No Stranger © #1 ✔

By traveltheworldok

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¿Qué sucede si una noche recibes un mensaje de un total extraño advirtiendo que un homicidio está por ocurrir... More

Advertencia
Introducción
El registro
Reglas
Mensaje| Nota de autora
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
¿?
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
TEST
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidos
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
NO STRANGER
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
ƏRROR
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
¡Hola de nuevo!
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo Final
E - SP - RR- 2 - OR

Capítulo quince

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By traveltheworldok

━ 𝜋𝜎𝑠𝜏𝑟𝛼𝜋𝑔𝜀𝑟 ━
"La historia de Ash"

Era domingo.

Uno de los más calurosos de la temporada, el sol deslumbrada el cielo y por alguna extraña razón el día se ambientaba para estarlo con familia.

Eran exactamente las doce y veintitrés del medio día cuando acabé asesinado a mi madre.

Cuando terminé sacando a duras penas, aquel filoso cuchillo de su pecho lleno de sangre.

Desde que soy consciente, nunca me he sentido cómoda con mi género.

Me observé en el espejo, como mi pequeña cara tenía rasgos femeninos y como era consciente a tan corta edad que mi cuerpo iba a cambiar en la adolescencia. Que pronto iba a ser más esbelta, tal vez con más pecho e incluso con trasero.

Entonces... ¿por qué no me siento cómodo al verme en el espejo? ¿Por qué me asusta la idea de verme más... femenina? ¿Acaso estoy equivocado? ¿Por qué siento como si estuviese en el cuerpo de otra persona?

¿Por qué siento... qué no me siento yo mismo?

A penas tenía once años y ya andaba pensando en aquella tonterías, mi madre siempre me ha repetido que una niña solo tiene que sonreír, ser lo más educada posible, y entonces cuando sea mayor un hombre aparecía en mi vida para conquistarme.

Yo no quiero esa vida.

Y siento que aquellos pensamientos que invaden mi mente no son estupideces. Y mientras más lo pienso, y mientras me observo en el espejo, más me disgusta al verme.

¿Por qué? ¿Por qué pienso en estas cosas? ¿Por qué desearía tener el cabello corto y vestirme con ropa más larga? ¿Por qué mi madre no me deja jugar con los demás niños? ¿Por qué me obliga a vestirme de una forma que a mi no me gusta?

—¡Ashley! Ven a desayunar —exclamó mi madre desde la cocina.

Dejé de observar mi reflejo y entonces baje la remera blanca que tenía puesta. Salí de mi pequeña habitación y entonces empecé a caminar hacia donde había escuchado la voz de aquella mujer.

Una vez que había cruzado el pasillo y el cuerpo esbelto y alto de mi madre apareció en mi panorama, formé una línea en mis labios cuando noté que estaba tomando las pastillas de su depresión.

Al parecer había perdido a un hijo, a un hermano que nunca había conocido. Era un tema delicado, y supe que no me iban a querer contar el trasfondo de ello hasta que fuese mayor de edad.

—Ya se encuentra el desayuna, hija —indicó mi madre sonriendo, señalando el plato con tostadas y un jugo natural que se encontraba arriba de la mesada.

Caminé hasta sentarme en uno de los asientos. Antes de siquiera poder darle el primer mordisco, se escuchó como la puerta principal se abría y segundos después se cerraba de golpe.

Apareció mi padre haciendo presencia en el mismo lugar donde nos encontrábamos cargando una enorme bolsa blanca en su mano derecha.

Aquel hombre era bastante alto y enorme, su cabello era blanco y a simple vista intimidaba a las demás personas por ser alguien bastante grande. Tenía brazos fuertes y piernas que a simple vista envidiaban. Unas cejas gruesas, una mandíbula marcada, una pequeña capa de barba blanca y unos ojos celestes bastantes llamativos.

—¡Feliz cumpleaños! —exclamó mi padre mientras caminaba hacia mi.

Dejé la comida en el plato y entonces lo observé mientras una pequeña sonrisa aparecía en mi rostro.

Odiaba mis cumpleaños.

—¡Mi niña tiene once años! —gritó entusiasta mientras soltaba la bolsa y me envolvía entre sus brazos—. Estás creciendo demasiado rápido, voy a terminar siendo un viejo sensible —indicó bromeando.

Yo reí entre dientes.

—¿Qué le compraste? Dijiste que estaría bien con las compras que le hicimos el otro día —intervino mi madre, algo molesta.

—Ignora a tu madre, cielo —ordenó el mayor mientras me tendía la bolsa frente a mi—. Y abre tu regalo.

Me levanté de mi asiento mientras mi padre revolvía mi cabello rubio entre sus enormes manos, abrí la bolsa y me encontré con bastantes juguetes y algo de ropa.

Crucé mis ojos con los del mayor.

—¡Abre, abre! —dijo emocionado.

Esta era la parte que más odiaba, tener que fingir que aquellos regalos eran de mi gusto.

Le hice caso el ojiazul y entonces empecé a sacar los primeros juguetes que se veían a la vista envueltos en regalo de papel. Terminé sacando dos enormes cajas y luego de unos minutos con la ayuda de mi padre, terminé desenvolviendo aquellos regalos que hombre esperaba con tanto orgullo que viese.

Me sorprendí cuando vi un enorme auto de carreras manejando por control remoto y el otro regalo era un pequeño balón de baloncesto.

Miré a mi padre sorprendida.

—¿Qué demonios es eso? —dijo mi madre observando.

—¡Sus regalos! Tú misma viste el otro día cómo Ashley observaba a los demás niños jugando al baloncesto —explicó—. Así que que ahora podrás jugar con tu viejo padre, hija —dijo sonriendo.

Terminé sonriendo, y esta vez la sonrisa estaba lejos de ser fingida.

—También te compré ropa —explicó sacando algunas prendas de vestir.

La mayoría eran negras con dibujos bastantes llamativos y dos camisas de baloncesto que siempre me habían gustado cuando veía los partidos junto con mi padre.

El mayor me tendió la camisa del equipo y entonces la sostuve con mis pequeñas manos.

—Me encanta —admiti sonriendo mientras abrazaba a mi padre.

—Sabía que te gustaría —respondió—. Cuando quieras, vamos al centro comercial y esta vez tú elegirás la ropa que quieres.

—¡Si!

—Estupideces —dijo la rubia, molesta—. Mi regalo te va a gustar más, espérame.

Ignore su comentario mientras mi padre me ayudaba a colocarme la remera del equipo de básquetbol el cuál ambos éramos bastantes fanáticos. Una vez que ya tenía aquella prenda puesta, noté que me andaba un poco más grande de lo normal.

—Umh, bueno —habló el ojiazul—. No sé que talle eres, ¡pero creceras! Así que no importa.

Antes de que pudiese responder a su comentario, mi madre apareció nuevamente en nuestra panorama cargando una enorme bolsa adornada con demasiados corazones. Me lo tendió y entonces formé una línea en mis brazos.

—Abrelo —ordenó sonriendo.

Lo hice y entonces cuando terminé agarrando aquella prenda de vestir, supe que era un vestido celeste con mariposas adornando las mangas.

Traté de sonreír.

—¡Lo ves! —exclamó mi padre—. Tus regalos son de lo peor. A ella no le gustan esas cosas.

—Es una niña, Mark —indicó mi madre cruzada de brazos—. Debe gustarle.

—¡Burradas! Mi niña va a vestirse con lo que se sienta más cómoda. Tú no vas a obligarla a decirle que se ponga ese horrible vestido.

—Ashley —dijo mi madre—. Hoy vendrán tus abuelos a visitarte, quiero que te pongas ese vestido.

Abrí mi boca molesto y cuando mi padre también estuvo a punto de interferir, la rubia habló nuevamente:

—No quiero quejas. Estoy teniendo un día bastante difícil —explicó mientras iba a la alacena y agarraba una botella de licor.

Empezó a servir aquel líquido oscuro en una de los pequeños vasos mientras la expresión de enfado seguía intacta en su rostro.

—¿Estuviste tomando licor otra vez? —preguntó el mayor—. El doctor dijo que nada de bebidas alcohólicas mientras sigas con la medicación.

—Solo será por esta vez... lo prometo.

Terminé rodando los ojos.

Siempre decía lo mismo.

[...]

—¡Mamá! ¡Por favor, mamá! ¡No lo hagas! —exclame mientras varias lágrimas descendían de mi rostro—. ¡Es el regalo de papá! —suplique tirando de su brazo—. ¡No lo hagas!

Ella se soltó de mi agarre y entonces empezó a gritar.

—¡No voy a aceptar que mi hija se vista como un maldito niño en mi casa! —gritó mientras empezaba a tirar todos los regalos de mi padre a la basura. Se dio vuelta para observarme—. Si ambos quieren eso, bien, ¡pero se largan de aquí! ¡No aceptaré estupideces!

—Pero mamá... —dije entre lágrimas.

¿Por qué no lo entendía? ¿Por qué mi padre parecía entenderlo mejor que ella? ¿Por qué... no me escuchaba?

—No entiendo esta fascinación tuya por querer parecer un niño, Ashley. Pero ten en cuenta que tus genitales dicen lo contrario, eres una niña. Y nada va a cambiarlo. Ni siquiera vestirte con ropa de varón.

[...]

—No entiendo como puedes aceptar esto, es nuestra hija —habló molesta la mayor—. ¿Acaso quieres que sea la burla de los demás niños?

Me encontraba observando aquella discusión escondido detrás de la pared que daba a la cocina, mi madre se encontraba de espaldas mientras tenía una copa de vino en su mano y el mayor estaba tratando de calmarla.

—Podemos hablarlo, Samara —intentó tranquilizar mi padre mientras se acercaba poco a poco a ella.

—¡No podemos hablarlo! —respondió la rubia—. Esto es algo inaceptable, no crei que tú serías capaz de hacer esto —exclamó.

—Cálmate, cielo. Desde su pérdida estas bastante histérica.

Dejó la copa de vino al borde la mesada mientras empezaba a empujar el cuerpo de mi padre.

—¿Acaso me dijiste histérica? ¡Qué demonios te sucede! —gritó enfadada—. Estoy bien, ¿sí? ¡Bien! Y no quiero que mi hija termine siendo un repudio en nuestra familia.

—¡No le hables así! Como madre deberías aceptar sus decisiones.

Mi madre seguía pegándole en su pecho a pesar de que aquello fuera en vano.

—Yo no voy a aceptar esas tonterías, ¿qué falta? ¿Cortarse el cabello y ponerse un pene? ¡Por favor! Baja a la realidad, Mark.

—Déjala en paz.

Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas, no podía creer que mi madre estaba diciendo esas cosas de mi. No podía creer que ella nunca iba a poder aceptar lo que estaba empezando a sentir.

Me estaba empezando a conocer a mi mismo, pero ya tenía en claro bastantes cosas.

—Tiene vagina, y eso nada lo cambiará. ¿Acaso quieres parecer el héroe en esta historia? ¡Dime!

—Cálmate...

—¡Desde que me enteré que estuviste con la estúpida de Elizabeth solo quieres aparentar ser mejor padre que yo! ¡Y es mentira!

Mi madre le pegó una cachetada en su mejilla para así terminar resonando en toda la cocina, mi padre la miró fijamente mientras aquella zona empezaba a hacerse rojiza.

—¡No metas a Ashley en nuestros problemas! ¡Esto es problema de ambos, no de ella! —gritó mi padre agarrandole de ambas muñecas.

Mi madre se soltó con fuerza de aquel agarre y entonces terminó tirando la copa de vino para así terminar con la muñeca cortada y la sangre siendo el protagonista en aquella discusión.

—¡Demonios! —exclamó mi padre—. Traeré el botiquín.

El mayor dio unos cuantos pasos hasta que mi madre habló nuevamente:

—Tú lo hiciste...

—¿Qué?

—¡Me lastimaste!

—Tú tiraste la copa, Samara. No digas estupideces.

—No digo estupideces, primero eres infiel, le metes mierda a nuestra hija y ahora me maltratas y quieres deshacerte de mi...

Mi madre observaba fijamente a mi padre mientras agarraba un cuchillo que tenía al alcance en ese momento.

Agarró con ambas manos aquel objeto con fuerzas mientras una de sus muñecas seguía sangrando.

Por primera vez desde que era niño, pude ser testigo del miedo que transmitían los ojos de mi padre al observar a la rubia... que había perdido totalmente la cabeza.

[...]

—Prometo que volveré a buscarte —explicó mi padre.

—Por favor no me dejes —suplique sin dejar de llorar.

—Más adelante entenderás el por qué estoy haciendo esto, hijo —indicó sonriendo—. Por mientras debes mantenerte fuerte.

Lo miré a los ojos y entonces fue cuando había estallado en aquel momento, por primera vez alguien se dirigía a mi como un niño, y jamás me había sentido tan completo en mi vida. Después de tantas dudas, inseguridades, de tanto contradecirme a mi mismo, de tanto negar lo que era obvio ante mis ojos... al fin había podido aceptar la realidad.

Yo era un niño.

No era una niña.

Nunca había sido una.

Y si no fuese porque mi padre me estaba abandonando en este momento, podría ser un recuerdo hermoso. Sin embargo, ¿cómo podría seguir adelante sin su presencia? ¿Como podía dejarme aquí sólo con... mamá?

—Por favor cuídate —indicó—. Cuídate lo más posible, me encantaría llevarte conmigo pero ella prometió no hacerte nada... si me iba de aquí.

—Papá...

—Prometo venir a buscarte. Solo espérame, Aarón.

Mis ojos brillaron por un momento al oír la última palabra.

Él me había escuchado la noche anterior cómo escribía en una pedazo de papel mi verdadero y nuevo nombre.

Y entonces minutos después, mi padre terminó desapareciendo de mi vista, subiendo al automóvil con un enorme bolso a su lado.

Para así, abandonarme a los doce años.

[...]

—¡Ashley, querida! ¡Ya está listo! —exclamó mi madre entusiasta.

Me miré en el espejo, mi mejilla con un hematoma bastante notorio y un labio roto. A penas podía mantenerme de pie gracias al enorme dolor que estaba sintiendo en este momento en las piernas. Con mucho cuidado terminé levantando la prenda de vestir que llevaba encima y entonces observé como en mi estómago tenía un enorme hematoma con colores violetas, azules y amarillos.

De solo verlo mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía soportar el dolor.

Quería morir.

No podía soportar sus golpes, su abuso, sus palabras y como cada noche ella desquiataba su enojo conmigo.

Como cada noche... me amenazaba.

Caminé hasta la cocina donde mi madre se encontraba cantando una canción a lo bajo y su cabello se encontraba bastante despeinado. Debajo de sus ojos tenía notables ojeras y en una copa de vidrio se estaba sirviendo licor.

Me observó, aquellos ojos oscuros que tanto temía mirar desde el momento en que mi padre me abandonó.

Ni siquiera podía enojarme con él, aquella bruja le había indicado que si no se largaba de aquí, iba que terminar matándome frente a él.

Pero demonios, hubiera preferido aquello a que prescenciar esta tortura todos los días.

—No te colocaste el vestido que te pedí —indicó sin darse vuelta—. ¿Sabes lo que te sucederá... si no me haces caso, verdad? —preguntó.

Un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal en aquel momento.

Mi madre luego de las palizas que me dejaban todas las noches, al borde de la cama me indicaba la ropa que tenía que ponerme al día siguiente, si no lo hacía, las consecuencias eran bastantes graves.

—No me dio tiempo de cambiarme —indiqué con la voz temblorosa.

—No pasa nada, cielo —respondió sonriendo para esta vez observarme—. ¿¡Qué te sucedió en el rostro!? —preguntó sorprendida.

Frunci el ceño.

—Tú me golpeaste —indiqué sin pudor alguno.

La observé fijamente, ambos faroles oscuros observándose entre sí.

—Yo no hice nada —respondió, fingiendo inocencia.

Soltó una carcajada y entonces se dio vuelta para darme la espalda en aquel momento mientras empezaba a tomar la cuarta copa de vino en el día.

Agarré el cuchillo que se encontraba en la mesada, con algunos pequeños pedacitos de carne y lo limpié al instante.

—Si lo hiciste, anoche.

La mayor río entre dientes.

—No sé de qué hablas.

Hoy era domingo.

—Me pagaste las piernas y el abdomen con un martillo.

Mi madre seguía sin darse vuelta, y entonces le dio un enorme trago a su bebida.

—¡Ah! —suspiro—. Que clase de tortura tan oscura, mi niña. No sé quién podría hacer algo tan atroz.

Uno de los días más calurosos de la temporada.

—Tú...

—El mundo se encuentra bastante podrido, hija.

Eran exactamente las doce y veintitrés del medio día.

Empujé el cuerpo de mi madre para que así su cabeza terminara cochando con la esquina del mueble que tenía frente suyo. Sonreí al instante cuando cayó al piso de golpe y una marca de sangre empezaba a aparecer en su frente.

Sostuve el cuchillo con fuerzas mientras mi madre trataba de levantarse rápidamente del lugar, me coloqué arriba suyo como rayo de luz mientras agarraba fuertemente su brazo izquierdo el cuál tenía un enorme retazo de vidrio gracias a la copa que se había roto segundos antes.

Ella me observó fijamente, y una sonrisa cínica apareció en su rostro.

—Ashley —habló.

Su cabello rubio empezaba a oscurecerse gracias a la sangre que le estaba saliendo en ese instante.

—¡No soy Ashley! —grité mientras el cuchillo apuñalaba su abdomen con total fuerza.

Sus ojos se abrieron gracias al impacto de aquel objeto atravesar su piel, y entonces su mirada bajó para ver como su ropa empezaba a ser manchada con su líquido rojo. Acto seguido me miró nuevamente...

Y sonrió.

—Mi niña... siempre serás mi pequeña hija —dijo a duras penas—. Una mujer...

Frunci el ceño y saqué el cuchillo de aquel lugar para repetir la misma acción una y otra vez, cada vez salía más y más sangre que arruinaba su ropa y manchaba mi rostro con cada embestida del objeto. Seguía metiendo y sacando el metal de su abdomen sin siquiera dejarle procesar el dolor.

Quería que muriera.

—Soy Aaron —hablé mientras sus ojos poco a poco empezaban a cerrarse.

Quería que dejara de respirar de una vez.

Quería por una maldita vez... pensar que mi madre no me había abusado todo este tiempo.

Que no me había maltratado.

Que no me había amenazado con la muerte.

Y entonces cuándo su pecho dejó de respirar noté como la sangre manchaba mis manos y mi rostro, y acto seguido observé el rostro muerto de mi madre.

Caí en la realidad de lo que había ocurrido.

Era domingo.

Uno de los días más calurosos de la temporada.

Eran exactamente las doce y veintitrés del medio día...

Cuando acabé asesinando a mi madre.

Y cuando supe que nunca más iba a ser maltratado...

Sonreí.

Porque volvería a repetir este momento en mi cabeza una y otra vez.

Porque no me arrepentía de lo que había hecho... aquel día.

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