Una Black de ojos violetas ➳...

By LuisaLane-

506K 38.9K 12K

El día que Isadora Joanne Black vino al mundo, no sabía con lo que se iba a encontrar. No sabía que la magia... More

Prefacio (Aclaraciones)
Introducción
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟭
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟮
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟯
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟰
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟱
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟲
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝟳
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
𝗘 𝗣 𝗜́ 𝗟 𝗢 𝗚 𝗢
♡ Gracias ♡

Capítulo 80

558 58 40
By LuisaLane-

Abrí la puerta del cuarto de mi prima Tonks en casa de tía Andrómeda. Artie esperaba ansioso en la sala de estar a que alguien saliese de allí, fuera quien fuera de las tres mujeres que estaban en la habitación. Remus en cambio estaba dando vueltas por todo el lugar, de acá para allá. De seguro que mi hermano no pudo lograr calmarlo.

Y era entendible.

No todos los días uno se convierte en padre.

— Rem, ya puedes entrar —dije con una sonrisa en el rostro.

Mi padrino caminó con cautela hacia mí, aun confundido, pero con cierta serenidad que hacía ya muchos días no había notado en ninguna de las personas que estábamos en esta casa.

— ¿Ya nació? ¿Se encuentran bien? —me susurró.

— Sí, están esperándote —le di una palmada en la espalda y dejé que entrara dentro de la habitación con su esposa, su suegra y su nuevo hijo recién traído al mundo; Edward John Lupin.

El rubio que se encontraba en el sofá de la sala me sonrió, aliviado. Yo le devolví el gesto.

— En un rato podrás verlo tú también —murmuré sentándome al lado de él con pereza, estirando mis piernas hacia adelante, exhausta por todo el trabajo de parto.


Si bien yo no había parido, tuve que ayudar a Tonks y a la tía Meda.

Y fue una experiencia algo rara y que no volvería a repetir estando de ese lado de la acción. No estaba preparada para ser partera, ver tanta sangre y cabezas de bebés saliendo por...

En fin... no era lo mío.

Pero no quedaba otra opción el día de hoy. El bebé se adelantó una semana a su fecha de parto y no pudimos conseguir llevar a Tonks hasta San Mungo a tiempo. Hubo que improvisar.

Y siendo las únicas dos mujeres presentes Andrómeda y yo, hubo que ponerse manos a la obra. Por suerte teníamos a la magia de nuestro lado y entre todos ya nos habíamos preparado con varias pociones relajantes y cicatrizantes por las dudas de que algún contratiempo ocurriese.

Claro que fueron órdenes de Nymphadora. Tan precavida ella, que hoy había dado frutos su actitud de la cual siempre me burlé.


— Tiene pelo azul —dije riéndome. Artemis me miró sonriendo otra vez y negó con la cabeza.

— Cuando crezca llamará la atención de muchas chicas.

— Sí, tenlo por seguro.

— ¡Oh! —Artie se levantó del asiento— Debemos avisarles a los Weasley. Se pondrán felices por las buenas noticias.

Mi hermano caminó hasta nuestra "habitación" improvisada que teníamos hace meses en el salón de estudio. Volvió con un azulejo pequeño en la mano y se sentó otra vez en el sofá.

La familia Weasley tenía otro igual en su casa. Lo habíamos hechizado para poder mandarnos mensajes entre nosotros. Era como el medallón que utilizamos en su momento con el Ejército de Dumbledore para avisarnos cuándo eran las siguientes reuniones.

Artemis movió la varita sobre el azulejo beige y luego sonrió. Supongo que les había escrito que Edward John Lupin había nacido.


— Artemis —dijo Remus asomándose por la puerta un par de minutos más tarde— es tu turno.

Me hizo señas con la cabeza para que también fuera. Los dos nos levantamos de nuestros asientos y caminamos hasta la habitación de Tonks. Artemis entró primero y se llevó ambas manos a la cara, fascinado, de ver un bebé tan pequeño con cabello azul.

— Hola Edward —susurró acercándose hacia él.

Nymphadora tenía una sonrisa reluciente en su cara mientras sostenía a su hijo contra su pecho. Me acerqué a Remus y pasé mi mano por su espalda, dejándola descansar sobre su hombro.

Me miró con una sonrisa ladeada. Su cara lo decía todo; hacía mucho tiempo que no lo veía tan tranquilo y relajado. Me hacía sentir feliz verlo de esa forma, saber que mi padrino había podido encontrar una persona que lo amara sin importar qué y ahora habían empezado a agrandar el amor que se tenían, al traer un hijo al mundo.

— Adoro el olor a bebé, me hace querer ser padre —susurró Artie viéndonos a todos.

— Cuando tú digas, yo no me opondré —murmuré— quiero ser tía.

— Le hemos avisado a los Weasley —aclaró. Andrómeda le agradeció.

— ¿Quieren cargarlo? —preguntó Nymphadora mirándonos a ambos. Los dos asentimos con la cabeza y tomamos turnos para alzar al nuevo integrante de la familia por primera vez.



La visita de Fred y George fue más corta de lo usual pero no por eso menor. Si todos estaban de acuerdo, el próximo lunes les tocaría a Molly y Arthur venir aquí a conocer al pequeño Edward.

Sequé los últimos cubiertos de la cena y los guardé en el cajón correspondiente de la cocina. Cuando regresé a la sala de estar me encontré con que Nymphadora y Remus estaban en un sillón tomados de la mano. Fred y George quedaron recostados sobre la pared, vagamente, y Artemis sentado en una silla.

La tía Andrómeda debía estar con Teddy en la habitación.

— ¿Por qué las caras serias? —pregunté frunciendo el ceño, divertida.

— Hemos estado pensando, Isa... —habló Remus. No sin antes ver a su esposa y tener su afirmación para continuar— considerando la idea de, aumentar la protección de la casa ahora que tenemos a Teddy.

— Me parece la mejor opción —asentí con la cabeza.

— Tendrán que ir más lejos para poder aparecerse —aclaró Nymphadora.

— De acuerdo, eso no es problema.

— Lo sabemos, pero no queremos ponerlos en peligro allá afuera —volvió a hablar Remus— tampoco privarlos de verse con George, Fred, Ginny... Queremos que vayan con ellos si lo desean. Porque no podremos arriesgarnos a que se vean seguido como lo hacían.

— Ustedes son nuestra familia —dije acercándome más— No los abandonaremos.

— No es cuestión de abandonar a una u otra parte —comentó Fred— Isadora.

— Nos están dando el poder de decisión —dijo Artie mirándome.

— Ya han pasado muchos meses con nosotros, quizás les hará bien cambiar de rutina, de lugar, ver caras diferentes.

— Pero Teddy —murmuré— necesitan ayuda con él.

— Tres personas bien capacitadas para derrotar mortífagos pueden con un bebé —dijo Remus.

Todos parecían ya haber charlado del tema mientras yo estaba en la cocina. Me sentía desconectada, porque era la única que no se había enterado de todo esto...

— No les voy a mentir, a mi me gustaría que vinieran con nosotros —habló George, quitándome de mis pensamientos— la tía Muriel nos saca canas y ya no tenemos más nada de qué hablar con Ginny —Fred afirmó con la cabeza y luego habló.

— Nos pasamos los ratos libres lanzándonos manzanas entre los tres hasta que mamá nos reta por jugar con la comida —suspiré.

— ¿Tú quieres ir? —le pregunté a Artemis.

— Yo te sigo a dónde decidas.

— Pero si me voy —supliqué— me prometen que me enviarán recados en la piedra ¿Por favor?

— Sí Dora —Tonks se levantó del sillón y se acercó para tomarme de las manos— te escribiré cómo van las cosas, todos los días.


Minutos después entre los gemelos y mi hermano comenzamos a empacar lo poco que teníamos en la casa. Nos llevamos dos bolsas de dormir por si en lo de Muriel no llegaban a haber. Empacamos también un contenedor con bollos de canela que había preparado tía Andrómeda para el desayuno, así los comíamos mañana.

Me despedí de todos con un fuerte abrazo y de Teddy con un suave beso en la frente para no despertarlo.

Tenía ganas de ver otras caras, sí. Tenía ganas de pasar tiempo con mi novio y mi amigo, sí. Pero me iba con el corazón en la garganta. Lo único que deseaba era que de verdad aumentar la protección de la casa funcionara.


Cuando estuvimos los cuatro fuera del rango mágico, allí por las colinas de Ottery St. Catchpole, nos tomamos de las manos para desaparecernos todos juntos. Los señores Weasley, Muriel y Ginny ya habían sido avisados mediante el mármol que iríamos para la casa y nos quedaríamos por tiempo indefinido.

— Toda esta situación es... —dijo Fred mientras se limpiaba el pantalón por haber caído de rodilla contra el césped húmedo— no sé, me pone de los nervios. ¿Ustedes creen que estamos preparados para una batalla?

— Hemos pasado por muchas situaciones peligrosas —murmuré, aunque no muy segura— una más, una menos... no hace la diferencia.

Los cuatro comenzamos a caminar en silencio hasta atravesar la barrera mágica que protegía la casa de Muriel.

Era una sensación de que un balde de agua fría cayera encima tuyo. Lo bueno era que el tiempo caluroso ayudaba para aclimatar el cuerpo.

— ¿No se ponen a pensar qué pasaría si mañana despertamos y tenemos que correr a defendernos? —continuó Fred— que en cualquier momento alguno de nosotros puede morir, así, sin más, fuiste.

— Por favor, Fred —dijo George quejándose— no seas pesimista.

— Soy realista.

— Ninguno de los cuatro morirá —agregó Artemis— somos magos bien capacitados para enfrentar lo que sea.

Ninguno emitió sonido de vuelta. Lo único que escuchábamos eran nuestras pisadas sobre el suelo húmedo y cómo el barro se escurría hacia fuera de los zapatos. Fred se tuvo que sostener de mí en una ocasión para no caer de bruces al suelo otra vez.

Dada la situación, ni eso nos dio risa. Y era un montón. Era demasiado saber que Fred haciéndose añicos contra el piso ya no nos causaba risa porque nuestras cabezas estaban pensando en el futuro incierto...

Pensando qué sucedería de aquí a unos minutos, a unos días, a unas semanas...

No lo íbamos a admitir con tanta libertad pero todos teníamos miedo. Quizás yo más que Fred y George y Artemis, pero juraría que los cuatro por igual nos sentíamos así.


Atravesamos la puerta de entrada y Artie la cerró con suavidad. Fred nos hizo señas para que fuéramos hacia, supuse yo, la habitación donde siempre nos quedábamos a dormir, pero George nos interrumpió.

— Isa —dijo él frenándose en seco en medio del comedor. Me giré y lo miré confundida.

— ¿Sí? —pregunté.

— Casémonos —murmuró sin aliento.

— ¿Qu-qué? —pregunté todavía sin comprender. Mi corazón latía a mil por hora. ¿Había escuchado bien?

— ¿Quieres ser mi esposa? ¿Te quieres casar conmigo? —dijo George más calmado, habiendo tomado aliento.

Miré a Fred y a Artemis, quienes estaban tan sorprendidos como yo lo estaba. Giré mi cabeza hacia George otra vez, sin poder decir ni una sola palabra coherente.

— Y-yo... quer-que... —intenté decir.

Molly se apareció en la habitación junto con Arthur.

— ¡No! ¡Por favor, esperen! —gritó Fred frenando a sus padres y a su hermana en el pasillo, estirando sus brazos para no dejarlos pasar. Lo vi mover la boca pero habló tan bajo que no pude escucharlo desde donde estaba. Supuse que les estaba diciendo que su gemelo me estaba proponiendo matrimonio y que no interrumpieran.

— Tenemos testigos, nos amamos —George habló con rapidez— mira, hasta tenemos anillos —metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó dos objetos de plástico que había guardado allí, meses atrás. Dos anillos que habían venido en bolsas sorpresas con golosinas— solo tenemos que buscar un cura o —Arthur lo interrumpió.

— Yo los puedo casar —George lo señaló con el dedo haciendo una seña afirmativa.

— Papá nos casará y tenemos a varias de las personas más importantes en nuestras vidas.

— George yo... —volví a hablar— no sé qué decir —murmuré.

Dí que sí —susurró Ginny "tosiendo". Miré a Artie y él también afirmó con la cabeza.

— Sé lo que estás pensando —George habló con rapidez otra vez— estás pensando que soy un idiota porque nunca pienso dos veces las cosas y que no es momento para casarse. Pero todo el asunto de Teddy y la guerra y la batalla que se nos vendrá... No sé cuánto tiempo más estaremos vivos pero ¡Sea la cantidad que sea! —hizo una pausa para respirar agitado— quiero pasar lo que resta de mi vida a tu lado.

George me miró expectante esperando por alguna contestación mía.

Me abalancé sobre él para estrujarlo entre mis brazos.

— Si Georgie —dije cerrando mis ojos mientras sonreía— casémonos.



Por la noche no pude dormir.

¿Quién podría hacerlo sabiendo que en unas horas se casaría?

Para peor, Artemis fue y vino a la habitación mil veces. Eso no ayudaba. Y cuando le reproché que se quedase quieto en un lugar, no regresó. Tampoco me permitió salir del cuarto.

Pero había alboroto. Lo hubo toda la noche y seguía ahora por la mañana.

Cuando me di cuenta tenía a Molly y a Ginny metidas dentro de la habitación. Ambas traían telas en sus manos y bolsos pequeños.

— Hemos preparado algo para ti —dijo la pelirroja menor con una gran sonrisa en la cara. Pegó un pequeño saltito para subirse al colchón de la cama donde me encontraba— mira —señaló las manos de su madre, quien cerraba la puerta del cuarto.

Molly dejó la tela blanca que sostenía, apoyándola sobre mi regazo. Era un vestido.

— Sé que no es lo mejor pero lo hicimos con lo que había —dijo la rechoncha mujer. Las miré a ambas— espero sea de tu talla, sino, se puede achicar.

— ¿De dónde lo han sacado? —dije sorprendida.

— Eran unas viejas sábanas de seda de la tía Muriel... —Ginny se contuvo de reírse, pero yo no. A lo que Molly se me unió— nosotras nos hicimos unos vestidos con unas cortinas de rosas.

— Gracias —dije aún riéndome— no esperaba menos de toda esta situación.

— Puedo pedirle prestada la tiara que —interrumpí a Molly.

— No. Le quitaría toda la atención al vestido que han hecho —dije— no me gustan los lujos además...

— Entonces —Molly agarró uno de los pequeños bolsitos que habían traído y comenzó a revolver dentro. Hizo una pausa para admirar algo que tenía en la mano, para luego volver a acercarse hacia mí y entregármelo. Era un dije plateado para el cabello con unas pequeñas piedritas rojas incrustadas— ten. Era de mi abuela. Úsalo como algo prestado.

— ¡Ah! —Habló Ginny antes de que pudiera agradecerle a Molly— y yo traje algo azul —la pelirroja atravesó la puerta de la habitación como un rayo. Segundos después volvió a aparecerse con un pequeño ramillete de flores azules que había atado con una cinta blanca.

— Tu vestido es nuevo... —agregó la señora Weasley mirándome con melancolía— solo te falta algo viejo, querida Isa.

Toqué el collar dorado que tenía en mi cuello. Aquel con el escudo de mi familia y mis iniciales.

— Ya lo tengo.







Me miré en el espejo de pie.

Me hubiera atrevido a llorar si no fuera porque Ginny ya me había maquillado media hora atrás y no quería estropear su estupenda labor.

El vestido era de lo más simple; largo hasta los talones, con un escote pronunciado, mangas cortas en forma de volados y una espalda descubierta que dejaba ver mi gran cicatriz.

Tocaron la puerta del cuarto. Era Artemis. Le dije que pasara.

Al instante que lo hizo se le humedecieron los ojos y le quise pegar porque no quería ponerme a llorar. Se dio vuelta para limpiarse la cara y luego volvió para mirarme.

— Estás hermosa —dijo con voz suave— vine a preguntarte ¿Querrás que te lleve hasta el altar o irás sola? —reí.

— Somos ocho personas Artie, iré sola hasta el "altar"

El rubio asintió con la cabeza. Se sentó sobre la cama que era suya durante la estadía y me miró, todavía fascinado. Yo aún no podía creer que tenía puesto un vestido de novia y estaba a nada de casarme con, quien pudiera decirlo, el amor de mi vida.

— Si te soy sincero Isadora —Artemis me hizo girar del espejo para verlo— jamás imaginé que mi vida cambiaría por completo de un día para otro. Nunca me imaginé que conocería a mi verdadera familia y mucho menos que me encontraría con una hermana hermosa que no teme ser ella misma —sonreí— y ahora te estoy viendo formar tu propia familia... Confío en que George es el hombre perfecto para ti. Transmiten una magia diferente a la que tenemos, una magia poderosa.

— Gracias Artie —susurré con los ojos lagrimosos— y por más que comience mi propia familia, siempre serás parte de ella. Lo sabes.

— ¿Puedo pasar? —escuchamos la voz de Fred al tiempo que tocaba la puerta. Le dijimos que sí y entró dentro. El pelirrojo asomó la cabeza y me miró perplejo unos segundos. Se acercó hacia mí para darme un abrazo.

— No lo puedo creer —susurró— mi mejor amiga ahora será oficialmente parte de mi familia. Tendría que haber hecho algún tipo de apuesta con Lee... —rodé los ojos— te amo. Te amo, Isa. Y no me hagas repetirlo. ¿Con una vez alcanza para que te acuerdes, no?

— Tengo buena memoria, sí —nos separamos— yo también te amo Freddie.

El pelirrojo apretó los labios al tiempo que le brillaban los ojos bajo el resplandor del sol que se colaba por la ventana de la habitación. Maldita sea. Había aguantado bien con Artemis y ahora Fred también trataba de correrme el maquillaje...

— Ah, mierda —susurró Fred limpiándose las mejillas— ¿Por qué estoy llorando?

Me reí. Me limpié con las yemas de los dedos debajo de los párpados para que no se me escaparan lágrimas.

— Por que siempre dijiste que este día llorarías —dije. Fred rió y asintió con la cabeza.

— De acuerdo, ya estamos listos —murmuró tomando mis manos— Pondré la música y podrás salir cuando quieras. ¿Sí?

— ¿Música? —pregunté confundida.

— ¿Qué? —Dijo Artie— ¿Piensas casarte sin música?

— ¿Y de dónde la sacaron? ¿Qué vas a poner?

— Tú tranquila, está todo bajo control. George la eligió —miré al techo suplicando que no haya sido nada raro. Lo bueno es que recordé que sólo podían poner los discos que tenían ellos para el tocadiscos que les regalé mucho tiempo atrás. Y hasta donde yo sabía, no poseían álbumes de rap ni pop ni metal. Que sería lo que más me molestaría... el tema yacía en qué habían traído aquí a la casa de Muriel o si ella tenía otros de los cuales no tenía idea de su existencia.

Fred salió. Artie estaba por abandonar la habitación también pero lo agarré del brazo.

— Sí quiero ir contigo —le susurré.

— Será un honor escoltarte —dijo sonriéndome.


Los dos caminamos fuera de la habitación, no sin antes agarrar el ramo de flores azules que me había preparado Ginny. Fred nos hizo señas con los pulgares desde la puerta del jardín. Imaginé que habían armado algo allí.

La música comenzó a sonar. Lo miré a Artie una vez más y respiré hondo.



Tomé a mi hermano del brazo, un poco temblorosa, y él me agarró la mano con fuerza. Pude ver que sus ojos estaban aguados, al igual que lo estarían los míos también segundos después. Alcé la vista al cielo por unos segundos y sonreí débilmente. Sabía que las personas importantes en mi vida, que ya no estaban conmigo en este momento, me acompañaban desde donde fuera que se encontrasen.

Dimos un paso fuera de la casa y sentí todas las miradas sobre mí. Aunque eramos pocos estaba nerviosa, más que nunca, pero allí estaba yo, tomando una de las decisiones más grandes de mi vida... caminando hacia el altar improvisado para comprometerme por siempre con el hombre que más amaba en este mundo.


Un paso más.

Alcé la vista y allí estaba George esperándome en el final de dos largas alfombras de color naranja y bordó. Simplemente era tan hermoso.

Sonreí al verlo con su traje oscuro y su corbata lila. Era el único que tenía puesto un traje. Los demás varones tenían pantalón y camisa.

Su pelo pelirrojo, por primera vez en muchísimos años, estaba arreglado y bien peinado. Sabía que eso lo había hecho solo por mí, solo para no desentonar en la pequeña ceremonia. Aunque lo único que me importaba ahora era que me acercaba hacia él y me emocionaba a cada segundo que avanzaba.


Un paso más.

George también se sentía así. Sonreía como un tonto desde que salí y noté un par de veces como se secaba alguna lágrima de felicidad de su cara. Los demás estaban todos sonrientes viéndonos, a excepción de Molly que se la escuchaba llorar a cada tanto.

Cuando llegamos frente a Arthur, Artemis sostuvo mi mano para dársela a George. El pelirrojo me tendió un suave beso en la mía y le dio un apretón a mi hermano, quien caminó hacia la única silla vacía detrás de nosotros.

Muriel parecía más calmada de lo normal ante todo el alboroto, claro que, más tarde me enteraría que le habían dado una poción relajante.

Arthur comenzó con la ceremonia mientras George y yo no soltamos la vista el uno del otro. Me perdí entre la inmensidad de sus ojos azules.



— No hemos escrito nuestros votos —le susurré a George cuando llegó el momento final de la boda.

— No hubo mucho tiempo, ¿Verdad? —Me sonrió— empezaré yo, mientras tanto tú puedes ir pensando —se aclaró la garganta— Isadora Joanne Black, en este día no lluvioso y muy soleado te convertirás en mi esposa, pero siempre has ocupado un lugar importante en mi vida. Desde el día en que nos hicimos amigos. Tuvimos nuestras peleas y soltamos lágrimas, pero fueron más los momentos de risas y amor, los abrazos y besos... Creamos anécdotas e historias que sólo podría compartir con mi mejor amiga. Y hoy tengo la suerte —su voz comenzó a entrecortarse— hoy tengo la suerte de que seas mi compañera de travesuras hasta el final de nuestras vidas.

— Por Merlín, George —susurré— si sabría que serías así de dulce... —escuché a Ginny reírse por lo bajo. Su hermano también rió pero tuvo que limpiarse una lágrima de la cara.

— George Fabian Weasley —comencé a decir— te agradezco por dejarme entrar en tu vida. Por cuidarme cuando lo necesitaba, por darme un abrazo en los momentos difíciles... por conquistarme todos los días y hacerme sentir la mujer más afortunada del universo —hice una pequeña pausa para mirarlo a los ojos. Posó la yema de su pulgar en mi mejilla para quitarme una lágrima que se me había escapado— nunca imaginé que me enamoraría de mi mejor amigo, pero sucedió, y... no me arrepiento de haberlo intentado contigo. Porque hoy quiero que seas mi compañero de travesuras hasta el final de nuestras vidas.

— Isadora, creo que me diste diabetes —susurró George.

— ¿No pueden no hacer chistes por una vez? —dijo Fred refunfuñando por lo bajo. Ginny rió de nuevo. George y yo nos miramos sonriendo.

No.

No podíamos. Hoy era quizás el día más importante en nuestras vidas y no dejaríamos de ser quienes éramos...

Porque eso nos unía.

Ser nosotros mismos y aceptarnos tal cual, el uno para el otro.

Continue Reading

You'll Also Like

23.4K 1.6K 59
Todo se precipita para Venus cuando es seleccionada como tributo para los 68° Juegos del Hambre, ahora cientos de miradas estarán posadas en ella. Co...
302K 20.6K 93
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
296K 36.2K 101
❝We're talking away I don't know what I'm to say I'll say it anyway Today's another day to find you Shying away I'll be coming for your love, okay?❞ ...
13.8K 1.2K 8
Un universo alterno donde Mikey, Izana y Shinichiro se "convierten" en cupidos para juntar al capitán de la primera división Baji Keisuke, con él vic...