Tengo que salir de aquí, y tan pronto como sea posible. Me siento terriblemente incómoda, me he pasado, sí, como tantas otras veces, pero esta es distinta porque me siento mal después de lo que acabo de decir.
¿Está siendo sincero? ¿Y por qué se preocupa por mí? ¿Por qué le importo? No he hecho nada para merecer eso.
Me levanto del sofá, creo que se ha enfadado porque coge la cámara de nuevo y hace como si no estuviera.
Según voy alejándome me arrepiento más y más, es algo que pocas veces me ha sucedido, normalmente suelto lo primero que me viene a la cabeza y ya está, lo dejo sin remordimientos.
Doy vueltas por el pasillo, camino hacia mi habitación pero luego cambio de opinión y vuelvo sobre mis pasos, a punto de bajar las escaleras. No, no bajaré, no sé hacer estas cosas.
¿Qué diría Sara? Es la pregunta clave. Ella siempre hace lo correcto, así que hago lo que creo que a ella le gustaría.
— Hugo, lo siento — Me quedo en la esquina del salón, agarrando el bajo de mi camiseta con fuerza — ¿Me perdonas? Siempre hago esas cosas, mi mejor amiga dice que hablo sin pensar y...
— Tranquila Mel, no estoy enfadado — Alza los ojos, es cierto, no lo parece, pero si noto cierta decepción en él, cosa que no imaginaba que hiciera que me sintiera peor si cabe.
— No quería decir eso, estaba enfadada y... bueno, me agobié — Me encojo de hombros, no tengo una explicación mejor.
Sonríe, ¿ha sonreído? Sí, desde luego que sí.
Se acerca hasta mí, todavía con la cámara en una de sus manos. No sé qué va a hacer, no me muevo pero él pone la otra mano, la que tiene libre, sobre mi brazo, dándome un pequeño apretón de cariño, al menos así lo percibo.
Miro su gesto, me está tocando y no sé qué debo hacer al respecto, ¿lo retiro, me aparto? No, no me molesta.
Es justo cuando escuchamos las llaves de casa y los tacones de mamá, que ha llegado. Hugo retira lentamente su contacto y se da la vuelta, supongo que para recibirla.
¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué hace algo como eso y por qué a mí no me ha asqueado en absoluto? Estoy desconcertada, algo así no me ha pasado en años, de hecho, dudo que me haya pasado alguna vez en la vida con alguien que no sea mi familia o Sara.
— Estoy en casa — Saluda mamá, dejando las llaves en el recibidor — Oh, estáis aquí.
— Hola — Hugo llega hasta ella y sonríe, creo que vuelven a entrarme ganas de vomitar — Estábamos esperándote para preparar la comida.
Bueno, supongo que él haría eso, yo por mi parte estoy llena con el sándwich de antes y, mientras mamá se sienta y Hugo saca algunas cosas de la nevera, cojo una manzana y le pego el primer bocado. Ellos ocupan la mesa mientras yo vuelvo al sofá.
— Mel, no te he visto en todo el día — Habla mamá — Ven a comerte la manzana con nosotros — Me pide, y, aunque un poco a regañadientes, acepto.
Hay dos sillas libres y elijo la que está junto a mi madre, frente a Hugo. La comida se vuelve incómoda y tensa al instante. No sé si por mis palabras de antes, por su gesto, o por esta extraña convivencia que estamos teniendo.
— Pero, ¿qué os pasa a los dos? — Pregunta mamá mirando primero a uno y luego al otro.
— Nada — Me encojo de hombros, sigo masticando la manzana mecánicamente. Ella no me cree, lo sé por la expresión de su cara.
— ¡Oh, claro! — Exclama soltando todo lo que tiene en las manos — ¿Cómo no me lo he imaginado antes? ¡Ya sé lo que pasa!
Entorno los ojos, esperando lo que pueda decir a continuación, miro a Hugo y veo que intenta sonreír, y digo intenta porque tiene una extraña mueca en el rostro.
— ¿Habéis vuelto a discutir, no? ¿No sabes comportarte como una persona mayor? — Me increpa — Ya no eres una niña, a ver si por una vez en la vida dejas de ser egoísta y piensas en los demás.
Lo que me faltaba. Estoy esforzándome cada día tanto como puedo y, de hecho, aquí estoy, compartiendo mesa con ellos como si fuéramos una familia feliz y, ¿de qué me sirve? De nada en absoluto. Ya es demasiado tarde para contenerme.
— Pues sí, mama. A ver si le dices de una vez a tu amigo... — Recalco la última palabra, ya que así es como se llaman ellos —...que me deje en paz, parece un moco, todo el día pegado a mí.
Hugo me mira, abre la boca para contestar pero la vuelve a cerrar, sin saber qué decir. Acabo de pedirle perdón por esto mismo hace escasos minutos, pero mi madre consigue sacarme la peor parte de nuevo.
— Mel, Hugo solo quiere ayudar. — Cuando habla en voz tan baja significa que llega la tormenta.
— Yo no necesito que me ayude en nada, ni él ni nadie. Que os quede claro a los dos. — Arrastro la silla hacia atrás para levantarme.
— Perdónala, no hay quien pueda con ella. — Oigo a mamá cuando estoy marchándome. — Es una niñata caprichosa y egoísta.
Subo las escaleras golpeando a cada paso que doy con furia. Quiero cambiar, al menos lo intento poco a poco, pero ella no me da pie a hacerlo, solo me juzga... de hecho, y aunque suene duro, a veces creo que me dejó de querer hace tiempo, desde que papá se marchó para siempre.
•••
— ¿Y has soltado todo eso sobre él? ¡Cómo eres, Mel! — Horas después del último enfrentamiento estoy en casa de Sara, ¿con quién desahogarme mejor que con mi mejor amiga y futura psicóloga? — Si la discusión era con tu madre no deberías haber dicho ciertas cosas.
— ¿Qué querías que hiciera? — Pregunto — Es lo primero que se me ha ocurrido, no paraba de atacarme.
— Ya, lo que te dije el otro día. — Pone los ojos en blanco — Lo primero que se te ocurre hacer es llamarle de todo.
— ¿Qué hago, Sara? Hugo no me cae tan mal, a veces es un poco pesado pero reconozco que no es tan terrible como lo he descrito — Me pongo ambas manos en el pelo, revolviéndolo y a ver si sale alguna idea lúcida.
— Bueno, pídele disculpas de nuevo — Se encoge de hombros — Dile que no piensas todo eso sobre él.
— No — Muevo la cabeza a ambos lados — Otra vez no.
— No se ha portado mal contigo y lo sabes, es lo mínimo que se merece.
Quiero dejar el tema, y lo primero que me viene a la mente es iniciar una pelea de las nuestras, hecho una manta sobre su cabeza y luego me tiro sobre ella, que intenta zafarse mientras ríe sin parar.
— ¡Me ahogo, socorro! — Grita, haciendo que me balancee a los lados, hasta que me tira sobre la cama y es ella la que me ataca.
Y así, de esa manera, consigo dejar de lado ciertas cosas, al menos hasta que vuelva a casa.
***
Durante el camino de vuelta reflexiono; quizá deba volver a pedirle disculpas pero, puede que no hacerlo sea la única manera de mantenerlo alejado de mí, mantenerlos a ambos.
Eso es lo que quiero, lo que he querido desde el principio, ¿no?
Cuando llego por fin a eso de las once de la noche, veo a Hugo enfrascado en uno de sus álbumes. Ahora sé que es eso por el hecho de ser fotógrafo. Lo primero que se me ocurre es pasar de largo como si no estuviera, pero... cuando estoy a punto de subir las escaleras, me doy la vuelta.
— Hugo... — Lo llamo, y dudo que lo haya oído, porque apenas me he escuchado yo misma.
Cierra el álbum que hojeaba y me mira. No puedo negar que no tenga buen sentido del oído.
— ¿Si? — Alza ambas cejas, esperando.
— Siento lo de antes, ya sé que voy a repetirme, pero esta vez me he puesto nerviosa y... — Intento explicarme pero me interrumpe.
— Lo sé Mel, te has puesto nerviosa y has soltado todo lo que piensas sobre mí. — Resopla, moviendo la cabeza a los lados — No pasa nada, yo lo he intentado pero quizá he llegado en el peor momento para ti, y aunque no lo creas, te entiendo.
— No... Bueno... es que... — Qué difícil es esto, hasta la lengua se me atasca y no me salen las palabras — No es lo que pienso de ti en absoluto.
— ¿Entonces por qué lo has dicho?
— Es mi madre — Me altero al hablar de ella — Siempre saca esa parte oscura de mí, no puedo contenerla cuando ella está.
— ¿No piensas todas esas cosas de mí? — Traga saliva, vaya, si hasta parece relajarse — En realidad... creo que estamos a gusto juntos, tú tienes una coraza pero en el fondo eres una gran chica. Hazme caso — Ahora sonríe y es como si un respiro me absorbiera — Sé ver ese tipo de cosas — Señala la cámara con la barbilla.
Claro, es lo que siempre dicen de los fotógrafos, que saben sacar algo de cada persona, aunque siempre me preguntaré qué y cómo lo hacen.
— Bueno, gracias supongo — Me incómoda, no sé cómo tomarme ese tipo de comentarios, no recibo muchos halagos que digamos.
— Está bien, arreglado entonces — Es sincero cuando se alegra, porque percibo ese brillo en sus ojos.
— Pues todo dicho — Me encojo de hombros y me dispongo a darme la vuelta, qué descanso te deja una conversación normal de vez en cuando, sin gritos ni nada por el estilo. — Hasta mañana, Hugo.
— Eh, Mel — Escucho su voz a mi espalda, y me giro — Me alegra caerte bien. — Guiña un ojo y ahora mismo querría matarlo por ser tan creído pero, al mismo tiempo, me hace gracia.
— ¡Eres un payaso! — Exclamo.
Escapo de ahí escuchandosu risa y lo hago por un motivo en concreto, no quiero que sepa que haprovocado lo mismo en mí.