Las Cenizas De Emma© #3

By shipsinthesky

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La quemaron viva. Y se culpó de todo. La redujeron a cenizas. Y, una vez más, se halló cara a cara con la ú... More

Epígrafe
Sinopsis
LAS CENIZAS DE EMMA
1: Un dueto perfecto
2: 8 meses
3: 8 meses u 8 años
4: La estrella caída
5: Un 8 volcado
6: Delicia
7: Como está escrito
8: Pérdida
9: Vacío
10: Lugar seguro
11: Dos orgasmos
12: Lista de pros
13: Un amor infinito
15: Renaciendo juntos
16: Papi feliz, papi óptimo
17: Niña y niño
18: Comprometida
19: Neptuno
20: Una verdad
21: Un diamante
22: Dotada de amor
23: ¡Que los cumplas feliz!
24: Favor de cumpleaños
25: 22 por siempre
26: 8 de septiembre
27: Un equipo
28: Trinidad
29: Luna de miel:
30: Ellos
31: Mentiras
32: Al estilo Oschner
33: Renuncia
34: Sorpresa
35: A su medida
36: Estela: la niña de los anillos
37: Verdes, blancos y rojos
38: La Estrella
39: Soluciones
40: 8 certezas
41: Selene
42: Un desastre
43: Colin Oschner & Emma Miller
44: Capricho
45: Sueños
46: Muñequitos de torta
47: Tres carreteras
48: La porción de Emma
49: Cómo empezaron
50: Niños de los anillos
51: En nombre del amor
52: El perchero
53: Miércoles por la noche
54: Cordialmente invitada
55: Regalos
56: El stripper
57: Momentos
58: El ritual
59: ¡Sorpresa!
60: Alegría
❀『Adelanto: Capítulo 61』❀
61: Víspera de la boda
62: Contando los segundos
❀『Víspera del final』❀
63: Sr. & Sra. Oschner
64: Por toda la constelación de Leo
☆*AMOR DEL BUENO*☆
☆~Feliz 8 de noviembre~☆
⋆.ೃ࿔*:・¡4to libro!⋆.ೃ࿔*:・

14: 5 minutos

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By shipsinthesky

Como cada mañana, el despertador sonó a las cinco y treinta.

Abrió sus ojos frente a la cara de ella, la soltó en su abrazo, y se estiró para alcanzar su celular.

Desconectó del cargador, y giró, hallándola despierta.

—¿Qué día estamos? —preguntó su nena con la voz todavía dormida.

—Eh... —tuvo que mirar la pantalla del celular que seguía sosteniendo.

Ella le hacía perder la noción del tiempo.

—Jueves. Es jueves, corazón —respondió.

Soltó el celular sobre la cama, y se acomodó sobre ella. Se miraron a los ojos, sonriendo, y se besaron en los labios, despacio. Si les quedara 5 minutos en este mundo, los usarían exactamente para esto. En este caso, les quedaba 5 minutos antes de que todo se apretara en la agenda de él. Sus minutos estaban meticulosamente planeados, pero, por ella, le sacaría 1 minuto a cualquier otra actividad solo por 60 segundos más arriba de ella.

—Cole —ronroneó, subiendo su mano por la cadera desnuda de él.

Él mordió con fuerza, y zambulló su mano bajo las sábanas.

La guio hasta su erección, y su cabeza cayó hacia delante cuando ella lo masturbó. Jamás intentaba contenerse, y, aunque quisiera, nunca podría. Gimió. Su cabello cubrió su frente, pero, de todas formas, ella pudo observarlo cerrando los ojos con fuerza, siendo completamente perfecto por un instante. Emma interrumpió para empujarlo despacio, hasta acostarlo al lado, entonces, volteó, y bajó lentamente bajo las sábanas. En la habitación resonó los jadeos de él. La tomó del cabello mientras ella movía su cabeza adelante-atrás, haciendo uno solo a sus líquidos.

—¡Emma, Emma! —dijo, rápido.

Emma lo sacó de su boca.

Lo escuchó y lo vio venirse.

Lo lamió una vez más antes de escalar hacia arriba por el cuerpo de él.

—Ya puedes empezar tu día —le dio un beso en la boca, sintiendo cómo el pecho se inflaba y deshinchaba debajo de ella—. ¿Sabes? —Con su dedo le trazó un corazón en el pecho, después lo miró a la cara. Colin no hablaba porque no quería despertar—. Espero que pongas eso en tu lista de pros de casarte conmigo.

Colin sonrió, y la sujetó de la cabeza con sus dos manos.

—La próxima yo te enseño otro pro de casarte conmigo.

—Estoy libre mañana por la mañana.

Colin no pudo evitar reír, y no solo porque le pareció gracioso, sino porque estaba demasiado feliz.

—Tengo que levantarme, corazón.

Emma se echó al lado, en la cama, y permitió que se levantara. Vio el techo, mientras Colin encendía la luz del baño, y todo eso, levantó sus brazos como si fuese capaz de alcanzar el cielo desde las sábanas de él. Sentía que poseía el mundo cuando estaba en la cama de él.

—Te tengo un contra —pensó, en ese momento.

—¿Ah, sí? —la miró antes de meterse al baño.

—Sí. Te haré llegar tarde siempre —se acostó de lado para verlo.

—Tengo una solución. Pondré mi despertador más temprano —le sonrió.

—Bueno. Mi coño y yo podemos soportar el horario de nuestro esposito por 10 minutos de su atención.

Colin abrió sus ojos, despertándose completamente.

—¿Quién eres? —rio.

—El amor de tu vida —se acostó boca arriba, colocando sus manos sobre su abdomen.

Colin sonrió, retrocediendo al baño.

⠀⠀⠀⠀

Subió las escaleras principales hasta la puerta del edificio del departamento de física de la universidad. El sol había salido hacía pocos minutos, pero las aves habían empezado a cantar tiempo antes de ver la luz solar. ¿En qué se parecía con las aves? En que ambos gozaban la existencia de su amante sin necesidad de verlo.

Bebió, con una pajilla, el batido que había comprado de una cafetería del campus, en la que los empleados llegaban tiempo prudente antes de abrirla. Lo tenían como su cliente de cada mañana, y lo atendían antes del horario porque también podía caerle bien a las personas. Ah, y porque el encargado creía que estaba hermoso.

Paseó, con su mochila colgada en sus hombros, por un largo y silencioso pasillo.

—Oschner.

Se detuvo, y retrocedió dos pasos.

—Buenos días —contestó.

—Ven. —Cohen se encontraba sentado en un escritorio junto a la puerta de una sala abierta. Colin entró, y no halló a nadie más que al profesor. Cohen era como la luna: de día se ocultaba en el departamento de física, y por las noches salía... A veces—. Eres el primero en presentarse. Felicitaciones —habló, rancio, bebiendo de una taza el café americano que olía toda la sala, después, señaló una silla vacía, y Colin la arrastró frente al escritorio.

—Transcribí todo lo que me pediste, pero aún no te lo he mandado porque. . .

—Cállate, y desayuna —lo interrumpió.

Colin se quedó con la palabra en la boca. No respondió. Sacó la dona sin glaseado que traía en una bolsita de papel, y le dio un mordisco grande, sacándose la mochila de los hombros. Mientras tanto, Cohen bebía café como adicto. Hacía poco que Colin había escuchado a Kurt bromear con que Cohen le ponía alcohol al café, y Colin creía que podía ser más que una broma a espaldas del profesor. El hombre no se daba cuenta de que estaba matando sus brillantes neuronas por no saber lidiar con sus problemas. Pero Colin lo entendía. Él también había matado muchas neuronas al descuidarse por tantos años, y tampoco se dio cuenta en el momento.

—¿Qué bebes?

Colin disimuló su sorpresa.

Hacía tiempo que no tenía una charla humana con Cohen.

—Es chocolate.

—¿Desayunas chocolate y donas? Eso explica muchas cosas.

—Eh.

—Te ves bien. Me preocupabas.

Colin se puso rojo, pero lo ocultó comiendo y bebiendo. Al principio, no le agradó saber que, si Cohen notó lo mal que había estado alguna vez, Mónica y los demás también, pero se le quitó la angustia en seguida, con palabras, las palabras sanan, además, sintió que ese era el profesor con el que había decidido pasar 5 años de su vida.

—Gracias —dijo en primer lugar, aunque no le sentó del todo bien—. Pero como más que chocolate y donas. Estoy siguiendo un tratamiento, y estoy mejor, quiero decir, sigo en el camino de la recuperación, y no todos los días son buenos, pero hay más días buenos que malos.

Cohen lo miró y se quedó callado por un par de segundos. Tiempo suficiente para deducir lo que Colin hacía los miércoles por la tarde, y otro par de veces al mes. Sabía que su asistente hacía terapia, pero nunca se detuvo a pensar al respecto. De pronto, lo entendió todo.

—Me alegro mucho por ti, Cole. —¿Le dijo Cole?—. Eres joven e increíblemente talentoso. El más talentoso que he conocido en la última década. Tienes mucho que ofrecer, mucho que vivir. Cuídate todo lo que puedas.

—Gracias, pero... Mónica ha hecho mucho más, señor.

—¿Mónica? ¿La que no está aquí ahora?

—Es la primera vez que llega tarde, y no le fallaría ni en el Apocalipsis.

—Es verdad —se tomó de su puente nasal con los ojos cerrados, y volvió a mirarlo—. Mónica es una muy buena asistente. Lástima que está embelesada con la idea de irse de aquí... Igual que tú. Parece que están mirando y marcando el calendario, muriéndose porque llegue diciembre para presentar sus renuncias.

—Eh, escuché que Brice seguirá aquí.

«Cambia de tema ya, Oschner».

—Al menos —respondió.

Todos tenían un distintivo. Mónica era mandona. Brice no sabía guardar silencio en el extremo de pesado, y Kurt no hacía mucho que había descubierto el antitranspirante (fue su más grande descubrimiento fuera de cualquier laboratorio). Colin era el enamorado... ¡El peor de los defectos! (según el hombre con problemas matrimoniales) Que alguien intentara hablarle en la hora libre o esperen a que responda rápido un e-mail después de las 10. ¡Esperen y sigan esperando! Sin embargo, todos trabajaban de manera brillante cuando estaban juntos, y por separados, sin importar lo mandones, charlatanes y antihigiénicos que eran... o lo bobamente fechados que estaban.

—Y Kurt no está seguro de querer aceptar la beca que le ofrecieron. Está cómodo aquí.

—¿Y tú? ¿Sigues con la misma idea? ¿Aún no cambiaste de parecer? —lo apuntó con su barbilla.

—¡Llegamos! — De haber sabido que lo había salvado de un tema que odiaba tocar con Cohen, Mónica se hubiese retrasado 5 minutos más. Ambos los miraron, aunque Colin fue el único en percatarse de que los tres tenían la misma ropa que ayer, y tal vez no se hubiese detenido a inspeccionarlos de no haber sido por los ojos de resaca. Por cierto, los ojos de Mónica erupcionaron al encontrarse con los de él, es que Brice, el jodido charlatán, le había asegurado en el camino: «¿Crees que Colin llegará antes? Salió con su chica anoche. Nos tapará. Calma, Monic».

—Ya era hora —respondió Cohen.

—¿De qué hablaban? —preguntó Kurt, curioso.

Cohen se levantó, y caminó hacia la puerta.

—De lo brillante que es esta mujer —apretó el hombro de Mónica, saliendo de la sala—. Síganme.

—Te sigo, señor —habló Brice, caminando detrás de Cohen en primera línea.

Colin se colocó su mochila frente a la atenta mirada de Mónica. A continuación, salió en silencio de la sala, como si Mónica no existiera. Le hubiese dicho que era cierto que estaban hablando sobre lo brillante que era, pero aún recordaba el enfrentamiento de hacía 7 días:

—No lo leí porque Mónica no me lo mandó, señor. —Había dicho Colin minutos antes de cerrar ese día.

En un segundo, Mónica se había alterado tanto que se levantó de su silla, señalándolo con su índice ante la mirada perpleja de los cuatro. Había tomado las palabras de Colin como la peor de las acusaciones.

¿Ella? ¿Irresponsable?

Lo había hecho tragar sus palabras.

—A mí no me llames irresponsable, imbécil.

Cohen había suspirado, saliendo del salón:

—No me interesa quién no le mandó a quién. Solucionen sus conflictos personales para mañana en la mañana o no se molesten en aparecer. —Aquello último era su típica amenaza.

Colin se había levantado de su asiento, recogiendo sus pertenencias de la larga mesa de reuniones.

—Yo no tengo conflictos personales con nadie —masculló.

—Yo tampoco —le dijo Mónica—. Eres demasiado inútil para tenerte en cuenta.

—Mónica —la miró a los ojos—, en 5 años jamás te he ofendido. Háblame con respeto o no me hables.

—¿Adónde crees que vas? —Mónica frunció su ceño, pasando completamente de largo las palabras de él.

—Tengo una vida al cruzar esta puerta —sacó la llave de su Benz, mientras caminaba a la puerta.

—Esa chica es tonta o le pagas. Mejor haz una cita en terapia —recogió unos papeles de la mesa, y caminó más rápido, esquivándolo para salir antes que él.

Y esas eran las cosas que le pasaban cuando no elegía bien sus palabras frente a Mónica.

Despertó boca abajo, con una mejilla en la almohada de él. Observó la puerta del baño por unos segundos, y volvió a cerrar sus ojos, hundiéndose en el aroma a él, que se encontraba impregnado en cada uno de los hilos blancos. Sintió un vacío blanco en su vientre. Su cuerpo lo pedía de la misma manera en la que pedía comida. Tuvo que darle ánimos a su propia alma. Le prometió que otra noche él volvería a llenarla. Se encontraba espiritualmente llena de energía sobrehumana gracias al amor del ser más humano que conocía. Tanta energía le transmitía que su corazón brillaba con el rojo más intenso, sin embargo, chispeaba con destellos solo cuando él estaba dentro.

Se destapó, permitiendo que su desnudez reviviera el momento por medio de su memoria táctil. Llenó sus pulmones del mismo aire que anoche. No miró su celular. Nadie le iba a robar ese momento de paz. Se hizo la dueña de una camiseta que se hallaba abandonada en un sillón de la recámara, la olió y se preguntó si él también respiraba en la ropa de ella cuando no lo estaba viendo o si es que ella tenía problemas.

Caminó hasta la cocina sin ropa interior debajo de la camiseta gris de estampado de Aerosmith. Dio un giro en el medio de la habitación y se decidió por el refrigerador. Estiró su brazo derecho para agarrar un frasco de Nutella que le habló discretamente detrás de la manteca, entonces, notó su tatuaje. Por el océano de sus ojos. Anoche se había hecho un tatuaje en la muñeca. Esa había sido la prueba que necesitaba para confirmarle al mundo que Colin la tenía durmiendo sobre pétalos. Ni siquiera había sentido el plástico. Todo en su mente había estado girando en torno a él. Retiró el film lentamente del pequeño ocho volcado. Acercó su muñeca a su cara para verlo mejor.

—Mi amor por ti es un 8 volcado —susurró, y rio sola.

Finalmente, tomó la Nutella, y la untó en pan de molde. Le dio un mordisco, entonces, su celular comenzó a sonar en la barra del costado, y brincó hasta él como en un prado, pronto descubrió que no se trataba de su amor.

—Gi —sonrió, tapándose su boca al masticar.

—Hola, señorita Estoy demasiado ocupada para responderle a mi mejor amigo.

—¿Cuándo no te he respondido? —se atontó.

—Anoche. Esta mañana —sonó agitado.

—¿Estás corriendo? —se recostó contra la barra.

—Bicicleta... estática —especificó.

Yo estoy comiendo chocolate con avellanas —miró el pan que estaba sosteniendo, y lo mordió.

—¿No es como mediodía? —se impresionó.

—Eh...—miró la pantalla. Eran las 11:58—, sí. Desperté hace minutos, y no me detuve a ver la hora.

—¿No saliste a correr? ¿Saliste anoche o qué?

Emma sonrió hasta ruborizarse.

—Adivina, Gi —lo animó.

—Mi bella Emmy, me encuentro arriba de una maldita bicicleta. Mi buen humor está en el límite como para ponerme a adivinar cosas. ¡Dímelo! —gritó al micrófono, provocando que una persona lo mirara en el gimnasio.

Emma se echó a reír primero, después dijo:

—Está bien. Te hablo desde el depa de Cole.

Se escuchó un ruido escandaloso al otro lado.

Emma entreabrió su boca, preocupada.

—¿Gillou?

—Intenté bajarme de manera imprudente.

—No te lesiones antes de París.

—Entonces, no lances esa clase de noticias mientras entreno.

Emma sonrió, dejando el pan en la barra, y se tapó los ojos mientras seguía sonriendo.

—No existen palabras para explicar lo bien que me siento, Gi —apretó el borde de la barra, emocionada—. Nuestra relación creció como la flor más hermosa del jardín, con la diferencia de que nunca morirá. Nuestro amor nunca morirá.

—Quiero llorar.

—Yo ya estoy llorando.

Ciertamente, Emma comenzó a lagrimear mientras reía y sonreía como si su razón se hubiese extraviado en un bosque de abetos azules. Tenía un cúmulo de emociones en medio del pecho, tan brillante e intenso como un cúmulo estelar. Estaba eufórica por dar demasiadas vueltas en el carrusel de la feria.

—Lo amo, Gi. ¡Lo amo bien! Estamos sanando juntos.

—Lo sé, bella. Son la única razón por la cual creo en los finales felices.

—Pero este apenas es el comienzo —se secó las lágrimas con el cuello de su camiseta, ¿su camiseta?

Y no había final porque sus almas eran eternas, infinitas, y siempre se volverían a encontrar.

—Eso también lo sé. Te lo he dicho en su momento.

—¡Oh, sí, sí, sí! —dijo al mirar la pantalla de su celular.

Había una videollamada de Colin tratando de entrar.

—¿Ves? —habló Gillou.

—No. Es mi Cole. Me está llamando —explicó, y Gillou se preguntó si alguna vez ella dejaría de emocionarse por una llamada de él. Su amor no sabía de envejecer—. Es su tiempo libre. Te prometo que te llamo luego.

—Por favor. Aún tengo que contarte cómo es que aparecí en el departamento de mi suegra anoche...

—¡No bromees! —tapó su boca, sorprendida.

—Sí. Le llevé flores... Un ramo, y ella cocinó para mí. ¿Qué crees que ando haciendo en el gimnasio? ¡Estoy pagando por mis pecados! No te atrevas a mencionarle a mi mamá que Faith cocinó para mí o que le compré flores o que comí. —Lo último había sido una mala broma que ocultaba mucha veracidad—. Por cierto, creo que Faith ya empieza a verme como algo más que el raro que saca almendras de su bolsillo en medio de un partido de la NBA.

Gillou sabía delirar. Era dramático, era susceptible y charlatán. Lo herían fácil y se ofendía más fácil. Estaba convencido de que Faith no lo aceptaba del todo, y aquello cobró sentido luego de que se imaginara que ella lo miró mal por comer almendras de su bolsillo en medio de un partido de baloncesto en Staples Center al que habían asistido en marzo. Estaba convencido de que Faith lo miraba como un tipo raro que por alguna rara razón le gustaba a su hijo, así que, ahora que estaba en Nueva York, había puesto en marcha su plan «conquistando a mi suegra», y sería mejor que su madre no lo descubriera porque ¿hacía cuanto que no le regalaba un ramo de flores a ella?

—Faith nunca te ha visto como el raro. ¡Ella te adora!

—De la misma manera en la que una leona adora a la cebra.

—¡Por favor! Faith de leona sería vegetariana.

—Entonces, yo sería la maldita hierba.

—Gillou...

—No te preocupes. Antes de irme a París, la habré convencido de que no quiere a otro tipo con su hijo.

—¡No tienes que convencerla de nada!

—¿Sabes si le gusta el mousse?

—Armarás una guerra en tu contra si mi papá se entera que le preparas mousse a Faith y no a él.

—A veces se me olvida que tu papá es mi suegro también.

—A todos se le olvida que mi papá es el suegro de alguien —rio.

—Menos a Colin. Se achica cuando está cerca de él.

—¡Claro que no! —frunció su ceño.

Y ese era otro gran invento del delirio de Gillou.

—Ellos se adoran —añadió.

—Tienes razón. —No. Cole no, pensó Gillou—. Respóndele al joven. Yo regresaré a mi bicicleta.

—¡Te quiero! Ya no pienses en tonterías.

—Yo también te quiero. Y eso no lo puedo evitar, mujer.

Colin volvió a llamar por tercera vez.

—Adiós, adiós —dijo Emma, terminando la de Gillou.

Se recostó con los brazos sobre la barra, y respondió la videollamada:

—Hola, hola —sonrió.

Colin apareció al otro lado, tenía sus auriculares inalámbricos, sonrió cuando la vio.

—Me encanta la nueva camiseta de mi nena linda.

Emma llevó una mano al cuello de la ropa. Hasta había olvidado lo que estaba usando.

—Gracias. Creí haberte visto con una igual.

—Ah, sí. Es verdad. Tengo una igual. Ahora entiendo porqué me resultaba tan familiar. —Sonrieron, contemplándose a los ojos a pesar de la distancia física entre ambos. Seguidamente, ella miró hacia abajo, acordándose de lo que había hecho a la mañana temprano. Él sonrió más, sabiendo lo que estaba pasando, se le escapó una risita justo antes de decir—: ¿Cómo estás, corazón?

—Bien. ¿Vas a comer? —volvió a mirar la pantalla.

—Sí. ¿Y tú? ¿Encontraste algo en la cocina?

—Comí Nutella.

—¿Te acabas de despertar?

—Tal vez —sonrió, haciéndose una bolita espiritualmente, recostó su cabeza sobre su hombro derecho—. Te echo de menos. No es tan divertido cuando no estás aquí. No es divertido almorzar Nutella si no estás aquí.

—Créeme. No hay otro lugar donde quisiera estar ahora mismo que no sea ahí contigo, mi amor.

—Enséñame tu tatuaje —mostró su muñeca derecha frente a la cámara.

Colin sonrió, levantando su muñeca con el mismo dibujo.

—¿Ya te arrepentiste? —preguntó él.

—¡Por supuesto que no! —se exaltó.

—Menos mal —rio.

—No me arrepiento de nada de lo que hice anoche —torció sus labios hacia arriba.

Colin soltó una risa nerviosa que sonó como ja, ja.

Estaba en un restaurante. Pensar en esos detalles no era la idea del siglo.

—Cole.

—Anoche estuvo... increíble.

Emma sonrió, diciendo:

—Eso ya lo has dicho. Varias veces.

—¿Ah, sí?

—Sí, pero puedes decirlo cuántas veces quieras porque no estás diciendo mentiras.

—Te amo, mi nena.

—Yo también te amo. Cuéntame cómo va tu día, amorcito.

Se bañó en la ducha de él, y usó el jabón de él. Observó cada azulejo blanco como si en ellos se encontrara grabado la imagen de él desnudo con el agua cayendo sobre sus hombros. No era religiosa, pero le salió un «Dios» al imaginarse cosas que la mojaron más que la propia ducha. Pronto se halló tocándose, pensando en él por partes. Su pecho, su abdomen, su espada y sus manos podían ser un motivo suficiente para despertar cada mañana. Luego de pintar las cuatro paredes con su orgasmo cromático, miró hacia atrás y se dio cuenta de que había pasado toda su vida dándole la espalda a una de las cosas más hermosas que tenía que era su intimidad consigo misma. No le había dado suficiente atención por andar ocupada dándole importancia a constructos baratos.

—No eres una puta —se dijo al poner un pie fuera de la ducha.

Se vistió con su ropa, y escribió una nota que dejó sobre la mesa de noche.

Me tatuaría todas las partes que odias de ti.

Y se marchó, porque tenía una familia dramática en casa, y una gata que atender.

—¡Hola! —exclamó cuando llegó a ellos.

—¿Y tú quién eres? —le preguntó su pa.

Estaban en la sala, mirando un documental.

Raro. Nadie hizo un show dramático sobre su llegada al día siguiente.

¿Ya la estaban dejado crecer?

Emma pasó de la broma, y fue directamente a sostener a Estela entre sus brazos.

—Mi niña, ¿te cuidaron bien? —la besó y besó y besó... Frente a la televisión.

—¡Emma! —se quejó Gael.

—¿Qué miran? —vio la pantalla por un segundo, pero inmediatamente empezó a decir con una voz melódica que ellos deseaban subir de volumen como a su canción favorita—. Hablé con GiGi. Le estaba dando la vuelta al mundo desde su bicicleta estática mientras planea formas de conquistar a su señora suegra.

—Qué cosa rara... No me sorprende viniendo de él. —Jake pausó la televisión.

—Le llevó flores a tu mamá —miró a Gael en medio de su sonrisa majestuosa.

—No entiendo porqué no me enteré de eso hasta ahora —le contestó.

—Yo tampoco. Creo que quieren cultivar su hermosa relación en secreto —sonrió ampliamente, y bajó a Estela para acercarse a su papá, a quien abrazó del cuello, desparramándose encima de él—. ¿Extrañas a Oschner?

—No te diré que porque él no tiene tiempo para mí por lo que no me humillaré de esa manera por ese hombre —la abrazó y le dio un beso en la cabeza, escuchando la risa de ella. Cerró sus ojos, disfrutándola como lo hace aquella gente con las piezas clásicas.

—Miren —les dijo, sentándose en medio de ellos en el sofá. Levantó su muñeca tatuada—. Es un infinito, pero significa mucho más de lo que dice en el diccionario. Y Colin tiene uno igual. Nos tatuamos... ¿Q-Qué haces? —rio, empujando la cámara de Gael, quien ya le había tomado una foto para J.J. —. Por favor. Ni siquiera es grande.

—Sales con Colin, y regresas con un tatuaje. —Gael bromeó sobre la relación, eso no pasaba con frecuencia, normalmente era J.J. el de las bromas bobas, pero él no estaba presente, y alguien debía hacerse cargo, ¿no?

—¿Insinúas que me lleva por el camino del diablo? —abrió su boca, riéndose exageradamente.

—No —dijo Jake, serio—. lo llevas por el camino del diablo.

—Claro, es que Cole es ¡tan santo! —se puso de pie.

—¿No lo es? —le preguntó Gael.

Emma se puso pálida.

No pensó en las mil formas de interpretación.

—Lo es. Santo Oschner para todos. Saldré a correr.

—¿Ya almorzaste? —Jake omitió lo que recién escuchó. Hablaba ese lenguaje mejor que todos en esa sala.

—Algo así —respondió—. Comeré algo más tarde. Uh. Y me llevo a mi bebita —cargó a Estela.


¡Hola! ¡Hola! <3 Espero que se encuentren bien, y si no es así, espero haberles alegrado un poquito con este capítulo. Lqm. 

Pensé que Emmy prefería un tazón de yogurt con frutas antes que un plato de salchichas en el desayuno, pero supongo que nunca terminas de conocer a alguien JAJAJA. Lo admito: soy extremadamente fan ✨de las conversaciones que tienen durante el y post acto amoroso. Me embelesan con su química, con lo bien que se acomodan sus piezas en un puzzle interminable. En fin, los amo tanto y noo duele <

Por cierto, mi chiquita siempre dejándose en evidencia frente a su papá. Nunca aprenderá.

Antes de irme, algunxs le dan importancia, otrxs no tanto, pero... ¿qué con la especie de rivalidad entre Mónica y Colin? ¿Nos traerá problemas en el futuro o  aquí la escritora solo quiere crear un drama en el cerebro de sus lectorxs? ¡Los leo!

Nos encontramos en el capítulo 15<3

P.D: ES DE MIS FAVORITOOOOS. Espérenlo con ansias<3

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