Las Cenizas De Emma© #3

By shipsinthesky

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La quemaron viva. Y se culpó de todo. La redujeron a cenizas. Y, una vez más, se halló cara a cara con la ú... More

Epígrafe
Sinopsis
LAS CENIZAS DE EMMA
1: Un dueto perfecto
2: 8 meses
3: 8 meses u 8 años
4: La estrella caída
5: Un 8 volcado
6: Delicia
7: Como está escrito
8: Pérdida
9: Vacío
10: Lugar seguro
11: Dos orgasmos
12: Lista de pros
13: Un amor infinito
14: 5 minutos
15: Renaciendo juntos
16: Papi feliz, papi óptimo
17: Niña y niño
18: Comprometida
19: Neptuno
20: Una verdad
21: Un diamante
22: Dotada de amor
23: ¡Que los cumplas feliz!
24: Favor de cumpleaños
25: 22 por siempre
26: 8 de septiembre
27: Un equipo
28: Trinidad
29: Luna de miel:
30: Ellos
31: Mentiras
32: Al estilo Oschner
33: Renuncia
34: Sorpresa
35: A su medida
36: Estela: la niña de los anillos
37: Verdes, blancos y rojos
38: La Estrella
39: Soluciones
40: 8 certezas
41: Selene
42: Un desastre
43: Colin Oschner & Emma Miller
44: Capricho
45: Sueños
46: Muñequitos de torta
47: Tres carreteras
48: La porción de Emma
49: Cómo empezaron
50: Niños de los anillos
51: En nombre del amor
52: El perchero
53: Miércoles por la noche
54: Cordialmente invitada
55: Regalos
56: El stripper
57: Momentos
58: El ritual
59: ¡Sorpresa!
60: Alegría
❀『Adelanto: Capítulo 61』❀
61: Víspera de la boda
❀『Víspera del final』❀
63: Sr. & Sra. Oschner
64: Por toda la constelación de Leo
☆*AMOR DEL BUENO*☆
☆~Feliz 8 de noviembre~☆
⋆.ೃ࿔*:・¡4to libro!⋆.ೃ࿔*:・

62: Contando los segundos

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By shipsinthesky

Los párpados de Emma se movieron, despertó, pero no abrió sus ojos.

La pared que dividía su sueño del mundo real se vino abajo cuando oyó las voces y los movimientos que provenían de cada rincón del piso de abajo. El equipo de su wedding planner ya se encontraba trabajando. Sonrió abriendo los ojos. Toda la habitación estaba iluminada porque anoche no había corrido las cortinas. Los rayos de Sol besaban sus pupilas. Volteó, viendo a la obra más sublime de Dios durmiendo a su lado. Sonrió más. No quería despertarlo. Colin se encontraba durmiendo boca arriba, tenía la colcha de florecitas tapándole de las caderas para abajo, estaba desnudo, igual que ella.

Rozó suavemente sus labios contra los de él.

Colin, con los ojos cerrados y el ceño fruncido, la sujetó de la nuca y le dio un enorme beso en la boca. Emma rio mientras él subía en ella entre besos y besos adormilados. Al final, la abrazó, escondiendo su rostro en el hombro de ella.

—¿Ya amaneció? —susurró—. ¿Ya puedo casarme con mi princesa?

Emma sonrió.

—Pero, amorcito, apenas son las 8 de la mañana.

—¿Las 8 de la mañana del 8 de octubre? ¿Es una broma? —levantó su cabeza, comprobando en el reloj electrónico de la mesita que efectivamente eran las 8 de la mañana. Miró a Emma, acariciándole el cabello con su mano derecha—. ¿Pusiste tu despertador en punto o algo así?

—Ah, ah —negó con la cabeza—. ¿Acaso no escuchas lo que está pasando en la casa? Están preparando nuestra pequeña boda. Me despertó el ruido, y sí, me despertó a las 8 de la mañana, eso solo puede significar una cosa.

—¿Que debemos hacerlo ahora?

Emma rio y acogió besos en su cuello. Le empujó la cabeza a Colin, riendo, provocando una guerra de besos melosos. La erección matutina de él rozó entre las piernas de ella. Emma paró de reír, cerrando sus ojos del placer de sentirlo duro contra ella. Colin levantó su barbilla, mirando a la cabecera de la cama, y, con los ojos cerrados, metió una mano bajo la colcha para masturbarse sobre el abdomen de ella. Se miraron a los ojos, en silencio, diciéndose mucho. Emma asentía con la cabeza como diciendo que entendía lo jodidamente satisfactorio que era el encuentro de sus cuerpos desnudos a primera hora. Lo besó mientras Colin eyaculaba fuertemente contra el vientre de ella y gemía dentro de la boca de ella.

Emma sintió el líquido esparcido sobre su piel, y, con el corazón agitado por la excitación, se detuvo a mirarlo a los ojos. Colin, respirando entre cortado, parecía que estaba listo para volver a dormir otra vez..., en cuanto dejase de jadear como un corredor.

—Creo que estamos agarrando una mala costumbre —dijo ella.

—No, no... —le besó y chupó el cuello sonoramente—. Lo siento... Yo... voy a bajar —suspiró de cansancio.

—No —lo detuvo.

—¿No quieres? —le dio un beso en la mejilla.

—No, solo quiero que me beses —contestó mientras recibía más besos por toda su cara, sonrió, sonrió mucho—. Te amo bien —recibió besos en su clavícula—, y ya no puedo esperar a pasar el resto de mi vida compartiendo aliento mañanero contigo.

—Puaj —paró sus besos, regresando a mirarla.

Emma rio.

—Llegó el día —dijo él.

Ella asintió. De pronto, sintió un puñado de nervios.

—Da igual... da igual si algo relacionado a la fiesta o a la misma ceremonia sale mal —declaró Emma, con la garganta seca—. Lo único que importa es que, para las 23:59 horas, tú y yo seamos felizmente esposito y esposita. El resto no importa —sus ojos se aseguraron. Colin asintió con la cabeza, escuchándola con atención—. Da igual si empieza a llover o si cae nieve en L.A. Da igual si se rompe mi vestido o si le pasa algo a tu traje. No importa. Seguirá siendo uno de los mejores días de nuestras vidas.

—Totalmente —la agarró de la cabeza y le dio un largo beso en la frente, ambos cerraron sus ojos—. Te amo bien. Mi nena linda.

—Estoy tan feliz —se miraron.

Él sonrió.

—Me encanta agobiarme contigo, pero más me encanta alegrarme contigo, corazón. Soy el hombre más feliz de la Tierra el día de hoy. Quién sabe la cantidad de hombres que también se casarán hoy o que se están casando ahora o que se casaron hace una hora, te juro que sigo siendo el más feliz entre todos.

Emma sonrió y le dio un besito en los labios, después, miró hacia arriba, hacia la gatita que se encontraba durmiendo junto a la cabeza de ambos. Su niña de los anillos. Colin sonrió, y tomó a Estela para ponerla cerca del hombro de Emma, ambos le dieron un beso al mismo tiempo, después rieron por la sincronización.

—Despierta, niña de los anillos —dijo Emma, acariciándole a Estela debajo de la mandíbula.

Estela tenía los ojos abiertos. Para su cerebro de gata, no pasaba nada raro ese día: el humano macho estaba desnudo junto a su humana hembra, ambos se estaban acicalando mutuamente. Nada raro. No era como si ambos humanos estaban a horas de unirse para siempre para pasar el resto de sus vidas acicalándose mutuamente.

—Será la gatita más linda de la noche —habló Colin como si hubiera más gatos invitados.

—Obviamente. Se tomará un montón de fotitos para el Instagram de su mami. —Mami. Colin se limitó a sonreír, acariciando a Estela—. ¿Te diste cuenta?

Colin la miró a los ojos.

—En unos años, le contaremos sobre este día a nuestros bebés. Me muero por contarles que su papi subió por una escalera de mantenimiento hasta mi cuarto. —Colin sonrió. Ella..., su nena, se escuchaba tan feliz hablando sobre bebés, sus bebés, que, Dios, deseó tanto que llegara el tiempo en que ella pudiese ser feliz cada vez que hablaran al respecto, sin pensar en lo que perdieron—. Y que dormimos abrazaditos —colocó su cabeza sobre el hombro de él, acurrucándose— la noche antes de nuestra pequeña boda.

—Emma.

—¿Hm? —levantó su cabeza para verlo.

—No les cuentes que te chupé el dedo del pie.

Emma se echó a reír, y, como si la pobre Estela no se encontrara acomodándose nuevamente, la empujó sin querer al subirse sobre el cuerpo de su hombre. Colin abrazó a Emma con todas sus fuerzas, sujetándola de la nuca con una mano. Emma lo rodeó del cuello, respirando contra la mejilla de él. Lo amaba bien, Dios, lo amaba con sabor a fresas y a helados Häagen-Dazs. Lo amaba con aroma a cítricos y a velas aromáticas de chocolate. Lo amaba con todas las formas y colores.

En ese momento, un puño llamó a la puerta.

—¿Emmy? —J.J. volvió a golpear.

Colin miró a Emma con unos ojos enormes.

—Eh, sí... —Emma miró la puerta. Tosió una vez para aclarar su voz—. ¿Sí, Jay?

—Te traemos el último desayuno, florecita —dijo su papá.

—Porque somos dramáticos —añadió Gael.

Solo estaban ellos tres.

—Eh...—Emma estaba aturdida.

En cambio, Colin se levantó rápidamente, recogió su ropa del suelo, y se metió al baño. Y Emma seguía aturdida. Eh... Sí. Debía comenzar vistiéndose, pero ¿su camisón? Ah, sí, lo había botado al suelo, en su guardarropa.

—¡Ya voy! —gritó, se metió corriendo al guardarropa.

Cielos. Qué manera de despertar.

Se puso el camisón y corrió a la puerta.

—¡Hola! —colocó su cabello detrás de sus orejas. Aplaudió una vez al dejarlos pasar, diciendo—: ¡Oh miren lo que trajeron los rayos del sol!

Los tres entraron. J.J. cargaba la bandeja.

—¿Te despertamos? —preguntó él—. Porque Bia nos prohibió que te despertáramos, nos dijo que no debemos molestar a la novia, que debes descansar, blablablá —bajó la bandeja sobre la cama.

—Eh... —Emma retrocedió hasta su cama, pasando su mirada por la puerta cerrada del baño—, desperté hace unos minutos. Estaba... hablando con Esteli —se sentó en el borde de la cama, mirando su desayuno especial. Tenía una nota que decía: Podrás cambiarte de apellido, pero el apellido Miller te seguirá hasta en la cerveza—. Vaya. Qué... lindo mensaje —rio.

—Gi te preparó las tostadas —señaló Gael. Había panqueques y tostadas francesas en la bandeja, con el sirope favorito de ella, y jugo de naranja recién exprimido.

—Se ven deliciosas —sonrió.

—¿Y el novio? —preguntó su papá—. ¿Ya hablaste con él? ¿Amaneció despierto o pudo dormir?

—Eh... —Emma agarró un tenedor y partió la tostada, es que se veía tan bien, lo suficientemente bien para restarle importancia al hecho de que el novio estaba encerrado en el baño—, no, no hablé con Cole.

Colin sonrió al escucharla, estaba pegado a la puerta, abrochándose el pantalón.

—No suele dormir hasta tarde, pero seguramente estará descansando. Tal vez sí se quedó dormido en la mañana, ya lo veremos cuando llame —habló mientras masticaba la deliciosa tostada—. Mmm... Gracias por el desayuno, chicos. Eh, a mí me despertó el ruido de abajo.

—Dave apareció súper temprano con todo su equipo —le contó J.J.—. Llevan como una hora armando cosas en el jardín. Bia está supervisando todo en silencio, así que no te preocupes por nada.

—No pensaba preocuparme —sonrió.

—Bueno —dijo Gael—. Te dejamos tranquila —empujó primeramente a su papá, quien no había dado señales de llanto, pero uno debe salir con paraguas cuando el cielo está nublado, solo por precaución.

—Sí. —Jake asintió. Tenía taquicardia. Quería agarrar a Emma y subirla a la máquina del tiempo DeLorean, y viajar a cuando todavía era una niña con los incisivos separados. En términos de padre luchón soltero: se estaba muriendo por dentro. Pero le había prometido a Bianca que no lloraría frente a Emma ni mucho menos se pondría a darle un discurso emotivo, no esa mañana—. Disfruta el jugo que exprimí con mis suaves manos.

—Por supuesto —rio.

—Nos vemos. —J.J. se sacó su gorra de béisbol negra como en una reverencia, y los tres se marcharon en fila.

Emma se levantó rápidamente para trancar su puerta.

—Cole —abrió el baño.

Colin se estaba peinado con un cepillo que encontró en el mueble del lavabo, volteó hacia ella sin dejar de peinarse.

—«Seguramente estará descansando». Hm. Mentirosa.

—Ah. ¿Preferías que les dijera que te estabas vistiendo en el baño?

—Preferiría quedarme contigo el resto del día —dejó el cepillo y se acercó a abrazarla—. Ahora dime cómo demonios me fugaré.

Emma, abrazándolo, clavó su barbilla en el pecho de él para verlo a los ojos. Se distrajo de nuevo, pero esta vez no con las tostadas, sino con la belleza de su amor. Con una mano, le acarició su mejilla, específicamente su barba. Colin estaba preocupado por su mala fuga, pero ella se preguntó:

—¿Te afeitarás?

—Eh, sí.

—Vaya, eso solo sucede en los grandes acontecimientos.

Sonrieron, y se dieron un piquito.

—Cole.

—Mi nena.

—Eres lo mejor que me ha pasado.

De pronto, los ojos de él se aguaron, tuvo que omitirse para no llorar. Fingió sacarle su nariz con sus dedos, lo guardó en su bolsillo y se apartó de ella. No era momento de llorar. Era momento de escapar, literalmente.

—Puedo decirle a Gael que te saque... —propuso Emma.

—Absolutamente no —salió del baño, caminando rápido, desesperado—. No quiero que nadie sepa que estuve aquí —se asomó ligeramente a la ventana. Joder. La escalera estaba tirada a un lado del jardín.

—Ja. ¿Bajarás por la ventana? Sí, claro, Oschner.

—¿Auch? —giró a verla.

—Me refiero a que es estúpido, Cole.

—No quiero que tu familia me vea, Emma —dijo seriamente. Emma suspiró, temía que se lastimara en el proceso de huida. Colin abrió la ventana, y, gracias a Neptuno, unos floristas aparcaron su camioncito frente a la casa—. ¡Pss! —trató de llamar la atención de unos hombres, quienes se encontraban bajando girasoles de la parte trasera del camioncito.

—¿Qué haces? —Emma se asomó—. Colin.

Un hombre miró hacia arriba, a la ventana.

Colin lo saludó con una mano, a continuación, señaló la escalera, le hizo una seña con la que le pedía arrimarla a la ventana. El hombre dudó. ¿Era buena idea hacerle caso al tipo raro de la ventana? Probablemente no. Sin embargo, agarró la escalera, mientras sus compañeros le preguntaban qué estaba haciendo, y la colocó junto a la ventana.

—¡Gracias! —musitó el raro de la ventana.

—Cole... —dijo la novia del raro.

—Te amo. —El raro besó a su novia, sujetándola de los brazos—. Ya quiero que sean las 6 de la tarde. También eres lo mejor que me ha pasado. Lo mejor y lo más hermoso. Y no puedo irme sin decirte que me lo chupas increíble. —Emma se sonrojó y Colin le dio un abrazo—. La pasé asombroso, y me encantas —regresó a mirarla—, me encanta cada centímetro de ti.

Los ojos de Emma se cubrieron con lágrimas.

—Amorcito —le dio un pequeño empujón—, no es hora de los votos.

—Claro, porque en mis votos escribí que me lo chupas increíble, y que tienes unas tetitas del tamaño correcto para mis manos —levantó sus manos. Emma rio, y lo abrazó otra vez, no quería dejarlo ir—. Esos son mis votos originales.

—Vete antes de que te meta en mi bolsillo.

—Claro —le tocó la punta de su nariz, y miró hacia la cama—. Hasta luego, hermosa niña de los anillos —trepó por la ventana y subió a la escalera, asegurándose de la estabilidad de esta—. Hasta luego, mi nena linda.

—Arrivederci —dijo Emma, con los ojos brillosos, agitando un pañuelo invisible.

Colin sonrió, y contestó:

—Arrivederci.

Y se dispuso a bajar lentamente, un peldaño a la vez. A decir verdad, el corazón le latía a toda máquina del miedo gracias a su nulo estado atlético. Miró hacia arriba cuando pisó el suelo. Emma le lanzó un beso, y cerró su ventana. Colin sonrió, y, cuando miró al frente, toda la familia de Emma lo estaba mirando por la ventana del comedor.

«Joder, Oschner. Joder».

Levantó una mano lentamente y los saludó.

De los dos comedores y la barra de la cocina, ¿los Miller habían decidido desayunar ahí ese día? Todos levantaron una mano y lo saludaron al mismo tiempo. Colin pudo ver cómo movían sus bocas, diciéndose cosas entre ellos de una forma completamente seria, quizás estaban impactados.

Dios mío, ¿por qué?

La cara de Colin se hizo fuego y salió corriendo del jardín como buena gallina que era.

Pidió un Uber a unas cuantas cuadras lejos de la vergüenza mundial que había pasado. En el camino, recibió un mensaje de Gael. Por Dios. No quería leerlo. Su rostro hirvió de nuevo mientras el conductor tarareaba felizmente una canción ochentera y movía sus pulgares con ritmo. Joder. Colin se imaginó cómo pateaba el asiento del hombre. Respiró. Se tomó del puente nasal, dándose cuenta que sus manos estaban temblando. Comenzó a sudar bajo sus brazos, y sintió una fuerte taquicardia al ver que le llegó otro mensaje de Gael. Se estaba desmoronando de vergüenza y ansiedad, pero, ah, no había sentido nada de eso cuando atragantó a la inocente novia con su pene.

Decidió hacerse hombre.

Leyó los mensajes.

Gael: Hola, Cole! Escucha, sobre lo que pasó... Bueno. Aquí todos estamos de acuerdo en no mencionarlo. Como si nunca hubiese pasado! No te preocupes. No es un día para pensar en otra cosa más que en la boda

Gael: Estoy demasiado emocionado

«Como si nunca hubiese pasado!».

Dios.

Tenía una estúpida inclinación a pasar vergüenza delante de los Miller, pero esa, sin dudas, era la más grande vergüenza de todas. Insuperable.

Colin: jajaja

¿En serio?

Colin: Yo no puedo explicar lo emocionado que estoy

Dios mío. Quítalo, quítalo. Bloqueó su celular y lo guardó en su bolsillo. ¿Jajaja? ¿En qué demonios estaba pensando? Suspiró. Muy bien. Solo lo habían visto escapar por la escalera de mantenimiento. Pudo haber sido peor. Pudo haber sido mil veces peor. Nop... no le salía ser optimista con eso.

Cuando subió a su piso, se encontró con un Eugene más o menos irritado frente a la puerta del departamento.

—Perro —le dijo Eugene—, ¿dónde demonios estabas?

Llevaba por lo menos media hora parado ahí, con su maleta de mano y un traje cubierto por una bolsa negra. Había decidido no regañarlo ni estirarle la cara cuando apareciera, pero...

—Te dije que llegaría puntualmente a las 8:30.

—¡Dios mío! —elevó sus brazos al techo, luego, colocó sus manos en su cabeza, mientras caminaba hacia él—. No te esfuerces en mandarme a la mierda por olvidar que estarías aquí a las 8:30, porque acabo de recibir todo el mal karma posible por eso y por todo lo malo que pude haber hecho alguna vez —se detuvo frente a la puerta y metió la llave en la cerradura—. Anoche se me ocurrió visitar a Emma...

—¿Es eso legal? —empujó su maleta dentro del departamento cuando entró detrás de Colin, a continuación, se dispusieron a quitarse los tenis al mismo tiempo.

—Probablemente no, porque, claramente, Dios se enojó porque no esperamos hasta el matrimonio, y, esta mañana, puso a toda la familia de Emma frente a una ventana mientras ¡yo! bajaba del cuarto de ella por una escalera de mantenimiento. Todos me vieron.

Eugene escupió en un intento por aguantarse la risa. Colin lo miró mal.

—Lo siento —se cubrió la boca—. Perro, te perdono por haberme olvidado. —A continuación, le apretó un hombro en un intento por sacarle la tensión—. Mira el lado positivo. Pasaste una buena noche con Emma.

—Te juro que eso ya no me importa. Gael me escribió para decirme que todos están de acuerdo en fingir que no me vieron bajar por una escalera con la inocencia de Emma dentro de una bolsa sobre mi hombro.

—Secuestraste su inocencia la noche antes de la boda. Vaya.

—Me quiero morir —cubrió sus ojos con sus manos, después, caminó alterado y se desparramó en el sofá.

—Colin —A Eugene dejó de parecerle divertido—, respira.

—Oh cállate —frunció el ceño.

—Hablo en serio. Hace poco implementé la respiración diafragmática en mi vida. Hagámoslo juntos.

—¿Desde cuándo? —enarcó una ceja, mirándolo.

—¡Desde que me diste la responsabilidad de discursear en tu boda!

—Sí... Necesitas respirar, perro.

Eugene bajó su traje sobre el sillón.

—Lo siento —dijo otra vez—. Estoy nervioso.

—No quiero minimizar tus emociones, pero no eres tú el que se casará esta tarde, no eres tú el que leerá unos votos de mierda frente a la mujer más perfecta del planeta.

—Pensé que estabas seguro de tus votos.

—Pues ya no.

—Cole —se sentó al lado—, estoy seguro de que tu Shakespeare interior salió a relucir en esos votos. Solo importa la opinión de Emma, y, joder, ella ama cualquier cosa que venga de ti. Y aajj... qué más da si te vieron los Miller... Como si ellos no fueran expertos en pasar pena. Solo... respira.

—Supongo... —hizo una pausa para respirar— supongo que pudo haber sido peor. No saben que dormimos juntos.

—Claro. —Eugene pensó que eso debía ser increíblemente obvio a ojos de los Miller, pero no pensaba decírselo al pobre perro. Le dio un golpecito de ánimo en la espalda—. Enfócate en lo único más importante.

Colin recostó su espalda en el sillón, y volvió a respirar, pero ahora con los ojos cerrados. Se dio cuenta de que necesitaba un momento a solas.

—Voy a bañarme —se puso de pie.

—Claro. Descansa si lo necesitas. No te preocupes por mí. Si me permites, dormiré en tu sofá, no descansé bien durante el viaje. —Eugene había tomado un autobús desde San Francisco. No sabía dormir en autobuses.

—Duerme —le dijo, y se marchó a su cuarto a meditar... literalmente.

Pues, después de darse un baño, se sentó en su cama con la espalda contra la almohada, y cerró sus ojos, practicando la respiración diafragmática por 40 minutos. 40 minutos que se sintieron 5, es que no notó el pasar de los minutos, pues se perdió en su cabeza, en sus ideas, en ella. Pero por Dios. Le fue imposible no nadar en flashbacks de la noche anterior. Suspiró de encanto. La vergüenza mundial que había pasado esa mañana se debilitaba al imaginarse siendo su esposo al final de la noche. Joder. ¿Y ahora se suponía que debía esperar hasta las 6 de la tarde? Está de más decir que moría porque llegara la hora. La ansiedad de la buena le consumía los sesos.

Más tarde, se dio cuenta de que no podía comer. Tenía la boca de su estómago atada en un nudo que cada vez se hacía más duro. No tenía apetito. Rechazó profundamente los fideos que Eugene había ordenado de un restaurante chino que poseía 5 estrellas de calificación que prometían mucho. Prefirió mantenerse en su recámara, pasando de sus votos a su traje, de su traje a su maleta perfectamente hecha para Italia. Se dio cuenta que estaba siendo demasiado toc. Colocó un cigarrillo en su boca, y abrió su encendedor, entonces, su celular sonó. Lo recogió de su cama. Era su mamá.

—Madre —dijo.

—Mi cielo, estoy en tu departamento.

Colin frunció el ceño.

—¿En serio? —miró la puerta.

—Sí, afuera.

—Ah, claro. —Colin dejó su cigarrillo sobre la mesita, y salió del cuarto. Eugene estaba en el sofá comiendo fideos con palillos. Colin terminó la llamada en ese momento—. Es mi mamá —le contó.

—Ah, mira. Qué bien —contestó.

Cole abrió la puerta y al otro lado halló a su madre. Theresa lucía un bello conjunto a la moda de pantalón ajustado y blusa fucsias. Colin pensó automáticamente en La pantera rosa, a continuación, se preguntó si debía estar emocionado por tener a su madre ahí. No lo estaba. Se sentía bajo un anestésico emocional. O tal vez todo lo contrario. Tal vez estaba sintiendo demasiado. Podría vomitar si tan solo tuviese algo en su estómago. La abrazó. Abrazó a su mamá antes de que ella pudiese siquiera saludarlo. Entonces, se puso a llorar, se puso a llorar de la misma manera en la que lloró un día antes de coronarse campeón de ajedrez. Theresa se sorprendió, lo abrazó también, mirando a Eugene por un momento. Sabía que Colin estaría nervioso, lo que nunca imaginó es que él desearía consolarse en sus brazos.

—Mi bebé... Mi cielo. —Theresa le acarició entre el cabello, mientras Colin mojaba la blusa con sus lágrimas.

—Eh —Eugene se puso de pie—, hola, Theresa. Creo que... terminaré mi almuerzo en la recámara para que puedan hablar.

—Te lo agradezco —contestó Theresa.

En ese momento, Colin reaccionó, se dio cuenta de que estaba llorando como un bebé. Se separó, haciéndose a un lado para que Theresa entrara.

—Lo siento —dijo, secándose con sus manos—. Yo. . .

—Cole —puso una mano sobre la mejilla de él, se miraron a los ojos—, serás un esposo maravilloso —la mirada de ella se aguó.

Colin hizo una mueca de no poder seguir aguantándose el llanto.

—La encontré —dijo.

—En el momento exacto —le sonrió.

—Tengo las emociones atascadas —le dio la espalda, caminando unos pasos, siguió secándose las lágrimas—. Me aprieta el pecho. Esto es demasiado bueno, y no lo quiero arruinar, madre, pero, al mismo tiempo, no puedo explicar lo benditamente feliz que me siento.

—Cariño —le apretó un hombro por detrás—, nada que tenga esta clase de amor de por medio se puede arruinar.

Colin siguió caminando para sacarse esa mano de encima. Decidió que no quería más contacto físico.

—El asunto es que ya lo arruiné en el pasado.

—No.

—Sí. Una gata con vestido amarillo no debería estar llevando nuestros anillos —se sentó en el borde del sofá. No se sentía nada bien. No se daba cuenta de su falta de glucosa mezclada con las mil y una emociones.

—Colin —se sentó a su lado—, eso nunca será tu culpa. Tú sabes perfectamente que el culpable de esa pérdida está tras las rejas. Colin Oschner —lo tomó de las manos con fuerza, obligándolo a que la mirara—, no permitas que el pasado arruine tu presente. Por favor, solo abre los ojos y date cuenta de todo lo hermoso que tienes aquí y ahora. Entiendo cuánto deseas que ese niño o esa niña esté aquí y ahora, pero, cariño, disfruta lo que sí tienes, una hermosa esposa, una gata con vestido amarillo, un amor único.

»Como madre, quisiera darte las respuestas, Colin, quisiera decirte porqué exactamente no tienes lo que quieres, pero esas son preguntas sin respuestas para ti, para mí, para todo ser humano. Pero de algo estoy segura, mi amor, y es que Dios no nos quita algo porque sí. Hay un plan perfecto para ti cocinándose ahora mismo. Te lo prometo, mi cielo. Te prometo que algún día mirarás atrás y ya no dolerá, sino que dirás «Ah, fue por esto...» o «Fue para esto...». Te lo prometo —se atrevió a acariciarle la mejilla otra vez.

—A veces... —se encontraba mirando un punto fijo, lejos de su madre—, a veces quisiera tener al menos 1% de la fuerza que ella tiene.

Theresa sonrió un poco.

—¿No te das cuenta? Exactamente por eso acabaste en el mismo rinconcito que ella. Dices que Emma es más fuerte que tú, bueno, pero tú tienes otras capacidades que ella no, y así, sucesivamente, de eso se trata las buenas relaciones, de encajar sus fortalezas como un puzzle hasta formar una imagen maravillosa. Anda, dime —le acarició el cabello como si fuese un niño—, ¿qué imagen forman ustedes cuando todas sus piezas encajan?

Colin la miró rápido, pensando.

—No lo sé.

—¿No?

—Una mezcla de mucho.

—Ajá.

—Girasoles creciendo en Neptuno. Una obra original de Van Gogh colgada en una cocina, cerca de un horno para pizzas. Una casita en Boston con árboles de fresas bañadas en choco. Häagen-Dazs en un tazón de desayuno. Gatos, miles de gatos flotando en el espacio —enarcó una ceja, imaginándolo. Theresa se echó a reír—. No somos normales. Somos raros por separado, y juntos somos los más raros.

Theresa sonrió.

—¿Mencionaste una casita en Boston?

—Ah...—No tenía pensado hablar con su madre con respecto a eso—. Harvard es nuestra primera opción, siempre.

—Entonces, Dios no tendrá otra opción más —rio—. Rezaré mucho, pero estoy casi segura de que se dará, has trabajado demasiado.

—¿Casi? —frunció su ceño.

—Confío profundamente en tu intelecto, cariño, pero a veces Dios tiene otros planes.

—Bueno. Reza entonces.

—Día y noche —le sonrió—. Ahora cuéntame cómo de preparado estás para dar el sí.

—Nací preparado para dar ese sí.

—Te creo. ¿Escribiste unos votos?

—Eh, sí. Es lo que me tiene nervioso.

—¿Qué? ¿Estás inseguro de lo que escribiste?

—Madre —suspiró seriamente—, te reto a buscar una palabra en el diccionario que se acomode al ser celestial con el que me voy a casar esta tarde. No existe palabra en el diccionario.

—Muy bien —rio—. Pero estoy segura de que esas pequeñas palabras que hallaste y uniste expresan al menos la mitad de lo que ese ser celestial significa para ti. Lo harás bien —le despeinó el cabello tal como solía hacerlo cuando era un niño. Y Colin se enojó... tal como solía enojarse cuando era un niño. Theresa rio—. Estoy orgullosa de ti. Ser tu madre es lo mejor que me ha pasado en la vida, ser tu madre y la de mis otros bebés. Es mi más grande logro como ser humano. Te lo prometo.

Colin dejó de peinarse con sus dedos, y la miró.

—Hiciste un buen trabajo. Te lo prometo.

Los ojos de Theresa se entristecieron.

—Nunca pedí una madre perfecta —añadió él.

—¿Puedo darte un abrazo?

—Sí puedes.

Se abrazaron, ahí, sentados.

—Perdóname. Por todo. —Theresa se lamentó ahora, por poco hasta las lágrimas—. Adoro a Emma. Perdóname si en el pasado dije cosas que no estaban bien. Tienes toda la razón. Es una mujer fuerte, y tiene toda mi admiración. Quiero que sean felices. Perdón, perdón por haberla juzgado así.

Colin cerró sus ojos, sintiendo el roce de cada palabra.

—Eso también está en el pasado, junto con todo.

—¡Adelante! —gritó la noviecita cuando llamaron a la puerta de su recámara. Tenía su brazo derecho arriba y una banda depilatoria en su axila.

Faith se quedó estática cuando abrió la puerta. Emma no solo tenía una banda en su axila derecha, también tenía un parchecito para el acné en su barbilla. Estaba usando un bra blanco de gimnasia y un short corto, su cabello estaba mojado. Sin dudas, esa no es la imagen romantizada de una novia preparándose para dar el sí.

—Pasa, pasa —le dijo.

Faith entró con su maletín negro de manicure y pedicure, porque Emma había decidido a última hora que quería casarse con las uñas arregladas por su otra mamá; literalmente, esas habían sido sus palabras, y Faith por poco se puso a llorar, se aguantó para no llamar la atención. Emma era su otra hija, definitivamente.

Lo siento, Gael, pero tu madre siempre había soñado con tener una hija. No podía decir que su gran sueño no se cumplió.

—Lo siento, es que tu hermano me pidió que le corte el cabello. Tan a último momento —le había hecho su peinado de siempre a Gael: un rapado a los costados. Cerró la puerta tras ella—. ¿Cómo te sientes, hermosa novia?

—¡Entusiasmada! —Emma se mordió el labio, dando un brinco con sus pies descalzos—. Ya que estás aquí, ¿podrías estirar con fuerza mi banda? —señaló su axila—. Yo estiré la otra y ahora tengo axilas disparejas.

—Oh, ¿quieres que te ayude a emparejarlas?

—No, está bien, seduciré a Cole con mi vello axilar —movió sus hombros en una tonta actuación seductora. Faith rio demasiado. Emma se acostó en su cama—. Ven. Estira sin miedo. El dolor es para débiles.

—Muy bien, señorita. —Faith se acercó, pero, antes de agacharse a estirar la banda, le dijo—: La niña de los anillos se está poniendo bella.

—¿La viste? —preguntó ilusionada.

Quizá la novia no había contratado a un servicio de belleza para ella, pero sí para su gatita sagrada. A Estela la estaban bañando en otro cuarto.

—Creo que escuché un secador cuando venía para acá.

—¡Le pondrán un listoncito amarillo en su cabeza! —contó feliz—. Les pedí que quedara como un pomponcito blanco. Dios. Me muero por verla.

—Muy bien. —Faith agarró el borde de la banda—. A la cuenta de 3.

—1..., 2...

—3.

Faith estiró la banda con fuerza, y Emma pegó un gritito al techo. Su vello salió por completo. Síp, unas axilas completamente disparejas. Emma se puso de pie frente al espejo del baño, con los brazos arriba. Le daba igual.

—¿En qué color quieres tus uñas? —preguntó Faith desde el cuarto.

—No tengo la menor idea. Estaba pensando en unas francesas.

—Me gusta.

Emma regresó al cuarto, frotándose sus dos axilas al mismo tiempo, en el momento en que el francés de la familia llamó a la puerta.

—Buenas. Entrega especial para noviecita. —Gillou entró al cuarto con un ramo de 8 girasoles y una caja transparente con fresas bañadas en chocolate. Emma se cubrió la boca—. Acaban de llegar. Tengo la vaga sospecha de que son de amorcito.

—Oh Dios —se sopló la cara con sus manos para secarse los lagrimales, a continuación, recibió los presentes entre sus brazos. Había una tarjeta en un sobre cerrado, por supuesto—. Voy a sentarme a devorar estas fresas —miró a cada uno. No podía reaccionar, su corazón latía a todo dar.

—Y yo no te detendré —contestó Gillou.

Emma fue hasta su cama, donde bajó sus obsequios, y se sentó con las piernas arriba para abrir el sobre. Las fresas brillaban dentro de la caja y el aroma de los girasoles perfumó toda la recámara.

❀❁❀❁❀❁❀✺❀❁❀❁❀

Contando los segundos para verte.

Pasé alrededor de 192.720 horas sin ti, y ahora no puedo imaginarme ni una hora más sin ser tuyo (frente a la ley y las personas, porque tuyo soy desde que nací). Un poco de fresas con choco para que recuerdes nuestra última cita en el Observatorio. Mi vida a tu lado es un picnic diario de pizza y espárragos.

Con todo el amor que puede caber en el pecho de un hombre, tu Cole.

P.D.: Te amo bien, te amo fuerte, te amo infinitamente.

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