Las Cenizas De Emma© #3

By shipsinthesky

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La quemaron viva. Y se culpó de todo. La redujeron a cenizas. Y, una vez más, se halló cara a cara con la ú... More

Epígrafe
Sinopsis
LAS CENIZAS DE EMMA
1: Un dueto perfecto
2: 8 meses
3: 8 meses u 8 años
4: La estrella caída
5: Un 8 volcado
6: Delicia
7: Como está escrito
8: Pérdida
9: Vacío
10: Lugar seguro
11: Dos orgasmos
12: Lista de pros
13: Un amor infinito
14: 5 minutos
16: Papi feliz, papi óptimo
17: Niña y niño
18: Comprometida
19: Neptuno
20: Una verdad
21: Un diamante
22: Dotada de amor
23: ¡Que los cumplas feliz!
24: Favor de cumpleaños
25: 22 por siempre
26: 8 de septiembre
27: Un equipo
28: Trinidad
29: Luna de miel:
30: Ellos
31: Mentiras
32: Al estilo Oschner
33: Renuncia
34: Sorpresa
35: A su medida
36: Estela: la niña de los anillos
37: Verdes, blancos y rojos
38: La Estrella
39: Soluciones
40: 8 certezas
41: Selene
42: Un desastre
43: Colin Oschner & Emma Miller
44: Capricho
45: Sueños
46: Muñequitos de torta
47: Tres carreteras
48: La porción de Emma
49: Cómo empezaron
50: Niños de los anillos
51: En nombre del amor
52: El perchero
53: Miércoles por la noche
54: Cordialmente invitada
55: Regalos
56: El stripper
57: Momentos
58: El ritual
59: ¡Sorpresa!
60: Alegría
❀『Adelanto: Capítulo 61』❀
61: Víspera de la boda
62: Contando los segundos
❀『Víspera del final』❀
63: Sr. & Sra. Oschner
64: Por toda la constelación de Leo
☆*AMOR DEL BUENO*☆
☆~Feliz 8 de noviembre~☆
⋆.ೃ࿔*:・¡4to libro!⋆.ೃ࿔*:・

15: Renaciendo juntos

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By shipsinthesky

Entró al comedor principal donde Gael estaba sentado, el chico se sobresaltó cuando ella bajó su libreta roja sobre la mesa como si fuese la gran jefa de una empresa. A continuación, tomó asiento al lado de su hermano, quien tenía una laptop abierta delante de él.

—Gael, ayúdame —le tocó el brazo de forma insistente.

—¿En qué? —A Gael no le sorprendió descubrir que el bolígrafo de Emma era rojo también.

—Esta es mi lista —arrastró la libreta abierta hasta él.

—¿Por qué Hol tiene un enorme signo de interrogación?

—Porque la lista es un borrador.

—Eso no responde mi pregunta.

Se miraron a los ojos.

Emma estaba organizando su fiesta de cumpleaños. Sus hermanos le habían dicho que ellos se la organizarían, pero ella se negó a darles esa tarea porque, en casi 22 años de vida, nunca había organizado una fiesta de cumpleaños para ella misma. ¿Por qué? Porque antes odiaba el aniversario de su venida al mundo. Sin embargo, en casi 22 años, finalmente había abierto los ojos. Claro que había mucho que celebrar. En el pronóstico más feo, debía estar muerta en ese momento, y no lo estaba, estaba viva, y estaba viva por algo que sobrepasaba su conocimiento. No sabía. Tal vez había sido puesta en el mundo para amar bien, y esa no le parecía una pobre reducción de su existencia. El amor debe ser fácil, pero la mayoría de las personas actúa como si fuese más complicado que aprenderse la tabla de multiplicar. Muchos mueren sin haber aprendido las tablas. Muchos mueren sin haber aprendido a amar. Ella nació sabiendo amar, pero varias personas se habían encargado de borrarle aquella parte de su corazón donde se hallaba su amor propio. Hoy lo estaba recuperando de a poco. Mientras tanto, seguiría amando a sus seres queridos, a Colin Oschner (Dios, sí), a su gata birmana, y a cualquier ser humano que lo necesitara.

—Tiene un signo de interrogación porque no sé si vendrá —especificó.

—¿Al menos la invitaste? —cerró su laptop.

—No... Pero no volará desde allá por esto —tomó la libreta, tachando el nombre de su mamá.

—¿En serio? —Gael se adueñó de la libreta, viendo que al lado de Hol había estado escrito el nombre de Steve, quien era el multimillonario novio de su madre, hasta vivían juntos en Manhattan—. Deberías invitarla, y si no viene, ¡está bien! Le surgen reuniones todo el tiempo, ¿no? —miró a Emma, quien se puso seria mientras pensaba al respecto—. ¿No? Bueno... Pusiste el nombre de mi mamá, eh.

—Hablé con ella. Vendrá —sonrió.

—¿Por qué pusiste el nombre de Gillou? —levantó sus cejas.

—Porque estoy esperanzada con que aparezca por esa puerta —señaló— y diga: «¿En serio pensaste que me perdería tu cumpleaños, mujer?». —Supuestamente, lo imitó con su voz. Gael rio, y Emma puso su mano sobre la libreta—. Ya. No tengo muchos invitados, pero sabes que me gusta escribir en papel. ¡Faltan 10 días!

—Me fascina la Emmy emocionada por su cumpleaños —sonrió, tocándole el hombro antes de volver a la libreta—. Por supuesto, tus amigas están invitadas, y también Al y Eugene. Pregunta importante. ¿Qué comeremos?

Emma volteó la página, enseñándole la palabra escrita en letras gigantes: Pizza. Había dibujado una pizza de pepperoni y espárragos. Había hecho arte detrás del borrador de la lista. Gael soltó una carcajada, y Emma señaló la página de al lado que decía:

Música:

Taylor Swift.

Jonas Brothers.

—Es que no se puede escuchar otra cosa el día nacional de Emma. —Gael sonrió, siguió pasando de hojas, pero solo encontró dibujos. ¿Solo? Un dibujo de Emma era el lugar donde cualquiera quisiera perderse un largo rato. Hacerse diminuto y caminar sobre las líneas era algo que cualquier pagaría por experimentar—. ¿Y?

—¿Y qué? —sonrió, recostando su cabeza sobre su hombro.

—¿Qué más? ¿Qué ropa usarás? —inquirió.

Entusiasmada, le dio un golpe a la mesa con sus manos, y exclamó:

—¡Me alegra que lo preguntaras!

—Alguien debe ocupar el vacío que deja Gillou cuando no está.

—¡Au! ¡Qué romántico!

Gael frunció su ceño, diciendo:

—Me refiero a que es él quien hace esas preguntas, Emma.

—¿Por qué no te gusta demostrar ternura? —le acarició una mejilla.

—Siempre demuestro ternura —la agarró de la mano.

—Eh, no, no cuando se trata de Gi. O tal vez yo soy demasiado intensa.

En ese momento, el celular de ella comenzó a sonar.

—¡Es mi amorcito! —exclamó, levantándose de la silla.

—¿Intensa? ¿Tú? —Gael regresó a su laptop.

Emma le sonrió, poniendo una mano sobre su pecho, y respondió:

—Cole —se fue a otra habitación.

—Emmy —respondió.

Ella miró su smartwatch. Eran las 3.

—¿Te dieron un minuto libre para llamarme? —sonrió.

—Me robé un minuto para llamarte —esbozó una sonrisa. Emma mordió su labio inferior, pegándose a un librero, ni los libros tienen un amor tan bueno—. Así que tengo que ser rápido. Es viernes...

—Y aunque no lo fuera, lo sería, solo porque tú lo dices —cerró sus ojos, dejando a su risita en la punta de su lengua porque no quería interrumpir la risa de él—. Es obvio que estás tratando de invitarme a salir. La respuesta es sí. Acepto salir contigo esta noche, Colin. Ya puedes quitarte los nervios de encima.

—Oh —suspiró actuado—. Salvaste mis pantalones.

Emma rio, tomando cualquier libro del estante.

—De nada —dijo—. ¿Nos encontramos en tu depa o me pasas a buscar?

—Quiero encontrarte en un lugar a las 10.

—De acuerdo. En tu depa.

—No. Un lugar en específico.

Emma sonrió tanto que sus mejillas le dolieron.

—¿Podemos encontrarnos en la luna? —miró el techo.

Colin sintió calentito en medio de su pecho.

—Podemos encontrarnos en las estrellas.

—Me gusta, pero ¿dónde quieres que nos encontremos esta vez?

—Te enviaré la ubicación al terminar esta llamada.

—¿En serio?

—Sí, y eso tiene que ser ahora. Te amo.

—Te amo hasta Andrómeda.

—Vaya. Eso es mucho.

—¡Envíame esa ubicación!

—¡Ya, ya! —colgó.

Emma dejó el libro en su lugar, y miró la pantalla de su celular.

Esperó y esperó. 20 segundos esperó, hasta un mensaje se deslizó.

Oschner: Te veo a las 10!

Sonrió, y respondió antes de que sus dedos se derritieran al igual que resto de su ser.

Emma: Oh, bueno.

Emma: De todas formas, no necesito salir del planeta para sentirme fuera cuando estoy contigo

Colin le mandó un emoji de corazón amarillo.

Caminó sola por la acera, bajo una gibosa creciente celosa de verlos brillar más fuerte que ella. Él la estaba esperando frente a las farolas blancas encendidas como cada noche en la ciudad, pero hasta las Luces Urbanas lucían menos cautivadoras al lado de ellos. Se sonrieron cuando se hallaron a la distancia. Ella sujetó la falda de su vestido verde manzana, que iba hasta sus tobillos, y giró una vez, bailando, pocos metros antes de llegar a destino. Él era su destino. La razón de sus latidos. Él sonrió, frotándose su barba, mientras la veía hacer del mundo su escenario. Cuando se encontraron cara a cara, ni el desorden de los sonidos de la ciudad logró penetrar el campo que los encerraba juntos. Se dieron un beso frente a una de las esculturas de arte público más famosas del mundo.

—Llegaste antes que yo, Oschner.

—Todo estaba calculado para que así sea.

Emma lo abrazó, poniendo su barbilla en el pecho de Colin, mirándolo.

—¿Adónde vamos? ¿O tu plan es sentarnos en ese escalón a meditar juntos?

Colin la rodeó con un brazo, viendo a las demás personas antes de darle toda su atención a ella.

—No. Tengo un mejor plan para los dos —dio un paso atrás, llevando una mano a su bolsillo trasero.

—De acuerdo —rio, pero no sabía la razón, solo reía mucho.

—Por cierto, te ves preciosa como siempre.

—Gracias. Tú te ves hermoso como siempre.

Colin dejó ver el antifaz para dormir que trajo con él.

—Te traje un accesorio extra para completar tu atuendo.

Emma soltó una carcajada muy sonora, y le sacó el antifaz rosa de gatita adorable.

—¿Qué planeas, Oschner? —entrecerró sus ojos, jugueteando.

—Te llevaré a un lugar especial donde nadie nos podrá interrumpir... Al menos por esta noche. Sin llamadas, sin mensajes, sin e-mails, solo nosotros —tomó el antifaz, y con sus manos estiró de la goma para colocarlo en la frente de su nena—. Anoche sentí que no hago mucho por ti últimamente.

—Cole —lo tomó de la muñeca donde se hallaba su reloj—, tú haces lo necesario por mí.

—Quiero hacer más de lo necesario. Lo necesario apesta. Lo necesario es para mediocres.

Emma se puso de puntitas, dándole un beso en la mejilla.

eres todo lo necesario, y más.

Colin se quedó callado. Ella había sido la primera persona que lo hizo sentir necesario en el mundo. Emma se dio cuenta de que movió muebles en el interior de él, así que actuó, estiró el antifaz hacia abajo, cubriéndose los ojos. La oscuridad jamás se había sentido tan amistosa. Entonces, sonrió, pegándose al cuerpo de él, lo sujetó de las manos frente a sus pechos, y esperó el siguiente movimiento.

—Mi camioneta está cruzando la calle, así que...

—Sé mis ojos. Hagamos el ridículo juntos.

—Eso es fácil —rio.

Se puso detrás de ella, y la sujetó de los hombros para hacerla caminar. Atravesaron la calle frente a una fila de automovilistas parados frente a la señal. Tardaron menos de 1 minuto en llegar a la Benz estacionada junto a un parquímetro, rieron en el camino hasta ella. Era la primera vez que Emma caminaba a ciegas en la vía pública, y estaba segura de que no habría otra segunda vez porque esas cosas fuera de serie solo podían pasarle al lado de él.

La subió al asiento del copiloto y le abrochó el cinturón de seguridad.

—Entonces, ¿cómo sigue el plan? —preguntó, haciendo que sus oídos vieran por sus ojos. Oyó cómo Colin abrochó su cinturón, después encendió el motor. Ella no sabía si tenía oídos súper desarrollados y una imaginación ilimitada o es que conocía cada uno de los movimientos de él, hasta pudo ver los dedos de él en el tablero de la radio, y, cuando comenzó a sonar una de Queen, ella supo que lo conocía mejor que un botánico conoce de plantas.

—El plan sigue así: yo conduzco y tú no haces preguntas con respecto a cómo sigue el plan.

Emma sintió cómo se empezaron a mover.

—No me gusta ese plan. Ya sé. Tú conduces y yo trato de adivinar cómo sigue el plan.

—Emmy.

—De acuerdo. —Emma fingió que cerró su boca con una cremallera, y comenzó a reír mucho cuando él se la abrió de nuevo—. Soy tu fastidio favorito. Pro de casarte conmigo: siempre tendrás quien te hable.

Pro de casarte conmigo: siempre tendrás quien te escuche.

—¡Me gusta! —sonrió, buscando la mano de él para sujetarla—. Eso es un equipo. Somos un equipo.

Colin la miró, mientras conducía, y levantó sus manos juntas para darle un beso a la de ella.

—¿Te doy un adelanto? Cenaremos pizza.

—¡Eso lo dices solamente porque toda tu camioneta huele a ella!

—¿Por qué gritas? Estás ciega, no sorda —se echó a reír.

—No sé. ¡Estoy alterada porque sé que recordaré esta noche por el resto de mi vida!

—Pones mucha presión sobre mis hombros...

—Y tú siempre superas mis expectativas hasta cuando no las tengo.

—De acuerdo. Dejemos que la música hable por el resto del camino —subió el volumen a Bohemian Rhapsody, y no supo hasta ese momento que siempre había necesitado escucharla cantar ¡Galileo Figaro! con una voz que sonaba a un personaje salido de los Muppets. Él rio, mientras la veía haciendo playback. En realidad, estaba cantando debajo de la voz de Freddie, pero no era posible escucharla. Pararon en un semáforo, y el sujeto del carro de al lado miró a la chica con antifaz que usaba su puño como micrófono para cantar con pasión.

A medida que avanzaban camino al lugar especial, todo se hacía más evidente para ella.

—Sé adónde vamos.

—Estamos por llegar. No te pongas a tratar de adivinar cosas ahora.

—Pero sé adónde vamos. Ya lo sé.

—No esperaba poder ocultártelo hasta el final, pero lo oculté más tiempo de lo que pensé que podría —le estiró el antifaz hacia abajo, dejando que viera cómo se acercaban a la rotonda del Observatorio que ya estaba cerrado para esa hora. La miró, y pensó que todos eran unos tontos por buscar la belleza arriba cuando el resumen del Universo estaba en los ojos de ella cuando brillaban de esa manera—. ¿Mi amor?

—Sabía que vendríamos aquí, pero no sabía que me iba a mover tanto el interior —suspiró, mirándolo.

—Todo es para ti —le dijo, estacionando frente al Observatorio Griffith.

—Quizá sea más de lo que merezco —pensó, seriamente.

—No. Te mereces más, pero esto es lo que te puedo dar ahora, sin embargo, me pasaré el resto de mi vida tratando de llenar el pozo de todo eso que te mereces. Te mereces el Universo, Emma —rio, porque no podía creer que ella no lo entendiera. ¿Cómo podía no verlo cuando se miraba al espejo? —. Te mereces cargar las estrellas en tus bolsillos, te mereces galaxias iluminando tu recámara, y mereces que un jodido agujero negro se trague todo tu dolor, pero, no soy un dios, no puedo llevarte a la luna, solo puedo traerte a un observatorio donde la gente viene a mirar la luna. Paso mis noches ideando cómo equiparar el cielo que te mereces con cosas terrenales que yo te puedo dar.

—Cole —miró hacia abajo, al antifaz entre sus manos.

—No hagas eso, ya no lo hagas. Deja de decir «Cole...» cuando no sabes qué decir porque crees que tienes algo qué decir. No digas nada. No necesito que digas nada. Solo acepta que eres todo para mí. Te amo demasiado, y no duele, nunca ha dolido, y jamás dolerá, porque tu amor del bueno. . .

—Me hace bien —completó las palabras de él.

—Exacto —le acarició el cabello suelto—. Tu amor del bueno me hace bien.

Emma le sonrió, pensando en que no necesitaba el cielo si tenía esa mirada azul cielo, tampoco necesitaba una galaxia iluminando su recámara porque ellos juntos podían iluminarla cada mañana. No necesitaba estrellas porque todas ellas quedaban chicas al lado de la sonrisa más bella. Definitivamente, no hacía falta un agujero negro que tragara su dolor porque su dolor se volvía insignificante cuando escuchaba el sonido de una voz diciéndole que ella, toda ella, era todo lo que siempre soñó. Tenía su propio Universo ahí, en él.

—¿Todavía eres amigo de esos guardias? ¿No los despidieron o renunciaron o nunca tienen vacaciones?

Colin se encontraba sacando su mochila, y la pizza, de la parte trasera de la camioneta.

—Siguen aquí, y no son mis amigos porque si lo fueran no me cobrarían.

—Si fuesen como Al, sí.

—Eso es verdad.

—¿Cómo está?

—¿Al? Bien. Vamos —la agarró de la mano, entrelazando sus dedos.

Caminaron por el sendero de piedra, y Emma actuó como si conociera de memoria cada hierba cuando lo cierto es que la última vez que había estado ahí había sido exactamente la noche en que se declararon. Se adelantó hasta la escalera que se encontraba a la derecha, la misma por la cual subieron hacía 2 años, y trepó el portoncito de color negro que él la había ayudado a atravesar la primera vez. Subieron por la escalera caracol.

—¿Por qué dejaste de venir aquí? —le preguntó ella.

—Porque ya no necesito huir —respondió.

—Eso tiene todo el sentido del mundo para mí —dijo, subiendo escalón por escalón.

Llegaron a la cima, a uno de los balcones, y la ciudad se iluminó aún más porque ellos estaban de regreso.

—Tan hermosa como la recordaba. —Emma se asomó a la orilla del balcón, dejando que las luces se reflejaran en sus ojos verdes, formando un amarillo más dulce que la miel—. Esa noche sentí que me iba a desmayar. De hecho —rio, tapándose la boca, porque pensó que era una tonta—, estaba tratando de no hacerlo porque eso implicaba que tú me cargaras, y en ese momento no había suficiente confianza.

—¿Para qué? ¿Para esto? —la agarró de la cintura, cargándola rápidamente como a una bebita, Emma rio, y Colin la bajó sobre una manta donde iban a cenar—. ¿Qué es un picnic en Park Slope frente a uno ilegal en la cima del Observatorio de Los Ángeles? Dime si esto no es mucho mejor.

Emma sonrió, sentándose mejor mientras veía la pizza y las latas plateadas de Coca light.

—No es mejor porque... faltó el vino.

«No es mejor porque el otro era tu lugar favorito.»

Era.

Nueva York era muchas cosas y ahora no era nada.

O era todo lo que querían lejos de sus miradas.

—Mierda. Es cierto —rio—. Pero esta vez tengo que conducir, y mañana por la mañana tengo cosas que hacer. Es un verano ocupado. Toma —agarró una lata y se la pasó—. No es el mejor picnic, pero al menos tenemos una pizza tamaño familiar para los dos —abrió el cartón donde estaba la pizza mitad pepperoni mitad champiñón.

—¿Dónde diablos están los espárragos? —habló, ofendida.

—En el restaurante.

—Lloverán meteoritos por este cambio dramático. Nos condenaste a todos.

Colin abrió su mochila, de donde sacó una bolsa zipper con espárragos.

—¿Qué carajos? —preguntó Emma.

—No sé. La agarré del refri antes de salir. ¿Quieres?

—¿Por qué transportas una bolsa de espárragos?

—Porque es un picnic, Emma. También traje esto —sacó una caja transparente de fresas bañadas en chocolate. Emma abrió sus ojos del tamaño de la luna, y se lanzó sobre él para besarle las mejillas, el cuello, los labios, cada centímetro del rostro—. Te dije... —intentó hablar, pero estaba siendo atacado por un monstruo cariñoso— te dije que anoche estuve pensando. ¿Hace cuánto que no te regalo fresas? Dime hace cuánto.

—No sé, solo sé que eres el mejor novio del Universo.

—Tú eres la reina de mi Universo.

Emma sonrió. Se besaron en los labios, y el Universo se expandió más rápido.

«Por favor. Quita esa barrera del medio, que ya no sé qué táctica usar para que me quieras de esa manera.

—Es que ya te quiero de esa manera».

Ella se acercó todo lo que pudo, colocando sus manos sobre los hombros de él, quien con sus dedos sujetó el borde de las manguitas del vestido. No estaban en medio de su jardín en Park Slope. En palabras serias y exactas, estaban cometiendo un delito, y esa era la única razón por la cual no la acostó en la manta para hundirse en ella. Se apartaron, y se sonrieron con los labios, y con los ojos, entonces, atacaron la pizza.

—Le escribí a Hol —comentó ella, masticando.

—¿De verdad? —sonrió.

—Sí. Le escribí un e-mail porque de esa manera nos comunicamos. No respondió.

—Lo hará. Siempre lo hace —colocó su mano sobre la rodilla de ella.

—Le pregunté cómo está.

—Está bien. Aún no lo vio.

—Quiero invitarla a mi cumpleaños.

—Faltan 10 días —sonrió, y le apretó la rodilla—. No pienses que lo olvidé. ¡Aún no sé qué regalarte!

—¡Por favor, no me regales nada! —respondió, con el mismo tono exaltado.

Ambos rieron.

—¿Cómo no regalarte nada?

—Tu presencia es todo lo que quiero ese día.

—Hablaré con Cohen. Entenderá. Saldré al menos 2 horas antes.

—¿Entenderá? —bajó su rebanada de pizza.

—Sí, haré que lo entienda. O me escaparé.

—Si te escapas, y está de malhumor, sabes que te cerrará la puerta sin importar qué.

—Entonces, me aseguraré de que esté de buen humor.

Emma soltó una risita, sacudiendo su cabeza.

—No puedes controlar el mundo, Cole.

—Sí puedo —asintió—, y sí saldré temprano ese día porque tú estás en primer lugar.

—Bien —asintió, agarrando una lata.

—Te amo bien —la miró, expectante al esperar la respuesta de ella.

Emma cerró sus ojos, inhalando cada exhalación de él.

—No sé, pero algo me dice que siempre sentiré que tengo 22.

—Es gracioso porque yo tenía 22 cuando te traje aquí.

Lo miró, dejó la lata, apartó la comida, y se acurrucó en los brazos de él.

—¿Estamos envejeciendo juntos? —preguntó ella.

—No, estamos renaciendo juntos —le dio un beso en la mejilla.

Ella agarró con sus dedos una fresa, y la puso en la boca de él.

—¿Te gusta? —le preguntó.

—Creo que... —habló con la boca llena— sabría mejor desde tu boca.

Emma rio, y tomó otra de la canastita, le sacó la parte de arriba; a continuación, la colocó en su boca, acercándose a la de Colin. Él agarró la fresa sin usar sus manos, la masticó, mientras se inclinaba arriba de su nena, hasta que la tuvo en el suelo, sobre la manta, debajo de su cuerpo, la besó, compartiendo el agridulce de la fresa y la exquisitez del chocolate dulce. Él tenía razón. Sabía mejor desde la boca del otro. Sumergió una mano bajo la falda del vestido de ella, pero se detuvo cuando la misma lo apartó. Alguien debía pensar por los dos.

—Colin.

—Quiero... follarte.

Emma vio unos ojos celestiales que en ese instante transmitían una clase de sufrimiento.

—¡Oh, bendita seas! —gritó él, cuando se sintió completamente dentro de ella.

Emma gimió desde el fondo de su interior al oído de su amor, chupándole el lóbulo de la oreja, mientras lo sujetaba del cuello con un brazo y se movía sobre él en el asiento del conductor de la Benz. Se encontraban follando más allá del aparcamiento del observatorio, a un lado estaban las barandas y el barranco del parque Griffith, al otro lado estaba el inicio de la zona de senderismo Charlie Turner. Todo estaba vacío. La iluminación era óptima gracias a las farolas en cada lado de la calle. No debían estar ahí. No debían estar haciendo eso, pero se sentía tan rico ser compañeros de crimen. La camioneta se sacudía con ellos. Las aves pudieron haber abandonado sus ramas cuando ella gritó al techo, viniéndose con sabor a crimen. Él la sujetó de los brazos, jadeó fuerte, y se vino completo con la cabeza escondida entre los brazos de ella.

—¿Y, y ahora? —Colin habló entre cada respiración.

—Ahora... —lo acarició con sus manos, desde los hombros hasta los codos— conduces a tu depa.

—Esa es la peor parte —rio, poniendo su frente contra los pechos de ella.

—Piensa en esto. Cuando lleguemos, podemos hacer lo que quieras.

—¿Hasta dormir? —la miró a los ojos, acomodándole el cuello del vestido.

—Lo que quieras —lo peinó hacia atrás con sus dedos.


¿HOLAA? ¿ESTÁN AHÍ? 

Solo por hoy pondré un gif, porque se trata de Emma en un picnic de otro universo:

No sé qué les genera los picnics a estos dos, pero siempre terminan sobre la manta. AAAA. Un detalle (masoquista) a recordar de que la vez en Park Slope Emmy estaba menstruando por última vez (antes del embarazo). Aaa. Mi cerebro siempre encuentra la manera de recordarme a la semillita. Pero vivamos el presente. ¿¿Qué es un picnic en Park Slope frente a uno ilegal en el Observatorio Griffith?? Debo decir que al escribir este capítulo tuve muchos sentimientos encontrados al recordar el capítulo Una noche de película de Al Estilo Emma. Para mí ha sido un bello homenaje a ese par que se gustaba mucho y que no sabía como afrontar lo que sentían<3 Sí que crecieron mucho, sí que maduraron mucho, sí que están renaciendo juntos.

¿Mi escena favorita? La de las fresas. ¿Para qué mentir? Tan H0T como el planeta Venus. También siempre enamorada de las palabras de Colin. Una vez les dije que Instagram que a veces pienso que Colin en el pasado fue un poeta que se comunicaba con su Emmy por cartas<3 Tengo pruebas y cero dudas. Su amor lleva décadas existiendo en este planeta.

Por cierto, nuestra Emmy anda organizando su fiesta de cumpleaños<3 ¿Quién está emocionadx? Mi chiquita por fin entendió que tiene mucho que celebrar.

Muy bien. Hasta aquí mi reporte. Nos leemos en el capítulo 16. 

No se olviden de votar y comentar<3

LXS AMO BIEN.

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