Almas de cristal

By leezluntz

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Cualquier acto atroz te condena a la destrucción, y enamorarse puede ser letal. Conoce el mundo donde mueren... More

|| Sinopsis y mundo
|| Guía de personajes + Nota de autora
Primera parte
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Segunda parte
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Extra
Tercera parte
Treinta y nueve
Cuarenta
Cuarenta y uno
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cuatro
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Cuarenta y nueve
Cincuenta
Epílogo
Nota de autora
Extra II
Extra III
¡Especial 100k! (Pt. 1)
Especial 100k (Pt. 2)
Especial 100k (Pt. 3)
Especial 100k (Pt. 4)
Especial 100k (Pt. FINAL)
Especial de San Valentín 2024

Veintiséis

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By leezluntz

El salón en el que la tripulación de Wækas se encontraban encerrados contaba con salida a una terraza en la que Wayra tomaba aire fresco, e intentaba evadir a sus compañeros aunque sea por un instante. Exceptuando a algunos, podría jurar que la tortura del Rey de Wölcenn consistía en hacerle convivir con ellos más tiempo del que acostumbraba.

Escuchó a Nashi carraspear para llamar su atención, y volteó a él.

—Lo siento, ¿querías estar a solas? —preguntó el castaño con un poco de vergüenza, y le pareció gracioso porque si fuera Marseus, ni le pediría permiso, y no sería ni la mitad de educado que estaba siendo.

—Descuida, no escapaba de ti, precisamente —rio, aceptando su compañía.

—Solo quería agradecerte por llevar el mando mientras tanto y evitar que el resto se maten entre ellos —confesó, mirando también el paisaje de la isla, y ansiando poder salir—. Sé que no quieres hacer nada de esto, y que no debe ser fácil... ¡Marseus lo hace ver fácil! —soltó como un reclamo lleno de frustración, que hizo reír a su compañero.

—Diría que no es nada, pero en cuanto salgamos de esta, Marseus me las va a tener que pagar por hacer su trabajo —suspiró.

No lo notó en ese instante, pero Nashi le miró con duda.

—¿Tú crees... que vamos a salir de esta?

—¿Tú no? —preguntó sorprendido. Estaba seguro de que la última persona que perdería la fe en su rey, sería él.

Este siguió mirando el horizonte a oscuras, en silencio, y se encogió de hombros.

—Luego de lo que Leo dijo... no lo sé, en realidad.

—Incluso si el capitán no tiene un plan, tampoco deberíamos quedarnos atrás —pensó Wayra en voz alta, observando a los habitantes pasear por los muelles, y en ese momento deseó la libertad que tenían. Sin embargo, más importante aún, le parecía preservar su seguridad; era su tarea como guardián, y fue así que agitó su mano saludándolos, sonriendo con confianza absoluta.

Jamás sabrían lo que en verdad sucedía dentro del palacio, y si todo salía bien para ellos, tampoco tendrían que saberlo.

—¿Es mejor que no lo sepan? —dudó Nashi al verlo.

—No ayudará en nada que se alerten.

—¡Vamos en barlovento!, ¿no es así? —exclamó uno de los marineros hacia ellos, muy animado. Siempre era sorprendente que la isla tomara un nuevo curso gracias a las maniobras de su capitán.

Sorprendidos, Wayra y Nashi se miraron por un instante, y aunque sabían a lo que el marinero se refería, no supieron qué responder.

—¡Sí, a barlovento...! —dijo Wayra rápido, al tiempo en que su compañero entraba a la sala.

—¡Ch'aska, ven acá! —ordenó Nashi al instante, despertándolo de la siesta que tomaba sobre el mueble más grande de la sala, y sobresaltado, despertó también a Leo de manera abrupta, quien dormía con la cabeza sobre sus piernas.

—¡Auch! —se quejó el menor, y Ch'aska se disculpó acariciándolo.

—¿Qué sucede? —inquirió el navegante, molesto de escuchar cómo Nashi empezaba a ordenarles de la misma forma en que hacía con su capitán. No soportaría ese encierro por más tiempo si iba a seguir así.

—¡Que vengas acá! —exigió el primer oficial, y Ch'aska se contuvo de decir el primer insulto que se le viniera a la mente—. ¿Hacia dónde navegaba la isla cuando llegaron de Wölcenn?

—¡Yo qué voy a recordar! —reclamó al instante, aunque no tardó en hacer memoria—. Un cuarto a sotavento, hacia el noroeste.

—¿Y hacia dónde vamos ahora? —preguntó Wayra un poco más calmado que su compañero, aunque la situación lo ponía ansioso.

El pelinegro mojó la punta de su índice con saliva, y sintió el viento sobre este.

—A barlovento, probablemente hacia el noreste. ¿Ven esas olas? —apuntó al paisaje—, la marea está más fuerte, qué raro... —Miró a sus compañeros, en busca de una respuesta, aunque ellos estaban más confundidos aún—. ¿Acaso la isla cambió de dirección?

—Eso parece... —murmuraron Nashi y Wayra al unísono.

Entraron a la sala con prisa, y Wayra aplaudió un par de veces para llamar la atención del resto de sus compañeros.

Reuniéndose junto al mueble más grande, procuraron, viendo de soslayo a Elyon, que no llamasen su atención, antes de seguir hablando.

—El curso de la isla ha cambiado —anunció Wayra.

—¿Qué? ¿Pero cómo? —inquirió Rygel.

—El capitán tuvo que conseguirlo de alguna forma... —pensó Leo—. Cuando me dejaron verlo, y pidió usar su brújula, esta apuntaba un cuarto al norte hacia NEpN, ya lo saben, pero pensé que alguno de nosotros debía encontrar el cristal núcleo para cambiar el curso, no él...

En silencio, Nashi aceptó la teoría de Leo. Además, conocía muy bien a Marseus como para saber que incluso en el mayor peligro, era el tipo de persona que prefería hacer todo lo difícil él solo. Quiso reír de solo imaginar cómo habría conseguido burlar al Rey de Wölcenn para lograrlo.

—¿Y hacia dónde rayos se supone que nos dirigimos ahora si vamos a NEpN? ¿La Isla Jo'kay? —soltó Rygel en tono de burla, pero por el rostro serio de Wayra y Ch'aska, empezó a incomodarse—. Ey, solo fue una broma, muy mala, lo admito....

—¿Qué tal si no es una broma? —murmuró Wayra con temor de que aquella fuera la única posibilidad—. Rygel, ¿tienes un mapa de la zona?

—Sí, claro —asintió el cartógrafo, abriendo su cuaderno de bocetos. Entre las primeras páginas, encontró una suelta ya muy vieja y desgastada, pero los trazos de tinta aún se apreciaban muy bien, y señalaban una muy pequeña isla en el norte, la cual habían nombrado «Jo'kay», casa de los peces.

No era el nombre más original que se les ocurrió en el momento en que la conocieron, pero tenía una razón. Justo al lado del dibujo de la isla, permanecía también el de unos enormes tentáculos que sobresalían del océano, y aquello era más que suficiente para atemorizar al grupo entero.

—Admito que una especie de calamar gigantesco es lo que siempre se me ha venido a la mente cuando mencionan al monstruo de Isla Jo'kay, pero no es como si hubiéramos conocido a alguien que lo viera y pudiera contarnos cómo se ve en realidad... —dijo Rygel, al notar la especial atención que le daban sus compañeros al dibujo.

Siempre estaba orgulloso de su trabajo como cartógrafo, pero que se fijaran en detalles más profundos como las ilustraciones, y en frente suyo, le daba cierta sensación de incomodidad que le hacía incluso querer abandonar la habitación.

—Estás de suerte, quizás tengas pronto la oportunidad de pedirle que pose para ti —dijo Ch'aska sin estar seguro de que fuera el momento indicado para bromear.

Rygel volteó a él, confundido.

—¡Espera! No hay forma de que nos dirijamos allí, ¡es muy peligroso!

«Puede que sea la oportunidad ideal para amotinarnos», señaló Hanaq, y su hermano asintió, pensando igual.

—¡No creo que al capitán se le haya ocurrido semejante estupidez! —espetó el cartógrafo—. ¿En serio pretende salvar el reino poniendo en peligro al mismo reino?

—Puede que funcione —dijo Nashi, queriendo confiar en su mejor amigo.

—¡Explícame cómo!, porque lo único que sabemos, es que ninguna nave que haya partido hacia Isla Jo'kay ha regresado. ¡Vamos a morir todos por su culpa!

—Tal vez ninguna nave sea lo suficientemente grande para poder enfrentarse al monstruo... ¿pero qué tal la isla? —dijo Wayra, con la mano debajo de sus labios.

Incrédulo, Rygel miró a todos sus compañeros. No había manera de que estuvieran de acuerdo con el plan.

«No creo que podamos poner esto a discusión, ya está hecho», opinó Hanaq, y Nashi asintió.

—Ch'aska, ¿tienes idea de cuánto nos faltaría para llegar? —le preguntó al navegante, quién solo se encogió de hombros.

—Ni idea, es de noche y no pude observar mucho, pero por la marea, tal vez suceda pronto...

—Incluso si la isla es lo suficientemente grande, ¿podemos enfrentar al monstruo? —preguntó Leo, tímido—. No creo que los cañones de la isla estén listos...

Wayra asintió, pensando en ello también. Ya sabían lo que su capitán planeaba para recuperar el mando, y no había manera de que pudiera conseguirlo solo. Incluso si era arriesgado, ellos también debían ayudar.

—Según el último inventario, ¿qué nave cuenta con mayor cantidad de pólvora? —le preguntó a Nashi.

—El Corvus —respondió, mirando a Ch'aska y Leo, quienes tenían el presentimiento de que no les iba a gustar nada lo que les pedirían.

—Felicitaciones, tendrán que buscar la manera de escabullirse y salir de aquí para encargarse de los cañones del mirador de la isla. Aprovechen para hablar con los marineros y fingir que todo está bien —dijo Wayra.

Ch'aska enarcó una ceja, con duda.

—Me encanta tu plan, Wayra, pero, ¿cómo rayos pretendes que salgamos de aquí sin que un enorme tigre nos devore a todos? —masculló, mirando hacia Elyon.

—Rygel lo distraerá —decidió su compañero.

—Espera, ¿qué? —inquirió el cartógrafo al oír su nombre.

—Si no hablas mucho, a lo mejor y hasta eres su tipo... —rio Wayra—. Anda, dale algún mapa, y dile que él y el Rey de Wölcenn pueden buscar el cristal núcleo juntos...

El rubio quiso contener un quejido, solo porque no podía llamar la atención y arruinar el plan. Suspirando, tomó de regreso su libreta y apuntó hacia Ch'aska.

—Me debes una después de esto.

—Creo que no entienden, ¿cómo vamos a salir de aquí? —insistió el navegante.

«Por la terraza, obvio», señaló Hanaq, y al voltearse por un instante e imaginar lo que haría, quiso creer que no entendió lo que su compañero dijo a través de señas.

¿Te-volviste-loco? —preguntó muy lento y pausado para estar seguro de que podía leer bien sus labios, al tiempo en que gesticulaba.

—Será mejor que nos apresuremos —decidió Leo, jalando a su matelot del brazo. Tampoco le entusiasmaba la idea de escalar desde la terraza del castillo, pero quería probar una vez más que le sería de utilidad a sus compañeros.

Sin embargo, era muy fácil arrepentirse con una breve mirada hacia abajo, y calcular todos los metros que debían bajar.

—Yo iré primero —decidió el inventor, amarrando una soga hacia la baranda de la terraza, y luego, al arnés que usaba. Durante sus viajes en el Corvus, le encantaba subir a la cofa y hacer de vigía, por lo que no le temía a las alturas.

Ch'aska se arrodilló para verificar bien el nudo, antes de que Leo saltara al otro lado.

—¿Qué? ¡Está bien hecho! —reclamó el chico, como si le molestara que incluso Ch'aska dudara de sus habilidades.

—¡Sí!, lo siento —murmuró el navegante—, solo quería asegurarme...

Después de tomar una larga bocanada de aire, Leo se dispuso a bajar.

—Te veo abajo.

Ch'aska esperó, mientras miraba a cualquier lugar, menos hacia abajo por el vértigo que le produciría.

—¡Ya estoy! —anunció el chico después de un rato, y con mayor temor, Ch'aska se dispuso a bajar también. Tenía la suerte de que aquella terraza se encontrara tan solo en el segundo piso, por lo que no era tanto lo que debía escalar.

¿Cómo subiría de regreso? Eso no quería ni pensarlo aún.

Se apresuraron hacia la zona del puerto, aunque se dieron cuenta de que los peces del canal los seguían.

—¿Por qué están las puertas del palacio cerradas? —inquirió un pez que Ch'aska reconoció como un salmón que una vez atrapó en redes sin querer, y tuvo que disculparse.

—Porque sí —respondió el navegante de forma cortante mientras caminaba.

¿Bajaron desde la terraza con una soga? —Escuchó esta vez la voz del mismo tiburón pequeño que salvó la vida de la forastera. Probablemente, el principal culpable de todo el desastre que ahora vivían.

—¿Y a ustedes qué les importa? —increpó molesto.

¿Acaso están en problemas? —Esta vez se trataba de la voz muy aguda y fastidiosa de un pez más pequeño, y como si fuera poco, más peces se unieron para seguir haciendo preguntas en su mente, lo que hizo que Ch'aska se enojara más.

—¿¡Quieren cerrar la boca!? —exclamó para que se callaran. Alzó su mano, como si estuviera a punto de usar su don, y se acercó más al borde del canal—. Escúchenme bien todos ustedes: dejen de hacer suposiciones tan estúpidas. Si llegan a esparcir un solo rumor de lo que sucede en el palacio, les prometo que los congelaré hasta que no sientan ni una sola escama. ¿Quedó claro?

Tras un largo silencio que le hizo suponer que la amenaza había funcionado, los peces empezaron a nadar por distintos rumbos, desapareciendo.

Qué grosero... —se quejó uno.

Solo queríamos ayudar...

—No había necesidad de amenazarlos así... —murmuró Leo, a lo que Ch'aska se volteó con indignación.

—¿En serio los defiendes a ellos? Agh, solo sigamos...

No demoraron en encontrar la nave que compartían, el Corvus. Una fragata de guerra que aunque no era tan grande como el Tritón, era mucho más rápida y con certeza, letal, incluso si la mayoría de las veces era utilizada en viajes de comercio.

Al subir a la cubierta, Leo por un instante deseó bajar las velas y ponerlo en marcha para huir. Y a pesar de que fue solo un pensamiento efímero, se odió por ello, porque no le daría la espalda así a sus compañeros, y Ch'aska jamás estaría de acuerdo con ello.

Detestaba admitirlo, pero esa misma nave tenía más tiempo y experiencia que él. Había sido una de las pocas que regresaron de la gran incursión de su anterior reina, pero él en aquella época era mucho más joven, y debía quedarse en la isla, a la espera de poder cumplirle a Ch'aska la promesa que le hizo: cuando regresara, él sería mucho más grande y fuerte, y mucho más guapo. Su futuro matelot, en cambio, debía cumplir con su parte, que era regresar a salvo, y si era posible, con el título de rey.

El tiempo de espera fue enorme y angustiante, y pese a todas sus tareas, ni por un instante conseguía olvidarle; encima, los rumores que llegaban a la isla no eran nada buenos. Por muchas causas, se conocía de las bajas de varios de los candidatos que zarparon a la aventura, pero lo peor de todo, fue cuando desembarcaron en Gewër.

Por lo bajo, su reina fue acusada de enviar a morir a sus propios candidatos, pero era una acusación sin validez, considerando que eran piratas; caballeros de fortuna que debían estar más que preparados para cualquier peligro. Un pequeño enfrentamiento contra uno de los tres reinos, era solo un corto paso para merecer poder ser nombrado como monarca del reino pirata.

Leo, en cambio, solo quería que Ch'aska regresara pronto, aunque muy lentamente se le apagaban las esperanzas. Cuando escuchó la noticia de que regresaron solo seis candidatos de todos los que partieron, el chico llegó al puerto con el corazón destrozado, tan solo para querer confirmarse lo peor.

Para su suerte, estaba allí, aunque sabía que su Ch'aska había cambiado.

Todos los seis sobrevivientes lo hicieron.

Marseus fue elegido rey, y aquello estaba bien, porque Ch'aska descubrió que no quería tener mayores responsabilidades. Aunque al principio había aceptado la promesa del chico que dejó en la isla porque se negaba a romperle el corazón, se dio cuenta de que Leo, efectivamente, había cumplido con su palabra: era más alto que él, se veía fornido, y desde luego... era mucho más guapo. Seguía siendo aún ese joven demasiado tierno e ingenuo que se preocupaba mucho por él, y a pesar de que le costó, poco a poco logró desahogarse sobre la pesadilla que vivió en aquella incursión.

Y con todo lo que pasaban ahora, Leo no estaba seguro de si estaba preparado para vivir algo así, o permitir que su matelot reviviera todos los malos recuerdos.

Su mente empezaba a sabotearlo, lo sabía, pero no era algo que pudiera detener con facilidad si así lo quisiera.

Mientras bajaba de camino a las bodegas, entonó en voz bajita una canción para distraerse:

Con el viento soplando, y el cielo sonriéndoles, partió la tripulación.

Eran diez, tan intrépidos y audaces;

el mundo, desde luego, era el tesoro que les pertenecía.

Eran diez, desde el capitán hasta el maestro artillero

Pero este era muy tonto: al limpiar los cañones durante la noche, dejó la vela cerca de la mecha.

Quiso observar si el brocal estaba muy limpio, y ¡kaboom!, quedaron solo nueve.

Lalala, lalala. Tan intrépidos y audaces, solían ser diez.

Leo vio como una graciosa coincidencia el estar en ese momento en busca de una lámpara para ir hacia los cañones, y continuó el siguiente verso:

El músico, ¡vaya idiota! Era un borracho que solo sabía balbucear.

Trastabilló y su botella cayó al mar, y no dudó en lanzarse por ella.

Sin mucho calimocho, quedaron solo ocho.

Al primer oficial y al contramaestre les gustaba mucho apostar, ¡qué mala señal!

Una escalera real le hizo ganar al oficial una estocada en el ojo, y al tesorero, una muerte segura por igual.

Quedaron solo siete... ¡ups!, seis.

Lalala, lalala. Tan intrépidos y audaces, solían ser diez...

—Odio esa canción... —murmuró Ch'aska al acercarse a los cargamentos de pólvora.

—Lo siento —respondió el chico, callándose al instante. De niño la había cantado cientos de veces porque su melodía era tan alegre, que nadie se detenía a pensar en su letra y la oscura historia que contaba. Al cierre, el capitán era el único que quedaba, y decidía suicidarse en una isla desierta ante un cofre de tesoro vacío, al darse cuenta de que su verdadera fortuna era su tripulación perdida.

—No importa, solo me da escalofríos... —suspiró el navegante, pero volteó al instante al percibir el sonido de un leve sollozo—. ¿Leo...?

Cubriendo su rostro con sus manos, Leo trató de negar, e impedir que Ch'aska lo mirase.

—Estoy bien, no es nada...

—Leo. —El pelinegro insistió una vez más, con voz suave—. Si es por la canción, me da igual que la cantes...

—¡No es por eso, tonto! —exclamó el chico, quitando sus manos por un instante, y al ver a su matelot, supo que bromeó así a propósito, y ya no le quedaba mayor remedio que responder. Suspiró, tratando de entender todo lo que dolía en su corazón—. ¿Qué tal si Rygel tiene razón, y soy solo un novato con suerte? Tal vez nos libremos de esta, ¿pero qué si no estoy listo para el resto?

»Ch'aska, todo lo que me contaste de la incursión fue horrible, y yo jamás habría conseguido sobrevivir en tu lugar. No quiero fallarte ni a ti, ni al capitán, ni al resto, pero creo que no estoy listo, y tal vez solo los meta en más problemas, en lugar de ayudarlos...

Ch'aska se acercó más, y acariciando su mejilla con profundo cariño, dejó pequeños besos en las huellas de sus lágrimas. Instintivamente, Leo apretó su camisa, como si quisiera impedir que se alejara, y con una sonrisa, el mayor tomó sus manos, e hizo que las acomodara alrededor de su cuerpo.

—Siéndote honesto, yo tampoco creí que sobreviviría, pero verás, le había hecho una promesa a un chico muy lindo aquí en Wækas, y no quería que se entristeciera si no volvía —murmuró, antes de volver a besar su mejilla—. Además, a veces tiene muy mal humor, así que de seguro terminaba odiándome si se me ocurría morir...

Leo sonrió apenitas, aunque seguía triste. Sin embargo, quería que su matelot continuara con las caricias.

—Mira quién habla de mal humor...

—Ah, pero cuando tú te enojas, hasta dejas de hablarme, ¡aunque digas que todo está bien! —soltó Ch'aska como si fuera un reclamo, entre risas, y bajó la cabeza hasta su cuello, dejando los primeros besos—. Pero lo que más me gusta, es cuando nos arreglamos...

Si no lo conociera tan bien, Leo pensaría que el navegante tenía una forma muy extraña de quitarle la tristeza, pero no se quejaba en absoluto. Dejó que siguiera así por un largo rato, apretando sus labios porque sentir la respiración y tacto de Ch'aska sobre su cuello le daba cosquillas. Sin embargo, en el momento en que las manos del pelinegro lo sujetaron de su cintura, soltó un jadeo, y no pudo evitar jalarlo más hacia su rostro, reclamando al fin sus labios contra los suyos.

No tardó en abrir más la boca para recibir su lengua, y sus dedos se movían a la camisa del navegante, quitando los botones necesarios para poder tocar su abdomen, y juntarse más hacia él.

Ch'aska tampoco se quedó atrás, y empujó con toda la suavidad posible a Leo contra la pared de la bodega, para después acariciar sus muslos y sostenerlos, indicándole que debía saltar a sus brazos. Tal vez Leo era más alto, pero él seguía siendo más fuerte, y al atraparlo, el chico enredó sus piernas alrededor de su cuerpo.

Así estaba bien, podía sentirlo más cerca, aunque lo que más quería, era que estuvieran completamente unidos.

Leo se separó en busca de aire, y de detener los acelerados y fuertes latidos de su corazón, porque nunca sabía cómo controlarlos cuando estaba así con su matelot.

—Te amo, Ch'aska —Bajó de regreso al suelo, y miró sus dulces y hambrientos ojos marrones, que le ponían más pesada la respiración, y a la vez, le ofrecían calma, como si fuera todo lo que necesitaba en su vida—. De verdad te amo, creo que siempre lo he hecho...

Sus ojos volvían a aguarse, por lo que el mayor limpió las lágrimas con sus dedos.

—Shhh, lo sé, lo sé... —susurró, volviendo a besarlo, aunque esta vez Leo no demoró en separarse, usando su mano contra su pecho para poner un poquito de distancia, y lo miraba extrañado.

—¿No vas a decirlo también?

—¿Qué cosa? —preguntó Ch'aska, desentendido.

Por la expresión de Leo, podía adivinar que se avecinaba otra de esas temporadas en las que el chico guardaba silencio con él para demostrar su enojo.

—¡Di que me amas! —reclamó él.

—¡Pero ya sabes que lo hago!

—Di-lo —insistió el inventor con una seriedad que podía verse tierna a primera vista, pero que Ch'aska sabía que podía ponerse peor.

Girando los ojos, a la vez que resoplaba, el mayor quería evitar que se notara que sus mejillas empezaban a calentarse. Bajó la cabeza, y sosteniendo la mano de Leo, la balanceaba de un lado a otro, sin saber qué hacer.

Pensó muy bien en sus palabras, y al estar listo, respiró profundo:

—Te amo, Leo. Aunque no te lo diga mucho, no deberías dudar de eso...

El menor apretó los labios para no sonreír, aunque no pudo evitar lanzarse a abrazarlo.

—No lo dudo, pero se siente muy lindo cuando me lo dices —suspiró, antes de besar su mejilla—. ¡Cómo es posible que te dé tanta vergüenza decirme algo tan sencillo, y no otras cosas!

Aceptando el regaño, Ch'aska correspondió el abrazo, y sus manos se metieron entre la ropa de Leo para sentir su piel.

—Hablando de eso, ¿podemos seguir en donde nos quedamos? —susurró, volviendo a besar su cuello.

Para su sorpresa, Leo volvió a poner distancia entre ambos, esta vez con una sonrisita traviesa.

—Sí... yo pienso que deberíamos apresurarnos con lo de la pólvora antes de poner en problemas a los chicos.

Ch'aska abrió los ojos, fingiendo sorpresa. Tuvo en cuenta aquel detalle durante todo ese tiempo, pero esperaba que a Leo sí se le hubiera pasado.

—Ah, sí, eso...

¡Iz'nai! —Leo movió su mano, mientras se acercaba a los sacos de pólvora.

—¿En serio no vas a decirme que podemos hacerlo muy rápido y terminar con el resto después?

—¡Ch'aska, apresúrate!

Soltando un bufido, Ch'aska avanzó a tomar varios sacos de pólvora para llevarlos sobre su brazo a la cubierta, y Leo también le siguió con el resto.

Aprovecharon para pedir ayuda a las personas que encontraban cerca del puerto para llevar los cargamentos hacia los cañones de la isla —estos se encontraban en todas direcciones, tanto lo que consideraban, babor y estribor de la isla, como en su proa y popa, justo en los miradores—, pues era una forma de asegurarles que se trataba de algo rutinario y que no había nada que temer.

No obstante, Ch'aska se preguntaba si era necesario avisar que la isla se dirigía hacia la guarida de un ser tan monstruoso como letal, que aunque eran escasas las personas que pudieron verlo para contar su leyenda, sus recuerdos eran tan difusos y traumáticos, que nunca se ponían de acuerdo para darle una forma precisa.

Al llegar al mirador, miró pensativo hacia el cielo oscuro y estrellado. Era complicado usar las estrellas para guiarse en altamar, cuando de estas nacían los recién llegados. Sin embargo, entre constelaciones rotas, era indudable la dirección en la que avanzaba, y que se acercaban bastante a su destino.

Un pirata no debía temer, sobre todo un guardián. Pero había tanto en juego, que a pesar de todas las veces que Marseus lo había salvado a él y a sus compañeros, no podía evitar dudar de él por sus decisiones más recientes.

Despertó un poco de sus pensamientos, dándose cuenta de que Leo estaba jugando con un recién llegado, haciéndolo saltar en sus brazos.

—¿Cuándo vendrá Rygel a jugar conmigo? —preguntó el niño entre risas.

—¿Uh? Está un poco ocupado por ahora, pero yo puedo ser mejor guía de los recién llegados que él —aseguró Leo, dejándolo en el suelo, y revolviendo su cabello.

Ch'aska nunca pensó que necesitaba ver a Leo jugando con niños para derretirse de ternura, pero allí estaba, intentando de contener la sonrisa que se le dibujaba.

—¿Pasa algo? —preguntó el chico al volver hacia él.

—Sé mi matelot, por favor... —pidió en un suspiro, sin pensarlo.

Leo soltó una risa muy corta y aguda.

—Ya lo soy, tonto...

—¡De nuevo!, no sé...

***

En silencio, Rygel llegó a Elyon, sosteniendo su libreta. Esperaba que su sola presencia llamara su atención, mientras miraba hacia los lados, aún pensando en qué diría.

—¿Sucede algo? —preguntó el guardián de Wölcenn, mirándolo con seriedad; quería demostrar que una mala broma podría poner en peligro al cartógrafo.

Este, un poco nervioso, negó con la cabeza, al tiempo en que extendía su libreta hacia él, y le enseñaba algunos planos del castillo.

—Lamento no poder darle a su Majestad una respuesta clara a lo que busca, pero pensé que podría ayudarles de alguna forma con las posibles ubicaciones del cristal núcleo. Marqué muchos lugares que son atajos secretos alrededor del castillo, y además, aquí —Abrió otro mapa—, tiene un mapa completo de la isla, también con lugares marcados...

Escuchando sus propias palabras, se dio cuenta de que había sonado más amable de lo que él mismo se esperaba, pero se lo atribuyó al miedo de lo que le sucedería.

Elyon observó ambos mapas, y lanzándole una mirada de ironía al pirata, quiso preguntarle si en verdad lo creía tan estúpido de caer en un jugo tan infantil como una búsqueda del tesoro. Aun así, miró también el resto de bosquejos de mapas en su cuaderno.

—¿Tú los has dibujado? —inquirió, pasando las páginas.

El rubio asintió rápidamente, tratando de quitarle importancia.

—Sí, a eso me dedico...

—Estuviste también en Wölcenn —dijo de repente el guardián, y Rygel pudo sentir que toda su piel se congelaba. Para su suerte, le había entregado los mapas que dibujó del Reino de las nubes a su capitán hace mucho.

—Así es —respondió con una calma fingida, pretendiendo no entender a qué se debía su acotación.

Una vez más, Elyon lo miraba, estudiando sus respuestas y expresiones, hasta que con una media sonrisa, le devolvió la libreta.

—Gracias, se los entregaré a mi rey. Él decidirá si es necesario iniciar la búsqueda —respondió—. Y por cierto, ¿qué ustedes no son seis? —entornó la vista primero hacia él, y luego a sus compañeros.

—¡Ah! Ch'aska y Leo están ahora en la terraza, de seguro en un momento vuelven —aseguró el rubio al instante.

—Tráelos ahora mismo —ordenó, al tiempo en que entrecerraba más los ojos, con duda. Suficiente señal de alerta.

—Es preferible que tengan privacidad por ahora... —insistió Rygel en un murmullo, volteando la mirada. Al instante, Elyon entendió lo que sugería.

—¿En una terraza...? —inquirió, extrañado, e incluso, un poco avergonzado según el leve color rojizo en sus mejillas que no se parecía al enrojecimiento habitual por la altura de Wölcenn.

El cartógrafo se encogió de hombros.

—Es de noche, yo me arriesgaría —admitió.

Se dio cuenta de que el guardián dudaba un poco de él, pero a la vez, no se atrevía a cerciorarse por él mismo.

Decidió avergonzarlo más:

—Tampoco es para tanto, quiero decir, de seguro mi rey y el suyo pueden ofrecer mejores espectáculos...

De lejos, era lo último que se quería imaginar sobre su mejor amigo, aunque tenía cierto conocimiento de que cuando se decía en su reino que Lyn ya no era el mismo chico tímido de su infancia, se refería a mucho más que solo sus habilidades sociales.

Incómodo, bajó la mirada, y Rygel no pudo evitar reír.

—Como su amigo y guardián más cercano sabe más, ¿no es así? —inquirió con picardía.

—Por supuesto que no —replicó al instante el pelinegro, sintiendo cómo su paciencia se le agotaba.

—¿En serio? Porque a mí me parece que él quiere mucho más, pero no se atreve a pedírselo... —murmuró malicioso, recordando aquel incómodo momento en el bar del Tritón.

Elyon se había obligado a olvidarlo porque le parecía un enorme malentendido, pero la sola mención le hizo rememorar todo, además de que después de aquello, Lyn empezó a actuar un poco diferente con él. De algún modo, era más distante.

—Basta ya, iré a ver —decidió, empujándolo con su mano para dirigirse a la entrada a la terraza.

Rygel sabía que Nashi quería matarlo por su imprudencia, y todos los guardianes restantes estaban a la expectativa de lo que sucedería con ellos si los descubrían.

Justo entonces, regresaron desde la terraza muy agitados —por haber escalado rápido— Ch'aska y Leo.

Con un rápido vistazo, Elyon y el resto de la tripulación notaron que ambos estaban a medio vestir. El guardián sintió que debió creerle a Rygel, por lo que muy avergonzado, regresó a su lugar.

—¿En serio lo hicieron? —preguntó Wayra muy bajito en cuanto la pareja se unió al grupo. Podía entender que en todo ese tiempo como rehenes necesitaban privacidad, pero no se los perdonaría cuando su vida dependía de ellos.

—¿Hacer qué? —preguntó Leo, confundido.

—Casi, pero no —respondió Ch'aska con un mohín—. ¿Están bien todos?

—Por suerte... —suspiró Nashi, sintiendo más real que nunca aquel factor.

«Qué tripulación más inepta...», quiso murmurar, recordando una canción muy popular en la isla, que le hacía pensar que más temprano que tarde, todos terminarían igual.



¡Holisss!, tengo que explicar algunos términos, así que allí vamos(?)

Barlovento: Parte de donde viene el viento con respecto a un punto o lugar determinado.

Sotavento: opuesto a la parte de donde viene el viento

NEpN: es la abreviatura de Nordeste por el Norte según la rosa náutica

Cofa: básicamente, esa cosa de allí:

Como dato curioso que nadie pidió, la ciudad en la que vivo antes fue llamada "Jocay" por sus primeros pobladores, que también significaba "Casa de los peces" (es una ciudad portuaria, así que kinda veo barcos muy seguido y sé un poquito del tema, je). Cuando recordé este dato (y no sé cómo se me pudo pasar 😭), me arrepentí muchísimo de no haberle puesto a Wækas así, aunque ya recuperé de mi oportunidad al nombrar a una de las islas.

Eso, junto con algunos nombres en kichwa que utilizo, se debe a que me gusta poder dejar pistas relacionadas a mi país 🤧

Por cierto, ¡feliz mes del orgullo! 🌈✨

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