Cuidando de ti (Dragon's Fami...

By LyluRys

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Ella iba a ser un medio para un fin. Él iba a ser su salvador. Un amor inesperado. Lo escuché mientras soñab... More

ANTES DE LEER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo Extra
Capítulo Extra
Capítulo Extra

Capítulo 26

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By LyluRys

Daniel

Solía pensar que esto ayudaba a quitarme el estrés, conducir mi consentida, mi Harley, e ir a exceso de velocidad, sin casco, y sentir el viento en mi cara para no pensar, para alejarme de todo y de todos. Recuerdo que cuando discutía con mi padre, esto era lo que hacía, y aquí estoy ahora, que aunque no es la misma situación, todo se resume en una cosa: estoy huyendo.

Huyendo...como un maldito cobarde, y siento que toda la adrenalina abandona mi cuerpo rápidamente, desinflándome como un neumático. Ahora ya nada es igual, no siento nada, y estoy entumecido sin haber tomado nada de alcohol. Nunca en mi vida le he puesto una mano encima a ninguna mujer, pero con Sasha casi lo hago. Ver ese maldito rasguño en el cuello de mi chica me llenó de oscura ira conmigo mismo y con todos. Sasha lleva viviendo en el club el tiempo suficiente como para saber las reglas. Unas reglas que debió respetar y no actuar de esa manera por culpa de sus ridículos putos celos. Pensé que me rogaría y haría otra de sus pataletas, pero no lo hizo porque ella sabe muy bien cómo soy yo. No perdono. Mucho menos algo tan grave como esto. Le hablé duramente, y le dije que ya no era bienvenida en el club de los Dragones. Ella lo entendió, estuvo parada estoica mientras descargaba parte de mi furia por sus actos, y luego fue escoltada a la salida por los hermanos.

Cuando también me enteré de que los nuevos prospectos, Oscar y Adam, desobedecieron mi orden de protegerla y se fueron al bar a beber y a jugar billar, me volví loco y vi rojo. Si Dylan y Ben no me hubieran detenido, los habría matado a golpes. Ellos están fuera como la mierda de mi club, y sus parches de prospecto bien guardados en mi oficina para dárselos a quien de verdad los merezca. Con toda esa furia aún corriendo por mis venas, me fui al bar, y no tuve que pedir mi trago porque ya me conocen, me lo sirvieron, lo pusieron en la barra, y lo tomé en mis manos. Cuando iba a beberlo me detuve. Mi chica no quería que tomara. Su voz suave y quebrada llenó mi cabeza cuando me dijo, "Daniel, por favor, no vayas a tomar, habla conmigo". Traté de nuevo, pero no pude quitar de mi mente el hermoso rostro angustiado de Samantha. Por mi culpa. Por joderlo todo.

Después de lanzar con fuerza y contra la pared el vaso de whiskey, salí del club, y aquí estoy, conduciendo mi moto negligentemente porque Samantha tenía razón, debí quedarme y hablar con ella, pero no lo hice. Todo esto me explotó en la jodida cara y no tengo idea de qué carajos hacer con ello. Ella debe estar enojada y dolida. No la culpo, y sé que debo arrodillarme a sus pequeños y hermosos pies para que me perdone porque ella es inocente. No debí de hablarle así, brusco y enojado, pero estaba aterrado por todo lo que estaba sintiendo, y para rematar, está la posibilidad de que la haya dejado embarazada cuando siempre he tenido extremo cuidado con ello.

Cuando el doc me dijo que no la protegí, me quedé pensando en qué momento exacto fue eso porque siempre utilizo protección, pero entonces recordé la madrugada de nuestra primera vez juntos. Estaba tan loco de deseo por ella, desesperado de perderme en su cuerpo sensual, que olvidé completamente agarrar un preservativo. Lo que sí no olvidé y recuerdo muy bien fue la sensación alucinante de estar tan dentro de ella sin barreras. Y fue tan jodidamente intenso que creo que me desmayé de tanto jodido placer, porque me quedé profundamente dormido, y feliz.

No está en mis planes ser padre, pero si esto es una posibilidad que se convierte en realidad, entonces debo prepararme porque tengo que hacerme responsable de mis actos. Mi padre fue un padre de mierda, ausente muchas veces, abusador y tirano, pero yo no seré así. Yo le daré a mi hijo todo lo mejor que hay en mí. Aunque la idea de ser padre me asuste hasta la mierda, debo estar ahí para Samantha.

Ella hizo de mí un hombre diferente desde que llegó a mi vida, eso es cierto y lo acepto, y ahora quiero seguirlo siendo, pero a su lado, porque lo que ella dijo, "Nos lo hicimos a los dos, nos pasó a los dos", esas simples, pero impactantes palabras, me llegaron a lo profundo y me abrieron los putos ojos. Samantha tiene toda la razón. Fui un bastardo ciego y no vi esto venir tampoco. Tengo sentimientos por ella, estoy enamorado como un imbécil de ella, y si esto es el amor, entonces quiero vivirlo, sentirlo, y respirarlo con ella. Con mi Samanhta.

Dylan también tenía razón, ya era hora de que me tocara lo bueno y lo acepto. Con ella y por ella, acepto todo.

Con este nuevo propósito en mente, voy en busca de mi dama. De Samantha. Quiero que ahora lo sea permanentemente.

Reduzco la velocidad hasta detener la moto, y mis chicos se detienen también porque sé que me siguieron cuando salí como un demente del club. Miro alrededor, y no tengo ni puta idea de donde estoy, y aunque estuve quieto conduciendo mi Harley, estoy jadeando por la emoción, por la adrenalina de un nuevo comienzo. Me seco los ojos con mis manos porque creo que la humedad del aire nocturno me ha afectado o alguna mierda se me metió en el ojo porque yo no lloro. Infiernos, no. Los escucho bajarse de sus máquinas y venir hacia mí.

Escucho sus murmullos enojados, preocupados, y la voz de Dylan por encima de todas: —¿Qué carajos, hermano? ¡Quiero golpearte tan jodidamente mal!

Me bajo de la moto, la aseguro, y lo enfrento: —¡Hazlo! Malditamente, hazlo. ¿Sabes por qué? Porque me lo merezco —le espeto, y él me mira como si me hubiese vuelto loco.

Todos me miran, pero no me juzgan en ningún momento.

Al ver que no dice nada, pregunto sarcástico: —¿No lo harás? Entonces quítate de mi puto camino porque voy por mi chica —aviso en tono frío, y ahora él me mira impactado y fijamente. Está analizándome, de nuevo.

Con su sonrisa de comemierda esbozándose lentamente, me grita: —¡Ya era la jodida hora, Daniel! ¡Eres un hijo de puta duro! —Me atrae hacia él bruscamente, y me da un abrazo de oso.

Me separo, paso una mano por mi cabello desordenado, exhalo y les admito: —Estoy jodido. Estoy...más jodido que nunca en mi maldita vida —asiento vehemente hacia mi VP—. Tenías razón. La quiero... a ella.

Su mano toca mi hombro: —Hermano, lo captamos. Estás hasta arriba por Samantha, y nosotros estamos contigo en esto y en todo, Daniel, sabes que sí —me alienta Dylan, y mis hermanos, Ben y Lucas asienten y murmuran en acuerdo.

—Cuentas siempre con nuestro apoyo, prez —dice Lucas, palmeando mi otro hombro.

Ben habla con voz solemne: —Y ese apoyo se extiende a tu mujer, la protegeremos a ella también.

Los miro con profundo agradecimiento y digo tajante: —Tengo que hablar con ella ahora mismo. Lo jodí todo, la lastimé emocionalmente, y me siento como puta basura. Tengo miedo de que no me perdone.

—Lo hará, prez —asevera mi tesorero—. Tu dama es una de las pocas mujeres que he conocido que tiene bondad en su corazón. No te lo dije antes, pero Samantha habló conmigo esta mañana. Me dijo que quiere estar involucrada en las causas benéficas a las cuales donamos dinero. Ella quiere ayudar —termina con admiración, y siento que me quedo sin aire en mis pulmones, maldita sea.

Ella es tan linda, buena, es tan benditamente perfecta, y yo soy un imbécil que lo jode todo. Quiero estrecharla entre mis brazos, besarla, y decirle tantas cosas, verdades y miedos.

—Eres un bastardo con suerte, hermano. Conseguiste una buena mujer, con buen corazón, y que me jodan, buena cocinera también. Aunque tengo que admitir que me he beneficiado de ello porque tu mujer le está enseñando a cocinar a mi Daisy —dice Ben, su sonrisa bonachona, y me rio suavemente porque él tiene razón, soy el bastardo más afortunado del mundo.

—Sí, y sin ofender, hermano, pero todos sabemos que la comida de Daisy es un desastre soso de proporciones épicas que sabe a mierda...¡Ouch! ¿Por qué coño me pegas, Ben? ¡Sabes que es jodidamente cierto! —se burla Dylan, y todos nos reímos a carcajadas, recordando aquel arroz duro y sin sal que hizo una vez.

—Seh, pero no lo digas delante de ella porque te sacará la mierda como lo hizo con Sasha. —le espeta sonriendo Ben, y Dylan alza sus manos en señal de rendición, aún riendo.

El teléfono de Ben suena en su chaleco, lo saca, mira el número y sonriendo dice: —Hablando de la reina de Roma, mi jodida reina. —señala con orgullo.

No reímos, porque al contestar la llamada, Ben se queda serio. Escucho la voz histérica de Daisy a través del teléfono, y la cara de Ben cambia a una horrorizada que grita grandes problemas, y un presentimiento hace nudos en mi estómago.

Balbuceando, él nos urge mientras guarda su teléfono: —Tenemos que irnos...¡Tenemos que irnos ahora!

—¿Qué pasa? —demando agitado.

—Alguien se infiltró en la casa club, y Samantha... —él duda.

—¡Habla ahora! ¿Qué le pasó a mi Samantha? —exijo desesperado.

Tragando en seco, Ben responde: —Se la han llevado.

No hablo. No puedo. Corro y monto mi motocicleta, y salgo a toda velocidad a la casa club sin importarme que esté rebasando los límites de velocidad. No me importa nada en estos momentos que no sea mi chica. ¿Cómo demonios pasó esto? Quiero una jodida explicación porque se suponía que estaba segura, se suponía que la dejé a cargo de Zach, se suponía que nada pasaría, y me siento más culpable que nunca. Estoy aterrado. Esto no puede estar pasándome. ¡Esto no puede estar jodidamente pasándome!

Todo es un caos total cuando llegamos. Está levemente iluminado adentro como si se hubiese ido la electricidad. Sé que todos están reunidos en el salón porque ese es el protocolo cuando pasa algo así en el club. Si la situación es más grave entonces todos nos movemos a la casa de seguridad que tenemos escondida en otra parte de la ciudad. Escucho a las mujeres susurrando histéricas, asustadas, y miro a los hermanos que están de aquí para allá tratando de mantenerlas a salvo. Otros están afuera lidiando con la seguridad del club. Me hablan, me explican todos al mismo tiempo, pero no los escucho. Ignorando todo, entro directo al salón, y en una esquina veo al doctor Brandon encima de Zach, pero tampoco me importa.

Voy directo hacia Zach lleno de furia, lo agarro con fuerza por su chaleco, y le espeto letal: —¿Qué coño te dije que hicieras? Si algo le pasa a mi mujer eres hombre muerto.

—¡Daniel, suéltalo! Él está herido —dice el doctor, y no estoy de humor para aguantar su mierda.

Sin mirarlo respondo mordaz: —¿Cree que me importa? Ahora mismo este pedazo de mierda va a decirme qué demonios pasó aquí o aquí mismo se muere.

—Prez, por favor... hice lo que me pediste —balbucea tragando asustado y a punto de desmayarse.

Lo sacudo y le grito en su cara: —¡Habla!

—La llamaron para que firmara una orden de entrega de cervezas. Se supone que era trabajo de Lucas, pero él no estaba, así que Samantha lo hizo.

—¿Quién la llamó? —demando.

—Ivy la fue a buscar y la llevó a la parte trasera del club. La intercepté en el pasillo y le pregunté. Le dije que la acompañaba porque tú me lo pediste. Lo hice Daniel, no la dejé ir sola —repite, y lo suelto bruscamente.

Y con mi ira apenas contenida, ladro: —¡Sigue!

—Salimos, y todo parecía normal, la camioneta de carga, el hombre con su uniforme, todo estaba bien identificado con el logo de la cervecería local, ¡y no sospeché malditamente nada! Él la miraba como si quisiera follarla y le advertí que no la mirara así. El tipo asintió y le dijo a Samantha en dónde debía firmar. Después todo fue muy confuso...alguien me golpeó fuerte en la cabeza y perdí el conocimiento en el acto. Cuando desperté estaba aquí con el doctor encima de mí.

No.

No, maldición.

—¡Mierda, mierda, mierda!

—Daniel, cálmate —me pide el doctor y lo pierdo.

Le grito: —¿Que me calme? ¿Que jodidamente me calme? ¿Quiere que me calme mientras mi mujer está allá fuera en peligro y por mi jodida culpa? ¡No me diga que me calme porque no respondo a lo que pueda pasarle a usted si me sigue presionando con esa mierda!

—¡Todos mantengan jodida la calma! —Dylan interviene, toca mi hombro—: Daniel, la encontraremos. Ya los hermanos están dando avisando a los demás clubes aquí y fuera de la ciudad. Haré otras llamadas —dice agitado y marcando rápidamente en su teléfono.

—Ella va a aparecer, prez —me anima Lucas poniendo una mano en mi hombro y con el teléfono pegado en su oreja—. Me siento malditamente culpable también por no haber estado aquí para recibir esa jodida orden.

Las luces se encienden, me volteo hacia Zach, y me fijo en que está muy mal herido. Mierda.

—¡Llévelo al hospital! —le ordeno al doctor Brandon, y él asiente, y se lo lleva junto con Peyton hacia su clínica.

—Daniel.

Me volteo hacia la voz llorosa que me llama y es Daisy. Voy hacia ella.

—Daisy, dime que ella está bien. Dime que cuando me fui, ella estaba bien —le pido desesperado.

Pero ella niega apenada y explica: —Lo siento, Daniel. Sam estaba devastada y sentía que era la culpable de todo. Trató de disimular delante de mí, pero su dolor era tan palpable —explica angustiada—. También me siento culpable porque debí quedarme con ella y exigirle que me explicara el porqué de su dolor. Sé que había algo más, y si pudiera, también te golpearía por lastimarla —termina diciendo enojada.

Y al escuchar lo que dijo de mi mujer, siento como si me hubieran disparado. La bala quemando la carne en mi pecho.

Levanto mis manos, y pasándolas bruscamente por mi cabeza, admito: —Me lo merezco, todo esto que me está pasando me lo merezco porque es mi culpa. Si algo malo le pasa...¡yo mismo me pegaré un jodido tiro!

—Deja de decir esa mierda y concéntrate, hermano. Estoy esperando las respuestas a mis llamadas. Tranquilo, Daniel, ella va a aparecer. Infiernos, sí —Dylan toca mi hombro en apoyo.

—¡Dios mío! —chilla Daisy de repente, su tono con preocupación.

Y le pregunto alarmado: —¿Qué pasa?

—Su chaleco...creo que no lo llevaba puesto. La última vez que lo vi estaba encima de la cama...

No la dejo terminar porque ya yo estoy corriendo hacia mi habitación. Espero que Daisy esté equivocada y sí lo lleve puesto porque no podría soportar más infierno.

Llego a la habitación, enciendo la luz, entro...y siento todo el aire salir de mis pulmones porque no puedo creer lo que veo encima de nuestra cama. Su pequeño chaleco. Siento que todo se derrumba hacia el infierno cada vez más. Lo tomo entre mis manos, me siento en la cama y lo pego a mi nariz, su dulce olor dándome otro fuerte golpe en el estómago. Siento como si una mano enorme me estuviera asfixiando, así como le hice a ella esa primera vez que la vi, y no puedo respirar. ¡No puedo jodidamente respirar!

—¡Respira, Daniel! —me grita Daisy sacudiendo mi hombro.

Pero no la escucho porque sigo murmurando como una letanía: —Es mi culpa, es mi jodida culpa...

—Debes calmarte, prez, así no la vamos a encontrar. ¡Enfócate por lo que más quieras! —me pide preocupado Ben, y le doy la razón.

Debo enfocarme, ordenar mi mierda junta porque voy a encontrarla. Voy a encontrarla así me muera y se mueran todos los que se crucen en mi camino. Me levanto de la cama para salir de aquí y buscar a mi mujer, pero algo llama mi atención en el armario. Camino hacia allí y veo su mochila en el suelo. Y está abierta, cuando se supone que esté cerrada y en una esquina del armario porque yo mismo la puse allí. Siento como si me hubieran disparado de nuevo, pero esta vez justo en el puto corazón.

Negando incrédulo, murmuro: —No, maldición.

—¿Qué pasa, Daniel? —me pregunta Daisy con voz ansiosa.

Trato de buscar las palabras para expresar esto, pero no salen de mi boca.

—Por Dios, Daniel, ¿qué te pasa?

—Ella iba a dejarme —pasmado, le respondo a la mujer de Ben.

—¡Qué! No. Samantha no es así. Ella es tu chica. ¿Por qué haría eso? —Daisy está confundida.

La miro: —Porque todo esto era jodidamente temporal, y como el hijo de puta que soy, le dije en nuestra discusión que quería ser un hombre libre —digo amargamente, y ella me mira totalmente estupefacta.

Me imagino a mi Samantha, quitándose el chaleco, herida, devastada, y siento que me ahogo por la culpa.

—¿Cómo que temporal? Ella es tu mujer y lleva tus letras —remarca con seguridad—. No...no entiendo nada de esto —dice con recelo.

—Daniel le dio su parche a Samantha temporalmente hasta que el peligro afuera pase. Fue un arreglo, no fue nada oficial —le explica tranquilo Ben y ella abre sus ojos atónita.

Parpadea lentamente y dice—: Dios mío...¿y nadie me dijo nada? —Su cara se vuelve enojada.

—Son asuntos del club, Di —le recuerda Ben—. Y esto era demasiado importante y teníamos que ir con cuidado.

Ella asiente con rigidez, comprendiendo esa parte, pero está enojada. Mucho. Y no tengo tiempo para esto y no estoy de humor para dar más explicaciones. Estoy desesperado y siento que por cada segundo que pasa, dagas me cortan el cuerpo pensando en Samantha y en lo que pueda pasarle.

—Sin el chaleco ella está en peligro. Todo esto es reciente y no todos saben que ella es mi mujer. No puedo perder ni un segundo más, voy a salir a buscarla...

—Prez, ¡ven al salón! Zach regresó porque recordó algo más —me grita Lucas desde la puerta y bajo corriendo.

Cuando llego, Zach no pierde tiempo y declara: —El hombre que se la llevó, sé quién era.

—¿Quién es el muerto? —cuestiono con voz letal.

—Es el hombre que nos suministró las cervezas el día de la fiesta cuando celebramos que el club estaba limpio. El mismo que huyó cuando lo estaban cazando porque creía que era para cobrarle el dinero por la reparación de su auto.

—¡Maldito hijo de puta! —escupo en modo asesino y mis hermanos también—. Debe trabajar para alguien y lo sabré. Ben, llama a la compañía, verifica esa mierda de la orden y también las cámaras de seguridad. Carl, verifica lo de la electricidad y desde qué lugar lograron cortarla. Dylan, llama a...

—¡Ya estamos en ello, Daniel! Tienes que jodidamente calmarte y centrarte —me espeta Dylan para tranquilizarme, y no puedo hacer eso.

No con mi mujer en peligro...

De repente un terrible pensamiento llena mi mente encajando así todas las piezas como en un rompecabezas. Un pensamiento con un rostro malvado, sin ningún código y sin moral. Y tengo una certeza muy real.

Con furia asesina corriendo por mis venas y mirando a mis hermanos, les confirmo: —Ya sé quién se la llevó —Ellos esperan por su presidente, y añado iracundo: —Fue Max.

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