No me gustas

Oleh flores261

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Nueva ciudad. Nueva escuela. Nuevos amigos. ¿Qué significa esto para Nia? Significa que tendrá que comenzar... Lebih Banyak

Prólogo
Capítulo 1. Chicos populares.
Capítulo 2. Primeros problemas.
Capítulo 3. Inminente final.
Capítulo 4. Doble invitación.
Capítulo 5. Los Laurent.
Capítulo 6. Fiesta en San Francisco
Capítulo 7. Enfrentar consecuencias.
Capítulo 8. No me agradas.
Capítulo 9. El mismo odioso.
Capítulo 10. Ajedrez y fotografías.
Capítulo 11. Pelirroja fastidiosa.
Capítulo 12. Pensamientos ridículos.
Capítulo 13. Patos al agua.
Capítulo 14. Juego de niños.
Capítulo 15. Propuesta.
Capítulo 16. Ya te amo, pelirroja.
Capítulo 17. Convertirme en su amigo.
Capítulo 18. Una simple conversación.
Capítulo 19. Feliz cumpleaños.
Capítulo 20. Amor eterno.
Capítulo 21. Por ser arrogante.
Capítulo 22. La mejor historia de amor.
Capítulo 23. Una promesa.
Capítulo 24. Romántico y tímido chico de libro.
Capítulo 25. Solo somos amigos.
Capítulo 26. ¿Bailamos?
Capítulo 27. Bebé gigante.
Capítulo 28. Jay al rescate.
Capítulo 29. Helado de fresa y limón: parte 1
Capítulo 30. Helado de fresa y limón: parte 2
Capítulo 31. Ella se fue.
Capítulo 33. Odio a Heathcliff.
Capítulo 34. Mal perdedor.
Capítulo 35. Fue culpa de Nia.
Capítulo 36. Quiero que sea feliz.
Capítulo 37. Ultimátum.
Capítulo 38. Un sueño (Final).
Epílogo

Capítulo 32. No seas tan cruel

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Oleh flores261


—Derek —musito.

Él sonríe y se acerca a mí, rodeándome en un abrazo. Yo apenas soy capaz de devolverlo rodeándole con uno de mis brazos la cintura. Joder, qué situación más incómoda. Derek se aleja de mí y yo continúo atónita, todavía sin creer que esté aquí.

—¿Cómo has estado? —pregunta, con esa voz suave que ya había olvidado.

Demonios.

—He estado bien, ¿cómo estás tú? ¿Has venido a apoyar al equipo? —devuelvo, intentando sonar casual, pero sintiendo como mi corazón quema dentro de mi pecho.

Dios santo. Son tantos sentimientos encontrados. Quiero golpearlo por la forma en la que terminó con lo nuestro y ahora se aparece aquí como si nada hubiese pasado; y también estoy feliz de verlo, porque primero que todo fuimos amigos, y es realmente genial ver una cara conocida después de tanto tiempo. Y yo que creí que ya no extrañaba Ohio.

—He estado bien, y pues sí, vengo a acompañar a Max.

Oh, Max, su primo, cierto. Había olvidado que jugaba en el equipo de la escuela.

—Eso es genial. Salúdalo de mi parte —menciono. Él asiente y les echa un vistazo a los chicos a mi lado. De pronto, un aire tenso se cuela en el lugar—. Derek, ellos son unos nuevos amigos de San Francisco, Darian y Josh —los presento.

Los tres se saludan con un asentimiento de cabeza. El rostro de Darian está serio, completamente inexpresivo. Sin embargo, sus ojos parecen lanzar llamas. Además de dagas que se clavan en el pecho de Derek.

—Un gusto conocerlos, chicos —murmura él, sintiendo el ambiente tenso también. Traga grueso y fija sus ojos en los míos—. Oye, Nia, necesito decirte algo, ¿podemos hablar un momento a solas? Será rápido, lo prometo.

Lo último parece decirlo más para mis acompañantes que para mí. Alzo la vista hacia Darian, quien a su vez me mira. Él se encoge de hombros, mira hacia Josh y hace un ademán con su cabeza indicándole que se vayan. ¿Por qué tengo la sensación de que se avecinan problemas?

Cuando nos quedamos a solas, el silencio predomina durante unos segundos. Ambos evitamos el contacto visual, y estoy a punto de preguntar qué es eso que quería decirme hasta que lo escucho tomar una profunda inhalación.

—Escucha, solo quería disculparme contigo. Sé que la manera en la que terminé nuestra relación no fue la correcta. Ni siquiera te consulté, pero estaba aterrado. No sabía a qué me estaba enfrentando y dejé que la inseguridad me ganara. Quizás ahora sería yo el que mirara a tus amigos como ese chico me mira a mí.

Abro la boca, con la intención de explicar, no obstante Derek alza la mano, instándome a callar.

—No tienes que explicarme nada. Fui yo el que la cagué. Realmente estoy feliz por ti, lo digo en serio.

Sonrío, porque lo conozco y soy capaz de reconocer cuando está siendo honesto.

—Está todo bien, ¿de acuerdo? Me costó aceptarlo, pero lo logré. Ese chico y yo nos estamos conociendo, y debo admitir que es una de las personas más maravillosas que me encontré aquí.

—Me alegra escuchar eso. Estoy seguro de que es un gran tipo y te cuidará muy bien, de lo contrario jamás me hubiese aniquilado con la mirada como lo hizo.

—Sí, lo es —digo, recordando todos esos momentos en que fue el chico más dulce y generoso de la tierra.

—Bueno, ¿amigos? —pregunta.

Ladeo la cabeza, sonrío y asiento.

—Amigos —afirmo.

¿Por qué rayos las personas tienen que hacerlo todo tóxico con sus ex parejas? ¿Por qué no pueden llevar las cosas en paz y terminarlo de una buena manera? Al final lo que a nosotros nos faltó fue comunicación, y aquí estamos, remediando ese problema y haciendo las cosas bien. Derek estira sus brazos hacia mí y esta vez sí soy capaz de reaccionar para rodearlo en un abrazo. Este dura más que el anterior, y al separarnos, besa mi frente, me sonríe y me dice que me cuide. Se aleja de mí y se pierde en la multitud.

De pronto me siento más ligera, como si un peso que no sabía tenía en mi cuerpo se ha disipado en esa despedida. Respiro profundo, llenando mis pulmones del aire nocturno. Con una sonrisa y sintiéndome tan ligera como una pluma, tomo la cámara y me encamino al banco de las porristas; donde hemos quedado con los chicos del periódico.

[...]

Y los campeones de esta temporada son... ¡los Mapaches de Mountain Range! —grita el hombre que ha hecho de comentarista durante todo el partido.

Llevo mis manos a mi boca. No puede ser, ganamos. ¡Ganamos! Josh y yo nos abrazamos instantáneamente. Luego busco a Maia entre las porristas y corro hacia ella para fundirnos en un abrazo de alegría. Sentimos cómo somos rodeadas por otros brazos que le pertenecen a Jacob. Las palabras salen de su boca, pero apenas es capaz de formar una oración debido a la inmensa alegría que lo llena. Los tres nos separamos. Comienzo a buscar a mí alrededor un par de ojos azules. Finalmente lo encuentro al otro lado de la valla que separa el campo y las gradas. Está sonriendo ampliamente, corro hacia él y lo veo saltarse la valla para recibirme en un abrazo. Sin pensarlo, estampo mi boca contra la suya en un rápido, pero significativo beso. Cuando me separo de su cuerpo, veo que su sonrisa es todavía más amplia (como si eso fuera posible) y sus ojos brillan, tanto, que podría jurar que se ven más claros.

La celebración (por lo menos en la escuela) termina. Me despido de Maia y de Jacob, quedando de vernos más tarde en el club para continuar la celebración de la victoria. Darian y yo caminamos de la mano en dirección al estacionamiento. Vamos tan metidos en nuestra burbuja que ni siquiera noto a las personas que están a nuestro alrededor, hasta que una de ellas toma mi mano, obligándome a detenerme. Me giro, encontrándome con Derek. Y en cuanto ve a mi acompañante, suelta mi mano.

—Felicidades —murmura—. Max estará molesto contigo cuando se enteré que ibas con los Mapaches, pero no importa, se lo merecían —y sonríe.

Un poco extrañada (porque no esperaba este asalto de su parte), le sonrío de vuelta y le agradezco.

—Y dile a Max que si no estuviera con la controladora de su novia quizás practicaría más y sería mejor jugando.

Derek ríe y asiente. Se despide de ambos y continúa su camino en la otra dirección. Darian y yo retomamos nuestro camino hasta que llegamos a su auto. Arranca de inmediato, salimos del estacionamiento y maneja en dirección a mi casa. Permanecemos en silencio durante todo el camino. Él parece haber perdido el deseo de hablar y yo no estoy muy segura de sí debería iniciar una conversación. Llegamos a mi casa y se estaciona delante de esta. Sale de inmediato y rodea el auto para abrirme la puerta.

—¿Me acompañas? —le pregunto una vez estoy afuera.

—No, ve tú, yo aquí te espero.

Ni siquiera me mira cuando habla, simplemente cierra la puerta y se apoya contra esta. Comienzo a caminar, pero me detengo antes de siquiera llegar a la mitad del camino.

—Oye, ¿te sucede algo? —inquiero.

—¿A mí? No, ¿por qué? ¿Debería sucederme algo? —devuelve.

Ladeo la cabeza y lo miro fijo. Él se cruza de brazos, intenta sostenerme la mirada, pero pronto la baja. Luce como un cachorro al que han regañado por morder las calcetas. Y debo admitir que se ve tierno y no puedo evitar sonreír.

—¿Estás así por Derek? —aventuro.

Él eleva la vista al instante.

—¿Qué? No. Por favor, ¿por él? Pff, qué va —dice y nuevamente desvía la mirada.

Oh, Dios mío...

—Estás celoso —declaro.

Darian vuelve a verme y abre la boca para protestar. Intenta poner una expresión de indignado, sin embargo, falla estrepitosamente y en su lugar pone la expresión de alguien a quien acaban de descubrirle sus secretos.

—No, claro que no —habla, sonando como un neumático desinflado.

Dios, ¿es normal que quiera besarlo cuando está actuando como idiota?

—Sí, claro que sí —contradigo—. Dime, ¿qué sucede?

Darian deja escapar un suspiro, deja caer sus brazos y me mira, con esos ojos de cachorrito implorando compasión.

—Te vi abrazarte con ese chico, y luego vi cómo te sonrío a la salida. Yo sé que las cosas terminaron entre ustedes, y muy mal, si me dejas mencionar, pero tienen historia. Mucha más de la que yo tengo contigo, y se nota que te sigue queriendo, así que comprendería si tus sentimientos por él han vuelto, pero yo recién te tengo y no quiero perderte.

Joder, ¿es posible ser irritante y tierno a la vez?

—Eres un idiota, ¿sabías? —musito.

—Oye, puedes terminarme, pero no con groserías. No seas tan cruel.

—Déjame terminar, idiota —refuto y él me mira expectante—. Eres un idiota por creer que yo volvería con Derek después de todo lo que sucedió. Nuestra relación se dañó y no hay forma de que se repare, y yo tampoco tengo ganas de repararla. Justo ahora estoy conociendo a un idiota que es el más dulce y generoso, y por nada del mundo lo cambiaría.

»Quizás tengamos poca historia, pero créeme que esos pocos momentos pesan más que lo que sea que haya pasado con Derek. Ahora estoy contigo y es contigo con quien quiero estar, así que olvídate de eso de que mis sentimientos por él han vuelto y toda la película loca que te armaste en la cabeza porque no es así. Primero que todo fuimos amigos y en estos momentos así nos vamos a quedar. Él sabe que estoy conociendo a alguien más y yo le dije que esa persona es una de las más maravillosas que conocí, así que él ya está claro de que no tiene más oportunidad conmigo.

»Sin embargo, alguien más la tiene, y por estar actuando como idiota la está desaprovechando.

—¿Eso le dijiste? —inquiere. Yo asiento. Darian sonríe y en zancadas elimina el espacio entre nosotros, me abraza por la cintura y me levanta en el aire. Chillo de la sorpresa y luego rio—. Joder, eres la chica más genial que yo jamás conocí en mi vida.

—Y tú él más idiota que yo jamás conocí en la mía.

Él me baja, toma mi rostro entre sus manos y posa sus labios sobre los míos para formar un delicado beso.

[...]

—¡Hola, dulzura! —exclama Maia al entrar a casa.

Hace media hora la llamé para pedirle que viniera. Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos un momento a solas, y sin duda alguna ya necesito la energía de mi mejor amiga.

—Hola, muñeca —respondo desde la cocina.

Segundos después ella aparece, se acerca a mí y se pone de puntillas para poder abrazarme.

—¿Qué haces? —pregunta, inclinándose en el bowl que tengo en las manos para oler.

—Un pastel.

—Uh, delicioso, ¿te ayudo?

—Claro. Coge un bowl y ve separando la clara de la yema para la cubierta.

Maia asiente y de inmediato se pone a lo que le he pedido.

—Oye... —dice y yo levanto la cabeza para mirarla—. No sé si estoy quedando loca o qué, pero me pareció haber visto a Derek en el juego.

Dejo de batir al instante después de escucharla. Ella echa un vistazo a mis manos y luego de vuelta a mí. Sus ojos brillan en comprensión.

—Supongo que debo eliminar las pestañas de psiquiatras locales en mi teléfono —comenta.

Bajo la vista al bowl entre mis manos y vuelvo a batir. Trago grueso antes de responder.

—Sí, estuvo aquí acompañando a su primo —confieso, sonando tan casual como quería.

—¿Su primo jugó ayer? —Asiento—. Interesante —hace una pausa, sin dejar de romper huevos—. ¿Y hablaste con él?

Sonrió, a la vez que dejo la batidora a un lado y la miro fijo. Ella sonríe de vuelta, como si hubiese conseguido que un culpable confesara sus crímenes. ¿Soy culpable acaso?

—Sí, hablamos —contesto, y ella alza las cejas, en ese su gesto de «vaya, vaya», que hacen los villanos en las películas. Lo único que le falta es estar en una silla grande y tener a un gato en su regazo.

—¿Y de qué hablaron?

Suspiro y niego con la cabeza. No se cansará hasta conseguir lo que quiere, y tampoco es como que yo vaya a poner mucha resistencia. Al fin y al cabo es por esto que la llamé, pero de todos modos me gusta hacerme la misteriosa. Me giro para buscar en la alacena las cacerolas donde echaré la mezcla para que se hagan las tortas.

—Pues, se disculpó conmigo, dijo que se alegraba de que haya encontrado a alguien y que estaba feliz por mí.

—Y tú le creíste —acota.

—Lo conozco, Maia. Sé cuando es sincero.

—Nia, los chicos tienen esa extraña habilidad para sonar sinceros cuando se lo proponen. Es como si hubiesen cursado una carrera en ello. Son simplemente maestros.

—Ya, pero esta vez es en serio, en serio sincero.

Ella bufa.

—¿Y qué sucedió luego?

—Nada. Quedamos como amigos y todo listo.

—Claro, todo listo. ¿Y sabe Darian que eres amiga de tu ex?

—Sí —contesto dubitativa.

—¿Segura?

Frunzo el ceño.

—Eh... no lo sé. No recuerdo habérselo dicho —digo, rebobinando en mi mente la discusión que tuvimos anoche—. Si hablamos de ello, pero no se lo dije. Por lo menos no directamente. De todos modos, no importa. No es como que vaya a volver a ver a Derek después de ayer.

—Dulzura, las relaciones a base de mentiras no son buenas. Derek sigue teniendo tu número, ¿qué pasa si te envía un mensaje y Darian lo ve?

—Primero que todo, no le he mentido. Simplemente no le dije que somos amigos porque 1) ni lo tenía en mente cuando hablamos y tampoco lo considero un detalle relevante, y 2) ni Derek va a enviarme un mensaje ni Darian va a revisar mi teléfono.

Ella me mira a través de sus pestañas y puedo jurar que la he visto con lentes, arrugada y tejiendo un suéter. Santas abuelitas.

—Entonces dime, ¿qué hablaste con Darian?

—Pues, discutimos. Él estaba celoso porque vio que Derek me abrazó, creyó que mis sentimientos por él volvieron y que yo quería terminarlo. Obviamente me molesté con él, pero al final lo revolvimos y estamos bien.

Maia abre mucho los ojos, como si le hubiese dicho que escondía cadáveres en mi armario. Joder, ¿por qué estoy haciendo comparaciones tan macabras?

—¿Derek te abrazó? —cuestiona ella, yo asiento. Maia me mira y niega con la cabeza—. Y luego dices que fue en serio, en serio sincero.

—Lo fue.

—Claro, y a Josh le gustan las chicas —menciona, cogiendo la batidora. Estoy a punto de decir algo, pero ella la enciende, callándome al instante.

Ruedo los ojos y distribuyo la mezcla en las cacerolas. Una vez está todo en ellas, las meto en el horno precalentado. Comienzo a limpiar la encimera, colocando los utensilios que usaré cuando las tortas estén listas. Cuando termino, saco frutas y yogurt del frigorífico para prepararnos unos batidos a Maia y a mí. Termino al tiempo que ella ha terminado de batir las claras. Cuando me volteo con los vasos, veo una hermosa nube blanca en su bowl. Dejo el batido delante de ella. Maia le da un largo trago y luego sonríe.

—Tú y yo bien podríamos poner una panadería y nos haríamos millonarias en cuestión de segundos.

Rio y niego con la cabeza.

—Claro, siempre y cuando tú no te comas los pasteles, funcionaría.

—Oye, no es mi culpa que seas una buena repostera.

—Todo gracias a mamá Gio —digo con orgullo.

Ella me ha enseñado muchas cosas. Cosas que quizás mi propia madre jamás me hubiese enseñado. ¿Dejará de sentirse amargo cada vez que llamo a esa mujer así? Supongo que cuando deje de importarme.

—Y con respecto al tema anterior, voy a darle el beneficio de la duda. Si Derek no está siendo sincero conmigo y si tiene intenciones de regresar, pues ese es muy su problema. Yo estoy feliz con Darian. Realmente lo quiero y estoy completamente comprometida con lo que estamos construyendo.

Maia deja su vaso en el desayunador y suspira. Me mira por unos segundos directo a los ojos, intentando probar mi seguridad. Luego sonríe satisfecha al encontrarme limpia.

—Espero que ese chico sea en serio, en serio sincero y se mantenga alejado de ti. Odiaría que Niarian terminara después de todo lo que les ha costado enfrentar sus sentimientos y finalmente decidir estar juntos.

Ruedo los ojos.

—Deja de llamarlo así, o C. S. Lewis te va a demandar.

—Claro, porque los tribunales son muy populares en el otro mundo —se mofa ella.

Yo ruedo los ojos y termino mi batido. Minutos después el temporizador suena, indicando que las tortas están listas. Saco las cacerolas y Maia y yo nos disponemos a terminar el pastel.

[...]

Hacía ya media hora que Maia se había ido. Ahora me encontraba sola en casa, viendo una película de los años 60 y comiendo una gran rebanada de pastel. Jesús, sí que soy buena en esto. De pronto, escucho un ruido; alguien está intentando abrir la puerta. Continúo comiendo mi pastel en total tranquilidad, minutos después veo a mi papá aparecer en el pasillo. Le sonrío y levanto el plato que tengo en las manos.

—¿Quieres un poco? —pregunto.

Él niega con la cabeza.

—Luego —murmura apresurado—. Necesito hablar contigo.

Las alarmas comienzan a sonar dentro de mi cabeza y me tenso. Comienzo a recordar todo lo que he hecho desde que nací. Dios mío, ¿descubrió los trozos del plato que quebré a los seis enterrado en el patio?

Cálmate, tonta. Ya ni siquiera están en Cleveland. Dice cariñosamente la voz dentro de mi cabeza. Con esta clase de subconscientes quién necesita enemigos.

—¿Qué sucede? —pregunto, dejando el plato sobre la mesa de centro.

—Tengo una idea y necesito consultarla contigo.

Respiro aliviada; gracias al cielo no se trata del plato roto.

—Claro. Dime, ¿de qué se trata?

Me muevo en mi lugar, quedando frente a él para otorgarle mi completa atención. Le echa un vistazo a la televisión y mueve sus manos en su regazo, nervioso. Algo me dice que esto será grande.

—Eh, yo... esto... mira, he estado pensando y yo... creo que es el momento de que...

—Vamos, papá, solo suéltalo —insisto.

Él respira profundo y clava sus ojos en los míos.

—Siento que es el momento de pedirle a Bridget que se case conmigo.

Santa madre de los anillos. 

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