Trece

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Los jinetes de las garzas de Wölcenn no estaban seguros de cuánto les ayudaba la luz del enorme faro en la isla de Wækas, pues las aves se descontrolaban, y era complicado retomar el control

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Los jinetes de las garzas de Wölcenn no estaban seguros de cuánto les ayudaba la luz del enorme faro en la isla de Wækas, pues las aves se descontrolaban, y era complicado retomar el control. Para colmo, Leo no tuvo tanta suerte explicando el camino como se lo había imaginado, y en su defensa solo podía argumentar que, su mayor don era la invención y la armería; la navegación se la dejaba a Ch'aska.

Aun así, pudieron llegar a salvo al mirador de la isla en plena oscuridad, y Lyn y Leo fueron los primeros en saltar de la garza en la que habían volado. El primero usó su vínculo para revisar el estado del ave y mantenerla en calma, mientras que el menor corrió hacia Ch'aska, señalándole la brújula.

—La próxima vez quédate conmigo. No termino de entender esta cosa... —explicó confundido. La aguja apuntaba a todos lados mientras el chico temblaba, hasta que su matelot cerró el objeto y lo guardó entre las manos del chico.

—Espero no estar cerca si llega existir esa siguiente vez... —farfulló Vega, acomodando su cabello y abrazando a su ave para calmarla.

—De todas formas, volar durante la noche es siempre una mala idea... —comentó Elyon, acariciando la cabeza de su garza en tanto Rygel se quedaba sobre esta. Había pasado todo el camino quejándose de las pésimas direcciones de Leo, pero ahora que aterrizaron, no decía ni una sola palabra y no quería bajarse del ave.

—¿¡Y quién podría saber cuánto durará esta vez la noche!? —reclamó la guardiana.

—A veces, solo dura un parpadeo... —En una pose muy firme y principesca, Elyon estiraba su mano hacia Rygel, a la vez que le miraba con cierta insistencia, como si le invitara a bajarse.

A punto de aceptar el ofrecimiento del guardián de Wölcenn por inercia, reaccionó al instante y saltó por sí solo, ignorándolo y caminando hacia Leo.

—Nunca más vuelvas a intentar dar direcciones...

—¡Yo no tengo la culpa de que la luz del faro molestara a las aves!

—Como sea. ¡Al fin en tierra!

Rygel caminaba para alejarse del mirador, hasta encontrarse con Marseus y Nashi.

—¿De quién fue la terrible idea de encender el faro?

—Hanaq lo hizo —respondió Nashi, sin dejarle opción de seguir quejándose. Sin embargo, al ver a los guardianes de Wölcenn tan preocupados por sus aves, pudo notar que la luz no ayudó tanto como se esperaba.

—¿Fue difícil encontrar el camino de regreso? —inquirió Marseus, acercándose a Leo, quién evadió la mirada mientras escondía la brújula en su bolsillo.

—Para nada, capitán —respondió Ch'aska, poniendo su mano sobre el hombro de Leo para apartarlo detrás suyo un poco.

Sin embargo, al notar la expresión de su tripulante más novato, y el silencio incómodo en el que aguardaban sus aliados de Wölcenn, Marseus supuso que quizás, todavía le faltaba más experiencia para aprender a usar la brújula.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now