Treinta y ocho

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El camino hacia Desyd en la Región Levante no pudo ser más silencioso, cosa que Zéphyrine agradecía, pero muy en el fondo, también le preocupaba

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El camino hacia Desyd en la Región Levante no pudo ser más silencioso, cosa que Zéphyrine agradecía, pero muy en el fondo, también le preocupaba. Tampoco era buena manteniéndose callada durante tanto tiempo, pero cada vez que se le ocurría decir algo, recordaba quiénes eran sus acompañantes, y de manera automática, cerraba la boca.

Del mismo modo, Galathéia y Elyon no tenían nada que decirse, y era aquello lo que más extrañaba a la bruja, pero sabía que si los escuchaba decirse un solo cumplido dulce, acabaría vomitando.

De todas formas, las náuseas se habían hecho presentes al pasar las dunas del este, y encontrar la carpa —ahora abandonada y vacía—, en donde se le había ocurrido decirle a Galathéia lo que sentía.

Se odió tanto por hacerlo, porque sabía que jamás le iba a corresponder, pero tampoco se esperó que la tratara de esa forma. Odió incluso más el beso que le dio en la mejilla, y que no conseguía olvidar.

No se dio cuenta de que la guardiana también miró el mismo lugar, y a ella, por un breve instante y con mucho dolor.

Galathéia estaba segura de que hizo lo correcto al decirle a Elyon la verdad, pero aun así, su corazón no dejaba de torturarla, como si aún le quedara algo que decirle a Zéphyrine, cuando ella le había dejado en claro que la odiaba.

Solo sintió algo muy parecido al alivio cuando encontró a su lechuza, Phoellie, junto a los camellos que pertenecían a Dara, Zaniah y Mira, y corrió a abrazarla.

—No sabes lo feliz que me hace verte... —murmuró, acariciando sus plumas, y levantó la cabeza a ella—. ¿Andrómeda está bien?

El ave pareció asentir, dándole mayor calma a la guardiana, que enseguida, volteó a Elyon.

—Por favor, prepárala para irnos —le pidió, sin darse cuenta de que al instante, la lechuza miró al chico de manera desafiante, y él también se asustó.

El odio no debía ser tan personal, pero una vez, Elyon tuvo la mala idea de usar su don para asustarla e imponer respeto, lo cual había salido muy mal.

Resoplando, accedió a la orden, consciente de que acabaría con sus manos y cabeza picoteadas.

Galathéia fue hacia el pequeño jardín que las tres mujeres cuidaban, repleto de amapolas que según sabía, una de ellas mantenía muy bien gracias a su don, en busca de la bruja más joven, y de negociar de alguna manera con Dara.

—Mejor la acompaño... —murmuró Zéphyrine, segura de que podría ayudar.

—¿No crees que ya hiciste suficiente?

La voz de Elyon la congeló en su lugar, y a pesar de que sabía que tenía ventaja sobre él, sintió miedo porque parecía muy molesto.

Muy lento, dio vuelta a él, y efectivamente, era la primera vez que veía al siempre amable y gentil Elyon de Wölcenn mirándola con algo muy parecido al odio.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now