Cuidando de ti (Dragon's Fami...

By LyluRys

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Ella iba a ser un medio para un fin. Él iba a ser su salvador. Un amor inesperado. Lo escuché mientras soñab... More

ANTES DE LEER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo Extra
Capítulo Extra
Capítulo Extra

Capítulo 25

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By LyluRys


Samantha

Está oscureciendo afuera, y no sé cuánto tiempo llevo aquí sentada en la cama mirando a la nada, pero pensando en todo. La posibilidad de que esté embarazada no me ha afectado tanto como las últimas palabras que me dijo Daniel. Unas palabras que siguen repitiéndose en mi cabeza, pero de todas las que me dijo, solo estas se quedan una y otra vez lastimando mi corazón. "Lo siento, Samantha, pero no puedo esperar para ser un hombre libre".

Sabía que esto era temporal, sabía que esto iba a pasar, pero lo que no sabía era que iba a enamorarme en el proceso, y tampoco sabía que iba a doler tanto. Dios mío. ¿Así que esto es lo que se siente cuando estás enamorada? Tener una sonrisa en tu rostro todo el tiempo, con él en mi mente todo el día, el no poder esperar para verlo, y cuando al fin lo ves, sientes esas sensaciones intensas en tu estómago y en tu corazón.

Todos los momentos vividos con Daniel hicieron que florecieran dentro de mí sentimientos profundos por él. Unos sentimientos que no sabían que existían, y que descubrirlos, me sorprendieron por su intensidad y me dieron esperanzas. Unas esperanzas que acabaron aplastadas, porque él no siente lo mismo que yo. Lo que vi en sus ojos verdes fue enojo, incredulidad, pero también vi temor. Él tiene miedo de lo que sentimos, y no lo acepta. Estoy muy segura de que no lo aceptará nunca. Entonces sé que debo tomar una decisión porque no puedo seguir con esto.

Daniel Baxter quiere ser un hombre libre, pues entonces le daré su libertad. Yo tengo el poder, puedo terminarlo, y lo haré. Me levanto de la cama, y comienzo a quitarme el chaleco lentamente. Mientras la textura del cuero va dejando mi piel siento que comienzo a desmoronarme, pero aun así, es algo que debo hacer. Las mismas sensaciones que sentí al ponérmelo vuelven, pero a la inversa. Ya no siento que las palabras cosidas queman en mi espalda, ni siento las llamas abrazándome, ni cuidando de mí. Siento que muero lentamente, y la sensación de soledad que sentía antes de conocerlo, vuelve con fuerza estremeciéndome, helándome. Tomo el chaleco con mis dos manos, y lo coloco encima de la cama. Lo observo sintiendo que significa todo, pero a la misma vez ya no significa nada si la persona que me lo dio ya no quiere que lo tenga. No me quiere en su vida, y debo respetar su decisión como hombre y como presidente de los Dragones MC.

Me digo que no debo llorar. No-debo-llorar. Pero mis ojos no me hacen caso e inevitablemente se inundan con lágrimas mientras me volteo para buscar mi mochila. La busco en la esquina del armario, la abro, y dentro todavía están todas mis pertenencias. Las mismas que tenía cuando llegué aquí y con ellas mismas me voy, pero no debo irme con lágrimas en los ojos porque los hermanos y las mujeres sospecharán. Dejo la mochila en el armario, y voy al baño de la habitación para refrescarme un poco. Miro mi imagen en el espejo, y la chica que me devuelve la mirada quiere derrumbarse, pero no la dejaré. ¡No la dejaré! No aquí. Abro el grifo del lavabo, y me enjuago los ojos y toda mi cara. Sé que en el botiquín del baño hay medicamentos para el dolor, pero allí no hay ninguno que pueda curar el que siento en mi corazón. Me seco con una pequeña toalla, respiro profundo, y salgo del baño. Voy hacia el armario para buscar mi mochila cuando la voz apenada de Daisy interrumpe mis pasos. Sé que tengo que ser fuerte para que no vea este dolor que está desgarrándome por dentro.

Esbozando una sonrisa que esconde todo, me volteo.

Ella se acerca y me pregunta suavemente: —Hola. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, Daisy. Eso debería preguntártelo a ti —respondo, y ella hace un gesto con la mano para quitarle importancia.

—Chica, soy un hueso duro de roer. Además, hace tiempo que se la tenía jurada a Sasha.

—Sí, lo vi. La dejaste hecha polvo. Creo que te pediré clases sobre cómo sacarle la mierda a las zorras.

Ella asiente riendo y dice: —Amiga, las tendrás cuando te recuperes del todo, pero a cambio me darás clases de cocina.

—Las tendrás —le miento,y me siento fatal.

Odio mentir, pero debo actuar lo más normal posible para que no sospeche que me estoy cayendo en pedazos, ni que me voy y no volveré a verla.

Ella mira fijamente mi cuello y enojada gruñe: —Mierda, esa puta llegó a tocarte.

—Sí, pero fue solo un rasguño y ya el doctor Brandon lo desinfectó. Por cierto, ¿qué hicieron con ella?

—La sacaron como la mierda que es del club. No puede volver aquí.

—¿Daniel habló con ella?

—Sí. No sé lo que le dijo porque estaban en su oficina, pero de seguro que la puso en su sitio porque ella salió llorando y muy asustada. No te preocupes porque no volverá a molestarte nunca más.

—Oh, bien —digo sin entusiasmo, y por eso ella me mira sospechosamente. Su mirada viaja hacia la cama y...mierda.

—¿Por qué tu chaleco está en la cama?

—Iba a ducharme —le contesto demasiado rápido. Cambiando de tema, le comento—: Daniel dijo algo sobre los hermanos que no me protegieron. La verdad es que me extrañó ver la cocina vacía porque ellos siempre están rondando por allí.

—Sí, eran los dos nuevos prospectos Oscar y Adam —me cuenta, pero todavía me mira con recelo.

—¿Qué pasó con ellos? —mi tono es engañosamente casual.

—Ellos escucharon a Sasha gritarte y no hicieron nada. Se supone que si quieren entrar al club tienen que hacer lo que el presidente les manda, y Daniel fue muy específico en que tenían que cuidar de ti, ¡no irse a tomar al bar, ni a jugar billar! Nunca he visto a Daniel tan furioso. El odia la violencia, pero casi les saca la mierda a golpes a esos dos. Dylan y Ben tuvieron que controlarlo.

—Dios mío, ahora me siento mal. Nunca fue mi intención causar problemas en este club. Siento que todo es mi culpa.

—No tienes que sentirte mal ni sentirte culpable, Samantha. Tú no has hecho nada. Aquí hay reglas que deben seguir. Si no las hubiera, ¡sería un caos total!

—Pero...

—Bien —alza sus manos—. Basta. ¡Ya basta! ¿Crees que no me doy cuenta de cómo estás? Eres una pésima actriz, amiga. Discutieron Daniel y tú, ¿verdad? ¡Por eso estás tan apagada!

Me quedo en un silencio que dice más que mil palabras.

Ella acaricia mis brazos para consolarme, y dice suavemente: —Me lo imaginé. Él salió de la oficina y se fue directo al bar, y por su actitud sombría pensé que iba a tomarse toda la reserva de whiskey, pero no lo hizo. Lanzó el vaso contra la pared, y se fue en su moto quien sabe a dónde. Ben y algunos hermanos lo siguieron, no vaya a ser que tenga un accidente.

Oh, no.

—Dios mío. No quiero que le pase nada y menos por mi culpa. —Pura ansiedad me recorre.

—¡Deja de culparte y de preocuparte! Los hermanos lo cuidarán.

—¡Soy la culpable! —grito agitada.

—¿Por qué dices eso? —Daisy frunce el ceño confundida.

—Porque le dije...le confesé que...

Sus manos se posan en mis hombros: —Chica, me estás asustando. ¿Qué ha pasado?

—Que le dije a Daniel que aceptara que tenemos sentimientos el uno por el otro —le revelo con el corazón pesado.

Ella me mira con la boca abierta, pero después toma mis manos y con una gran sonrisa exclama: —¡Esa es mi chica! ¡Ya era hora de que uno de ustedes dos lo admitiera, carajo!

—Sí, pero él no lo acepta. Estaba en negación total por más que yo le hablaba con sinceridad. Él simplemente lo negó hasta lo último y se fue. Daniel se fue, y si por mi culpa le pasa algo, no me lo perdonaría nunca —lloriqueo, y Daisy me abraza.

—No le pasará nada, cariño —me anima—. Porque si alguien sabe cuidarse ese es Daniel —me mira—. Él conduce motocicletas desde que tenía doce años, ¡es un experto! Por otro lado, si no acepta lo que hay entre ustedes, ¡entonces es un completo idiota y está más ciego que un topo!

Sorbo por mi nariz: —Daisy, me siento tan confundida. Todo esto me ha reventado en la cara y no sé cómo lidiar con ello.

Su mano cepilla mi cabello: —Tranquila, Samantha, todo se resolverá, y verás que te estás preocupando por nada. Mañana será otro día y verás todo con nuevos ojos, al igual que Daniel. —Ella me anima, me abraza, y le devuelvo el abrazo.

Siento tantas ganas de llorar a mares y no sé si podré contenerlas.

Me quedo pensando en que ojalá mi amiga esté en lo cierto, pero siento, por una extraña razón, que no será así. Nos separamos, y escucho que tocan a la puerta. Un tanto agitada, le digo que pase pensando en que es Daniel que regresó para hablar conmigo, pero es Ivy, una de las chicas que antes me miraba con envidia, pero después de que Daniel hablara con ellas, ya no me miran así. Ahora son amables, aunque a veces me pregunto si tanta amabilidad es fingida.

—Lo siento por interrumpir, Samantha, pero hay alguien abajo que necesita que le verifiques una orden de entrega. Por lo regular las verifica Lucas, pero él se fue con los hermanos detrás de Daniel. Así que como eres la mujer del presidente, pues es lógico que vayas tú, ¿no?

—No entiendo. ¿Una orden de qué?

—La trae un proveedor de bebidas, ya sabes cervezas y whiskey. Él viene a dejar la mercancía, pero alguien debe firmar la orden de entrega y después se irá.

—Si es para eso, entonces no. Odio el alcohol.

—Pero es importante —insiste—. Ya sabes cómo les gusta a los hermanos, y si no encuentran su bebida en el bar, no quiero imaginarme lo que podría pasar.

—No pasará nada, Ivy, no seas exagerada —interviene Daisy, rodando los ojos.

—¡No soy ninguna exagerada! —protesta—. Sabes muy bien que después de tener un día duro de trabajo o un largo viaje de carretera, los hermanos vienen al bar a tomarse algo y a relajarse. Si no hay suficiente reserva en la bodega para todos, los ánimos se caldean. No olvides lo que pasó hace unos meses atrás.

—Ah sí, lo había olvidado.

—¿Qué pasó? —le pregunto a Daisy.

—Nada, algo que pasó con Max, pero no sé si quieres escucharlo.

—Dime —le pido.

Di suspira: —Él estaba bebiendo whiskey y quería otra botella, pero esa noche ya se habían terminado. Estaba borracho, y se puso a maldecir y a invitar a pelear a todo el mundo, pero nada se salió de control porque Daniel lo puso en su sitio.

—Oh, Max —me lamento, triste—. A veces siento que no lo conozco en lo absoluto. Es como si me hablaran de una persona extraña. A pesar de todo lo malo que ha hecho, él es mi hermano, y lo extraño, pero luego recuerdo que él ya no es ni la sombra de lo que solía ser, y siento lástima por él.

—¡Que le den a Max! —dice vehemente Daisy—. Eres demasiado buena, Samantha. Ese traidor no merece la lástima de nadie.

—¿Ven que tengo razón? —añade Ivy.

Daisy asiente en acuerdo: —Sí, no hay de otra. Ve, Samantha, pero esta conversación no ha terminado, ¿me oyes? Yo tengo que ir a la lavandería del club a echar otra tanda. Estos hombres no paran de ensuciar ropa y sábanas llenas de...

—¡Daisy, por Dios!

Su boca chasquea: —¿Qué? El sexo es normal aquí y lo sabes muy bien —bromea sonriendo—. Además, ¡tengo que contarte que al fin conseguí empleo en una guardería! Ya sabes cómo me gustan los niños, y que ese era uno de mis sueños. ¡Estoy tan feliz! —exclama saltando y aplaudiendo como una niña.

Contenta por mi amiga, la abrazo, y después le digo sinceramente: —¡Felicidades! Ya me contarás todo, chica. Te veré...luego —tartamudeo, tragando el nudo en mi garganta porque tal vez no la vea nunca más.

Esta es mi oportunidad de analizar todo abajo, para así buscar una manera de salir de aquí sin cuestionamientos.

Cuando Daisy se va, Ivy me pregunta con preocupación: —¿Cómo estás?

—Estoy bien. —Mi voz es normal.

—Fue todo un caos allí abajo —opina.

Me cruzo de brazos y miro al suelo. —No quiero hablar de eso.

Ella asiente: —Lo entiendo y no tienes que decirme nada. Sé que aún no tenemos la confianza suficiente como para eso, pero me gustaría que confiaras en mí —me pide con sinceridad, pero todavía dudo.

Estas chicas lo que buscan es llevar el parche de su hombre, y sé que esta chica quería serlo de Daniel cuando llegó al club. Mi Daniel. Aunque después de eso, ella puso y tiene sus ojos solo en Max, y no debería preocuparme.

—Está bien. Iré abajo.

—¿Puedo ir contigo? —me pregunta esperanzada, y me tenso porque quería ir sola.

Con entusiasmo disimulado, le contesto: —Claro.

Ella sonríe, y noto algo raro en esa sonrisa, pero estoy muy cansada para analizarlo.

Camino para salir de la habitación cuando su voz asombrada me pregunta: —¿Ibas a irte del club?

Paralizada me volteo, y tratando de disimular, niego: —No. ¿Por qué me lo preguntas?

—Tu mochila...

—Estaba buscando algo importante, nada más —le explico bruscamente.

Mierda. No pensé que se daría cuenta. Tuve suerte de que Daisy no se fijó en que estaba allí porque sino, hubiese sido imposible. Tengo que ser más cuidadosa.

Sus manos se elevan a la defensiva: —Está bien, está bien, solo era curiosidad. ¿Vamos?

Asiento sin responderle y salimos de la habitación.

Bajamos juntas, llegamos al pasillo, y seguimos caminando hasta la parte trasera del club cuando una voz fuerte me detiene.

Me volteo y veo a Zach. Daniel me dijo que él es ahora un miembro oficial del club, que fue un excelente prospecto por un año, haciendo todo lo que se le ordenaba y más, y por eso decidieron que llevara los colores completos.

Al verme con Ivy, él frunce el ceño, y me pregunta: —¿A dónde vas, Samantha?

—A la parte trasera del club. Tengo que firmar una orden de entrega.

—Pero de esa mierda se encarga Lucas —objeta.

—Sí, pero él no está. Se fue con Daniel —susurro su nombre con un nudo en mi garganta.

Él asiente comprendiendo, y sin aviso anuncia: —Iré contigo. El prez antes de irse me dejó muy claro que tenía que cuidar de ti porque si no, iba a sacar el infierno fuera de mí a golpes, y no quiero eso, no con mi parche de dragón recién ganado —dice con humor, con orgullo, y me inquieto más.

Si él va a vigilarme, entonces mis planes se van a la mierda. Tendré que pensar en otra cosa para poder salir de aquí sin ser vista.

—Bien. No tardaré mucho, y gracias.

—No hay de qué. Es un honor escoltarte a donde quiera que vayas —termina solemne.

Asiento suspirando, sigo caminando, y salgo. Ya está oscureciendo, y las luces traseras del club están encendidas, las farolas de la calle también.

Efectivamente, veo al hombre esperando con una carpeta en sus manos. Su camisa tiene el logo de una cervecería local que conozco muy bien porque a Max le gustaba tomar de esa cerveza. Está parado al lado una camioneta negra, la parte trasera está abierta y hay muchas cajas de licor apiladas adentro. Mientras me voy acercando, el hombre se queda mirándome fijamente, con asombro y con algo más. Enseguida gruño molesta. Los hombres y sus miradas lujuriosas de mierda.

Zach lo nota y le advierte duramente: —Oye, amigo, si no quieres problemas, no la mires así.

El hombre se espabila: —Sí, sí, yo...lo siento mucho, señorita —se disculpa incómodo el hombre, y de repente no puedo más, y me siento agotada emocionalmente.

Mi mente no para de pensar en Daniel. Si está bien o si sigue igual de enojado. ¿Volveré a verlo algún día?

Añorándolo mucho, y muy cansada, le pregunto al hombre: —¿Dónde firmo?

—Oh, aquí, señorita. —Él me da la carpeta, un bolígrafo, y luego me señala con el dedo donde debo firmar.

Cuando comienzo a escribir mi nombre, siento que algo pesado cae al suelo. Miro, y me fijo en que es Zach. Oh, no. Está tirado en el piso, sus ojos cerrados, un golpe en su frente, y está sangrando...mucho.

¡Dios! Las luces se apagan de repente y todo queda en completa oscuridad. Voy a gritar, pero alguien me agarra por detrás, pone una mano en mi boca, y siento un pinchazo en mi cuello. Todo pasa tan rápido...

Trato de forcejear para quitármelo de encima, pero de repente me siento mareada y sin fuerzas. Sigo tratando de escapar cuando la realidad de esto me golpea: estoy siendo llevada en contra de mi voluntad. No. ¡No! Siento que muero lentamente porque iba a alejarme, pero no de esta manera. Cuando siento que mi cuerpo ya no me responde y todo se vuelve negro, mi último pensamiento es para Daniel y lo que siento por él. Amo a ese hombre. Yo...lo amo.

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