Veintiocho

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Zéphyrine estaba segura de haber pactado una tregua no oficial con esa lechuza gigante

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Zéphyrine estaba segura de haber pactado una tregua no oficial con esa lechuza gigante. Debía ser la única razón por la que la dejaba acercarse, y aceptaba que la guiara sin amenazarla en el intento, pero no se atrevería jamás a hacer un vínculo con el ave, y saber qué clase de cosas pensaba en realidad sobre ella.

—¿Estás bien? Te noto algo molesta... —decidió preguntar a Andrómeda, harta del silencio en el que habían caminado durante tanto tiempo.

—¿Algo? —repitió ella en tono de ironía—. De las tres brujas, una es una asesina y la otra, es una traidora. ¡Soy la única normal aquí! ¿¡Cómo crees que debo sentirme si no es molesta!? —espetó, apretando sus puños.

Zéphyrine se encogió de hombros, ni un poco ofendida.

—Todavía eres muy joven, ya vendrá tu momento de brillar...

—¿Tienes idea de a dónde ir? —Andrómeda inquirió, tanto porque quería conocer el rumbo, y veía necesario cambiar el tema.

—Tengo una idea, sí. —Zéphyrine volteó a ella, para después seguir caminando.

«Qué específica...», pensó irritada, ajustando su sombrero antes de seguirla. Se sobresaltó por un instante al creer haber visto a Galathéia moverse sobre Phoellie, y se acercó a ella.

El ave también se detuvo, mientras la guardiana empezaba a restregar sus ojos. Con la cantidad de tareas que tenía en Wölcenn, no acostumbraba a dormir, y jamás se le había ocurrido que el lomo de su lechuza pudiera resultar tan cómodo.

Zéphyrine corrió hacia ella, acercándose bastante a su rostro, inspeccionándola, y en cuanto Galathéia abrió sus ojos, retrocedió hasta casi caer de la lechuza, sorprendida.

—¿Qué estás haciendo?

—¿No tienes ganas de asesinar a nadie? —inquirió la bruja, sosteniendo sus manos con fuerza solo en caso de emergencia. Galathéia abrió los labios primero, pero los cerró al darse cuenta de que no podía responder, aunque sí tenía ganas de llorar una vez más.

Esperaba que fuera una pesadilla, pero acababa de darse cuenta de que todo había sido muy real, y con un gran nudo en su garganta, se lanzó a abrazar a Zéphyrine muy fuerte. Lo suficiente para contener sus sollozos.

Sin fuerzas para detenerla o apartarla, la pelirroja se limitó a dar golpecitos sobre su cabeza, mientras la dejaba desahogarse, y miraba a Andrómeda suplicando ayuda, porque apenas era capaz de protegerse a sí misma. ¿Acaso no bastaba con los problemas que había creado?

—¿Crees que el don de Moirean ya no la afecte? —preguntó Andrómeda, a la espera también de que Galathéia pudiera calmarse.

—Eso espero —suspiró, separándose un poco para agacharse y mirar el rostro de la guardiana con... ¿lástima? Eso era lo que Galathéia percibió en un primer instante, y se avergonzó de verse tan penosa, pero lo que en realidad Zéphyrine lamentaba, era no haberla protegido como se lo prometió—. Creo que ya sabes por qué no podemos ser amigas...

Almas de cristalWhere stories live. Discover now