Cuarenta y dos

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La flota de Wækas había cruzado el océano septentrional hasta detenerse al encontrar la que debía ser la flota enemiga de Gewër, en su mayoría, compuesta de galeras llevadas a remos, y con muy pocos cañones en sus proas

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La flota de Wækas había cruzado el océano septentrional hasta detenerse al encontrar la que debía ser la flota enemiga de Gewër, en su mayoría, compuesta de galeras llevadas a remos, y con muy pocos cañones en sus proas.

Según lo que Wayra podía observar desde su catalejo, casi podía sentir lástima por todos los soldados que solo cumplían órdenes y eran arrastrados a una muerte muy segura, porque la ventaja les pertenecía indudablemente a ellos.

Desde su posición, Marseus notó igual, y pensó si en verdad estaba tan cerca de cobrar su venganza, y con tanto éxito. No iba a negar que fue todo, menos fácil, y aun así, ese momento era demasiado irreal para él.

Real o no, no daría marcha atrás, e incluso con la ventaja, no mostraría piedad.

—¿Órdenes, capitán? —preguntó Nashi a su lado con su seriedad habitual, mas, su mejor amigo lo conocía lo suficiente para saber que estaba tan ansioso como él y todos sus compañeros de reclamar la victoria que se merecían.

—Aguarden... —Marseus masculló entre dientes, sonriendo al ver a la flota enemiga avanzar hacia ellos.

Se dirigió a la proa cuanto antes, llegando al lado de Lyn. Por ese pequeño instante, su mirada fue mucho más dulce, y aunque no quería presionarlo, más que nunca, moría de ganas de ver todo lo que era capaz de hacer.

—Dime, ¿estás listo?

El pelirrojo soltó una risa seca, y no quitó la mirada de sus enemigos tampoco.

—No tienes que preguntarlo.

Cualquier miedo e inseguridad en él había desaparecido, y en ese momento, solo tenía la seguridad de que era capaz de todo por su reino, tal como siempre prometió.

Marseus se percató de que en la proa de una de las galeras enemigas se encontraba quien debía ser el Rey de Gewër, lo cual en principio lo sorprendió bastante. No lo creyó capaz de dar la cara en la batalla por su pueblo, de la misma manera en que se había escondido durante aquella lejana incursión donde fueron derrotados.

Aunque esperaba atrapar a Cælum, no negaría la recompensa de humillar al rey que permitió una guerra innecesaria.

—¿Realmente están aquí para defender a un rey que no ha hecho nada por ustedes? —inquirió en alto hacia sus enemigos, alzando un poco el mentón sin poder evitar mirarlos con lástima.

No obstante, Ahree de Gewër permaneció imperturbable, con expresión fría.

—Estamos aquí para defender nuestra nación de ustedes una vez más.

Al instante, el Rey de Wækas enserió la mirada y chasqueó la lengua.

—No quieres saber cómo sería una invasión real... —murmuró entre dientes. Pretendía dar cierto aire de diplomacia, por lo que no le convenía pronunciar esas palabras en alto—. No hay necesidad de un enfrentamiento entre nosotros —anunció de repente, llamando incluso la atención de los soldados de Gewër—. Tan solo pedimos la disculpa que nuestro reino merece, y desde luego, el precio que deben pagar por nuestro perdón...

Almas de cristalWhere stories live. Discover now