𝗧𝗵𝗲 𝗿𝗲𝗳𝗹𝗲𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 �...

Від jeaark

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𝗧𝗵𝗲 𝗿𝗲𝗳𝗹𝗲𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 𝗼𝗳 𝗽𝗲𝘁𝗲𝗿 ━todo el que conozca a los Hale, con solo la darle una corta mira... Більше

━ACTO UNO
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━ACTO DOS
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ACTO TRES.
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Último día de verano.

Y tuve que asistir a un entrenamiento no programado.

Hurra.

—¡Llegas tarde, Hale! —intente no inmutarme por el grito del entrenador cerca de mi oído. Bostecé al mismo tiempo que el gorro de la chaqueta me era despojado de la cabeza logrando despeinar mi cabellera rubia—. Necesito que anotes aunque sea un solo tiro, tu puesto de capitán esta disponible por la estúpida huelga que hicieron estas pestilencias en la prefectura —señaló a todo aquel que corría por el campo.

Gracias a Scott estaba al tanto de que los jugadores de lacrosse no estaban a gusto con que Liam y yo fuéramos capitanes, más que nada yo.

Una mujer en el equipo los hacía ver débiles en torneos contra otras preparatoria, según ellos.

—Entrenador asistente, dale su equipo —ordenó al alfa verdadero, mismo que me tendió primero la perchará dándome el tiempo suficiente de acomodármela bien. Con la liga de la muñeca, recogí mi cabello para que no me molestara al jugar—. Espero que acabes con esos perdedores en menos de cinco minutos, Hale. Hablando de perdedores, ¿dónde está tu pequeño protegido? —se dirigió al chico con nosotros, mismo que dio vueltas en su propio lugar buscándolo, sin tener éxito—. ¿Que es eso? ¿Acaso "um" es un lugar? ¿"Um" es detrás de mí?

—Estará aquí, ¿si? Es la columna del equipo. Lo ha mejorado de todas las maneras posibles —hizo una pausa, tendiéndome el casco—. Un líder nato que puede enfrentar cualquier cosa —sonreí burlona casi dejando escapar una risa bajo el casco.

Liam era un líder que no podía enfrentar su relación a larga distancia.

Lo había escuchado lloriquear en los vestidores mediante mi llamada telefónica con Corey.

—Vamos Hale, intégrate ahora —le arrebató el palo de lacrosse a Scott, entregándomelo—. Ya sabes, entre más rápido anotes, más rápido estarás en tu cama soñando con angelitos.

Resople, trotando hacia el medio del campo, recibiendo algunas malas miradas de los presentes.

Analice a cada los jugadores en busca de la pelota blanca, detectándola en manos del número ochenta y ocho. Decidida comencé a correr a su nivel para después meterme sigilosamente en su camino y teclearlo, en cuestión de segundos tenía la bola en mi palo. Al ser del equipo blanco, la portería contraria estaba del otro lado del campo por lo que aumente la velocidad en mi piernas, esquivando con demasiada facilidad a todo aquel que intentaba derribarme.

El ser rápida, sigilosa y de complexión pequeña tenía sus beneficios.

Ya entendía por que el entrenador se refería a mi como su arma secreta.

Noté como a unos metros un jugador tiraba a un lado su palo de lacrosse intentando detenerme con ambos brazos libres, y el que Scott hiciera sonar el silbato precipitadamente, me dio a entender que era una falta de su parte. Todos nos detuvimos excepto él, ese chico siguió corriendo en mi dirección, tenía intenciones de lastimarme a como de lugar. Me encogí de hombros emprendiendo de nuevo la corrida hacia la portería, por lo tanto, también hacía el. Fingí que iba saltar por encima, al parecer se lo creyó ya que alzó las manos, y al ver sus piernas separadas rodeé en medio de ellas, quedando frente a frente con el portero del equipo contrario.

Sonreí de lado lanzando la bola con fuerza en un área que el portero no cubría, anotando así el punto que tanto pedía el entrenador.

—¡Hale mantiene su puesto como co-capitana! —anunció Booby después de sonar el silbato que tenía Scott en el cuello, casi ahorcandolo—. ¡Y tú estás fuera del equipo!  ¡Quiero ver tu uniforme en mi oficina al final del entrenamiento! —eso iba dirigido para el chico que hizo trampa y trató de dañarme en el tiempo fuera.

El juego volvió a comenzar, nuevamente el jugador ochenta y ocho tenía la bola en su poder. Supe que eso no iba durar mucho al distinguir el aroma de Liam acercarse con rapidez, de momento a otro él tomó el poder de la bola, observe como corrió hasta el otro extremo del campo. Parecía que iba a dar un tiro limpio.

Pero como dije, parecía.

Díaz, el número ochenta y ocho, lo había tecleado como yo hace unos momentos a él.

Copia barata.

—McCall, ¿que diablos fue eso? —vociferó el entrenador después de que el nombrado hiciera sonar el silbato parando el juego. Dunbar se había convertido en pleno campo—. Eso no fue una falta, eso se le llama ganar —me coloqué al lado del hombre, con nuestras miradas en el alfa y beta hincandos en el césped.

Retire mi casco luego de que un aroma extraño entrara en mis fosas nasales.

Miedo.

Sangre.

Mi corazón dio un vuelco al ver la figura de un lobo a unos metros de nosotros, más que nada por que parte de su lomo estaba manchada de un líquido carmesí.

—Todos atrás —pidió con tono autoritario Scott a los demás jugadores.

Todos acataron su petición.

Excepto una persona.

—Nolan —le llamó al castaño que estaba paralizado en su lugar—. Nolan, oye. Retrocede, amigo. ¿Que haces? —le hizo retroceder, hasta dejarlo a mi lado, ambos siendo respaldos por Booby quien tenía un brazo frente a nuestros torsos de manera protectora.

El lobo siguió gruñéndonos hasta que vio directamente los ojos del descendencia latina.

Dio media vuelta alejándose hacia el bosque lentamente.

Nadie se movió, ni si quiera parpadearon hasta no ver el animal fuera de nuestra visión.

Alfa verdadera y beta se miraron mutuamente, para después dirigir sus mirada a mi persona, querían que fuera.

Tuve la intención de hacerlo hasta que el entrenador colocó su mano en mi hombro, negando disimuladamente con la cabeza.

Oh, dios.

Booby sabe.

Él sabe.

Y sé que él sabe.





—¿Calculó avanzado?

—Aburrido.

—¿Latín?

—Espantoso.

—¿Historia?

—Me duermo.

Escuche como suspiraba, dejando el bolígrafo encima de mi hoja

—Mackenzie, estoy aquí para guiarte. Sin presionarte ni hostigarte, pero necesito que aportes —levante la mirada de mis uñas para observar a la nueva consejera. Al remplazo de la señora Martín—. No parece que estés interesada en la matrícula de clases. ¿Tienes algo de que hablar? En mi opinión, parece que necesitas desahogarte —entrelazo sus manos encima del escritorio—. El horario de consejería ya fue publicado, puedo hacerte un espacio ahora si quieres.

—No.

—¿No? Mira, se que has tenido una vida difícil, y me llama la atención que esta es la primera vez que has pisado esta habitación desde tu ingreso —ladeé la cabeza sin bajar la mirada de la suya. Algo en ella me era extraño, ¿su manera de mirarme a mi? No lo sé—. Tal vez no llevo mucho tiempo en este puesto, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Todo de lo que hablemos aquí, se queda entre tú y yo.

—¿Y exactamente de que quiere hablar? —cruce una pierna encima de la otra. Notando que la mujer estaba atenta a cada movimiento que hacía.

No me agrada.

—Podemos hablar del cómo te sientes con... el incendió que ocurrió en tu mansión hace años, me enteré que estuviste justo en el momento —apenas escuche eso, apreté la mandíbula casi haciendo rechinar los dientes—. O podemos hablar sobre cómo te adaptaste después de regresar al pueblo donde todos te daban por muerta.

Perra.

Que perra tan directa.

Lastima que no me llega a los talones.

—Esos son temas delicados, ¿no lo cree?

—Entonces hablemos de lo esencial —me mostró una sonrisa que podía jurar que era más falsa que el cabello de Alexandra—. Como por ejemplo, ¿la salida de tu novio de la preparatoria? ¿La integración de tu mejor amiga a Heichen House?

—Ella nunca fue mi mejor amiga —masculle sin revelar emoción en mi voz.

—Con esto me refiero a qué hay que hablar. Quiero conocerte sin equivocarme a mencionar rumores, quiero conocer a tu verdadera yo —entrecerré los ojos al detectar una mala indirecta—. Algo me dice que te guardas todo. Creas un campo de fuerza a tu alrededor y no dejas que nadie entre en el. Me gustaría ser la primera con quien te abrieras.

¿En serio?

Intente retener la risa, pero no pude.

Terminé explotando, que incluso llame la atención de mis amigos que esperaban su turno en la puerta.

—Lo siento —me disculpe apaciguando mi risa después de unos segundos—. Pero es que todo esto... me da gracia.

—¿Exactamente que te da gracia?

—Lo que intenta es absurdo. Patético —confesé sin pelos en la lengua—. Intenta hacerme entrar en confianza y decir todo, solo para terminar de rellenar su investigación. Porque es más que claro que me investigó —su pulso acelerar confirmó mis pequeñas sospechas—. Yo no me guardo todo lo que siento, no existe tal "campo de fuerza", con las dos manos puedo enumerar a las personas con quienes me he abierto —alce las manos a los lados de mi rostro, moviendo los dedos—. Claro que solo me abro a las que me inspiran confianza.

—¿Yo no te inspiro confianza?

—Ni un poco. De hecho ni si quiera me agrada —le mostré una sonrisa de labios cerrados—. ¿Podemos seguir con mi horario de clases? No quiero estar más aquí.

La morena se recompuso parpadeando continuamente. Tomó de nuevo el bolígrafo del escritorio.

—Lamentó si te hice sentir incómoda, no era mi intención —se disculpó sin sentirse culpable. Hipócrita—. ¿Que opinas del español? Aunque puede ser un reto para ti —susurró en un tono casi inaudible lo último, cambiando al idioma mencionado. Tenía un espantoso acento.

¿Juzga mi inteligencia por ser rubia?

La vi mirar mi cabello antes de hablar.

El español lo dominó a la perfección, es demasiado fácil. Por cierto, también puede llamarme Maria, mi primo lejano me llama así —respondí en la misma lengua fingiendo que no escuche lo último. La mire maliciosamente cuando el aroma a nerviosismo comenzó a desprender de su cuerpo—. Quiero escritura creativa, si no es mucho pedir.

Tamara Monroe rápidamente escribió lo dicho, entregándome la hoja para que pudiera irme.

Adoro crear miedo en las personas.





—Un minuto.

—Malia —le llame cruzada de brazos—. Me lo debes por mis lobos —seguía sentida porque no quiso ayudar en el caso de mis animales favoritos.

—Bien, dos minutos —terminó por decir. No me convencía pero algo era algo.

—¿Que crees qué pasó? —pidió su opinión Liam, con una linterna en las manos. Mason estaba a su lado hincado, moviendo con un palo a las ratas muertas.

—Las ratas se asustaron, treparon unas sobre otras, sus colas se enredaron —la mujer coyote se agachó tomando uno de los pequeños animales desde la cola—. Y se despedazaron entre sí para liberarse —levantó el cuerpo muerto hacia la luz analizándolo.

—¿Leíste sobre los reyes rata? —inquirió el moreno estando ya de pie.

—¿Que es un rey rata? —acercó el animal para olfatearlo más de cerca, después lo acercó a nosotros sin previo aviso. El par de mejores amigos fueron los únicos en saltar de sus lugares.

—¡Estoy bien, gracias! —negó el ojiazul escondiéndose detrás de mi cuerpo.

—Si, y yo estaré por aquí —aviso Mason alejándose unos cuantos metros.

—¿Huelen eso? Es miedo —acerqué un poco mi rostro al cuerpo ensangrentado, en busca de la emoción que hablaba mi hermana.

—Es cierto —asentí, tomando el brazo de Malia para que se deshiciera de la rata.

—Igual que a las ratas del salón de matemáticas —agregó Liam con una expresión de asco. Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar tal momento, mi miedo a ese pequeño animal era tan grande que me trepé encima de los chicos para que esas cosas asquerosas no me tocaran.

Era diferente el estado vivo a muerto.

Justo como ahora, estaba tranquila solo por que las ratas que tenía enfrente estaban más tiesas que nada.

—¿Por qué habían ratas en el salón? ¿Tú estás bien? —esa última pregunta iba dirigida a mi. Ella sabía de ese pequeño miedo.

—Fue un poco tráumente pero estoy bien —respondí en medio de un profundo suspiro.

—Salieron en el segundo periodo, unas cincuenta de ellas —se adelantó a contestar Dunbar la primera incógnita.

—Se acabó su tiempo —murmuro la mujer coyote alejándose de nosotros. Entre abrí los labios ofendida, había sido difícil traerla y ya se iba sin siquiera pasar un solo minuto.

—¿A donde vas? —interrogó el beta observándola alejarse, le imite dando media vuelta en mi eje.

—A Paris, este no es mi problema —respondió sin detener su andar.

—¿Crees que esto sí es un problema? —señaló la escena sangrienta detrás.

—Quizá. Seguramente, pero ustedes pueden. Tengo un avión que abordar.

—Pensé que estaba retrasado —comentó Masón confundido.

—Cambio de ruta.

—¡Si nos ayudas, te consigo un misterioso francés! —solté en un intento de detenerla, luego de que las miradas de la pareja de mejores amigos hicieran presión social en mi. Noté como Malia bajaba la velocidad en sus pasos—. Uno alto de rulos rubios y ojos azules, muy atractivo por cierto —agregue.

—¿Nombre? —paro en seco mirándome sobre su hombro. Estaba interesada.

—¿Isaac? 

—Él es americano, y no tiene un nombre francés —una vez más continuo su andar.

—¡Pero puedes cambiárselo! ¡Habla muy bien el francés, que casi ni se nota que es de aquí! —justifique sin convencerla ni un poco. Resople rendida, era la primera vez que algo no me funcionaba nombrando a aquel rubio, si, las chicas de la preparatoria que aún lo recordaban, me hacían favores a cambio de su número—. Si le comentó de esto a Lahey, bajaría su ego —murmure negando levemente.

—A mi si me interesa —alzó la mano el moreno después de unos minutos en silencio—. Estoy abierto para el poliamor.

—Entonces te lo presentaré con gusto. Ahora debo irme, olvide que llegue con Malia —avance por el pasillo siguiendo los pasos de mi mayor—. ¡No olviden de llevarle la cena a Melissa!





Rodé los ojos cuando mi hermana mayor saltó de su asiento festejando.

Desde lejos alcance a ver un anuncio en la pantalla de su computadora, su vuelo retrasado ahora ya estaba disponible.

—¿Ya te irás? —me incorpore en la cama dejando el libro que leía aún lado.

—Claro que si —agarró su bolso situado al lado de mis pies, colgándoselo en el hombro—. Te llamaré cuando llegue —dio media vuelta para salir de la habitación, pero ya habían dos siluetas en el marco de la puerta—. ¡No! Solo son ratas. Ratas y lobos, y puede que un problema de insectos.

—Te necesitamos —habló la rubio fresa, haciendo oídos sordos.

—Yo necesito Paris.

—Paris ha estado ahí por incontables años, no va a desaparecer.

—Y yo puedo comprarte otro boleto —añadí metiéndome en la conversación.

La mujer coyote nos miró una vez más antes de dirigirse a la ventana, como segunda salida.

—Malia —le llamó Scott.

—Liam y Mason nos llamaron —aviso la banshee acercándose.

—Si, ellos y Kenzie pueden hacerlo —abrió la ventana haciendo espacio suficiente para saltar.

—No podemos obligarte a quedarte, ni lo intentaré. Pero... esperamos que quieras hacerlo —planteó el alfa con su tono más calmado.

—Pues, no quiero —se negó inmediatamente.

—Bien —terminó por decir el único chico de la habitación. Se recorrió aún lado dejando solo a la banshee en el marco de la puerta.

—¿Como que "bien"? —repetí confundida levantándome de la cama—. ¡Hey! ¿Y si caigo en depresión por ver a otro lobo muerto o me da un infarto si me encontró con otra multitud de ratas vivas? No podrás hacer nada muy lejos —invente corriendo a colocarme frente a la puerta junto a la rubio fresa, impidiéndole salir.

—Lydia te cuidará por mi —respondió sin más.

—Estoy indignada —murmure mientras el alfa nos apartaba del camino para que Malia pudiera irse—. Le pediré a mi contacto, el bufandas, que la encuentre y le haga la vida imposible —susurre con recelo cruzada brazos en cuanto mi hermana abandonó la habitación sin mirar atrás.

No pasó ni un minuto, y el bolso de la dueña de la habitación, fue estampado contra el torso de McCall.

Observamos con Malia ingresaba a la habitación con una expresión de enojo.

—¿Que se supone que hagamos?

—Encontrar a un sabueso de infierno.

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