Cuidando de ti (Dragon's Fami...

Por LyluRys

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Ella iba a ser un medio para un fin. Él iba a ser su salvador. Un amor inesperado. Lo escuché mientras soñab... Más

ANTES DE LEER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo Extra
Capítulo Extra
Capítulo Extra

Capítulo 40

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Por LyluRys

Samantha

Ha sido una semana muy educativa para mí. Las clases y los profesores son geniales y hasta divertidos, y mis compañeros al igual que yo, tenemos hambre de aprender. Bueno, no todos mis compañeros, pero estamos conociéndonos, y al principio siempre es un poco difícil adaptarse. El laboratorio de la escuela tiene toda clase de equipos de cocina de última generación, y es sencillamente el sueño de todo chef repostero. Cielos, ya me gustaría tener esa clase de equipo cuando abra mi tienda de repostería fina. Bueno, soñar no cuesta nada.

Estoy parada frente a la escuela, y a mi alrededor hay otros estudiantes esperando por su transporte. Un grupo de cinco chicas que también están en mi clase, no paran de hacer bromas y de reírse en voz alta. Ha sido así toda la semana, y no he sido la única que lo ha notado. Las miro para ver de qué se ríen tanto, y me sorprende ver que algunas de ellas me devuelven la mirada con desdén. Indignada, me miro de arriba abajo para ver si tengo algo raro en mi cuerpo, pero no me encuentro nada. Tontas. Espero no tener problemas con ellas porque el semestre es largo, y no quiero que mis estudios se afecten de ninguna manera, y menos cuando no he hecho nada para merecer tal actitud, una que no me gusta.

Las ignoro, y suspiro mientras espero por Daniel. Él aún no ha llegado y eso es algo muy raro porque él siempre está aquí cuando salgo a las dos en punto. Compruebo la hora en mi teléfono, y son las dos y cinco de la tarde. Tal vez el tráfico lo ha retrasado y ya debe estar al llegar. Sí, eso debe ser. Entonces sonrío al escuchar el estruendo de una motocicleta que se acerca por la esquina de la calle, pero la sonrisa desaparece rápidamente al ver que no es Daniel, es Dylan.

Él estaciona su moto frente a mí, se quita el casco, y sonriendo dice: —Oye, yo también me alegro de verte, Samantha.

—Lo siento, pensé que era Daniel, y me alegra verte, tonto —contesto sonriendo y golpeando su hombro juguetonamente.

Escucho murmullos y silbidos de apreciación por parte del grupo de chicas detrás de mí, y ruedo los ojos. Obviamente lo están haciendo por Dylan porque de seguro que ya se fijaron en que es guapo, en que su moto es genial, y en los parches cosidos en su chaleco de cuero. No me extrañaría que Dylan comience a lanzar cumplidos, a darles su famosa sonrisa a estas chicas, y quién sabe si se lleve a una de ellas en su moto, pero él solo las mira, les guiña un ojo y les sonríe lobunamente. Yo resoplo por lo bajo al escucharlas jadear y reír como niñas de primaria. No sé por qué, pero me siento protectora con Dylan, y no quiero a ninguna de ellas cerca de él.

Él es muy atractivo y si no lo conoces bien, dirías que es un poco intimidante, pero es solo una fachada porque sé que él tiene un gran sentido del humor y también un necesitado corazón. Él ha estado un poco raro últimamente y voy a preguntarle si está bien, pero entonces recuerdo que si Daniel no vino, algo tuvo que haber pasado.

Dylan ve mi cara preocupada y niega: —No pasó nada con el prez, así que tranquila. Ten.

Me tiende la mochila que estaba en su espalda, y confundida, le pregunto: —¿Para qué es esto?

—Adentro hay ropa extra, tu chaleco, maquillaje, entre otras mierdas de chicas. Daisy la preparó para ti porque iremos a una salida. Ve a cambiarte y a ponerte más linda porque Daniel vendrá a recogerte pronto. Él tuvo una...situación con un cliente, pero ya está todo resuelto.

—Oh, bueno, está bien. ¡Me encantan los viajes en carretera! ¿Irá todo el club?

—Eh...sí.

—¡Qué bien! —me animo—. Entonces iré a los baños de la escuela para cambiarme.

—Hazlo, pero antes, dame tu mochila escolar. Me la llevaré y la dejaré en tu habitación del club.

Asiento muy entusiasmada y le doy mi mochila.

Él se la coloca en la espalda, se pone el casco, y antes de alejarse, escucho que grita: —¡Eres una chica con suerte, Sam!

Me rio porque sí soy una chica con suerte desde que conocí a Daniel Baxter. Me giro para ir a los baños, y me detengo abruptamente al ver la mirada que me dirigen estas chicas. Ellas me miran con envidia. Resoplo bajito y las ignoro nuevamente. Perras tontas. No tengo tiempo para ellas.

Camino hasta llegar a los baños, y una vez adentro, busco en la mochila y ah, mi querida amiga Daisy, ¿qué haría sin ella? ¡Empacó hasta una mini plancha para el cabello! Niego sonriente, y entro a uno de los cubículos para comenzar mi transformación de estudiante de repostería a chica motera. Aquí no me dejan usar el chaleco, políticas de la escuela que tuve que aceptar a regañadientes al igual que Daniel. Me quito todo, y primero me pongo los ajustadísimos jeans negros que le encantan a Daniel.

Siempre que me los pongo, él dice con voz gutural: —"Nena, tu trasero luce malditamente genial" o simplemente gruñe: —"Trae ese lindo trasero aquí, pequeña".

Ah, mi hombre es tan rudo y sexy. Y si quiero verlo, ¡mejor me doy prisa!

Me pongo la camiseta blanca con las letras negras cursivas Harley Davidson al frente, las botas de la misma marca también, y por último, pero lo más importante, mi chaleco con el parche de Daniel. Doblo y luego meto mi uniforme en la mochila, y salgo para ir a los lavabos a peinarme y a maquillarme. Aprendí a hacerlo bien y rápido, así que después de unos diez minutos estoy lista para salir y subirme a la moto con mi hombre.

Muy segura de mi misma, camino hacia la salida, y escucho los diferentes murmullos masculinos y femeninos.

"¿Quién es ella?"

"Mierda, es hermosa y caliente"

"Nena, llámame"

"Una perra con suerte"

"Oh, ¿ya viste su cabello?¡Es larguísimo!"

"¿Y por qué lleva un chaleco con parches raros?"

Suspiro. Sé que muchos nos juzgan porque no conocen nuestro estilo de vida y lo entiendo porque una vez yo también los juzgué. Ahora estoy muy orgullosa de ser parte de un club de motoristas, y más aún, ser la dama de su presidente.

Me detengo en el mismo lugar en donde espero a Daniel y pongo la mochila en el suelo. Miro de reojo a las perras tontas, y ellas están boquiabiertas. Entonces sonrío ampliamente al escuchar un estruendo conocido.

Veo la Harley negra acercarse por la esquina, y mi estómago da ese vuelco delicioso que siempre hace cuando ve a Daniel. Luce imponente y oscuro con sus tatuajes, con sus pantalones negros, botas del mismo color, camiseta blanca, y su usual chaleco de cuero con todos sus parches. Él detiene poco a poco su motocicleta hasta que está frente a mí, se quita el casco, las gafas de aviador, y escucho a las chicas tontas jadear audiblemente al ver a mi hombre. Creo que yo lo hice también porque...mierda, él es caliente, y yo soy tan malditamente afortunada de que sea mío.

—Estoy buscando a Samantha Reeves. ¿La conoces? —pregunta, mirándome con media sonrisa, y con esa voz profunda que me pone húmeda por todas partes.

—La conozco. Debe ser una chica con suerte —respondo ocultando una sonrisa.

Él me mira de arriba abajo con masculina apreciación y dice: —Oh, definitivamente lo es, pero lo que ella no sabe, es que yo también soy un bastardo con suerte.

—Es bueno saberlo, interesante, ¿ pero puedo preguntar para qué la necesitas?

Él ríe por lo bajo y siguiéndome el juego, comenta: —Solamente quería llevarla a pasear porque mi moto se siente muy vacía sin ella.

—¿Solo tu moto? —pregunto, fingiendo indignación.

—Nah, el hombre que la conduce se siente un poco solo también.

—Bueno, en ese caso, Samantha Reeves, la chica suertuda, estará más que feliz y dispuesta de acompañarte a ti y a tu moto. Una máquina muy bonita, por cierto. ¿Me enseñarás a conducirla algún día?

—Si quieres puedo enseñarte. Soy un buen profesor, y como ahora eres una estudiante... —ronronea con voz sensual.

Y enseguida escucho los comentarios.

"Oh, mierda".

"¡Qué hombre!"

"¿Quién es él?"

"Quiero un chico malo y caliente".

"¡Yo quiero subirme a su moto!"

Me rio, y aunque me encanta este juego, estoy loca por besarlo. Así que lo hago, y siento que todos están mirando expectantes. Me acerco lentamente, y poniendo mis manos en su atractivo rostro, acaricio suavemente el crecimiento de su barba. Me encanta sentir esa aspereza en mis manos y por todo mi cuerpo cuando él me acaricia y me besa toda. Uno de sus fuertes brazos me rodea la cintura y me pega más a él cuando mis labios al fin tocan los suyos en un beso lento y dulce. Los chillidos y murmullos pasan a un segundo plano cuando al probar el sabor tan único de su boca, todo mi cuerpo vibra de placer y satisfacción porque sus besos son solo para mí.

Con un pequeño gemido, termino el beso, y Daniel susurra en mis labios: —Te extrañé, nena.

—Yo también, cariño.

—¿Nos vamos?

—Por favor —digo.

Sé cómo deben estar mirándome, pero no necesito demostrarles nada porque cuando Daniel me tiende mi casco personalizado, acomodo mi largo cabello hacia un lado para ponérmelo, y ellas jadean en conmoción al leer las letras en mi espalda. Y, oh Dios, se siente tan bien.

Mi hombre me mira interrogante con una ceja levantada, y ese gesto lo hace ver sexy y más atractivo aún, si eso es posible. Sonriendo, me encojo de hombros, y me pongo el casco. Él niega con una sonrisa ladeada, y se pone el suyo también. Acomodo la mochila en mis hombros, y subo a la parte trasera de su moto. Lo abrazo por su cintura y salimos hacia la carretera sintiendo la mirada de todos mientras nos alejamos.

Después de media hora de viaje, estoy confundida. Se supone que si vamos a una salida con los hermanos, vayamos al club y de ahí partimos todos juntos, pero Daniel se está dirigiendo hacia el centro de la ciudad. Mientras espero paciente para ver a dónde vamos, levanto su camisa y comienzo a acariciar sus duros abdominales. Él sabe mis intenciones, y detiene mi mano a la vez que lo veo negar con su cabeza. Estoy sorprendida y un poco dolida porque él nunca me rechaza. Así que quito mis manos y las pongo la parte trasera de la moto. Si no quiere que lo toque, entonces no lo haré de ninguna manera. Veo su torso moverse como si hubiera suspirado, y luego estira su brazo para acariciar mi muslo, para tranquilizarme. Vuelvo a abrazarlo porque no quiero enojarme por una tontería, y de repente siento que la moto disminuye la velocidad.

Miro alrededor para ver en dónde estamos, y conozco este lugar. El centro de Delta es muy concurrido y visitado por muchos turistas, y como en toda ciudad, hay edificios antiguos y modernos, muchos lugares de interés y también hay variedad de tiendas. Recuerdo que cuando vivía en el albergue me pasaba de arriba para abajo buscando trabajo en algunas de ellas sin tener suerte.

Daniel se estaciona frente a un local en la esquina de la calle, al parecer vacío, y desde donde se puede ver la concurrida plaza de esta ciudad. Cuando apaga la moto, me bajo, me subo a la acera, y me alejo un poco mientras me quito el casco. Él hace lo mismo y pone el casco encima de su moto.

Cuando ve el pequeño puchero en mis labios, viene hacia mí con una enorme sonrisa y dice: —Oye, cosita traviesa, no te enojes conmigo. Sabes que malditamente amo que me toques. Es solo que...

Al ver su rostro tensarse levemente, olvido todo. Y poniendo mi casco encima de su moto también, me acerco a él, y le pregunto: —¿Qué pasa, amor?

Abre la boca y luego la cierrra. —Mierda —masculla frustrado, pasando una mano bruscamente por su cabello, y nunca lo he visto así, como si estuviera nervioso.

—Daniel...

—Samantha...

Hablamos los dos al mismo tiempo y nos reímos después. Aliviado, él extiende su mano y la tomo. Lleva la mía a su boca, la besa sin dejar de mirarme y lo que veo en esos ojos verdes me calienta hasta el alma.

Simplemente dice: —Te amo.

Y no importa cuántas veces me lo diga, la reacción siempre es la misma, mi respiración se acelera, mi corazón retumba, y mi boca sonríe contenta.

Con suave vehemencia respondo: —Te amo más.

Y siento y veo que la reacción de su cuerpo es la misma que la mía.

Él suspira y declara: —Quiero hacerte feliz.

—Ya lo haces, Daniel —le aseguro emocionada, y él sonríe acariciando mi mejilla con su mano libre.

—Tú también me haces feliz, y tu felicidad es mi prioridad. Por eso, te traje aquí.

—¿Aquí? —pregunto mirando curiosa alrededor y luego digo—: No entiendo.

—Ya lo entenderás, amor —sonríe sospechosamente.

Ansiosa, muerdo mi labio. ¿Qué estará tramando mi hombre? Veo como mete la mano en el bolsillo delantero de su pantalón y saca una cajita negra en forma rectangular. No...no puede ser lo que estoy pensando. ¿O sí? Oh, por Dios.

Un entusiasmado Daniel, me tiende la caja para que la tome, y solamente dice: —Ábrela.

Con cierta expectativa, tomo la caja de su manos, y cuando siento lo liviana que es comienzo a inquietarme, pero también a emocionarme. Miro a Daniel y él me anima a abrirla con lo que veo en sus ojos: felicidad. Esto lo hace feliz y quiere que yo lo sea también. Sonrío, y lentamente, abro la tapa. Cuando veo una llave dentro, siento confusión, y creo que también...desilusión.

Él lo nota, y sonriendo me cuestiona: —¿Qué esperabas, amor? ¿Un anillo? Ya estamos casados.

—Lo sé, lo sé —digo riendo nerviosa para ocultar la decepción—. Solo no entiendo por qué me das una llave.

—Mira detrás de ti —me exhorta con seriedad y hago lo que me dice.

Veo un local vacío y que al parecer fue un negocio anteriormente. Sí, lo era, ahora lo recuerdo. Era la tienda de ropa en donde me detuve aquella vez a mirar mi imagen en el cristal después de salir agobiada de mi trabajo temporal en Empresas Píxel para dirigirme al albergue. Cielos. Siento que han pasado años de ese angustioso día.

Es obvio que la tienda cerró porque las ventanas de cristal están tapadas con papeles de periódicos, y también hay varios carteles con el aviso de Se Renta. Un local cerrado, y yo tengo una llave. No. No puede ser lo que estoy pensando porque aún es muy pronto para eso. Niego desconcertada mientras digo: —Daniel, tú no...

—Sí, amor. Bienvenida a Elizabeth's Sweet Cupcakes, tu futura tienda.

—Oh, Dios mío. ¡P...pero aún falta mucho para que me gradúe!

—No importa, pequeña. Es nuestro y la renta seguirá pagándose aunque esté vacío. Este lugar es perfecto para un negocio. Lucas, Carl, y yo, estuvimos investigando, y el negocio anterior tenía mucha clientela porque está localizado en un buen lugar...

Al ver que estoy conmocionada, él me abraza por la cintura y promete: —Samantha, no me cabe la menor duda de que serás la mejor chef repostera de todo el jodido universo, y tu negocio tendrá un éxito rotundo. Todos vamos a ayudarte a lograr tu sueño. ¡Yo primero que nadie!

Tapo mi boca con mi mano para contener un sollozo que quiere escapar, pero eso es imposible. Mi hombre me ha hecho este hermoso regalo y voy a aceptarlo.

Con un susurro entrecortado, acepto: —Gr...gracias, amor.

—Nena, no llores, y no me des las gracias —niega, limpiando mis lágrimas con su pulgar—. Hago lo que me nace del corazón y lo hago solamente para ti.

—Daniel, es que me has dado tanto y siento que yo no te he dado nada.

—Si te refieres a lo material, eso no importa porque me das lo más importante cada día. Me das amor incondicional y fidelidad, y eso vale más que mi taller, vale más que mi Harley, y vale más que todo el maldito dinero del mundo —declara rotundamente.

No me contengo, y lo beso con todo lo que soy, con toda mi alma y con todo mi corazón. Él gime satisfecho y lo beso más profundo mientras acaricio suavemente su cabello que ya está un poco largo. Sencillamente me encanta.

Sus manos bajan hasta mi trasero, aprieta, y me pega más a él, pero me suelta de repente, y agitado, dice: —Vamos adentro, nena. Quiero que lo veas y me digas que te parece. No sé, tal vez podamos estrenarlo tú y yo primero. —Esa sonrisa engreída y juguetona, me calienta en todas partes.

Estoy sin aliento, y con voz pícara le digo: —Ah, Daniel, eres un chico muy travieso. ¿Qué voy hacer contigo, eh?

—Nena, ¡esa es mi línea! —gruñe contento—. Pero como eres mi chica, dejaré que la uses. Ven.

Él toma mi mano, y juntos caminamos hasta llegar a la puerta de entrada. Estoy muy ansiosa por ver este local por dentro, y no pierdo el tiempo. Inserto la llave que Daniel me dio, y escucho un emocionante clic cuando la cerradura abre al fin. Entro yo primero, y el olor a polvo y a suciedad me da la bienvenida, pero eso carece de importancia en este momento al fijarme en todo lo que hay alrededor. Nada. Este sitio es grande y está totalmente vacío, pero aun así, mi mente comienza a llenarse de ideas.

—Vaya —susurro maravillada, y siento a mi hombre detrás de mí, abrazándome.

Con su barbilla en mi hombro, él pregunta en voz baja: —Puedes visualizarlo, ¿verdad?

Solamente asiento porque no puedo hablar. Es perfecto. La cocina con el equipo que soñé, debería estar al fondo, las vitrinas para los cupcakes y demás dulces aquí, justo en frente de mí, y quiero mesas con lámparas de techo para que iluminen cada una de ellas. Quiero que sea un ambiente familiar y acogedor.

—Lo tendrás todo, amor.

—¡Qué!

—Lo que pensaste, lo tendrás todo —repite con más fuerza, con seguridad, y lo creo.

Todavía en sus brazos, me volteo a verlo, y me quedo viendo a este atractivo hombre. Daniel, el chico malo, pero siempre mi salvador. Él me sonríe suavemente y le devuelvo la sonrisa. Estiro mis brazos para acariciar los cabellos de su nuca y susurro cerca de sus labios: —Te amo. —Y su sonrisa se hace más grande.

Emocionado, él declara: —Eres mi todo, hermosa Samantha. —Y sus palabras alimentan mi corazón de más amor por él.

Lo beso lento, tomándome mi tiempo y saboreando ese grueso labio inferior que me encanta. Mi hombre gime sonoramente dejándome saber que le gusta y mucho. Él me devuelve el beso con más ímpetu y lo recibo gustosa. Cuando nuestro beso se vuelve insoportablemente caliente y erótico, Daniel agarra mi trasero para levantarme y engancho mis piernas alrededor de su cintura. Siento dura su erección y me muevo contra ella, pero...

—Daniel, ¿dónde...ah —chillo cuando chupa mi cuello en ese lugar que me hace estremecer—. Aquí no hay nada... —logro decir excitada y sin aliento.

—No, pero...¡ah, nena, maldición! —gime cuando muerdo y después chupo ese grueso labio inferior—. No te preocupes, cosita traviesa, la pared servirá.

—Oh, Dios —gimo anhelante.

Y mientras nos desnudamos apresuradamente y nos hacemos el amor mutuamente, el local fue estrenado finalmente.

* * *

Estamos viajando por las calles de la ciudad y estoy un poco agotada física y emocionalmente, pero feliz, demasiado feliz, y todo gracias a mi hombre. ¡No me esperaba tan hermosa sorpresa!

Recuerdo que hace un tiempo, Daniel me dijo estas palabras: —"Eres mi dama, eres mi todo, y voy a poner el jodido mundo a tus pies. Esto no es nada comparado con lo que voy a darte de aquí en adelante, y no me refiero solo a lo material"

Y lo ha cumplido. Me está ayudando a cumplir mis sueños, y aunque no me lo ha dicho, sé muy bien que pagó los gastos fúnebres de mi abuela. No quería decirle nada porque quería pagarlo yo, al fin y al cabo es mi deuda, pero él me habló seriamente sobre el dinero y que como su dama, era mío también. Le di la razón, pero lo que él no sabe es que aún me cuesta aceptarlo.

Estoy con él, estoy en su moto, pero no tengo idea de por dónde vamos porque cuando salimos del local, Daniel me vendó los ojos, y después me puso el casco.

Solamente dijo: —"Haremos otra parada".

Y ahora estoy ansiosa por saber a dónde me lleva.

Trato de pensar qué está tramando, pero no tengo ni la más mínima idea. Suspiro contenta y me abrazo más a él. Cuando siento que la motocicleta disminuye la velocidad hasta detenerse por completo, siento ansiedad, felicidad, y euforia al mismo tiempo. Daniel acaricia mi muslo derecho, y esa es mi señal para bajarme de la moto. Mientras lo espero parada, lo siento bajarse, y asegurar su máquina. Estoy tan expectante, que se me olvidó quitarme el casco. Riendo un poco nerviosa, voy a quitármelo, pero mi hombre lo hace por mí.

—Tranquila, pequeña. Ya llegamos y no estés nerviosa porque te gustará. —Su voz masculina me calma.

—Lo sé, amor, porque es algo que viene de ti, y todo lo que viene de ti, me gusta —susurro con voz ronca.

Él pregunta con cierta arrogancia: —Nena, ¿no te dejé satisfecha hace un momento?

—Lo hiciste —contesto vehemente—. Pero no me refería a eso solamente, Daniel. Me refiero a todo.

—Bueno, mierda, entonces estamos a mano porque todo lo que viene de ti me gusta como el infierno también. Ahora, mi preciosa dama, dame tu mano, y haré esto rápido, porque te ves jodidamente caliente con esa venda en los ojos y mi pene está de acuerdo.

Abro la boca sorprendida al escuchar su gruñida declaración, pero luego sonrió con picardía porque eso me da una idea para más adelante.

—Oye, ¿qué dije para que sonrieras así, eh?

—Nada, amor —digo rápidamente, y lo escucho mascullar algo sobre fantasía hecha realidad.

Me toma de la mano para ayudarme a caminar y después me ayuda a subir varios escalones. Ya que no puedo ver, trato de intuir en donde estoy, inhalando profundo, y mi estómago da un doloroso vuelco al oler un aroma familiar. Rosas, las flores favoritas de mi Abu. Suspiro audiblemente, mientras escucho a Daniel abrir una puerta. Me lleva adentro y luego escucho como la cierra.

Lo siento acercarse a mí, y con sus manos en mi rostro, él dice con voz tranquila: —Te quitaré la venda, pero antes te diré esto, hasta mi último aliento, Samantha, siempre cuidaré de ti.

No puedo hablar porque la emoción me lo impide y no puedo hacer otra cosa más que asentir. Lo siento parado detrás de mí, y lentamente desata el nudo.

Con la venda quitada y mis ojos aún cerrados, él dice emocionado: —Abre esos hermosos ojos azules, Samantha.

Lo hago lentamente, parpadeo y vuelvo a hacerlo mientras miro en donde estoy. En una casa vacía, pero llena de rosas blancas. Una casa...que era de mi abuela Elizabeth. El único hogar que conocí, y en donde pasé los mejores momentos de mi vida a pesar de la escasez, porque estuve rodeada de amor por mi abuela. Mi madre.

Jadeo entrecortadamente y siento mis ojos comenzar a llenarse de lágrimas porque sé muy bien lo que hizo Daniel. No tiene que decírmelo porque es obvio que él hizo esto posible para mí. Al mismo tiempo que siento mis piernas debilitarse, pongo mis manos en mi cara y comienzo a sollozar sin control. Grandes sollozos de angustia y tristeza porque mi abuela no está aquí conmigo viendo que recuperamos su casa, y grandes sollozos de felicidad por este regalo de gran valor sentimental.

Antes de que me caiga al suelo, Daniel me sostiene en sus fuertes brazos, y pasa una eternidad antes de que al fin pueda reponerme. Él susurra todo el tiempo que me ama, que no llore, y que quiere besarme. Aún hipando suavemente, lo miro, y sus ojos verdes me sonríen mientras tontamente pienso en que nunca lo he visto llorar.

Solo digo una palabra que lo dice todo: adoración, agradecimiento, y amor infinito.

Susurro: —Daniel.

Y él jadea maravillado mientras me besa con veneración. Me besa mucho y por mucho tiempo. Un beso para nada sexual porque en él hay amor, ternura y cariño.

Termina el beso, me da otro corto, rápido, y después se aparta sin dejar de mirarme. Aturdida, miro como saca otra pequeña caja negra del bolsillo de su pantalón, y luego sonrío porque debe ser la llave de esta casa, pero me quedo boquiabierta en incredulidad cuando Daniel abre la cajita, y dentro veo un hermoso anillo negro.

Estoy conmocionada cuando él pone una rodilla en el suelo, y con una convicción nunca antes escuchada, declara: —Te amo y quiero casarme contigo. Quiero que seas mi esposa bajo las reglas del club y también bajo las reglas de la sociedad. Recuerdo el momento en el que te pedí que fueras mi dama, y en ese momento me dije a mí mismo que era temporal, que terminaría pronto, y volvería a ser un hombre libre, pero cuando dijiste que sí, algo fuerte golpeó mi pecho porque mi mayor deseo era protegerte. Entonces conocí tu hermoso corazón, y ya no quise ser un hombre libre. Juntos hemos pasado por muchas jodidas cosas, y hoy sabemos más sobre el amor y su verdadero significado, sobre nosotros, sobre la vida, y sobre lo que queremos en el futuro. Quiero hijos contigo y quiero envejecer a tu lado. Por favor, Samantha Reeves, hazme el gran honor de poder llamarme tu esposo, y sé mi esposa hoy y para siempre.

¡Dios mío! No puedo...¡no puedo creer esto! Estoy tan emocionada, y no quiero llorar más, pero ya siento en mis ojos lágrimas de felicidad no derramadas. Miro a este gran hombre hablando con su corazón, y quiero vivir con él, todo lo hermoso que me dijo. Lo quiero todo, solo con él.

Con mi alma y con mi retumbante corazón, con voz fuerte y clara, respondo: —¡Sí quiero!

Daniel suspira aliviado y esboza la sonrisa más grande que haya visto en él. Se levanta, saca el anillo de la caja, y yo levanto mi mano para que me lo ponga. Miro maravillada el precioso anillo de compromiso en mi dedo, y riendo, me lanzo encima de mi hombre para besarlo hasta dejarlo sin aliento.

Él responde con ahínco a mi asalto, y entre beso y beso, susurro: —Te amo, te amo, Daniel. ¡Este ha sido el mejor día de mi vida!

—Pues prepárate, porque vendrán más días como este. Mi misión en esta vida es hacerte feliz y la cumpliré hasta el final.

—Ay, amor, dices unas cosas hermosas que van directo a mi corazón y me calientan el alma, y te amo tanto.

—También te amo, nena. Ahora vamos a dar una vuelta por los alrededores de la casa para ver cómo podemos arreglarla.

—¡Sí! —chillo emocionada, y curiosa pregunto—: ¿Cómo pudiste recuperarla? El banco...

—Después te daré los detalles, pero la casa es tuya. Eres la dueña.

Mi corazón salta. —Oh, Daniel, estoy tan feliz.

—Eso quería, nena, pero vamos a darnos prisa si no queremos llegar tarde.

—A la salida con los hermanos, ¿verdad?

—No, amor, al registro civil. ¡Nos casaremos hoy mismo!

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