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—¿Estas bien?

—¿Que si estoy bien? —repetí con mi cara oculta entre mis brazos, estaba apoyada en el pupitre sin prestar la mínima de atención a la clase—. ¡No, no estoy bien! —respondí alzando la cabeza cegándome momentáneamente por los rayos del sol que se colaban por las ventanas del aula—. ¿Por que hiciste que me uniera a un plan suicida?

—¿Yo? —el castaño confuso se señaló así mismo, sonriendo falsamente a nuestros compañeros del aula que nos enviaban una que otra mirada. Tal vez me había pasado alzando un poco la voz.

—Si, tu Corey —recalqué soltando un gruñido junto a un pequeño pataleó, deje de patalear al sentir como mi pie chocó contra la mochila de la chica del frente. Aveces llegaba actuar como niña pequeña, sin la más mínima intención—. Hayden y Mason saben perfectamente que si tu me pides algo, nunca me niego. Y ayer precisamente te utilizaron para que aceptara, por lo tanto también me utilizaste —entrecerré los ojos al escuchar la risa ahogada de la pelinegra en el aula de al lado, Liam e Mason les tocaba junto a ella.

—¿Me utilizaron?

—¿Y recién captas? —inquirí alzando una ceja—. Dios, pareces niño pequeño que no entiende nada.

—Ay, hola. ¿Quieres que te regale un espejo? —canturreo con sarcasmo, causando una risa más en Hayden. ¿Y esta por qué anda de tan buen humor? Sin más estire mi brazo golpeando su hombro con algo de fuerza—. ¡No es bueno recurrir a la violencia bruta, rubia! No todos somos lobos.

—¡Corey! —abuchee verificando que nadie a nuestro alrededor haya escuchado lo último, de por suerte nadie lo hizo.

—Allá atrás, ¿por que tanto alborotó? —habló la profesora con un tono demandante, acallando a los susurros de parte de los demás alumnos.

Tal vez alguien si lo hizo.

—Mi más sincera disculpa profesora, pero mi buen compañero aquí a mi derecha, tiene un dolor de estomago y me pregunto si no tenía un laxante —mordí el interior de mi mejilla para no soltar alguna carcajada, pues el rostro de Corey tomaba rápidamente color. Teníamos la atención de todos en nosotros—. El es de estreñirse muy seguido —"justifique" terminando con una sonrisa en el rostro, al mismo tiempo que pretendía agarrar el bolígrafo e copiar lo de la pizarra al cuaderno.

—Eso es mucha información, señorita Mackenzie —instintivamente alce de nuevo la cabeza guiñando un ojo a la profesora, quien con esa acción se le aceleró el pulso. Oh, diablos—. Señor Corey, esta de suerte el día de hoy. Mi hijo suele estreñirse mucho y cargo con sus laxantes a diario, aquí venga a por uno.

Un castaño muy sonrojado e avergonzado, se levantó de su pupitre entre risas de los demás del aula. Cuando venia de regreso con la pastilla milagrosa me mando su peor mirada, pareciendo más adorable.

—Sabes que te amo, y también sabes lo que pienso de los te amo.





—Tengo hambre —murmure arrastrando perezosamente los pies. No solo eso, mi mochila rozaba con el suelo mediante iba caminando.

Comete un alambre —arrugue la nariz ante la contestación bromista del chico—. No se que es, pero tu siempre me lo dices —acuso alzando las manos con inocencia.

—Corey, fonéticamente me mandaste a la mierda. No son cosas bonitas las que digo en español, soy una mala influencia para ti.

—No me digas —hablo de forma obvia dándome un pequeño empujón, mismo que casi me hace caer—. Mañana debes comprarme, sin falta, una hamburguesa con extra de queso y papas fritas  —señaló abriendo al puerta principal de la preparatoria para salir del edificio, al estar afuera teníamos el anochecer de Beacon Hills. El lugar estaba desierto, a excepción nuestra y diez personas más.

𝗧𝗵𝗲 𝗿𝗲𝗳𝗹𝗲𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 𝗼𝗳 𝗽𝗲𝘁𝗲𝗿 |TEEN WOLF Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ