Almas de cristal

By leezluntz

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Cualquier acto atroz te condena a la destrucción, y enamorarse puede ser letal. Conoce el mundo donde mueren... More

|| Sinopsis y mundo
|| Guía de personajes + Nota de autora
Primera parte
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Trece
Catorce
Quince
Segunda parte
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Extra
Tercera parte
Treinta y nueve
Cuarenta
Cuarenta y uno
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cuatro
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Cuarenta y nueve
Cincuenta
Epílogo
Nota de autora
Extra II
Extra III
¡Especial 100k! (Pt. 1)
Especial 100k (Pt. 2)
Especial 100k (Pt. 3)
Especial 100k (Pt. 4)
Especial 100k (Pt. FINAL)
Especial de San Valentín 2024

Doce

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By leezluntz

Si de algo podía estar seguro Lyn, era de que Zéphyrine debía tener una fisura. Una muy grande, por cierto.

Entonces no conseguía entender cómo cuando le había dado la espalda a todo su reino para siempre, y debía estar muy ocupada agonizando, se las arreglaba para seguir siendo noticia en Wölcenn. Tal vez, se parecía más a él de lo que se había podido imaginar.

La granja de la Isla Blæcern era más bien un frondoso bosque de gigantescos árboles, en cuyas ramas reposaban casas de madera de lo más elegantes, a pesar de poseer un único cuarto. Andrómeda miró hacia arriba, calculando que tendría que escalar cerca de diez metros para sacar de su refugio a Phoellie, hasta que llegaron Galathéia y Rygel a detenerla.

—¡Andy, espera! —se apresuró el chico, preocupado y dispuesto a impedir que se fuera—. ¿¡Qué acaso no te da ni un poco de miedo irte sola!?

—¡De hecho, sí! Pero me aterra más quedarme a sentir otro temblor —replicó, entregándole la maceta con las dalias que cargaba—. Tú también deberías volver a la isla, cuida de esto por mí.

Empezó a subir las escaleras que dirigían al nido de Phoellie, evitando mirar abajo en lo posible.

—Oye, forastera, ¿no te importa que me lleve a tu lechuza?

—¡Claro que me importa! —reclamó la guardiana.

Solo entonces, Andrómeda empezó a bajar la escalera y al volver al suelo, se cruzó de brazos y resopló.

—Bien, tampoco es que sepa cómo llegar a Gewër...

—Yo sí...

Por un segundo, Rygel quiso agradecer que no fuese tan difícil hacer cambiar de opinión a la bruja, y al siguiente, volteó a mirar a Galathéia con odio al escucharla.

Ella tampoco estaba segura del todo de por qué lo había dicho. Ni siquiera sabía si podría acercarse al cristal núcleo para recuperarlo, pero ansiaba tanto esa oportunidad, que no la dejaría ir.

—Puedo llevarte... —insistió, cabizbaja y en un murmullo.

—No suenas muy segura —le reprochó Rygel, escrutándola con la mirada. Ya había conocido a sus compañeros, y de todos, ella era la que menos tenía cara de ser una amenaza. Y de por sí, la mayoría le daban pena.

—¡No importa! Solo vas a llevarme, y cuando se termine, volveremos. ¿No es así? —dijo Andrómeda, antes de que Galathéia fuera capaz de responder que, en realidad, no estaba muy segura.

La guardiana llevó sus dedos a sus labios para soplar un peculiar silbido, haciendo que Phoellie bajara de su refugio y aterrizara frente a ella. Se acercó al ave, y tomó de sus poleas para llevarla a la salida del bosque.

Creía que Andrómeda debía saber que sus planes estaban un poco más lejos que ser su guía y transporte, y que la ayudaba a propósito.

Se detuvo en seco al encontrarse a Elyon en la salida, inmóvil y mirándola en silencio, pero con ganas de decirle muchísimas cosas y sin saber por cuál empezar.

Ella soltó las poleas de Phoellie, y enroscó los brazos alrededor del chico, parándose en sus puntillas para besar su mejilla.

—Sé que dije que este es el deber que nos corresponde, pero...

«Quédate, por favor...».

Aunque tenía aquellas palabras en la punta de la lengua, Elyon no se atrevió a decirlas. Ya le había hecho una promesa a Lyn antes, y aunque quisiera, no la iba a deshacer. Tampoco detendría a Galathéia, porque era tan guardiana como él, y porque sabía que debía estar molesta por la discusión que había escuchado que tuvo con Azhryl.

—Prométeme que volverás a salvo con Lyn. Cuídalo en todo momento, incluso si son nuestros aliados, no bajes la guardia, por favor. —Ella tomó de sus manos, y lo miró de frente con insistencia, sin dejarle otra opción más que responderle.

—Claro que sí... —musitó él con inseguridad. No por él, en realidad, estaba de lo más seguro de que él y Lyn estarían bien. Sin embargo, casi había perdido a Galathéia, y ahora debía dejarla ir de nuevo, como si nada hubiera pasado—. ¡Promete que no harás nada loco, por favor! Solo lleva a la bruja, y regresa. Trataré de estar contigo cuanto antes...

La chica soltó sus manos al tiempo en que bajaba la cabeza.

—¿Sabes? No tienen que ser solo tú y Lyn contra el mundo...

—Galathéia, por favor...

No se había esforzado lo más mínimo en mentirle para tratar de calmarlo, y era lo que más le estaba doliendo por dentro a Elyon en ese momento.

—Y no necesito que me prometas esto, pero si solo lo intentas, te lo agradeceré bastante... —La chica sintió encogerse mientras buscaba las palabras en su mente para pronunciar su súplica, y los recuerdos de la playa de Gewër se atravesaban, como si su conciencia quisiera advertirle de que se trataba de una locura—. Habla con Lyn. Convéncelo de que perdone a Zéphyrine, ¡estoy segura de que hay una razón para todo lo que hizo!

Elyon no supo qué responder, y no era para menos. Zéphyrine había condenado a la destrucción al reino en el que había nacido, y estuvo muy decidida a acabar con la vida de la guardiana que iba tras ella; si existía una razón para todo ello, no creía que fuera lo suficientemente justa como para que Galathéia y cada habitante inocente de Wölcenn tuvieran que pagar por ello.

No obstante, la misma Galathéia pedía perdón por ella, con ojos brillantes de súplica.

—Por ahora Lyn está fingiendo que Zéphyrine jamás ha existido para él, y creo que es lo más clemente que podrá hacer respecto a todo esto.

—¡Es su hermana! No creo que pueda en verdad dejarla de lado —aseguró, alejándose con un paso al recordar el viaje que tenía que hacer—. Sé que pasó mucho tiempo de ello, pero no olvidaría tan fácil cuando éramos los cuatro, y hablábamos de los grandes dones que todos tendríamos, o de que Azhryl sería rey... —dijo con una sonrisa de nostalgia.

Elyon también lo recordó, sobre todo, aquello que no se había cumplido. Apenas eran niños entrenando para ser los nuevos guardianes, y tenían tiempo más que suficiente para fantasear.

Lyn era de lo más tímido, Zéphyrine soñaba con entrar a la Primera Guardia antes de ser enviada con Moirean a Gewër, y él... él le había prometido a Galathéia que tendría un don tan grande, que la convertiría en su mayor rival por el trono de Wölcenn.

Menos mal, nunca había sido tarea de ninguno de ellos el poder predecir el futuro.

El guardián suspiró. A pesar de todo lo que había sucedido, Galathéia siempre veía lo mejor en aquellos que conocía. Incluso si solo eran recuerdos.

—En serio trataré, pero tal vez sea mejor si ella no vuelve jamás...

Galathéia asintió con tristeza, como si aquello fuera lo que más se temiese. Aseguró que la montura de Phoellie estuviera bien puesta, e invitó a Andrómeda a subirse primero, para luego dirigirlos a ambos al borde de la isla.

Detrás, en pasos muy pesados y una quietud que amenazaba con romperse en cualquier momento, les seguían Elyon y Rygel, hasta que poco antes de que Galathéia se subiese encima de Phoellie, el guardia de Wækas le detuvo.

—¡Forastera! Todavía no me has dicho tu nombre —increpó, y la guardiana dio vuelta al escucharlo—. No es como si me importara en realidad, pero si algo le llega a suceder a Andrómeda, quiero saber tras de quién debo ir...

A pesar de la amenaza, Galathéia se veía muy tranquila, como si le pareciera una petición de lo más lógica. Sonrió con calma, segura de si algo llegaba a salir mal, podría cargar con el peso de las consecuencias.

—Soy Galathéia de Wölcenn.

***

Elyon no se había movido de la Isla Blæcern desde que Galathéia y Andrómeda se fueron. Le carcomía la incertidumbre de no saber en qué punto del camino se encontraba la guardiana, y no estar seguro de su bienestar, y a Lyn, en cambio, le costaba decidir si dejarlo ir de una vez, o seguir en silencio, como si fuera ignorante de los pensamientos de su mejor amigo.

—Vete primero, seguro que la alcanzas. Yo puedo con el resto —soltó de repente, luego de un largo respiro. Con dos oraciones tan simples, se sintió como si se librara de un enorme peso, pero no le daba la capacidad de enfrentar que Elyon sí escogería mil veces a Galathéia por encima de él, por lo que se adelantó hacia su garza que bebía de uno de los lagos de la pequeña isla junto a sus compañeras.

—No voy a dejarte solo en esta, y mucho menos cuando nuestro reino depende...

—Precisamente es por nuestro reino que quiero que vayas tras ella y la detengas. —Lyn volteó a él, demandante. Ya no se trataba del sentimiento que consideraba infantil y que se moría de ganas de aplastar, sino de una realidad que no dejaba de empeorar y cuyas consecuencias recaían una tras otra sobre él—. No le di jamás la orden de que escoltara a la bruja a Gewër, pude haber enviado a Kari, o sus mismos compañeros se encargaban de ese problema.

—Ella no hará nada que ponga en peligro el reino...

La mirada fría de Lyn sobre él le decía lo obvio, pero ante todo, quería creer en la palabra de la guardiana para poder mantener la suya.

—La dejaste ir como si yo no hubiera sido obligado a pactar una alianza con un reino que desconozco tan solo para sacarla de allí —le reprochó, tomando la posición de rey—. Ahora va a ir al lugar donde se encuentra el cristal núcleo, y no quiero imaginar el precio que pagaré si ella falla de nuevo.

En silencio, Elyon aceptó el regaño, y la responsabilidad de la misión que Galathéia ahora intentaba cumplir. No obstante, llevó sus dedos a sus labios para silbar, llamando enseguida la atención de su garza, que corrió a verlo.

Cuando la tuvo en frente suyo, le colocó sus poleas y las aseguró, pasando de largo de todo lo que su rey le había dicho. No obstante, antes de llevarse a la garza al borde de la isla, volteó a este, mirándolo con firmeza.

—No voy a abandonarte, y si la palabra de Galathéia no te parece suficiente después de lo sucedido, entonces te doy la mía de que ella no pondrá en peligro a nuestro reino.

—No estamos en las circunstancias apropiadas para que seas testarudo... —respondió Lyn, llamando a su ave con su mano, y viendo cómo Elyon ya le daba la espalda.

—Sabes que por eso somos amigos —declaró el guardián, acercándose a los piratas de Wækas que los esperaban para volver a su hogar.

Debido a la salida de Galathéia, Vega se ofreció a acompañar en la ida una vez más, y regresaría para ayudar a Azhryl con sus tareas como guardianes.

—El Rey Marseus me había dado unas coordenadas en su carta para llegar a la isla, pero tengo entendido que su reino suele deambular por el océano, por lo que dudo que me sirvan las mismas direcciones —anunció Lyn a sus aliados, a lo que Leo de Wækas dio un paso al frente y sacó de su bolsillo la brújula que su capitán le había dado.

—¡Descuide, Majestad!, yo guiaré el camino —exclamó decidido, acercándose a Lyn para ir junto a él—. Debemos darnos prisa, el cielo se ha terminado de oscurecer.

***

Marseus aceptó que la noche había llegado cuando ya no podía leer más lo que intentaba escribir, y molesto de haber sido interrumpido por algo tan simple, buscó la caja de fósforos para encender la pequeña vela sobre su escritorio. No iba a tomarse la molestia de levantarse a encender las lámparas de su habitación, y volvió a su trabajo.

Quería tener un inventario listo cuanto antes, y aunque luego de su viaje de negocios, Rygel le había facilitado la lista de todo lo que había conseguido cambiar, todavía le faltaba el resto de naves grandes de la isla, y también quería identificar por sí mismo el estado de estas, antes de realizar cualquier incursión.

Desde su silla volteó hacia la ventana, y quiso odiar lo inoportuno que estaba siendo el cielo con sus planes, sabiendo todo el trabajo que tenía que hacer.

Al menos, no tenía que dormir. Nunca lo hacía, y tampoco era un lujo que podía darse siendo un rey.

Si algún día pensaba en darse vacaciones, sería cuando tuviera asegurado su reemplazo, y estaba muy, muy lejos de ello. Tanto tiempo ocupando la corona, ¿pero de qué servía, si su reino vivía oculto entre la niebla más densa, y la marea más alta? ¿Cuánto más debía esperar para devolverle a Wækas el orgullo de ser uno de los tres reinos más grandes y temidos?

Aprender a levantarse luego de la derrota llevaba su tiempo, lo sabía mejor que nadie. Sin embargo, había aprovechado cada instante para imaginar la revancha, y aceptar ideas que antes, en su arrogancia, habría negado. Y la mejor parte era que, entre mayor era la espera, mucho más grande sería el interés a cobrar.

No pensaría en descansos ni siquiera como una broma, hasta conseguir elevar la bandera negra lo más alto.

Apenas tuvo tiempo para darse vuelta al escuchar los pasos de Nashi entrando a su habitación, y lo siguiente que hizo, fue lanzarle una especie de libreta con cubierta de cuero tan vieja, que ya sus páginas se salían por sí solas.

—Es el inventario del castillo, y del Corvus y el Equinox solo porque Ch'aska y Rygel no están. Wayra me dará el del Crucis en cuanto lo termine.

—¿Y Tritón? —inquirió Marseus, estirando uno de sus dedos hacia la libreta, pero enseguida su amigo puso la mano sobre esta, con intención de aplastarlo.

—Eso es problema tuyo —declaró. El capitán asintió sin quejarse, pues de por sí Nashi le había ayudado bastante, mas, tenía la leve impresión de que no iba a ser gratis, porque su mano no se despegaba del objeto—. ¿Vas a decirme qué planeas conseguir con esa alianza que has hecho con Wölcenn?

En contra de lo que se esperó que sucediera, el semblante de Marseus lució más relajado. Tal vez era porque no le había exigido una paga monetaria por su trabajo, y pensar en lo simple que podía llegar a ser su capitán, lo exasperaba.

—Todavía no he planeado nada...

—No me mientas, Marseus. —Nashi se negó a sacar su mano—. ¿Para qué cambiaste el curso, o quieres el inventario ahora?

—No podría hacer ningún plan si no sé lo que tengo antes, ¿no te parece? —sonrió, pero notó que si hacía una broma más, su rostro estaría en riesgo de ser golpeado—. Te prometo que en cuanto tenga el inventario de Tritón, te lo contaré todo. Incluyendo los detalles técnicos más pequeños y aburridos, hasta que te canses de escucharme.

—Como si eso fuera tan difícil... —Aunque su mirada permanecía muy seria, Nashi apartó muy lento su mano, y el capitán sacó la libreta para leerla—. Marseus, te juro que si se te ocurre vender el reino a cambio de un polvo, dejaré que te asesinen, y te rescataré a último momento tan solo para terminar de matarte yo mismo...

Aunque apenas podía contener las ganas de reír, tan solo miró a su compañero enarcando una ceja, con expresión desentendida.

—Me pregunto qué tan mal rey he sido como para que te imagines que soy capaz de algo así...

—Eres capaz de muchas cosas —afirmó Nashi con seriedad, sin darle lugar a discusión, y el mismo capitán se encogió un poco de hombros, aceptándolo—. ¿Entonces no te interesa en realidad...?

—No he dicho que no me interesara... —sonrió, en tanto se recostaba más sobre su asiento, solo para observar de lo más cómodo cómo su compañero perdía la paciencia con él.

¡Inezhe-iza! Sé serio...

—¡Estoy siendo serio! —admitió el capitán entre risas, y ante la mirada de reproche de Nashi, sintió que por lo menos podía explicarle eso—. Se ve lindo, crujiente por fuera, suave por dentro y rojito... como un camarón.

Nashi sabía que Marseus lo miraba a la espera de que se riera junto a él, pero eso no iba a suceder. En cambio, resopló al tiempo en que masajeaba con sus dedos su propia frente.

—De verdad que no sé por qué somos amigos.

—Ajá, lo que tú digas... —sonrió Marseus, sin intención de discutir sobre ello. Por mucho que lo negara, Nashi lo quería tan infinitamente como él lo hacía. Como si fueran almas gemelas, nassein.

—Y hazte un favor, y enciende más luces —reclamó su amigo, encendiendo dos lámparas de aceite que yacían colgadas en la pared, dándole mayor claridad a la habitación. El capitán entrecerró los ojos, molesto, mientras se acostumbraba a la luz.

—Estaba bien así... —se quejó. Antes de volver a dedicarse al inventario, observó el cielo de nuevo, con un poco de inquietud—. ¿No están demorando demasiado, no...?

—Ah, de seguro los hicieron prisioneros en Wölcenn y jamás los volveremos a ver. Excepto a Rygel, tal vez a él lo devuelvan pronto porque nunca se calla —comentó Nashi en tono sarcástico, y poco le faltaba para mencionar un «te lo dije».

Sin embargo, para sorpresa de ambos, se escuchó en la lejanía la campanilla que anunciaba los arribos, ya sea de barcos, o en este caso, de las aves de Wölcenn. Marseus y Nashi se miraron, seguros de que debía tratarse de sus compañeros y sus nuevos aliados.

—Hablando del Rey de Wölcenn...

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esta historia fue echo por alguna razón cual nose xd este es el tipo de shipps cual no tiene mucho pinche lemmon y cual trata de verse algo realista...