Veintitrés

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Cada tramo del camino de regreso al hogar de Moirean no podía ser más incómodo para Zéphyrine

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Cada tramo del camino de regreso al hogar de Moirean no podía ser más incómodo para Zéphyrine. La sensación de haber ayudado en algo fue demasiado efímera, y se creía tonta por pensar que de un momento a otro podría llevarse bien con Galathéia.

Sabía que jamás sería así, no después de todo lo que hizo.

No, sin importar cuánto tratara, porque desde siempre estuvieron destinadas a estar en lados opuestos, igual que con Lyn.

«Galathéia, yo no quiero ser tu enemiga...», deseó decir, pero ella estaba junto a Andrómeda, y sabía que la ignoraba a propósito.

No se le ocurrió hasta ese momento que Galathéia podía haber visto algo en sus recuerdos que la avergonzara, aunque no podía elegir un solo aspecto de su vida que no fuera vergonzoso.

—¿Pelearon de nuevo? —inquirió Andrómeda al notar lo alejadas que estaban sus compañeras de la otra, pero Galathéia se negó a responder.

—Si mi don se relacionara con los vínculos, ¿es posible que explique por qué puedo vincularme con todos los animales sin necesidad de ser una bruja?

Zéphyrine hizo una mueca de enfado al ver que Galathéia usaba a Andrómeda para averiguar más sobre su don.

«¿Por qué le pides ayuda a ella? ¡Pregúntame a mí!», quiso gritarle, pero al final, se quedó en silencio, escuchándolas.

—Tal vez sí —asintió la menor, pensativa—. En realidad, los vínculos con todas las especies no serían exclusivos de las brujas. Casi nada aquí es constante, ¿por qué los dones se limitarían a alguna regla?

Galathéia asintió en silencio, pensativa. Después de tanto tiempo deseando tener un don, ya no sabía cómo sentirse.

Antes de llegar, vio que Moirean estaba cerca de Phoellie, por lo que apresuró el paso, temerosa. Fingió absoluta calma, y se abrazó al ave, aprovechando el contacto para vincularse con ella.

Estaba bien, nada malo había pasado aún, pero pudo transmitirle que si se le volvía a acercar, tenía todo su permiso de actuar con violencia. Aquello fue raro para la misma ave.

—¡Lo siento!, la había extrañado bastante —se excusó ante la bruja, quién, en silencio, la analizó con la mirada. No sabía cuándo se apartaría esa guardiana extranjera, pero algo le decía que traería problemas, sobre todo si venía de Wölcenn.

Incluso si le preguntara a Zéphyrine al respecto, ella fingiría que no era nada especial, pero podía notar en las miradas evasivas entre ambas, que guardaban por lo menos un secreto.

Galathéia tomó la bolsa que llevaba, en la que Andrómeda compró pasto, y se acercó al burro que se encontraba en dirección contraria.

—Supuse que tendrías hambre, Alim —dijo, acercándole la comida con sus manos, tomando la oportunidad para hacer otro vínculo—. No te obligaré a nada, ¿pero harías un favor por mí?

Almas de cristalWhere stories live. Discover now