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Yoriichi x Muzan
besto shipp
Cap: Confuso
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Desde que sus orbes multicolor se fijaron en ese par de esmeraldas, algo en su corazón se removió, algo totalmente diferente a lo que sintió con aquella mariposa de ojos amatista. Douma suspiró tontamente mientras recordaba cada facción en aquel rostro en el cual se mostraban aún alguna que otra mancha amarillenta de los moratones que cubrían su rostro.
Desde aquella cena navideña en el Hospital al cual su amigo le había invitado, no podía parar de imaginar y soñar a esa bella mujer.
No sabía si era su hermoso rostro, su lindos ojos, su dulce voz o su tersa piel, pero cada vez que cerraba sus ojos la imagen clara de ella sonriendole le hacía latir el corazón.
Había tratado de visitarla pero cuando se dirigía a donde ella, siempre había algo que lo detenía, sobre todo de su trabajo.
En parte estaba feliz, pues sus trabajos como escultor de hielo habían llamado la atención de muchos clientes que adquirían sus obras para adornar algún evento o reunión, y todo eso se lo debía a su amigo, Tanjirou.
Mejor dicho, al padre de éste...
Aunque una parte de él sentía que había hecho un trato con el diablo.
El recuerdo de aquella reunión que tuvo con el padre de su amigo lo hacía temblar de miedo.
Si bien los beneficios que obtuvo eran buenos para él, sabía que tarde o temprano había algo que Muzan pediría a cambio por haberlo recomendado con sus amistades.
Sólo esperaba que no fuese nada malo.
Sacudió la cabeza tratando de disipar esas ideas de su mente.
Justo ahora se dirigía a la cafetería-panadería de su amigo.
El pelirrojo le había comentado que le ofreció trabajo y vivienda a la joven que aquel rubio de mechas rojas había salvado, y ahora se dirigía aquel sitio con un ramo de rosas rosas, esperando que le gustara a la mujer que acaparaba gran parte de su mente día y noche, y que había servido de inspiración para sus esculturas.
Caminó a paso tranquilo por la acera, sonriendo y saludando encantador a cada persona que se cruzaba.
Con cada paso que daba, sentía una sensación algo molesta en su estómago, y no sabía como describirla. Trató de pensar positivamente, quizás eran los nervios por volver a ver a esa ojiesmeralda, y además, quizás se anime a pedirle una cita.
A pocos metros vislumbró la fachada del negocio, sonrió acelerando el paso, ansioso por verla a ella.
De nuevo esa sensación molesta en su estómago. Estando justo frente a la entrada, vio a su amigo parado.
Sonrió y se acercó a él para saludarlo.
"Tanjirou." palmeó el hombro del menor, pero el pelirrojo ni siquiera se inmutó, lo ignoró completamente.
Douma arqueó una ceja, el menor frente a él estaba de pie, obstruyendo el paso y parecía no afectarle, simplemente estaba ahí, con su mirada clavada hacia dentro del local.
Curioso se acercó hasta el joven, siguiendo con la mirada lo que tenía en ese estado a su amigo.
Dentro del local, una mujer de cabellos negruzcos y orbes esmeralda besaba con emoción reflejada en su rostro a un atractivo y joven médico de peculiar cabello rubio con mechas rojas, el cual no hacía esfuerzo alguno por alejar a la descarada mujer que seguía prendida de sus labios.
Douma sintió como si algo atravesara su pecho y eso mismo tomara su corazón hasta arrancarlo.
Dolía tanto que unas finas lágrimas rodaron por sus pálidas mejillas hasta perderse en su cuello.
Desvió su mirada hacia el joven a su lado, quien mantenía su roja mirada al frente, viendo aquella escena mientras apretaba fuertemente sus puños, y trataba inútilmente de no romper a llorar ahí mismo.
Miró por última vez al par dentro para luego volver a tomar del hombro al menor, quien ahora si notó su presencia. Kamado miró con sorpresa al rubio platinado, quien le dedicaba una sonrisa triste mientras pasaba por sus mejillas un paño de seda.
Douma miró su mano, la cuál sostenía aquel ramo que con felicidad e ilusión compró. Quizás era una falta de respeto darlo a alguien a quien a principio no iba dirigido, pero las flores tampoco tenían la culpa.
Levantó su mirada y alzó el ramo, ofreciéndolo al joven que le veía entre curioso y triste.
"Nos vamos, te invito a comer. Conozco un buen lugar." habló como si nada, como si hace unos momentos no les hubiese roto el corazón.
Tanjirou sonrió con tristeza antes de aceptar el hermoso ramo, acercando su nariz para aspirar el dulce aroma de las rosas que por un momento lo calmaron. Vio al mayor ofrecerle su brazo y él con gusto lo aceptó.
Ambos caminaron rumbo aquel restaurante, sin notar al par dentro del local, quienes miraban a los dos alejarse.
Kamado lanzó un par de camisas y pantalones a la cama, extendiendolos para ver cuál de ellos se pondría hoy para ver a Kyojuoru.
Ayer que llegó a casa después de estar con Akaza, su hermana lo abordó en su habitación y habló con él.
La ojirosa le había comentado sobre lo que habló con el rubio y como éste estaba deprimido por el distanciamiento que mostraba con él.
Ella preguntó si había pasado algo para que se comportara así con el médico, y aunque al principio negó que hubiese un problema, la mirada incrédula de su hermana y el suspiro exasperado que salió de ella le hizo reconsiderar.
Le contó lo sucedido con el rubio y su nueva inquilina, aquella joven madre que hace meses se debatía entre la vida y la muerte.
Lo ojirosa escuchó paciente a su hermano, mientras éste dejaba salir sus frustraciones y sus miedos.
Kamado le había dicho que desde entonces no hablaba con el ojidorado y se sentía mal, pues se estaba comportando como un crío y se había molestado por algo que no debía, pues entre el rubio y él no había nada más que una amistad.
Nezuko lo alentó a hablar con Rengoku, y dejar las cosas claras.
Así que haciendo caso a su consejo, después de varios meses, le envió un mensaje para encontrarse en su cafetería e ir a algún lugar para hablar tranquilamente.
Por eso ahora mismo, buscaba la ropa adecuada para vestir, y no era como si quisiese impresionar al rubio, es sólo que le gustaba vestir bien, sólo eso. Después de 1 hora de estar cambiandose, por fin se decidió por un outfit, era algo sencillo pero no tan casual.
Miró su reloj, en 1 hora debía estar en la cafetería y de antemano avisó a su hermano, Tsukihiko para que relevara en lo que atendía su asunto.
Tomó su celular y las llaves de su casa para luego salir y dirigirse a su cafetería. Aunque tenía auto, siempre le era mejor caminar.
Mientras se dirigía a su destino, repasó en su mente lo que diría al rubio, pues aún se sentía confundido por su actuar. Pensaba en porque le afectó tanto ver como le regalaba ese ramo de rosas a Kotoha, o como ésta lo abrazaba tan confianzuda.
Se supone que sólo son amigos, se conocieron cuando un joven 15 años acudió a su casa acompañado de sus padres, a una reunión familiar a la cual fueron invitados. Él con 10 años le fue fácil entablar amistad con el adolescente rubio, quien no paraba de reír con las ocurrencias del niño pelirrojo que corría a su alrededor mientras canturreaba su nombre.
Dejó de lado sus recuerdos cuando divisó su cafetería, se apresuró para llegar y revisar que su hermano tuviera todo en orden. Se detuvo frente a la puerta cristalina de su local, tomó la manija para empujarla y abrir cuando sus mirada carmín se posó en el par dentro de la cafetería.
Fue triste para él ver como Rengoku y Kotoha compartían un beso.
Su corazón dolía y aunque trataba de recordarse que sólo eran amigos y que nada de esto debía importarle, no podía evitar sentir dolor en su corazón. Trató de retener las lágrimas, incluso se mordió el labio para no dejar salir un grito.
No notó a la otra persona que se posó a su lado, y que al igual que él veía la escena con tristeza.
Un toque en su hombro le hizo girarse, encontrando un par de orbes multicolor mirarlo, mientras le dedicaba una sonrisa igual de dolida y limpiaba con suavidad el rastro de lágrimas con un paño de seda.
Sonrió agradecido para luego mirar confundido el ramo de rosas que se le fue extendido en su dirección.
"Nos vamos, te invito a comer. Conozco un buen lugar." habló como si nada el rubio platinado, como si hace unos momentos no les hubiesen roto el corazón.
Tanjirou sonrió con tristeza antes de aceptar el hermoso ramo de rosas, acercó su nariz y aspiró el dulce aroma de estas. Vio al mayor ofrecerle su brazo y él con gusto lo aceptó. Caminó junto a él rumbo aquel restaurante, sin prestar atención a un rubio y una ojiesmeralda que los veían irse.
Por alguna razón, Kotoha sonrio tristeza al ver al escultor del brazo con Kamado.