Almas de cristal

By leezluntz

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Cualquier acto atroz te condena a la destrucción, y enamorarse puede ser letal. Conoce el mundo donde mueren... More

|| Sinopsis y mundo
|| Guía de personajes + Nota de autora
Primera parte
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Segunda parte
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Extra
Tercera parte
Treinta y nueve
Cuarenta
Cuarenta y uno
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Cuarenta y nueve
Cincuenta
Epílogo
Nota de autora
Extra II
Extra III
¡Especial 100k! (Pt. 1)
Especial 100k (Pt. 2)
Especial 100k (Pt. 3)
Especial 100k (Pt. 4)
Especial 100k (Pt. FINAL)
Especial de San Valentín 2024

Cuarenta y cuatro

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By leezluntz


—¡Bajen las velas ahora mismo!, iremos a babor a toda velocidad —ordenó Rygel a su tripulación, corriendo hacia el timón de su nave, luego de haber recibido un mensaje a través del don de Nashi que le indicaba de la partida de una segunda flota enemiga que comandaba Cælum de Gewër.

Quería estar allí cuanto antes, y no debía perder más tiempo, pero recordó también todas las vidas que estaban en sus manos —en especial, la de Andrómeda—, por lo se obligó a guardar la calma. Al menos, hasta que su paso al timón se vio obstruido por el guardián de Wölcenn que lo observaba con curiosidad.

Elyon se sobresaltó al verlo más molesto que nunca, y se apartó con un largo paso.

—Lo siento, ¿quieres el timón?

—No, solo estaba aquí para hacerte sombra. ¡Por supuesto que quiero el timón!

Resopló en cuanto lo tuvo entre sus manos, y giró a la dirección que había indicado.

—Preparen los cañones y manténganse seguros —pidió, muy consciente de que necesitaría mucha suerte para mantener a todos a salvo.

—¿Atacaremos? —inquirió Elyon a su lado, más confundido, pero expectante.

—Tú qué crees, chico listo...

Elyon no sabía cómo conseguir del cartógrafo una sola respuesta que no fuera sarcástica, pero si era todo lo que tenía para probar su lealtad a la alianza, no iba a rendirse.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

«Tírate al agua, y hazme el favor de no intentar salir de allí...», fue el primer pensamiento del rubio, cada vez más molesto.

—Claro que sí, aléjate de mi vista y mantén la boca cerrada para que no pierda la poca paciencia que me sobra.

Como supuso, Elyon seguía en su puesto, esperando una orden real, y pensó que no podía despreciar la ayuda que ofrecía como su aliado, incluso si la sola palabra le asqueaba.

Soltó el timón un momento, y se dirigió a él.

—Un abordaje sería muy peligroso para nosotros y la nave, pero si tengo la oportunidad de atrapar a Cælum de Gewër y destruirlo yo mismo, me ayudarías, ¿no es así? —pidió con firmeza, mirándolo de frente para que supiera cuán en serio iba. Se dio cuenta de que el guardián lucía un poco más sorprendido de lo normal ante la petición, y tal vez, asustado—. ¿Sabes de quién hablo...?

Elyon no respondió, pero su reacción le había dejado en claro que sí. Soltó una risa muy seca, se regresó a tomar el timón.

—No te obligaré a enfrentarte a él entonces, pero debes saber lo que te espera si estás en una guerra...

—No he dicho que no —declaró el pelinegro en alto—. ¿Qué te hace pensar que tengo miedo, y no deseos de obtener una revancha y vencerlo esta vez?

Sin dejar su tarea de lado, Rygel sonrió. Tal vez no confiaba mucho en Elyon, pero le parecía muy obstinado como para creer que en aquel momento compartían el mismo propósito.

—De acuerdo, gatito —asintió—. ¿Sabes que podría sacrificarte para mantener a salvo a mi tripulación, y solo diría que moriste en nombre de tu reino, y todos me creerán?

No había razón para que Elyon pudiera considerarlo como una broma graciosa, y sin embargo, no pudo evitar esbozar una media sonrisa, sin dejar de mirar al rubio en completo silencio, desafiante.

—Correré el riesgo.

Aceptando su respuesta, Rygel continuó manejando su nave, el Equinox, hasta divisar a la flota enemiga, que para su suerte, ya era atacada por sus compañeros. No obstante, no perdió más tiempo en dar órdenes para abrirse paso e ir por la única presa que le interesaba en ese momento.

—¡Fuego a estribor!

Sabía que tenía que evitar a sus enemigos, y afortunadamente, el curso del viento estaba a su favor. Giró el timón hacia estribor al haber calculado que chocaría contra la proa de la galeaza de Cælum y se acercó a Elyon, tocando su hombro.

—Prepárate para el abordaje, gatito —señaló cuando más cerca estaba de su objetivo—. ¡Fuego a estribor ahora!

Con esa orden, Rygel se había adelantado antes que sus enemigos a atacarlos, y Elyon sabía perfectamente lo que debía de hacer.

—No permitan que nadie aborde la nave. Ni siquiera se detengan en seguir atacando hasta que se haga añicos. ¿Me entendieron? —pidió Rygel a su propia tripulación, quiénes obedecieron su orden. El guardián de Wölcenn volteó a mirarlo, confundido, porque aquello solo indicaba una cosa—. ¿Qué? ¿Creíste que te dejaría toda la diversión a ti? ¿En qué lugar me dejaría como guardián si hiciera eso?

Y a pesar de que tenía razón, era un gesto que Elyon podía agradecer, pero no se lo diría en voz alta.

De manera inevitable, el Equinox chocó contra la galeaza enemiga, y con mayor razón, no dudaron en seguir atacando.

Elyon aprovechó el impacto y la confusión para usar su don tan pronto como le fue permitido, y logró abordar la nave con un solo salto.

Ya se había enfrentado a él, ya conocía todas sus fortalezas, y si era lo bastante listo y ágil, podría convertirlas en sus debilidades.

No le dejó ni un solo instante de escapatoria, y lo convirtió en su presa. Con un gran rugido, le demostró que no estaba jugando, y sabía que tenía una enorme suerte, porque en el momento en que había saltado hacia él, lo hizo perder su cimitarra, y había atrapado sus brazos entre sus garras.

Rygel también consiguió abordar con facilidad la nave, y al reconocer la ballesta principal que usaban como arma, se quitó el guante que llevaba en su mano izquierda y apretó el objeto por encima. De un instante a otro, este pareció recargarse de energía hasta explotar y quedar inutilizable.

Sonriente, el cartógrafo sacó la pistola que llevaba entre su largo saco de cuero, y la alzó al cielo. Disparó sin pensarlo mucho, solo que además del ruido, de esta desprendió una luz roja muy brillante que llegó hasta el cielo, sobresaliendo entre todo el humo de la pólvora y las astillas de la madera desecha.

Con Elyon teniendo bajo su control a su mayor amenaza, sabía que ya habían ganado la guerra.

—Tenemos al único prisionero que necesitamos, y si se rinden ahora mismo, les doy mi palabra de que no correrán su mismo destino —Con su dedo, trazó una cruz sobre su pecho en tanto juraba aquella promesa—. Así que solo ríndanse ahora, o toda nuestra flota izará bandera roja en este momento.

—Ríndanse o ahóguense, el destino será el mismo... —masculló Cælum aun entre las garras de su enemigo, considerando bastante la posibilidad de escupir en su cara en el momento en que este le gruñó amenazante.

Sabía que podía usar su don para quitárselo de encima y hacerlo arrepentirse por siempre de que pensara que podía enfrentarlo. Podía terminar de acabar con dos presas que en el pasado había dejado vivir por lástima, pero en ese momento, le daba igual.

Tomó grandes bocanadas de aire, que podía considerarlas las últimas, porque su vida en ese momento estaba en manos de su propio ejército, y con toda honestidad, no iba a culparlos si lo entregaban. Él habría hecho lo mismo en su lugar.

Dejó caer su cabeza un poco fuerte contra la madera y cerró los ojos.

«Como sea. Qué más importa...».

***

Cuando se anhela mucho algo, es bastante probable que al tenerlo al fin en tus manos, más que una felicidad desbordante, se sienta un vacío muy confuso.

Al menos, era eso lo que el Rey Marseus de Wækas percibía en ese momento, y seguía sin entender por qué.

Gewër se había rendido. Tenía tanto a Cælum como a Ahree. Saquearía cada una de las naves enemigas y tomaría lo que considerara útil para su tesoro. Volvería a su reino con la victoria, y sin embargo, se mantenía inquieto, haciendo un esfuerzo de no caminar de un lado a otro y verse nervioso, porque como un rey ganador, no era la imagen que debía proyectar.

De las pocas cosas que podían tranquilizarlo, era que la alianza con el Reino de las nubes resultara exitosa aún a contracorriente. De la cabina principal, escuchó salir a alguien, y se volteó de inmediato, ansioso, pero se encontró solo con la guardiana de Wölcenn que lo había enfrentado y vencido.

Vega al verlo, contuvo una sonrisa de ternura apretando sus labios, e hizo una reverencia ante él.

—Está bien. En realidad, creo que despertará muy pronto, y que le gustaría mucho verlo a usted...

Y por supuesto que quería creer que eso era verdad, por lo que no dudó en ingresar a la cabina, y comprendió la razón de todas sus preocupaciones.

Le daba igual la victoria si no lo tenía a él.

Observó a su bello durmiente descansar tan pacífico, como si no hubiera estado al borde de la muerte, y tocó los mechones mojados de su cabello que cubrían su frente, apartándolos un poco.

Al instante, Lyn se removió y supo que no debía molestarlo, pero en cuanto él entreabrió los ojos y lo reconoció, intentó tomar su mano antes de que él la retirara.

En silencio, trató de sentarse sobre la especie de cama en la que se encontraba, y advirtió en que toda su ropa estaba humedecida, e incluso, sentía algo de frío.

Al verlo estremecerse, Marseus abrió sus ojos en alerta, y muy rápido, le dio su abrigo de piel, que estaba seco.

Lyn lo recibió y se cubrió más con él. No porque tuviera frío, sino porque aquel abrigo guardaba el calor del capitán, y aquella fragancia que todavía le resultaba tan desconocida, pero que estaba casi seguro de que provenía de aquella fruta que salía de unos árboles especialmente alargados y delgaduchos que desconocía por completo. Tenía que preguntar en algún momento qué era.

Alzó la vista a él, tímido, y se dio cuenta de que no era el único con sus ropas mojadas. Aún no recordaba gran cosa de lo que había sucedido, pero lo que no podía dejar de ver en ese momento, era cómo la camisa de Marseus se pegaba a los lugares correctos de su cuerpo y dejaba ver más de lo necesario para empezar a entrar en calor de una buena vez, y no pudo hacer nada más que explorar con la mirada cada centímetro, en tanto sus propios músculos se tensaban.

—¿Estás bien...? —inquirió Marseus con la voz preocupada, queriendo acercarse, pero se obligó a darle su espacio, puesto que estaba seguro de que se había enfermado al permanecer tan silencioso, y de repente, con las mejillas tan rojas.

Y allí lo tenía Lyn enfrente suyo, viendo más de lo que podía imaginar, con la mirada fija en las gotas de agua cayendo de las ondas de su espeso cabello.

No, no estaba nada bien.

Se obligó a cerrar la boca en ese momento, antes de que se le cayera la baba, y reaccionó.

—¿Tú me salvaste?

—Eso creo...

Se le hacía contradictorio que Marseus en cambio se viera tan tímido y preocupado, sin la menor idea de todo lo que pasaba por su mente.

No obstante, consiguió recordar una última cosa, y abrió los ojos con sorpresa.

—¿Tú y yo... hicimos un vínculo?

Llevó de inmediato la punta de sus dedos a sus labios, maldiciendo porque no recordaba en lo mínimo cómo se había sentido, y Marseus, más nervioso que nunca, retrocedió con un paso.

—¡Te juro que solo lo hice para salvarte! No tuve otra opción, y ni siquiera lo hice por mucho tiempo, solo el necesario, ¡es más! Ni siquiera recuerdo ya lo que se sintió o...

Lyn esbozó una pequeña sonrisa, sin poder creerse que Marseus pudiera ser tan tierno, y sobre todo cuando él no podía dejar de devorarlo con la mirada. Se sentía un poco culpable por eso.

—Descuida —suspiró—. Si tú quieres, ese no cuenta y ya.

El capitán asintió enseguida, sin poder estar más de acuerdo con la idea. Todavía estaba seguro de que por más que tuviera que esperar, si iba a besarlo, que fuera porque ambos quisieran hacerlo.

—¡Espera un momento! ¿Por qué estás aquí? ¿Qué sucedió con... todo?

Lyn no pudo evitar sobresaltarse en cuanto recuperó gran parte de sus últimos recuerdos, y se odió un poco más, porque hasta donde recordaba, estaban en una guerra, y él solo pensaba en cómo calmar la incomodidad que sentía en su entrepierna cada vez que miraba a Marseus.

Se quitó el abrigo de piel, y se permitió sentir el frío, pero lo dejó sobre sus piernas.

—Tenía que asegurarme de que estarías bien, o si necesitarías otro vínculo —explicó el capitán, mirándolo con curiosidad al principio, pero poco a poco empezaba a darse cuenta de la verdadera razón por la que estaba tan callado y nervioso, y esbozó una sonrisita mientras se acercaba más—. Además, no podría empezar las negociaciones sin mi aliado...

Tocó su mentón, elevándolo un poco más en dirección a su rostro, porque sabía que le estaba costando quitar la mirada de su torso, y le sonreía como si lo atrapara en medio de una travesura.

«Aquí está mi cara, Rojito», pensó divertido, mas no se lo dijo.

—¿Las negociaciones? —repitió Lyn, titubeante. Al menos, eso era algo que podía enfriarle la cabeza enseguida, pero ahora que Marseus ya lo había atrapado, no estaba tan seguro—. ¿Ganamos...?

El capitán sacudió un poco su hombro, casi con indiferencia.

—Se puede decir que sí, si aceptan lo que pedimos. —Vio a Lyn intentar levantarse en ese momento y lo detuvo, sosteniendo sus caderas para indicarle que retrocediera y volviera a sentarse—. Todo eso puede esperar hasta que estés bien...

Después de todo, Ahree y Cælum seguirían siendo sus prisioneros. No se iba a molestar en hacerles las cosas fáciles.

—Puedo dejarte solo si quieres, o acompañarte y ayudarte en lo que necesites...

Lyn había entendido muy bien el tipo de ayuda que le ofrecía, y sabía que no podría alejarlo fácilmente ahora que se acercaba a su rostro. Al menos, no era el único con la misma mala idea en mente.

No obstante, sus recuerdos también seguían volviendo con lentitud, y colocó apenas sus manos sobre el pecho del capitán para detenerlo.

—¿Tú de verdad querías hacer eso...? —inquirió con mucho dolor en su voz, por lo que Marseus no tardó en entender a lo que se refería, pero no supo cómo responderle—. ¿En serio querías renunciar a todo por tu venganza? ¡Sé que tenías razón!, ¿pero de verdad querías que solo me quedara a tu lado viendo cómo te perdía...?

El capitán se alejó con un paso, y apretó sus labios, bajando la mirada.

—Lo siento...

—¡Lo sientes! —reclamó Lyn—. ¿¡Tan fácil querías renunciar a nosotros!?

Deseó con toda su alma no haber dicho eso, porque estaba consciente de que perder a Marseus implicaba cosas muchísimo más importantes que la relación que se habían prometido, y se sentía caprichoso por dejarlo notar.

Sin embargo, ya estaba hecho, y ya que al fin lo admitía, no pudo evitar entristecerse por todo el miedo que había sentido en aquel momento, y todo lo que quiso reclamar y se negó a hacerlo.

—¿Qué se supone que haría yo después si ya no sé cómo dejar de pensar en ti? ¡Tú me hiciste enamorarme de ti!, ¿de verdad querías deshacerte así de toda la responsabilidad después de todo lo que prometiste?

Se llevó el dorso a su rostro para limpiar cualquier indicio de que estaba a punto de llorar, y miró por el rabillo del ojo al capitán, que aún en silencio, con las manos guardadas en sus bolsillos, no podía evitar verlo con una mezcla de confusión y ternura, y de pronto, sonrió.

—No te rías, te estoy odiando bastante en este momento... —masculló el pelirrojo.

Marseus no sabía cómo explicarle todo lo que sentía por él, y que aún le sorprendía bastante haber logrado que le correspondiera. La plenitud que pensó que conseguiría tras la venganza, en realidad, se la daba él.

Y sabía que tenía que responderle pronto, si no quería enojarlo más.

—Perdóname, en serio... —Volvió a acercarse para tomarlo de la cintura. Ya no estaba tan seguro de si podría esperar más para probarlo—. No estaba pensando con claridad, y fue solo gracias a ti que pude reaccionar... —admitió, recordando un sentimiento similar al que Lyn tenía en ese momento justo cuando él había decidido sacrificarse en su lugar—. Tu voz es mi brújula...

El enojo se disipó en el Rey de Wölcenn al instante, y ya estaba sosteniendo al capitán de los brazos, palpando lo firmes que eran. Su respiración era más pesada, y maldita sea, quería quitarle esa camisa de una vez.

—Prácticamente, hemos ganado... —murmuró, recordando la promesa que había hecho para no tentar a la mala suerte. Marseus asintió lento, recordándolo también—. Entonces no tiene nada de malo si lo hacemos ahora...

Ni siquiera tenía que decirlo, el capitán acarició su mejilla con su mano, y utilizó su pulgar para abrir más los labios del pelirrojo antes de acercarse más...

En el momento en que escucharon la puerta abrirse, ambos se separaron, sobresaltados, y voltearon enseguida para encontrar a la joven bruja de Wækas, más que consciente de todo lo que había interrumpido y que deseaba borrar de su mente en ese instante.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento mucho, Majestades!

De lo más avergonzada, Andrómeda llevó sus manos a sus mejillas, y cubrió también sus ojos.

—¡Rygel me dijo que estaría solo, y no sé por qué le creí! —reclamó, aterrada de la idea de que si hubiera llegado un poco más tarde, podría haber sido peor todo—. ¡Agh!, solo me mandaron a avisar que ya podrían empezar las negociaciones, y que de momento, no permitiríamos que el Rey Ahree vea a Cælum de Gewër ni viceversa. ¡Eso es todo!, ya me voy. Sigan en lo suyo.

En cuestión de un parpadeo, la bruja dio vuelta y cerró la puerta de un golpe.

Lyn y Marseus se miraron, aún confundidos, pero el segundo exhaló un largo suspiro y se recompuso en su lugar.

—¡Andrómeda!

—¿Sí, capitán? —Abrió la puerta al instante, mientras cubría sus ojos con sus manos.

—Me alegra mucho verte de regreso y a salvo...

La bruja bajó la mano, y se encogió de hombros, con una pequeña sonrisa.

—Me gustaría decir lo mismo de usted ahora, pero mejor me voy.

La puerta se cerró una vez más, y en cuanto Marseus volteó a Lyn, contuvo una carcajada al ver la mueca de enojo que hacía.

—¿Es que van a interrumpirnos siempre? —espetó en voz baja, cruzando sus brazos.

—Si la privacidad va a ser el problema, ¿tanto te avergonzaría que todo el mundo viera lo que me muero de ganas de hacerte?

Lyn perdió el habla al escuchar eso. Y no importaba, porque de todas formas, no tenía ni idea de qué se suponía que podría responder. Sus mejillas ardían más que nunca, y ni siquiera podía mirarlo de regreso...

—Ah, Rojito, solo bromeaba...

«Aunque si quieres, no es broma», pensó el capitán, pero se aseguró de no decirlo en alto.

—Desde luego que es una broma... —murmuró el pelirrojo, tocando sus propias mejillas—. Creo que deberíamos ocuparnos de las negociaciones ahora.

—Sí, es lo mejor... 

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