos reímos.

— Acabo de hervir agua —señaló la pequeña estufa que estaba en una de las esquinas del despacho— ¿Quieres hacer un poco de té, por favor?

— A sus órdenes capitán —hice una mueca con mi cara y al obtener una sonrisa de Remus como respuesta me levanté. Caminé hacia el pequeño armario que había allí, en donde se guardaban los pocos utensilios de cocina que había traído Remus; Tres tazas haciendo juego con tres platos, otros dos más grandes, cinco o seis cucharas, dos cuchillos y dos tenedores, un tazón no muy grande, un tarro con galletas, un frasco con azúcar, una botella de miel y dos cajas repletas de sacos de té y, cómo no, bombones.

Agarré todo lo necesario para servir el té y también el tarro de galletitas. No había merendado y dentro de poco ya sería la hora de cenar, así que debía aprovechar esta oportunidad para comer algo, para que luego siguiera teniendo espacio en mi estómago para la cena.

— ¿Con azúcar, Rem? —le pregunté mientras echaba el agua en la segunda taza.

— Una cucharada nada más —contestó a mis espaldas.

Hice caso a lo que me había pedido y coloqué una cuchara de azúcar en su té, mientras que en el mío puse tres... Sí, soy una persona dulce y cariñosa, por lo tanto mí bebida también tiene que estar a mi altura. Dulce.

— Aquí tienes —dejé su taza sobre una pequeño pedazo que había libre en el escritorio.

— Gracias Isa —contestó sin levantar la vista del pergamino que leía. Volví para tomar mi taza y el tarro de galletas y tomé asiento otra vez frente a Remus— son de nuez y chocolate —señaló mi mano, que intentaba agarrar una galletita— me las hicieron los elfos. No sé si te gustarán.

— A mí me gusta casi todo —me encogí de hombros— no te preocupes. ¿Quieres? —Negó con la cabeza— mejor. Más para mí.

— Ese apetito voraz viene de parte de la familia Black —sonreí levemente— Sirius era igual.

— Hablando de él... —Remus alzó los ojos de los pergaminos que leía— ¿Me devolverías el mapa de merodeador?

— Por décima vez; no.

— Oh, Remus, vamos —supliqué— ya queda poco para que termine el curso.

— ¿Cómo te ha ido en el examen de transformaciones? —cambió de repente de tema.

— ¡Estábamos hablando del mapa! —Fruncí el ceño— supongo que bien —me encogí de hombros— McGonagall me quiere.

— No te daré el mapa Isadora. Punto.

— ¿Aunque sea puedo usarlo mientras estoy acá contigo? —Junté mis manos en señal de plegaria— prometo no molestarte más sobre el tema hasta las vacaciones.

— Bien, de acuerdo —resopló. Agarró su varita, que reposaba en el escritorio junto a él, y la movió apuntando hacia una de sus valijas— accio mapa —un segundo después ésta se abrió y de adentro voló un pedazo de pergamino viejo hasta las manos de Remus— juro solemnemente que mis intenciones no son buenas —apuntó al mapa con su varita luego de pronunciar esas palabras. La tinta color borgoña comenzó a verse sobre el papel. Me lo entregó, aunque con mala cara, y yo lo recibí con mucha alegría.

Te extrañé bebé —susurré dándole un pequeño beso al mapa, lo cual causó que Remus soltara una carcajada.

— Será mejor que hoy te despidas de él. No creo que lo vuelvas a ver en un largo rato.

No escuches al hombre malo, mapita —volví a susurrar— te he dejado ir una vez y fue muy doloroso. No nos separemos jamás.

— Si un desconocido estuviera viendo esta escena creo que te enviaría al manicomio —reí— y yo concordaría con él.

— Pero si yo no estoy loca... creo —ambos reímos otra vez.

— No, no lo estás. Nada más te cargaba —Remus bajó la vista a sus exámenes otra vez— aunque dicen que los locos son los más cuerdos.

— Quizás —murmuré.

Me acomodé mejor en la silla y abrí el mapa del merodeador. Primero revisé mi sala común. Fred y George estaban frente a la chimenea y Lee estaba por entrar dentro. Entró. Se acercó a los gemelos. Ahora sus pisadas subían las escaleras de caracol. George lo siguió. Fred se quedó en el mismo lugar. Ginny entró en la sala también. Caminó hacia su hermano y se quedó allí. Al parecer estarían hablando.

Abrí el mapa en otras partes.

Dumbledore no estaba en su despacho. Snape rondaba por las mazmorras.

¡Cedric! ¿Qué hacía? Estaba caminando hacia el viaducto... ¡Cho! Estaba yendo al mismo punto al que parecía dirigirse Ced. Unos pocos segundos más y ambos se habían encontrado. No me dijo que hoy iban a salir juntos. Quizás fue una simple casualidad.

Oh, sí. Ya veo.

Cada quien siguió un camino diferente. Félix McDowell al parecer estaba apoyado contra el puente del viaducto. Cedric se acercó hacia su amigo y se quedó allí con él.

Aburrido.


Continué doblando el mapa hasta que vi al profesor Dumbledore en la cabaña de Hagrid, con Hagrid. Y también estaba Cornelius Fudge y otro nombre que no reconocía. ¿Qué hacían allí?

— El ministro de magia está aquí —dije confundida.

— Sí. Hoy es la ejecución de Buckbeak —contestó Remus. Alcé la vista decepcionada.

— ¿Qué? ¿Lo matarán? Creí que al final no lo harían.

— Hagrid no ha ganado el caso —negué con la cabeza.

Malfoy es una sanguijuela —susurré— que asco me da que seamos parientes... él, su hermana, sus padres. Me repugnan —volví mi vista al mapa— Harry, Hermione y Ron están allí.

— Me imaginé que no se lo perderían.

— Remus —mi voz sonó entrecortada— Remus. Dios mío...

— ¿Qué? —me miró confundido. Levanté los ojos hacia él y otra vez los llevé al mapa. No podía ser. Estaba imaginándome cosas o quizás mi vista empezaba a fallar.

¿Peter Pettigrew? Era imposible que en el mapa figurara su nombre. Él estaba muerto.

— ¡Mira eso! —coloqué el mapa lo más cerca de él que pude— ¡Dice Peter Pettigrew!

N-no puede ser —susurró. Me quitó el pergamino de la mano con brusquedad y lo vio con más precisión— esto, no puede ser.

— Él está muerto ¿Verdad? ¿Por qué aparece aquí? ¿Es otra persona con el mismo nombre?

— No puede ser.

— ¡Ya lo sé! ¡Deja de repetirlo! —Remus soltó el mapa sobre su escritorio y se levantó de prisa, para llevarse ambas manos a la cabeza y comenzar a dar vueltas por la habitación— el mapa está averiado. No sirve más.

— El mapa no falla.

— Pero —dije confundida— Pettigrew está muerto. Tú mismo me has contado esa historia.

— ¡No! ¡El muy sabandija está vivo! —Se frenó en seco— ¡Es una rata! ¡Está convertido en rata!

— Pero Black lo mató. Es imposible...

— ¿De verdad lo asesinó? ¿O eso es lo que nos hizo creer a todos Peter? Durante todo este tiempo.

— No... Remus... Entonces, espera un momento. Déjame entender bien. Me explota la cabeza —me toqué ambas sienes— si Pettigrew está vivo... eso quiere decir que Black no lo mató. Por ende, podría ser que...

— Exacto. Sirius es inocente.

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