Veintiséis

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El salón en el que la tripulación de Wækas se encontraban encerrados contaba con salida a una terraza en la que Wayra tomaba aire fresco, e intentaba evadir a sus compañeros aunque sea por un instante

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El salón en el que la tripulación de Wækas se encontraban encerrados contaba con salida a una terraza en la que Wayra tomaba aire fresco, e intentaba evadir a sus compañeros aunque sea por un instante. Exceptuando a algunos, podría jurar que la tortura del Rey de Wölcenn consistía en hacerle convivir con ellos más tiempo del que acostumbraba.

Escuchó a Nashi carraspear para llamar su atención, y volteó a él.

—Lo siento, ¿querías estar a solas? —preguntó el castaño con un poco de vergüenza, y le pareció gracioso porque si fuera Marseus, ni le pediría permiso, y no sería ni la mitad de educado que estaba siendo.

—Descuida, no escapaba de ti, precisamente —rio, aceptando su compañía.

—Solo quería agradecerte por llevar el mando mientras tanto y evitar que el resto se maten entre ellos —confesó, mirando también el paisaje de la isla, y ansiando poder salir—. Sé que no quieres hacer nada de esto, y que no debe ser fácil... ¡Marseus lo hace ver fácil! —soltó como un reclamo lleno de frustración, que hizo reír a su compañero.

—Diría que no es nada, pero en cuanto salgamos de esta, Marseus me las va a tener que pagar por hacer su trabajo —suspiró.

No lo notó en ese instante, pero Nashi le miró con duda.

—¿Tú crees... que vamos a salir de esta?

—¿Tú no? —preguntó sorprendido. Estaba seguro de que la última persona que perdería la fe en su rey, sería él.

Este siguió mirando el horizonte a oscuras, en silencio, y se encogió de hombros.

—Luego de lo que Leo dijo... no lo sé, en realidad.

—Incluso si el capitán no tiene un plan, tampoco deberíamos quedarnos atrás —pensó Wayra en voz alta, observando a los habitantes pasear por los muelles, y en ese momento deseó la libertad que tenían. Sin embargo, más importante aún, le parecía preservar su seguridad; era su tarea como guardián, y fue así que agitó su mano saludándolos, sonriendo con confianza absoluta.

Jamás sabrían lo que en verdad sucedía dentro del palacio, y si todo salía bien para ellos, tampoco tendrían que saberlo.

—¿Es mejor que no lo sepan? —dudó Nashi al verlo.

—No ayudará en nada que se alerten.

—¡Vamos en barlovento!, ¿no es así? —exclamó uno de los marineros hacia ellos, muy animado. Siempre era sorprendente que la isla tomara un nuevo curso gracias a las maniobras de su capitán.

Sorprendidos, Wayra y Nashi se miraron por un instante, y aunque sabían a lo que el marinero se refería, no supieron qué responder.

—¡Sí, a barlovento...! —dijo Wayra rápido, al tiempo en que su compañero entraba a la sala.

—¡Ch'aska, ven acá! —ordenó Nashi al instante, despertándolo de la siesta que tomaba sobre el mueble más grande de la sala, y sobresaltado, despertó también a Leo de manera abrupta, quien dormía con la cabeza sobre sus piernas.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now