El capricho de amarte

By nacaridportal

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Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo... More

Sophia Pierce.
Ser rara está bien
Una dosis de vida
¿Has sentido el dolor?
Al carajo el futuro
Las personas no queman
Te necesito a ti
Tú también eres una princesa
Detrás de las estrellas
Fabricantes de esperanza
Ojalá nunca te vayas
Concéntrate en mí 😏
Gracias por sostenerme Julie.
A veces necesitas irte
Conociendo Christopher
Del cielo al piso
Mi innegable verdad.
Mucho más que el dinero
Para: Julie
Sonrisas y dolor
Mi sueño es ella
Mi solución en su sonrisa
Adiós a las reglas
Universo para dos
11:11 mi deseo eres tú
Nunca vas a ser tú
Érase una vez
Ebriedad
Somos más que el dolor
Solo de ti
¡Tuya!
"No voy a abandonarlo".
En busca de un sueño
Destruyó a la princesa
El mundo perdido
La leyenda de las estrellas
Duerme conmigo
El hilo rojo
Asco de mí
"El paso de las lágrimas"
Nunca más voy a sentirme sola
Tú nunca vas a terminar
Epílogo
Fin
Escalera al cielo
¿FIN?
El Capricho de Amarte - SEGUNDO LIBRO - La sombras de Sophia Pierce
Y conocí a una princesa
El presente - Sophia Pierce
Tres meses antes - Sophia Pierce
No todo tiene un precio - Sophia Pierce
Hay tristezas que no se van
EL ABIERTO DE AUSTRALIA
MÁS QUE UN SIMPLE JUEGO
Se acabó el juego
La Diosa del caos
Caos en mi interior
Julie Dash - Pasado
Julie Dash - Pasado
Heridas que vuelven
Un nuevo comienzo
Cantándole a las estrellas
La fiesta del descontrol
Enfrentar los miedos
La maga
11:11 mi deseo sigues siendo tú.
Heridas que se vuelven a abrir
JULIE DASH - TORPEZA
Sophia Pierce - Querer en libertad
Julie Dash - Montaña rusa de emociones
No supe desear
JULIE DASH - Encontrando mi voz
Sophia Pierce - Mi vida sin ella
JULIE DASH - Después del placer
SOPHIA PIERCE - DOS MESES DESPUÉS
Sophia Pierce / Celebrando a Paula
Sophia Pierce - Almas que te salvan
JULIE DASH - Pequeña eternidad
TE QUIERO DE VERDAD
TE ESCOGERÍA A TI
TE QUIERO LIBRE
SUEÑOS QUE SE CUMPLEN
EN OTRA VIDA SERÁ
LA MAESTRA DEL SEXO
"SOY TU PREMIO"
JULIE DASH - NO SOY TU CHICA
JULIE DASH - DE NADA
JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD
JULIE DASH - VERDADES
LAS REGLAS SON LAS REGLAS
Julie Dash -NO PUEDO VIVIR SIN TI
SOPHIA PIERCE - MILLONES DE EMOCIONES
SOPHIA PIERCE - PREMIO DE CONSOLACIÓN
LA ECUACIÓN DE DIRAC
JULIE DASH - DESPEDIDA
¿PODEMOS HACERLO DISTINTO?
SOPHIA PIERCE - INSTANTES PERDURABLES
QUIERO ESTAR CONTIGO MIENTRAS SANAS
Julie Dash - Antes del final
SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS
SOPHIA PIERCE - NO SOY UNA ASESINA
SEAMOS SINCERAS
PENICILINA - SOPHIA PIERCE
5 MESES DESPUÉS
SOPHIA PIERCE - DEBO SOLTARLA, AUNQUE ME DUELA.
CONTINUACIÓN
¿GANARÍAS POR MÍ?
JULIE DASH - ANDREA VS SOPHIA
LA FINAL
KSENYA KHOKRYAEVA - LA ÚLTIMA VEZ
KSENYA KHOKRYAEVA - TU VIDA ES LA MÁS VALIOSA
JULIE DASH - LA ELIGIÓ A ELLA
KSENYA KHOKRYAEVA - MIS MURALLAS
JULIE DASH - "El Final".
SOPHIA NO TIENE FINAL
Para: los bebés del futuro De: Sophia Pierce
LIBRO 2 - JULIE DASH
Besar los Sueños
Cuando los conocí. Julie Dash.
Rotas en la irrealidad - Julie Dash
Para: Ksenya
Ksenya K. La vida sin ti.
Ksenya K - Cuando te conocí
Julie Dash - Realidad irreal
Julie Dash - Realidad Irreal

JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO

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By nacaridportal

Cuando llegué al airbnb que había alquilado junto a mis amigos, lo que quería era que el tiempo pasara rápido. Mi avión salía a las seis de la tarde del día siguiente y no quería el consuelo de Paula, o de Benjamín, que estaban conmigo en Boston y decidieron acompañarme a Australia.

Agradecí que ambos estuvieran ahí, porque las manos me temblaban, no podía coordinar mis movimientos, por más que intentaba abrir la puerta, no lo lograba y estaba empezando a desesperarme. Hasta que Paula me abrió y le bastó con verme para saber que las cosas no habían ido bien. Ella fue la primera en abrazarme. Luego Benjamín se unió a nosotras y nos quedamos allí en la entrada del apartamento rentado, compartiendo silencios, acompañándome en mi derrota, porque eso había sido el viaje, un fracaso.

Tenía vergüenza de decirles que no había servido de nada, pero estaba segura de que ellos ya lo sabían. Mi amigo fue el que compró los boletos y rentó el apartamento, porque por primera vez en mi vida no tenía un centavo de más, solo lo justo para vivir y estudiar. No tenía para comprar un café en la universidad, o comer fuera de casa. Tampoco eso me afectaba, pero era la primera vez que pedía dinero prestado, la primera vez que pedía ayuda.

Viajé a buscarla y ni siquiera sé si hice bien. Tenía la intención de que pudiera comprometerse a ir a terapia. Porque una parte de mí sabía que eso era lo correcto, por encima de nuestro amor. Y sí, sé y entiendo que se trata de su vida, y aunque no era del todo mi problema, pensé que quizá usando mi amor, ella pudiera aceptar recibir ayuda. Pero tal vez el amor que siente por mí no es tan grande como para que eso sea un incentivo para hacerlo, o quizá ella está consiguiendo una forma de sanar distinta a la que para mí es la correcta. Pero quería que juntas lo superáramos de verdad, y no superficialmente. La depresión no es así, aunque a estas alturas, dudo de haber tomado la mejor decisión.

Esa tarde, con mis dos mejores amigos abrazándome, respiré profundo y les conté los detalles de lo que nos había pasado. Benjamín sacó unas cervezas, después de la tercera ronda mis tristezas aumentaron. Casi nunca bebía y cuando lo hacía era vino, aun así, con la cuarta cerveza comenzaron a salir las lágrimas que aún no había botado delante de ellos. Benjamín dijo que tenía que salir, que había quedado con un viejo amigo. Paula le hizo un interrogatorio, pero al final, dejó que se fuera. Ellos tomarían el viaje como unas vacaciones, así que se quedarían una semana más en Australia. Habían superado mucho, como mantener una relación a distancia y seguir amándose incluso con más intensidad. Claro, están juntos desde niños, imagino que hay pocas cosas que no serían capaces de superar. Verlos tan felices me hacía creer en el amor.

Yo también quería mi final feliz, pero empiezo a entender que no todos tenemos uno.

—¿Qué hora es?

—Las siete.

—Mmm... sospechoso —soltó mi amiga, que estaba sentada conmigo en el piso de la terraza del apartamento.

—¿Qué es sospechoso?

—Se está yendo así después de cuatro cervezas... tienes que estar pendiente, aunque confíes, hay muchas zorras por allí —bromeó.

—Tóxica.

—Tóxica tú que quisiste venir porque una mujer extremadamente guapa está a cinco centímetros de tu esposa.

Me reí para no llorar, pero era cierto. La química que hubo entre ambas desde el primer momento fue evidente. Solo era cuestión de tiempo y quizá ellas sí combinaban. Tenían en común el tenis. La rusa decía que era su mayor admiradora, pero en realidad era yo, y es una conversación para la que no está preparada. Tal vez no tengo miles de dólares para comprarle sus cuadros, pero el puesto de fan número uno es mío, desde siempre.

—Tienes razón, no debí venir a buscarla —confesé.

Porque es evidente que fue por celos, pero también porque no concibo vivir sin ella. No quiero hacerlo. Cometí errores, ella debía estar enterada de que mi carrera estaba en juego. Que pronto no tendríamos una razón para vivir en Boston, y que una vez que me quitaran la beca, mis padres amenazaron con sacarme del departamento que compraron para mí, específicamente para que estudiara. «¿Qué sentido tiene que sigas viviendo allí? Preferimos que te mudes con nosotros, eventualmente sin el combo. Ser adulto es una responsabilidad, vivir con pareja, tiene un costo, y nosotros te cubrimos el tuyo mientras estudias. Está claro que cuando suspendas ya no será más nuestro problema», fueron las palabras de mi madre, y yo llevé todo el peso. Me sentía decepcionada, pensé que decírselo a Sophia iba a eliminar la imagen que admiraba de mí. Ya no era la chica que aprobaba todo. La que se ganó una beca y se concentraba al máximo en sus responsabilidades. No era la persona de la que se enamoró.

Ahora había tomado un avión con dinero ajeno, no sabía ni siquiera cómo iba a pagarle, y extrañaba a mi abuela. Quería solo estar con ella, que me dijera que iba a sobrellevar cada dificultad. Quería que por un momento alguien me viera como de verdad soy, sin todos los atributos que me pusieron. Estaba exhausta. Cansada de seguir intentándolo y fallar. En todos los aspectos. Me gustaría volver a mi país, a mi casa donde pasaba horas nadando y salía relajada, conectada con mi interior. Donde Sergio y Claudia estaban allí para mí, intentando eliminar mis murallas, pero sin presionarme. Ellos eran mi familia.

—Nunca dije que no debías venir y si lo dices por el dinero, te puedo recordar todas las veces que nos pagabas a nosotros, si yo sacara la deuda que tenemos contigo, daría para 83 viajes a Australia a buscar a tu novia —me dijo Paula,  tomando un largo trago de cerveza, para agregar—: Benjamín está bien económicamente, yo como siempre, estoy pegada del subsuelo, pero tengo mucha personalidad —bromeó—. Así que olvídalo, unas veces estamos arriba y otras abajo, tú siempre estás arriba, pero ahora tienes una crisis de capital, podríamos prostituirte y resolver esto rápido. «Lesbiana usada solo dos veces», imagina ese titular. Tendrías para pagar cinco veces tu carrera.

—Definitivamente estás loca —le respondí.

Ella saltó a acomodarse conmigo en el piso y me abrazó por detrás.

—Te amo y eres de las personas más bellas y completas que conozco, pero debo decirte unas cuantas cosas ahora que estoy ebria. ¿Preparada?

—No, ni un poco —contesté, tragando otro sorbo de cerveza.

—Escúchame bien —fue lo primero que dijo, dando un salto para terminar sentándose frente a mí—: Nadie conoce a Sophia como tú, y si piensas que necesita ayuda, es algo que no te puedo debatir, ni hoy ni nunca. Me has contado a medias o te he sacado muchas cosas a medias, porque sientes que tu lealtad está en no contarme nada, o porque desde que te conozco te encierras tanto en ti, que debo deducir más de la mitad de tu vida. Es casi un milagro que me dijeras lo que sucedió en el Roraima. Y creo que lo hiciste porque amenacé con buscar a esa perra y sacarle las tripas por volver a buscarte. ¿O me equivoco? Ya había conseguido su Instagram y si no me decías, le iba a llegar un DM nada agradable.

—Paula, al final Belén solo me dijo lo que yo necesitaba saber...

—No —me interrumpió—. Necesito que me dejes hablar porque casi nunca tengo estos episodios de sabiduría, pero las cervezas están surtiendo efecto y quiero decirte que el amor no condiciona.

—No la condicioné.

—Lo hiciste, reina. Lo hiciste y lo entiendo. Desde Venezuela podía sentir el miedo que tenías de que ella volviera a intentarlo, pero no eres Dios, no estás en su mente. No sabes cómo le hacían daño las pastillas que le recetó el psiquiatra. No vives en su interior ni tampoco cargas con sus penas y no tiene porque ser así. Tienes tus problemas y debes ocuparte de resolverlos. Todo lo que te está pasando es porque te saliste de tu vida para vivir la de otra persona y no es culpa de Sophia ni de nadie que vayas a reprobar, solo tuya. Por eso, aunque sé que ustedes van a superar esto, lo mejor es que se den un tiempo.

—Yo no quiero estar sin ella, ni siquiera sé si puedo. Ni siquiera sé cómo voy a sentirme al volver a esa casa, que se suponía era nuestra y ahora se siente vacía —confesé, no sé si era el alcohol, pero las palabras salían solas, y aunque yo no era de contar mis cosas, lo hice—: Todos los días he tratado de concentrarme, ¿sabes? He tratado de entender que puedo hacerlo sola, pero me estoy derrumbando, ya no sé si realmente voy a poder. Antes amaba mi soledad y soñaba con el momento de tener mi espacio. Cuando volví y ella estaba con el grupo fue así, pero desde que me mudé con ella y sus hermanos, fue caótico, pero era un caos con el que quería vivir siempre. ¿Entiendes? Y sé que te dije que su hermano mayor era insoportable, pero aun así lo quería. Y Jesús, ¿sabes qué es lo peor de ser hija única? Encariñarte con un niño y quererlo como ese hermano que siempre soñaste, y que luego te lo quiten. No sé si podré volver a sentirme bien sola.

—Vas a poder, mi reina, porque eres la persona más fuerte que conozco y porque le dije a Benjamín que regresando a Boston me quedaré dos semanas en tu casa. Y aunque yo no te dé sexo, me disfrazaré de payaso todos los días, te haré shows de mimos, te compraré una suscripción lésbica en onlyfans, ¡lo que sea! Pero vamos a pasar juntas este despecho y tú vas a volver a nadar. Vas a hacerlo en mar abierto como soñabas desde que eras una bebé, porque eso te está faltando. Eso limpia tu mente, nadar es tu pasatiempo y necesitas regresar a ti, para que pierdas el miedo a la muerte. Porque todos nos vamos a morir, incluso tú. Y si no entiendes que tu profesión te acerca a la muerte todos los días, si no te enamoras de la muerte tanto como de la vida, entonces estás jodida, jodida de verdad.

—No se trata de la muerte, Pau —debatí—. Ella necesita ayuda.

—La rusa se la está dando sin tener que medicarla.

Su respuesta me abofeteó, pero no tenía razón.

—Esa chica no sabe nada de Sophia, no la entiende y está ayudándole a sanar la herida de forma superficial, pero...

—¡No me jodas! ¿Vas a repetir el discurso que te dio Belén? Tú no la curabas superficialmente, Julie. La tenista tampoco lo hace, son muchas las formas de ayudar, tienes que salir de tu mente cuadrada. Sophia te ayudaba a que pensaras por encima de las cuadrículas, mientras Belén te encierra en ellas. Y te voy a ser sincera, tu personalidad y la de Belén combinan, ambas hubiesen sido muy felices juntas. Tendrían hijos igual de cuadrados que ustedes que se avergonzarían hasta de sus propios «peos». Pero Sophia es caos, magia, sensibilidad, y guerra. Sophia no va en la línea del pensamiento normal.

—Exacto, allí me das la razón, Sophia es más profunda y...

—Te dije que esta vez hablo yo —volvió a interrumpirme—. Belén te metió cosas en la cabeza. Te dijo que Sophia iba a matarse y tú habías visto episodios, lo entiendo. Estás actuando como actuaría un padre, no como actuaría una novia. Puedes salir a buscarla mañana mismo, puedes decirle que te da igual que no vaya a la terapia, y que solo estarás a su lado amándola... sin limitaciones. El problema es que te asusta tanto que muera, que has empezado a tener miedo de amarla. Si la amas, si te acercas más a ella, si le regalas tu amor incondicional y mañana se pega un tiro, tú también quedarás hecha trizas. Por eso, lo mejor es la distancia, porque la vida es una ruleta rusa. Y si sigues a su lado con tanto temor, ninguna de las dos podrá amarse dignamente, sino a medias, y los amores a medias viven de la mediocridad. Así que sigue tu vida y déjala a ella encontrarse a su forma, porque Sophia siente tus dudas, aunque no tiene ni idea de que son por su muerte y tal vez hoy, esté pensando que dejaste de amarla. Sigue haciendo meditaciones con Belén hasta que descubras que eso tampoco te va a ayudar. Equivócate y busca en su serenidad una pizca de amor, te aseguro que no encontrarás nada. Yo no siempre te doy consejos, podría decirse que casi nunca, pero sé que la amas de verdad, aunque hoy, te digo sinceramente, que el amor que ambas se tienen no basta. Primero tienen que crecer por separado y tú debes llegar a casa y sentirte plena con tu soledad, porque allí radica todo. No puedes vivir sin ella y es jodido que ames tanto a alguien y te duermas todas las noches pensando que tal vez al día siguiente se lance por la ventana. Mierda. Así tampoco se vive.

Terminó de hablar y se levantó dejándome sola en la terraza. La vi volver unos minutos más tarde con una botella de vodka.

—Bebe —me la extendió—. Soy un genio y mis consejos llenos de genialidad abruman, así que bebe para que los canalices con tranquilidad, ¿esa que te está dando Belén con el yoga, no?

—He ido solo a una clase, Pau. Solo a una y la verdad me hizo bien. Ella no me interesa, no hay nada de Belén que me guste.

—¿Ni siquiera sus dedos? —Me guiñó el ojo.

—Nada. Es decir, no habría forma ni manera de que estuviera con ella. No me interesa. No me interesa nadie, no pienso en nadie más que en Sophia. Estoy obsesionada.

—¿Tan bien te cogía?

—Cállate.

Bebí un sorbo y sentí cómo me quemaba en la garganta. Se me salieron las lágrimas, pero no fue por el alcohol, sino por sus palabras, y no precisamente las referentes al sexo. Era por el hecho de saber que en este momento, la vida nos estaba separando y que tal vez Paula tenía razón. Quizá la tenista sí le daba más de lo que yo pude darle, y la estaba ayudando por todo lo que yo nunca la ayudé.

Me tomé otro sorbo cuando mi celular sonó.

Benjamín: Julie, me droggaron en un bar ,,,, no ppuedo movverme. No sé ddonde estoyy.

Le mostré la conversación a Paula que enloqueció en tres segundos. Bajamos y casualmente un taxi estaba abajo. Lo tomamos y ella me comentó que tenía medidas de seguridad con Benja, que sabía exactamente dónde estaba.

Le dio las indicaciones al taxista guiándose por su GPS, la verdad era una tóxica.

Llegamos a una playa a veinte minutos de nuestro apartamento. Paula se bajó del carro corriendo, asustada. Corrió tanto que me costó alcanzarla hasta que por fin, encontró a Benjamín.

Había una alfombra roja de quince metros de largo que daba hasta la orilla de la playa, y en ambos laterales de la alfombra estaban las velas. Atrás de mi amigo había letras gigantes iluminadas que formaban la pregunta. ¿Te casarías conmigo? Había un corazón hecho de velas y pétalos de rosas, y la letra I y U formando el I ❤️ U.

Él estaba arrodillado dentro del corazón, con el anillo en la mano y mi amiga caminó conmigo por la alfombra roja, mientras los camarógrafos que contrató Benjamín la grababan.

La vi golpearlo en la cabeza con suavidad por el susto que le dio, pero la rabia se le quitó rápido cuando vio el anillo y al amor de su vida allí, esperando su respuesta. Comenzó a saltar, dio saltitos como una niña chiquita mientras le gritaba «sí, mil veces sí». «Esta es la puta manera extravagante y romántica de pedirle matrimonio a tu reina», «justo como te lo pedí a los seis». Era cierto, Paula hablaba de su propuesta de matrimonio desde niña. Su madre decía que ya en su vientre la estaba planificando.

La vi besarlo. Fue un beso que me pareció eterno, hasta que ambos se fundieron en un abrazo. Él llevaba planificando esto por mucho tiempo y su cómplice fue Sophia. Cuando vio que ella estaba en Australia, le preguntó si conocía a alguien, y por supuesto que Sophia no conocía a nadie en ese país, pero la tenista había ido en infinitas ocasiones y lo que le sobraban era contactos. Así que le dio los números de una agencia que se encargó de ayudarlo en todo, incluso con el servicio de grabación.

Todo quedó perfecto. Ella no se lo esperaba y ver su felicidad me hizo recordar las veces en las que soñé llevar nuestra relación a otro nivel. Todos decían que éramos muy jóvenes, pero Benjamín y Paula también lo eran y allí estaban, callando las bocas de aquellos que creen que el amor conoce de tiempos.

Esa noche volví rápido al apartamento para darles su espacio. El taxi que había «casualmente» abajo, era obra de Benjamín y me llevó de vuelta. Cogí la botella de vodka y luego subí a la terraza, que era como un cobertizo. Sabía que esa noche habría sexo y no quería ser el mal tercio.

El problema al día siguiente no fue la resaca, sino meterme en Instagram y ver que Sophia estaba por todos lados. Actualicé mi feed a ver si era real, o si ya estaba alucinándola. Pero era cierto. Era ella y un tipo le había hecho daño hasta dejarla casi inconsciente.

Dejé de pensar en las palabras de Paula, en lo que era correcto, o incorrecto. Mi cabeza no razonaba y ni siquiera me bañé. Salí de la casa con la misma ropa con la que caí rendida en la terraza y vi la botella de vodka por debajo de la mitad. Había tomado demasiado.

Salí corriendo como pude y llamé a la madre de la tenista. Tenía su número porque Jesús me llamaba cada noche desde que se fue de casa. Él extrañaba mis cuentos, así que durante las noches la señora que lo cuidaba me llamaba, y me dejaba con él en la línea, durmiéndolo. Ella se comportó amable en todo momento y me dio la dirección de la clínica. Tuve que caminar mucho porque no tenía para pagar el taxi y mis amigos estaban enrollados probablemente después del mejor sexo de su vida, tampoco iba a molestarlos para pedirles dinero.

Tomé dos autobuses y la mitad del trayecto lo hice a pie. Hasta que después de un largo recorrido por fin llegué.

—¿Eres familiar? —me preguntaron en recepción.

—Sí. Ella vive conmigo en Boston —mentí.

¿Qué más podía decirle?

—Estamos en Australia —respondió con pedantería.

—Ya lo sé, lo que quiero decir es que vive conmigo allá, está aquí solo por las competencias —reiteré, con la intención de que esa mentira se convirtiera en verdad.

Quería que volviera a casa.

Enseguida la vi haciendo unas llamadas y me pidió que esperara, hasta que después de diez minutos, vi bajar a la rusa. Era preciosa, alta, con los ojos más azules que he visto, las facciones de una muñeca de porcelana, pero rebelde. Su cabello azul eléctrico resaltaba, o toda ella resaltaba. Si era mi competencia, estaba jodida. Se veía mil veces más mujer que yo, o mejor dicho, yo me veía como una niñita a su lado. Era una de las personas más codiciadas del planeta. Su cara estaba en todas las publicidades y tenía una pequeña obsesión con Sophia y su arte desde que la vio.

No me caía bien.

—Hola —dijo en seco.

—Exijo verla. ¿Puedes decirles ya que me dejen entrar? ¿Cuál es su habitación?

Ella con una calma que era la antítesis de lo que yo estaba atravesando, me llamó apartándome de la recepcionista.

—Está bien —fue lo que dijo—. Sus exámenes salieron sin novedades, se irá a casa a más tardar pasado mañana y por petición mía, sino habría salido hoy mismo.

—Quiero verla.

—De acuerdo, la habitación es la 320 —soltó y cuando me disponía a dejarla atrás, me haló por el brazo, fijando mi cuerpo justo delante del suyo, más cerca de lo normal, o al menos para mí que detesto cualquier tipo de contacto físico y mucho más con extraños—: Espero que sepas lo que haces porque yo no soy nadie para prohibirte verla, tampoco voy a hacerlo. Solo te pido que reflexiones si de verdad vas a hacerle bien. Si te vas a quedar para siempre, o solo vendrás a seguir dándole vueltas a ese círculo vicioso, en el que vuelven y se despiden constantemente. Ayer bebió como nunca y...

Creo que mi cara debió decírselo todo, porque al final... me imaginé a Sophia sobre su cuerpo y todo lo que no debí pensar estaba instaurándose en mi mente.

—¿Se acostaron?

Julie, Julie, Julie. Julie haciendo el ridículo y pensando en voz alta.

—¿What? En serio eres una bebé, una verdadera bebita—dijo, ladeando su cara en lo que parecía un intento de entenderme, y yo me quedé inmóvil, no dije nada así que ella continuó—: Sophia te ama profundamente y hasta ahora me parecía que el amor era estúpido, irreal, vacío, pero conociendo el amor que siente por ti, entiendo que algunos amores sí son reales. —La escuché ser amable, y no entendía la razón. Me había caído mal hasta ese día que me dijo todo lo que necesitaba escuchar—: Si sientes que ahora es el momento en el que ustedes vuelven, en el que se recuperan, en el que comienzan de nuevo, entonces sube a la habitación 320 y hazla la mujer más feliz del mundo, pero si sientes que no están preparadas, que todavía no tienes la mente clara, entonces reflexiónalo, y piensa si visitarla solo las va a quebrar más, a ambas. Porque nunca se ha tratado de una sola persona. Se trata de las dos.

—Espera.

La llamé cuando se disponía a irse.

—¿Qué necesitas?

Quería decirle mucho, pero no sabía por dónde empezar. Mi mente pensó un millón de situaciones distintas, pero al final, ninguna me daba tranquilidad.

—Ella es la mejor persona que conocerás en tu vida, pero debes observar en sus detalles. Los matices de Sophia Pierce recaen en sus sombras, en lo sensible que puede llegar a ser cuando se trata de conocerse a sí misma. Cuídala, por favor.

Ella no respondió. Solo dio un paso hacia mí y cambió el tema:

—Las decisiones más importantes son las que tomamos pensando en el bienestar del otro, por encima del nuestro.

La vi retirarse volteando con elegancia y con pasos firmes salió de la clínica.

Yo me quedé allí observando hacia el ascensor durante diez largos minutos. Todavía podía subir a buscarla, pero al hacerlo, todas las noches dormiría viéndola. Tratando de brindarle apoyo, cuando ella lo que más deseaba era que dejara de intentar curarla y simplemente la amara. Tal vez en ese punto debía entender cómo quererla por encima de mis miedos. Sabiendo que desde que la conocí casi la había visto morir dos veces. La primera, de sobredosis. La segunda, en el Roraima, aunque yo apenas me estuviese enterando.

Y tal vez lo más difícil que hice fue salir de ese hospital, con el corazón latiéndome desbocado, y las manos sudándome como nunca, y mis piernas de plastilina equivocándose en cada paso. Como pude salí de allí, pero me costaba coordinar cada movimiento al tiempo en que le decía a mi cerebro: no lloraremos aquí.

Trataba de correr de vuelta al departamento, pero apenas podía caminar. Las lágrimas que no quería volvieron. Mi pecho estaba tratando de entender que necesitaba respirar para vivir, pero mi alma se había quedado en la habitación 320, y tal vez... nunca nos volveríamos a ver.

Y lo que menos hubiese querido fue lo que sucedió. Mientras caminaba un carro comenzó a seguirme y solo cuando bajó la ventanilla, la vi a ella.

—Sube. Te llevaré a tu hotel —me ordenó la rusa, mientras trataba de cubrirme con el sweater para que no viera mis lágrimas.

—No es necesario. Gracias.

—Sube, por favor. Está empezando a llover.

Seguí caminando hasta que ella se bajó del auto, allí en plena calle, donde casi de inmediato comenzaron a pedirle fotos.

—¿Qué haces?

—Sube —volvió a decir—. Mi chofer te llevará a ti, sin mí.

Decidí que su gesto no fuera en vano al ver cómo le pedían fotos. Sophia me había contado lo mucho que le molestaba. Así que subí al coche y me llevaron hasta el apartamento, donde me despedí de mis amigos para volver a Boston.

Necesitaba volver a casa, volver a nadar, volver reencontrarme conmigo. A descubrir la paz que solo el agua me daba. Seguiría los consejos de mi mejor amiga.

Volvería a conseguirme, para que en un futuro, si la vida así lo permitía... pudiéramos cruzarnos, esta vez con la madurez necesaria para no perdernos. Para no estar tan cerca y al mismo tiempo tan lejos.

Yo necesitaba perder el miedo y ella necesitaba que la quisieran sin temor.

Al llegar al aeropuerto publiqué una de sus pinturas en la cuenta que creé para ella, incluso antes de que estuviéramos juntas, cuando Sophi seguía con el grupo Renacer.


«Cuenta la leyenda que la princesa de todas las constelaciones también era capaz de enseñar a amar. Ella quería que todos supieran que el amor era libre, y se enamoró de otra princesa, enseñándole a ver el mundo a través de su lente. Uno, que a pesar de las tristezas, nunca perdía la magia. A esa princesa le pintó muchos cuadros, pero más que eso, le creó un universo en donde ellas siempre serían felices. Incluso aunque en la tierra estuvieran lejos, la princesa volvería a mirar las pinturas que le regaló, y recordaría que sigue existiendo ese universo en donde sus almas están juntas. En donde así como lo dijo un día, ambas forman una, a pesar de las diferencias. Este cuadro lo tituló: Nosotras nunca nos separaremos. Y todavía siento que es cierto, todavía siento que incluso en la ausencia, mi cama siempre mantendrá su olor. Mi casa siempre será su casa. Y mis ojos no amarán de nuevo como la amaron a ella».

Nota de autor: este capítulo será dedicado a Ana Karina, quien a su vez ha estado pendiente de esta historia y de sus personajes. Gracias, gracias, gracias.

Pronto estarán viendo más del arte de Sophi. Iremos subiendo lo que Julie sube de ella, retratando su arte podemos conocer en profundidad vario aspectos de ella. Espero que lo disfruten. El libro físico (cuando salga tendrá muchas obras de El universo Pierce.

Puede ser que mañana haya actualización, pendiente de mis publicación de mañana a ver si se actualiza mañana mismo.

1. ¿Julie debió entrar a ver a Sophi, sí o no?

2. ¿Estuvo bien lo que le dijo la Rusa?

3. ¿Qué piensan de Julie hasta ahora?

Los leo.

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