Almas de cristal

Oleh leezluntz

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Cualquier acto atroz te condena a la destrucción, y enamorarse puede ser letal. Conoce el mundo donde mueren... Lebih Banyak

|| Sinopsis y mundo
|| Guía de personajes + Nota de autora
Primera parte
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Segunda parte
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Extra
Tercera parte
Treinta y nueve
Cuarenta
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cuatro
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Cuarenta y nueve
Cincuenta
Epílogo
Nota de autora
Extra II
Extra III
¡Especial 100k! (Pt. 1)
Especial 100k (Pt. 2)
Especial 100k (Pt. 3)
Especial 100k (Pt. 4)
Especial 100k (Pt. FINAL)
Especial de San Valentín 2024

Cuarenta y uno

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Oleh leezluntz

A pleno vuelo en dirección al norte, Elyon y Vega avistaron una nave en medio del océano que por su diseño, solo podía ser de Wækas, por lo que ordenaron aterrizar sobre la proa a sus aves.

No obstante, al apenas llegar, ambos guardianes fueron apuntados por largas armas de fuego que desconocían, mientras Andrómeda intentaba bajarse de la garza a prisa, tratando de pedir que se detuvieran.

—Capitán, unos intrusos han abordado la nave.

—¡Que no somos intrusos! Puedes preguntárselo a tu rey —se quejó Vega, antes de que se diera cuenta junto con Elyon de que el capitán al que llamaron, no era el que solían conocer con ese cargo.

En su lugar, estaba Rygel de Wækas, que primero, con curiosidad, miró las aves, tratando de entender la situación, y luego al ver a los guardianes de Wölcenn —y en especial, a Elyon—, se le escapó un bufido de frustración.

—No puede ser, ¿¡tú otra vez!?

—¡Rygel!

El rubio enmudeció al recibir apenas a tiempo a la bruja en sus brazos, y no pudo evitar estrecharla con la fuerza que la había extrañado.

—¡Andy!, ¿me juras que estás bien? —inquirió, agachándose un poco a ella, que asintió segura, y luego, volvió a mirar hacia los guardianes, conteniendo apenas una mueca por el desagrado que le producía la sola idea de agradecerles.

Alzó su mano hacia sus hombres, ordenándoles que dejaran de apuntar a los forasteros.

—No son intrusos, son nuestros aliados —declaró casi con odio, mientras se aproximaba a ellos—. Me alegra que hayan podido llevar a cabo la misión que mi rey les ha encomendado...

—Agradezco también la oportunidad de permitirnos volver a unir nuestras naciones. Si no es molestia, puedo seguir ayudando a la misión —pidió Vega con firmeza, y solo recordando el enfrentamiento que ella tuvo con Marseus, Rygel pensó que era lo bastante fuerte para ir al frente.

—En dirección al sureste encontrará la flota de Wækas, en donde se encuentra mi rey y el suyo.

—¿Puedo ir contigo? —pidió Andrómeda, regresando hacia Vega. Aunque no le entusiasmaba la idea de ponerse en peligro, el estar cerca de Marseus le ofrecía cierta seguridad.

—¿Esta nave no se encuentra con la flota? —preguntó Elyon, curioso de que estuvieran tan alejados del resto, mas, Rygel negó.

—Mi posición actual es como explorador en vanguardia, en caso de que nuestros enemigos decidan tomar otro camino. Por ahora, es la posición más segura.

—Olvídalo, me quedo aquí... —murmuró Andrómeda, dando vuelta de regreso con Rygel.

—Está bien, iré al frente —decidió Vega—. Ely, quédate como apoyo.

Bastó una mirada entre los dos guardianes rivales para que se diera cuenta de que quizás, aquella no era su mejor idea. No obstante, Elyon esbozó una sonrisa más decidida.

—Está bien. Buena suerte, Vega.

Rygel gruñó apenitas, cosa que Elyon no dejó pasar mientras despedía a su compañera.

—Si estás aquí con vida, es únicamente por orden de Marseus, pero en lo que a mí respecta, los odio todos ustedes, y en especial, a ti y a tu rey —espetó el guardián rubio, y antes de que pudiera responderle, este volvió junto a Andrómeda.

Elyon suspiró, consciente de que todavía no se había disculpado por su error, y que no iba a ser tan fácil volver a ganar la confianza de sus aliados, pero daría su mejor esfuerzo en que creyeran de nuevo en él y su reino.

—¿Te trataron bien en todo el camino? —preguntó en un murmullo a la bruja, sin dejar de mirar en forma despectiva al guardián de Wölcenn.

Andrómeda rio.

—¡Claro que sí!, ¿por qué te preocupas tanto?

—Eres mi nassein, por supuesto que debo preocuparme —respondió el chico de manera firme, pero Andrómeda se separó, un poco sorprendida—. ¿Qué? ¿Acaso no soy nassein para ti? —inquirió, ofendido.

—Eh... —La bruja miró hacia sus lados, esperando algún tipo de salvación—. Bueno, Rygel, somos amigos y la mayor parte del tiempo me agradas, pero nassein-nassein, pues...

—¡Qué malagradecida eres! Y yo que te cuidé desde que llegaste a la isla...

—¡Tampoco es que necesitara mucho cuidado!, no exageres —bufó Andrómeda, y se acercó un poco más al guardián, mirando de soslayo a Elyon—. Ey, no vayas a ser muy pesado tampoco, creo que está atravesando una ruptura...

Confundido, Rygel miró también a Elyon, y antes de ser atrapado por este, se regresó muy rápido hacia su compañera.

—¿Y eso a mí qué?

Andrómeda bufó, al tiempo en que giraba los ojos. Sabía que pedirle empatía sería demasiado.

—No es de sorprender que vayas a morir solo...

—¿¡Disculpa!? —vociferó el rubio ofendido, y dejó escapar una risa áspera—. No me interesa nadie en este momento, y puedo ser muy encantador si quiero. ¿Lo sabías?

—¿Con quién? ¿Con las algas marinas? —La bruja se cruzó de brazos, y decidió que era mejor no seguir aquella discusión—. Olvídalo. Voy a quedarme en la cabina principal, por si acaso.

—Como sea...

***

A pesar del sol sobre su cabello, la brisa marina dejaba una extraña sensación en Lyn que se asemejaba más a un escalofrío.

No se había movido de la proa desde que la flota partió de Isla Balnic, y no dejaba de mirar al horizonte con incertidumbre, pero ningún pensamiento en su mente terminaba de formularse por completo.

—¿Estás nervioso? —Escuchó a Marseus detrás de él. Por lo cercana que ya sentía su voz, no tuvo la necesidad de voltear, y le agradó tener su compañía.

—Sí, pero no por lo que sucederá... —Intentó explicar, aún pensativo—. Más bien por todo lo que ha cambiado para mí.

Se percató entonces que era debido a ello la sensación tan rara que lo apesadumbraba. El mar y la brisa no le habían sido familiares nunca. Mucho menos el sonido de sus pasos contra la madera, y nada de lo que estaría por hacer.

No era el mismo desde el momento en que su hermana traicionó su nación y lo dejó a la deriva, y se tuvo que acostumbrar a cosas que todavía le resultaban desconocidas.

—Lo siento —se excusó, tras un largo silencio—. Ya estás acostumbrado a todo esto, no creo que lo entiendas...

—Pero sí lo entiendo —declaró Marseus al instante, con absoluta seguridad, antes de mirarlo—. Llegaste tú.

Lyn apretó los labios al tiempo en que bajaba la cabeza un poquito, pero no podía negar lo mucho que le emocionaba escucharlo.

Aquello le hizo recordar que aún le debía una respuesta.

—¡Lo pensé bien y...! —Alzó la voz, pero poco a poco esta se le fue bajando cuando obtuvo la atención del capitán, y empezaba a avergonzarle lo que diría, pero ya no podía retroceder—. Si todo sale bien, me gustaría que lo intentemos...

Siguió mirándolo, a pesar de haberlo dicho casi en un murmullo, y sentía encogerse con cada palabra, pero juró que jamás olvidaría la sonrisa en el rostro del capitán al entender a lo que se refería, y que sin perder más tiempo, se acercó a tomarlo de la cintura.

Rápidamente, Lyn colocó sus manos en frente de él, impidiendo el beso, y de manera inevitable, empezó a temblar.

—¡Solo si sale todo bien! —aclaró, en señal de que todavía debían esperar un poco, y Marseus enarcó una ceja, extrañado—. Es que podría dar mala suerte...

El capitán tenía la percepción de que la gente de Wækas podía ser muy susceptible a las supersticiones, pero era la primera vez en toda su vida que oía algo así.

No obstante, no iba a obligarlo, por lo que respiró profundo, y lo soltó, a pesar de que aún se mostraba un poco descontento.

—Que sepas que esta es la última vez que te me escapas... —advirtió con un murmullo grave que sin duda, estremeció al rey.

—No pretendo volver a escapar, capitán —respondió, con una pequeña sonrisa que le encantó a Marseus, por lo que no aguantó más el deseo de, por lo menos, besar su mejilla.

—No sabes lo feliz que me estás haciendo. No dejaré que te arrepientas nunca, ¿me oíste, Rojito? —dijo mientras elevaba el mentón de Lyn con su mano, dándose cuenta del instantáneo efecto que tenía sobre él al verlo ruborizarse. Le gustaba llamarlo «Rojito», porque era justo así como se ponía cada vez que pronunciaba el apodo.

Lyn se odió por haber dicho aquello de la mala suerte, porque más que nunca quiso besarlo, pero se obligó a mantenerse quieto, con el estómago cosquilleándole de la emoción. Ya habían esperado mucho, podrían aguantar un poquito más.

—Te prometo lo mismo.

***

La guerra no solo había sido declarada, sino que estaba a punto de suceder.

Ahree había sido informado de que la flota enemiga fue divisada en el mar septentrional, y se dirigía a la Región Boreal, con una intención segura de ataque.

Una segunda invasión sería provocada, con la diferencia de que había sido advertido de ello, y que tenía aún tiempo de actuar, o eso pensaba.

En el salón donde discutía la situación con sus soldados y los mirshah, no tardó en llegar Cælum sin dirigirle la mirada, y con un aire muy apático, tomó su lugar en la reunión.

Tal vez, por primera vez, parecía que de verdad podrían actuar como si apenas conocieran al otro, y que sus ideales no podían ser más opuestos. Solo que la reputación de Cælum se veía manchada desde su último enfrentamiento, y la guerra era una oportunidad para que se volviera el héroe de la nación una vez más.

—No pudieron lograrlo en la Región Austral, y ahora intentarán un ataque hacia el castillo —supuso al estar al tanto de todas las novedades—. Será peor para ellos... —murmuró, sonriendo para sí mismo.

Aunque por dentro quería morirse, aquella oportunidad era más que suficiente para apagar todos sus pensamientos más autodestructivos, y quién podría saberlo, quizás, y al fin moriría en batalla. Ya no tenía que importarle lo que pudiera sucederle.

—Permitamos que avancen si en verdad se atreven. Es tiempo de sobra para prepararnos, y al final, no podrán cruzar más allá de la fortaleza —decidió, como si no hubiera lugar a otra opinión.

Era el innegable héroe de Gewër, el que mucha gente anhelaba más como rey. El que tenía verdadero conocimiento militar, y por ende, toda la fuerza del reino lo obedecía.

Ahree sabía que Cælum jamás lo traicionaría, ni nada parecido, pero empezó a cuestionar todo el poder que tenía, y debía dejar claro pronto que quien daba las órdenes, era él.

—Mantenerse a la espera es una posición muy cobarde, y no permitiré que vuelvan a pisar nuestro reino. Prepararemos las naves lo más pronto para responder antes de que lleguen.

Cælum perdió el habla por un instante, y buscaba las palabras para explicarle que era muy peligroso hacer eso, y cuando Ahree regresó a mirarlo, fue de manera fría y demandante, como un rey que le ordenaba acatar su orden.

Ansió tanto decirle que si en verdad le preocupaba el reino, no era el momento de ponerse en su contra, pero como guardián, no tenía otra opción más que asentir.

—Majestad, podemos preparar una división de nuestra flota de galeazas, hasta terminar de preparar las naves más grandes —respondió, resignado a fingir que no era más que su subordinado, y si lo pensaba mejor, era la única relación que les quedaba.

Podía notar que para Ahree tampoco resultaba tan fácil todo aquello por la mirada de dolor que le dio, pero fue tan rápida, que supo que él sería el primero en sobreponerse de los dos.

El rey pensó en su propuesta, y asintió, sin deseos de discutirlo por más tiempo.

—Estarás a cargo de la segunda división entonces —declaró, a punto de levantarse de su lugar, y al instante, Cælum le siguió.

—¿Quién estará al mando de la primera división entonces? Deberá resistir todo el tiempo posible...

—Yo lo haré. No será difícil para nosotros.

Más que nunca, Cælum deseó detenerlo, pero nuevamente, Ahree estaba dispuesto a caminar hacia su muerte, y para él, era inalcanzable.

Solo podía resignarse a terminar de perderlo.

—Cælum —Lo escuchó llamarlo, y fue más que suficiente para sacarlo de sus pensamientos más oscuros, demostrándole una vez más lo mucho que lo necesitaba—, 'zan ta-iyi...

Ahree recordó las palabras de Dara, y a pesar de que había escuchado la expresión antes, todavía no se sentía del todo familiarizado con ella. Quizás, porque la suerte muy rara vez lo había favorecido.

Cælum tampoco sentía afinidad alguna con la expresión, pero lo aceptó solo por quien la pronunciaba. Con odio, se levantó de su lugar para cumplir con la orden de su rey, pues más que nunca, el tiempo jugaba en su contra.

***

Ocultas tras los muros del palacio, Galathéia y Zéphyrine miraron la numerosa armada de Gewër prepararse para la batalla.

La sensación de temor las inundaba a ambas, y como una necesidad, entrelazaron un poquito sus dedos para sentir la calma que necesitaban, aunque sea por un instante.

No obstante, en Galathéia permanecía la idea de haber fallado, y la prisa de una decisión que todavía no había tomado. No quería abandonar su reino y a sus compañeros, pero tampoco quería dejar atrás a Zéphyrine para siempre.

Odiaba la idea de tener que escoger un bando, pero al fin se daba cuenta de que no había posibilidad de mantenerse neutral al ocupar un lugar en el tablero del juego de los tres reyes.

Jadeó sorprendida cuando Zéphyrine la tomó de los hombros para voltearla frente a ella.

—Tienes que irte ahora mismo —ordenó, despejando todas sus dudas sobre qué elección debía tomar.

Incluso si quería refutar la decisión, la mirada de la bruja era suficiente para entender que no estaba en discusión.

—No tengo un ave para irme... —murmuró muy bajo. Le había prometido a Elyon que encontraría la manera de regresar con él y Vega, pero aquello no figuró en su plan nunca.

Zéphyrine la soltó, molesta, y en silencio, trató de pensar lo más pronto posible en algo. Sabía que Cælum no dudaría en tomarla como rehén para favorecer a su reino.

—¿Qué hay de las embarcaciones...? —Escuchó a Galathéia con la voz temblorosa.

—Esa es una idea terrible —respondió al instante.

—¿Se te ocurre algo más?

Con un suspiro, la bruja tuvo que aceptar que era la única opción existente, aunque era demasiado arriesgado.

No dijo más, pero la acompañó a buscar las galeras en la costa de la ciudad de Yfat, permaneciendo muy pensativa. En cuanto llegó al pie del mar, lo observó con una preocupación que Galathéia en cambio, pasaba por alto.

Le pareció irónico, puesto que a ella en cambio, no le sucedería nada si caía al océano, y no era solo la vida de la guardiana la que le preocupaba. No debía conocer gran cosa sobre estrategias militares como para darse cuenta de que la mayor ventaja la tenía el enemigo, y que estaban persiguiendo una muerte segura.

Galathéia, en cambio, se detuvo a un paso antes de subir a la embarcación, y regresó a mirar a Zéphyrine un poco insistente, aunque no se atrevía a hacer más para llamar su atención.

Quizás, era porque aún su relación seguía sin definirse, y aquel momento podía ser el final de todo.

Ya había pensado en todas las salidas y opciones, pero no sabía qué opinaría Zéphyrine de ello, y justo cuando abrió la boca para intentar formular su pregunta, la bruja volvió a tomarla del brazo.

—Apresúrate ahora, que si nos descubren, estaremos en problemas. —La llevó casi a rastras a bordo de la embarcación aún vacía, y buscaron la zona de bodegas para ocultarse rápido en esta—. Si te ocultas entre estos sacos, nadie se dará cuenta de ti, si son más grandes que tú...

Galathéia se cruzó de brazos, y al acercarse a los sacos de pólvora y sentarse, se dio cuenta de que sí eran más altos que ella y alcanzaban a cubrirla.

Resopló molesta, pero elevó la mirada hacia la bruja.

—Supongo que aquí nos despedimos...

—¿Qué? ¡Ya quisieras que te deje aquí sola! —exclamó ella, moviendo un saco a empujones para tomar su lugar y sentarse al lado de la guardiana—. No voy a dejarte hasta estar segura de que estarás a salvo, Galathéia...

Aunque al principio la guardiana sintió alivio por su respuesta, y no pudo evitar sentir un cosquilleo en su interior y sus mejillas calentarse, trató de reaccionar rápido, y negar con la cabeza.

—Ni hablar, si llega a suceder algo, no creo que Lyn o el Rey Marseus duden en atraparte...

—Vega dijo que no dieron la orden de aprisionarme...

—¡Estamos en guerra, Zéphy!

—¡Eso lo sé!, por eso debo protegerte, ¡y créeme! Nos puedo proteger a las dos —afirmó con enojo, aunque poco a poco su expresión se suavizó, denotando aflicción—. Por favor, solo quiero mantenerte a salvo...

En silencio, Galathéia tuvo que aceptar que no conseguiría alejarla, y en cierta manera, era lo que quería. Quiso aprovechar la cercanía para mirarla a los ojos, y tímida, buscó sus manos para tomarlas.

—Cuando todo esto termine... —murmuró, sin querer pensar en el resultado de aquel final, pero esperaba que fuera uno favorecedor para su situación—, dejaré la Primera Guardia, y volveré a Gewër, lo prometo. Te buscaré, y estaremos juntas...

Zéphyrine sintió congelarse, y muy incómoda, no sabía hacia dónde mirar, pero sabía que tenía que detener a Galathéia de su ensueño en ese instante. Empezó a culparse una y otra vez, y retiró sus manos lentamente de las de la guardiana.

—Ah, detente allí, por favor —pidió, y se dio cuenta de que por más que lo pensaba, no había una manera de endulzar lo que diría, y que de cualquier forma, acabaría hiriéndose a sí misma—, Ey, no tienes que sentirte responsable por lo que yo siento. No tienes que hacer nada de eso por mí, es más, no voy a dejarte hacerlo... —dijo muy bajo, todavía sintiendo la culpa consumirla—. ¡Sé que no debí aceptar que me besaras!, pero en ese momento no pude negarme, y... de todos modos para ti no debió ser tan importante...

Galathéia no supo cómo responder a ello, más por la manera en que sintió punzar dentro de sí misma. Se dio cuenta de que sus ojos empezaban a lagrimear, y trató de contenerse.

—No me mires así, por favor... —murmuró la bruja, bajando la mirada para evitarla—. No sabes lo feliz que me haría saber que realmente alguna vez hubo algo entre las dos, pero sé que no es así —aseguró, a pesar de cómo le temblaba la voz—. Jamás seré suficiente para ti, no soy Elyon, y... de hecho, en lo que lo vuelvas a ver, deberías pedirle que regresen. Él siempre te ha amado, probablemente más que yo, y no va a negarse. Seguirán juntos en Wölcenn y serás muy feliz... ¿En serio estás llorando? —Se detuvo, al darse cuenta de los sollozos de Galathéia, quien enseguida cubrió su boca con sus manos para tratar de hacer el menor ruido posible, y limpió su rostro.

Retrocedió para alejarse de la bruja, y la evadió, incapaz de enfrentar el rechazo, o de poder decirle lo equivocada que estaba.

Zéphyrine suspiró triste, y también se alejó.

—Es lo mejor, me lo agradecerás después...

Después de todo, estaba más segura de que Elyon tenía razón, y solo destruía lo que estaba a su alcance.

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