Almas de cristal

By leezluntz

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Cualquier acto atroz te condena a la destrucción, y enamorarse puede ser letal. Conoce el mundo donde mueren... More

|| Sinopsis y mundo
|| Guía de personajes + Nota de autora
Primera parte
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Catorce
Quince
Segunda parte
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Extra
Tercera parte
Treinta y nueve
Cuarenta
Cuarenta y uno
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cuatro
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Cuarenta y nueve
Cincuenta
Epílogo
Nota de autora
Extra II
Extra III
¡Especial 100k! (Pt. 1)
Especial 100k (Pt. 2)
Especial 100k (Pt. 3)
Especial 100k (Pt. 4)
Especial 100k (Pt. FINAL)
Especial de San Valentín 2024

Trece

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By leezluntz

Los jinetes de las garzas de Wölcenn no estaban seguros de cuánto les ayudaba la luz del enorme faro en la isla de Wækas, pues las aves se descontrolaban, y era complicado retomar el control. Para colmo, Leo no tuvo tanta suerte explicando el camino como se lo había imaginado, y en su defensa solo podía argumentar que, su mayor don era la invención y la armería; la navegación se la dejaba a Ch'aska.

Aun así, pudieron llegar a salvo al mirador de la isla en plena oscuridad, y Lyn y Leo fueron los primeros en saltar de la garza en la que habían volado. El primero usó su vínculo para revisar el estado del ave y mantenerla en calma, mientras que el menor corrió hacia Ch'aska, señalándole la brújula.

—La próxima vez quédate conmigo. No termino de entender esta cosa... —explicó confundido. La aguja apuntaba a todos lados mientras el chico temblaba, hasta que su matelot cerró el objeto y lo guardó entre las manos del chico.

—Espero no estar cerca si llega existir esa siguiente vez... —farfulló Vega, acomodando su cabello y abrazando a su ave para calmarla.

—De todas formas, volar durante la noche es siempre una mala idea... —comentó Elyon, acariciando la cabeza de su garza en tanto Rygel se quedaba sobre esta. Había pasado todo el camino quejándose de las pésimas direcciones de Leo, pero ahora que aterrizaron, no decía ni una sola palabra y no quería bajarse del ave.

—¿¡Y quién podría saber cuánto durará esta vez la noche!? —reclamó la guardiana.

—A veces, solo dura un parpadeo... —En una pose muy firme y principesca, Elyon estiraba su mano hacia Rygel, a la vez que le miraba con cierta insistencia, como si le invitara a bajarse.

A punto de aceptar el ofrecimiento del guardián de Wölcenn por inercia, reaccionó al instante y saltó por sí solo, ignorándolo y caminando hacia Leo.

—Nunca más vuelvas a intentar dar direcciones...

—¡Yo no tengo la culpa de que la luz del faro molestara a las aves!

—Como sea. ¡Al fin en tierra!

Rygel caminaba para alejarse del mirador, hasta encontrarse con Marseus y Nashi.

—¿De quién fue la terrible idea de encender el faro?

—Hanaq lo hizo —respondió Nashi, sin dejarle opción de seguir quejándose. Sin embargo, al ver a los guardianes de Wölcenn tan preocupados por sus aves, pudo notar que la luz no ayudó tanto como se esperaba.

—¿Fue difícil encontrar el camino de regreso? —inquirió Marseus, acercándose a Leo, quién evadió la mirada mientras escondía la brújula en su bolsillo.

—Para nada, capitán —respondió Ch'aska, poniendo su mano sobre el hombro de Leo para apartarlo detrás suyo un poco.

Sin embargo, al notar la expresión de su tripulante más novato, y el silencio incómodo en el que aguardaban sus aliados de Wölcenn, Marseus supuso que quizás, todavía le faltaba más experiencia para aprender a usar la brújula.

—¿Dónde está mi bruja? —inquirió al echarla en falta luego de hacer una rápida revisión.

Rygel estiró el rostro, apuntando Lyn y haciéndolo responsable de que Andrómeda no regresara a la isla.

Este dejó a su garza, y se acercó con un paso al Rey de Wækas.

—Recibió una invitación a una especie de reunión con las otras dos brujas en Gewër. Una de mis guardianas la acompaña, y le doy mi palabra de que la mantendrá bajo su cuidado.

Marseus jamás había escuchado tal cosa como una reunión de brujas, ni siquiera en el tiempo en el que vivía la antecesora de Andrómeda. Sin embargo, nadie refutaba las palabras de Lyn, por lo que no insistiría más en ello.

Además, si Andrómeda estaba en Gewër, no había mucho que pudiera hacer. No en ese momento.

—Qué extraño. Es la segunda bruja que desaparece en Wölcenn... —comentó con un leve tono de desagrado que no pasó desapercibido para Lyn, haciéndolo mirarlo con odio por instantes.

—¿No vas a hacer nada? —reclamó Rygel.

—Si quieres, ve a Gewër y luego me cuentas qué tal te recibieron. —Marseus ignoró el gruñido que respondió su compañero—. Avancemos al castillo, por favor. No sé allá arriba, pero de noche aquí suele ser bastante frío...

—Sería adorable, pero debo irme —anunció Vega, llamando la atención de sus compañeros—. Azhryl no podrá encargarse de todo solo...

—De acuerdo. —Lyn asintió, señalándole que podía volver a su reino.

—¡Oh, su Majestad! —Al no especificarse, llamó la atención de Lyn y Marseus a la vez, pero se dieron cuenta de que llamaba al último—. Un consejito de aliados: las apariencias engañan más de lo que se imagina...

Lyn deseó no haber entendido a qué se refería, y más que nada, esperaba que Marseus no lo entendiera tampoco. Decidió ignorarla y dejarla irse, pero sintió la mirada curiosa del Rey de Wækas sobre él, y poco después, lo escuchó reírse.

Eso tenía que verlo.

En el camino al palacio, Elyon miró cada lugar por el que pasaba, y se detuvo en el puente para ver a los peces nadar a través del canal; bajo la luz de los faroles en cada esquina, era una escena hermosa y tan distinta lo que veía en Wölcenn.

No obstante, Lyn a su lado solo quería verlo a él. A sus ojos azules brillantes por el asombro, y los adorables hoyuelos que se marcaban en sus mejillas cuando sonreía.

—¿Sabes? Toda mi vida me imaginé el reino de Wækas muy... distinto —apreció en un susurro, como si se tratara de un secreto entre los dos que los piratas no debían escuchar.

Lyn sonrió en tanto asentía, dándole la razón.

—Pero no es más hermoso que Wölcenn —añadió al instante, temiendo que su amigo se enojara, a lo que este rio.

Sin embargo, la sorpresa fue mucho mayor al entrar al castillo del reino. Tal vez, su enorme sala principal, y las decoraciones de aspecto tan realistas y tenebrosas, sí se acomodaban un poco más a la visión de Wækas que vivía en su mente, pero más que temor, sentía admiración de que mucho más allá del reino de las nubes, existieran cosas tan distintas y hermosas.

—¿Mujeres con cola de pez? ¿Eso realmente existe? —inquirió al detenerse frente a una de las esculturas de las columnas. Marseus se acercó a él, observándola también.

—Muchos marineros cuentan que las han visto, pero lo más probable es que hayan navegado muy borrachos —rio, escéptico de la existencia de otra especie físicamente tan parecida a ellos—. Existan o no, se han convertido en parte importante de nuestras historias. ¿Es también guardián de su Majestad?

—Sí, Majestad. —El chico volteó a él, extendiendo su mano—. Elyon de Wölcenn, para servirle.

Lyn observó la escena, sintiéndose confundido. Tal vez era la forma en que Elyon era tan amable, y capaz de exponer sus propios sentimientos y recuerdos sin pensárselo dos veces. Siempre tan auténtico, en contraste con las mentiras y silencios con los que él se intentaba proteger para que todo siguiera igual. ¿Alguna vez tendría ese tipo de libertad?

A veces creía que solo seguía siendo el mismo niño tímido que necesitaba la ayuda de Zéphyrine para expresarse ante otros.

—Su Majestad, he pensado que, en consideración a nuestra alianza, podríamos tratarnos de manera más directa... —Escuchó a Marseus dirigirse a él, despertándolo de sus pensamientos.

«¿No que no teníamos que ser amigos?», pensó al principio, con gracia. Sin embargo, aunque seguía desconfiando de él, consideró la idea solo porque no sabía cuánto tiempo demoraría su campaña.

Asintió, con una pequeña sonrisa.

—¿Entonces debería llamarte solo Ulynsis?

Elyon cubrió su boca con su mano, e hizo un gran esfuerzo por no reír, pero ya podía ver que su mejor amigo había reaccionado casi como un gato cuando le pisan la cola.

Marseus, confundido, observó a los dos, temiendo haber dicho algo incorrecto —tal vez en su pronunciación—, pero entonces, Lyn se relajó un poco más, y se dispuso a explicárselo:

—No me gusta usar mi nombre más que para situaciones muy formales —dijo, incómodo—. Lyn está bien.

Tampoco le gustaba que nadie que fuera de su completa confianza le llamara de esa forma, pero no soportaría escuchar de él su nombre completo.

Entendiendo un poco más lo sucedido, Marseus asintió, asegurándose de recordarlo.

—¿Solo Lyn? —preguntó con picardía, aprovechando que la situación había mejorado.

—Rey Lyn —enfatizó este, molesto—. ¿Hay alguna manera en la que prefiera ser llamado?

—Creo que me gusta más ser llamado capitán a rey —respondió este, encogiéndose de hombros, sin importarle tanto—. Pero solo Marseus está bien. Y también puedes tutearme.

—De acuerdo, capitán. —Lyn asintió, sin intención de ser más informal.

—Puedes pasear alrededor del castillo con tu escolta. Debo atender algo primero, si me disculpas —soltó de repente, al notar la mirada insistente de Nashi, quien le indicaba que debía subir.

Al quedarse a solas con Elyon, Lyn soltó una risa silenciosa, dándose cuenta de lo rápido que había empezado a tutearlo. A pesar de que tenían el mismo cargo, le parecía muy atrevido de su parte.

—Incluso si Azhryl y la bruja no nos hubieran contado, es muy fácil ver que le gustas —sonrió Elyon, pero su amigo no respondió—. Si existieran personas con cola de pez, ¿crees que en Wölcenn existirían personas con alas?

***

—¿Vas a dejar de perder el tiempo coqueteando? De seguro a él sí le contarías lo que planeas sin tantos rodeos... —soltó Nashi, molesto.

—¿Celoso? —sonrió el capitán. No obstante, su amigo solo gruñó en respuesta. Al ver al resto de sus compañeros en su habitación, se detuvo en Rygel, extrañado—. ¿Qué es eso que llevas? —inquirió, refiriéndose a la maceta en sus brazos que no había soltado desde que Andrómeda se la entregó antes de irse de Wölcenn.

—¡Ah, esto! —el rubio la dejó sobre el escritorio de Marseus—. Felicidades, capitán. Su novio ya le regala flores.

Marseus ignoró la broma, y miró con un asombro el regalo.

—Son flores dalias. Sí que sabe hacer regalos...

Acarició con delicadeza los pétalos, pensativo. Sabía que era la única forma de sanar una fisura, y no podía creer que en verdad la tenía frente a sí mismo.

—¡Wayra! —llamó la atención de uno de sus guardias, y el chico se adelantó a él enseguida.

—¿Sí, capitán?

—Por favor, encárgate de esto y cuídala con tu propia vida, si es necesario. Debe crecer aquí, a como dé lugar, así que trátala como si fuera un recién llegado.

—¿Uh? —inquirió, sonriendo al recibir la maceta, y cargándola con el mayor cuidado del mundo—. Como ordene. ¿Me ayudarás, Hanaq? —Tocó el hombro de su hermano, y este asintió en silencio, y volvió a atender al capitán.

—Rygel, ¿hiciste lo que te pedí? —preguntó este, a lo que el chico sacó su libreta y se aproximó a él como si estuviera a punto de entregársela. Sin embargo, antes de que Marseus la alcanzara, retiró su mano.

—Claro que sí, cap, pero como verá, es un trabajo extra. A diferencia de cualquier otro que sea en favor del reino, tiene un precio —sonrió con malicia, como si hubiera soltado las palabras mágicas que podían cambiar el humor de su rey para mal.

—¿Cuánto? —soltó casi en un gruñido. Era increíble lo rápido que conseguía molestarlo cuando se trataba de dinero.

—Doscientos cincuenta jacks —respondió al instante, ignorando su tono y su mirada asesina.

Desde luego, sabía que su capitán lo miraría como si lo hubiera ofendido. Dependiendo de su humor, trataría de regatear, o lo amenazaría con abandonarlo en la isla desierta más cercana. Era un clásico.

—¿Doscientos cincuenta jacks? —repitió, inseguro de dicha cantidad. ¿Qué tan grande debía ser el reino de Wölcenn como para que un mapa costara tanto?—. ¿Y cuánto le cobrarías a tu rey?

—¿A su Majestad? —preguntó, apenas ocultando su sonrisa—. Déjame pensar, eh... Quinientos jacks.

Nashi hizo su mayor esfuerzo por no reír, en tanto de muy mala gana, Marseus sacaba del cajón de su escritorio una pequeña bolsa de cuero repleta de monedas y sin pensarlo más, la lanzó hacia el cartógrafo, que logró atraparla a tiempo.

Entre más rápido se desprendía del dinero, menos iba a sufrirlo. O eso era lo que Marseus quería creer.

—Todo tuyo. —Rygel sacó de su libreta todas las páginas en las que esbozó mapas de las islas de Wölcenn, y planos de lo que había alcanzado a visitar de su palacio principal. Además del don con el que ya había nacido, tenía buena memoria, y le gustaba presumirlo.

Marseus guardó la libreta, y volvió a mirar hacia sus guardianes presentes, a la espera de cualquier otra orden. Sin embargo, echaba en falta a dos de ellos.

—¿Alguien tiene idea de en dónde están Ch'aska y Leo?

Con desinterés, Hanaq respondió en lenguaje de señas:

«Ellos dos siempre se escapan, ¿no?».

—Bueno, tampoco es que necesite verlos ahora —suspiró, replicando a la vez en el mismo lenguaje—. Por favor, confirmen si está correcto el inventario que hizo Nashi de sus naves —pidió, entregando el trabajo de su primer oficial.

—¿Y por qué no lo estaría? —reclamó este.

Y, aunque Hanaq tenía razón, y Ch'aska y Leo solían escaparse cada vez que podían para estar solos, en aquella ocasión no era el caso. No en un principio, al menos.

La habitación de Leo parecía más un taller. Era muy grande, y perfecta para su labor. Entró a con prisa, corriendo hacia su mesa de trabajo, y sacó de los cajones todo tipo de herramientas, y unas gafas que mejorarían su visión para los detalles más pequeños.

Sin embargo, apenas sacó la brújula, Ch'aska alcanzó a quitársela por detrás, y se alejó un par de pasos del castaño. Sabía que por mucho que se estirara sobre sus puntillas y alzara su brazo, sería inútil; Leo había alcanzado su altura hace mucho.

—¿Qué haces? ¡Devuélvemela, el capitán me la dio a mí! —Trató de recuperar el objeto, pero con suerte, Ch'aska puso su mano en la cara del chico para mantenerlo apartado.

—Pero no para que se te ocurra desarmarla —respondió con seriedad. Casi como un regaño, lo que hizo que poco a poco, el menor de la tripulación se calmara.

—Si la conozco por dentro, tal vez pueda saber cómo funciona —explicó, molesto.

—No es así como funciona.

—¡La Reina Bonnie y yo teníamos dones muy parecidos! ¿Por qué dices que no funcionaría?

—Porque ya está sellado con su don, y si se te ocurre abrirla, es probable que no vuelva a servir jamás —aseveró Ch'aska, y procedió a abrir la brújula—. Solo tienes que pensar en un lugar en el que quieras estar, y te enseñará el camino.

Leo se apoyó un poquito contra su escritorio, cruzándose de brazos. No tardó en notar que la aguja de la brújula en manos de Ch'aska apuntaba hacia el este sin duda.

—Tú y el capitán lo hacen ver tan fácil... —masculló el menor.

—Piensa en un solo lugar, eso es todo.

—¿¡Cómo quieres que piense en una sola cosa, Ch'aska!? ¡Soy inventor! ¡Te sorprendería bastante saber en cuántas cosas puedo pensar a la vez! No solo lugares, cosas, momentos, que ya hayan pasado, o vayan a suceder, o estén sucediendo en este mismo instante. Lo que podría salir bien, lo que en definitiva va a salir mal, ¡tú no tienes ni idea...!

Enmudeció en el instante en que Ch'aska tomó su cabeza por detrás, y se acercó a besar su mejilla, justo sobre su pómulo, mientras dejaba la brújula entre sus manos.

Su mente estaba totalmente en blanco, y se quedó así por un largo rato, incluso cuando su matelot ya se había separado y le miraba a la distancia con una sonrisa, como si le pareciera tan tierno lo fácil que fue calmarlo.

—Piensa en un solo lugar —repitió el mayor con detenimiento, casi como una orden, y con la boca entreabierta y sin dejar de mirarlo, Leo asintió.

—La ensenada de Isla Balnic —murmuró. Era un lugar que consideraba especial para ambos. Lo primero que se le podía venir a la cabeza si se trataba del chico que lo había inspirado a hacerse guardián para estar a su lado.

No se había dado cuenta aún, pero la aguja empezó a apuntar al sur. Temblaba un poco —tan solo un poco—, pero lo había conseguido.

—Perfecto, ahora solo debes practicar más —sonrió el mayor, a punto de dejarlo solo, pero Leo tomó de su brazo para detenerlo.

—Apuntaste mal, pero solo por esta vez te voy a perdonar —murmuró refiriéndose al beso, antes de soltarlo.

***

Desyd, Región Levante de Gewër.

Mira mantuvo la cabeza agachada durante todo el tiempo en que Zaniah vendaba sus manos. Cierto era que un ser de cristal podía curar sus heridas con facilidad, pero mientras, resultaba doloroso no darles el mínimo tratamiento.

De todos modos, eso no le molestaba. Sentía que había hecho algo muy estúpido, pero no era la primera vez que entregaban agua y provisiones al pueblo, pero por lo mismo, cada vez tenía que ser más precavida que la anterior.

Las voces se extienden con mucha rapidez, sobre todo en los tres reinos, y a pesar de que así podría ayudar a más gente, también podía atraer la atención de las personas equivocadas.

—¿No te duele más? —inquirió Zaniah, besando la mano que acababa de vendar, y con una sonrisa muy apenada, Mira negó.

—No estés triste. Solo tenemos que esperar un tiempo para volver a intentarlo, y te acompañaremos las dos —decidió Dara, acercándose a ella. Sin embargo, la chica de cabello rubio, casi blanco, volvió a negar con desánimo.

—Podía hacerlo sola, en serio —suspiró. No recordaba nada realmente sospechoso, pero en el momento en que vio a Dara, notó el brazalete de oro que llevaba, y sintió chocarse con el recuerdo al instante—. ¡Dara, Dara, Dara! —exclamó, levantándose enseguida y sosteniendo su brazo para ver más de cerca el accesorio.

—¿Qué sucede? —preguntó extrañada la joven mujer de piel morena, y cabello negro en trenzas.

—¡El brazalete! —replicó, como si Dara entendiera a qué se refería. Se dio un respiro para explicarse mejor—. ¿Tú y todos tus compañeros recibieron uno cuando estaban en la Primera Guardia, no es así?

Era el mismo que vio en aquel chico muy callado, pero podía ser que lo había robado, o adquirido de alguna forma. La mayoría de integrantes de la Primera Guardia de Gewër estaban muertos, Dara misma se había despedido de muchos de ellos.

Ella asintió en silencio. Mira ya lo sabía, pero quiso suponer que tenía algo que ver con el accidente que pasó en las dunas del este.

—Viste este mismo brazalete en alguien más, ¿no?

La chica asintió muchas veces, con deseos de soltar toda la información que tenía, aunque no era demasiada. Era de noche, y aquel chico estaba bastante cubierto. Solo vio sus cabellos rubios, y el brazalete, y ya se había ido cuando la carpa se había incendiado.

Y aunque no se lo podía creer, eso era más de lo que Dara necesitaba saber para llegar a una aterradora conclusión. Las habían descubierto, y podían estar en enormes problemas.

—Es Cælum —soltó, sin el menor atisbo de duda en su voz. Casi como si se tratara de una desgracia—. Dime que no le dijiste tu nombre, o en dónde estamos...

—¡No, claro que no! Solo le di agua y algas, y él se fue, ¡te lo juro!

—¡Esperen allí! —interrumpió Zaniah—. ¿Cælum? ¿Cælum, el héroe de guerra? ¿Ese mismo Cælum?

Dara hizo una mueca mientras fruncía el ceño. «Héroe de guerra» era mucho apodo para Cælum, pero era cierto que así lo conocía toda Gewër, y así lo miraban, sin importar lo que él hiciera.

Bueno, ¿qué más podía esperarse? Su actual rey era un asesino que nunca estuvo listo para gobernar, e incluso ahora que su nación más lo necesitaba, no hacía nada.

Quien más estaba al frente de todo, era Cælum, el único guardián vivo. Aquel que llamaron héroe después de haber terminado con la invasión de los piratas de Wækas y que soñaban con que fuera su verdadero rey, porque estaba a la altura de lo que un guerrero de Gewër debía ser.

Desde su punto de vista, Cælum tenía un pésimo control sobre su ira, y aquella invasión fue su mejor momento para sacarla. Como fuera, estaba en problemas. No podía permitir que ella y Zaniah y Mira se convirtieran en su nuevo blanco.

—Tal vez deba hacerle una visita a un viejo amigo... —decidió, incómoda.

«Amigo» no era la palabra exacta que usaría para Cælum. Pero si no quería entrar a su lista de sospechosos, lo mejor que podía intentar, sería aparecer en su panorama, dispuesta a ayudarle. Con suerte, la nostalgia la ayudaría, pero ninguno de los dos compartía recuerdos felices de su pasado.

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