Clarke POV
La novedad de un nacimiento siempre genera una revolución linda y emotiva, en las personas cercanas, mucho más potenciada a la generada por la noticia de un embarazo. Los primeros días después de la llegada de los mellizos así fueron. Lexa permaneció internada un par de días, por molestias propias de la cesárea, por lo que limitamos las visitas para no atosigarla demás y pudiera tener el descanso que merecía. Sin embargo, una vez que pusimos un pie en nuestro apartamento ya no se pudo controlar el desfiladero constante y las repetitivas visitas de sus abuelas emocionadas y entrometidas que, ante la fascinación y deslumbramiento por los pequeños, no se querían perder detalle de absolutamente nada. Por un lado, me daba tranquilidad saber que mientras las guardias no me permitían cuidar a Lexa como deseaba, mamá y Becca estaban allí con ella, ayudando y acompañándola. Aunque se volvía difícil invitarlas a regresar a sus casas después.
Una tarde, luego de un día largo de guardia, llegué y me encontré una escena de lo más conmovedora, en donde jamás imaginé cuan satisfactorio sería verla. Lexa, se encontraba sentada entre mi madre y la suya, cada abuela con uno de los mellizos en sus brazos; Nasha obviamente acurrucada también allí. Una de las manos de Becca, sostenía con cariño la de Lexa, una muestra de cariño que por mucho tiempo habían sido un gran anhelo, y ella se mantenía aferrada con fuerza como si sintiera protegida, sin ser consciente de lo perfecto que era aquel suceso. Por años, nuestra familia se mantuvieron separadas por orgullosos y soberbias, y aquel instante el recuerdo triste de un pasado sin retorno parecía lejano y ajeno, y comprendí que la vida siempre encontraría la manera de devolvernos lo que nos pertenecía, para poder apreciarlo, valorarlo, y hacernos felices viendo lo que el amor logra.
***
Los meses pasaron uno a uno, trayendo con ellos los primeros pasos de Olivia y Timothy, las primeras palabras y la emoción que todo aquello genera.
Aún recuerdo el grito eufórico de Lexa, desde la cocina, cuando Olivia se aventuró a caminar a pasitos lentos y torpes. Nuestra niña lejos de espantarse por la emoción entusiasta de una de sus madres, arrastró a su hermano a que la siguiera. Y allí estábamos nosotras, observando entre sonrisas, alegría y otras tantas emociones, como el tiempo avanzaba dejándonos la nostalgia y el deseo imposible de detener el paso del tiempo para no irnos jamás de aquel perfecto instante.
Esos preciosos primeros pasos fueron un anticipo de lo que realmente significaba que Olivia y Timothy comenzaran a caminar; ahí supimos con certeza que junto a Nasha harían un trío de lo más caótico y revolucionario, ya que de repente teníamos un revuelo de corridas y persecuciones por toda la casa, sus risueñas risas inundaban cada lugar por el que pasaban y luego era verlos dando volteretas en el suelo, jugueteando hasta que el cansancio los vencía. Apreciarlo, era tan lindo como agotador. La maternidad se caracteriza por poseer esas dos partes: lo bello y lo caótico; conviviendo a la par. Sin embargo ninguna de las dos se quejaba, porque éramos felices a pesar de todo.
—Creo que debemos mudarnos a una casa más grande.
—Leíste mis pensamientos. — reflexionamos mientras levantamos del suelo, dormidos, a los pequeños, para llevarlos a sus camas.
Así fue, como un par de meses después, conseguimos mudarnos a una casa bellísima, a las fueras de la ciudad, con la comodidad perfecta para que Olivia, Timothy y Nasha pudieran corretear de manera libre.
El jardín era lo más hermoso de nuestro nuevo hogar. Lleno de árboles, con un parque inmenso en donde se podían plantar las flores que quisiéramos para decorarlo; Y, gracias a la lejanía de las luces de la ciudad, se apreciaban las estrellas de manera magnifica. Realmente era la casa de nuestros sueños.
***
—Te dije que saldrían intensos. Todo lo de ustedes es intenso sin excepciones. — exclamó Raven, mientras observaba como los niños corrían sin parar por el jardín. — Y ella, es la peor. — Señaló a Olivia.— ¡Maldita sea! ¿Jamás se cansa?
—Jamás. — Rei entre dientes, ante su mirada de espanto.
—Las compadezco.
—Y yo a ti...—Me observó comprendiendo a lo que me refería.
—¡No, rubia! — se negó de manera desesperada. —¡No y no! Ya hemos hablado de esto. ¿Por qué no puedo ser la madrina del niño? Él es... es un poco menos energético.— suplicó piedad de manera exagerada.
—¡Tía "Daven"! — Olivia se enredó en las piernas de mi amiga con cariño, sin pretender soltarse.
—Por eso mismo. — sonreí. — Te ama. — la mirada de Raven mostró una sonrisa emocionada, y se hablando sin temor.
—Ven pequeña— la levantó y la colocó en sus hombros. — Alguien tiene que enseñarte a no ser como tus madres. — Reí entre dientes, y sentí como Timothy se aferró de mi mano. — Vamos cariño. — de manera lenta y agarrada fuerte de su manito, cruzamos el jardín. Cada día que pasaba se volvía mi favorito, por lo que compartíamos, por cada nueva cosa que los pequeños aprendían o hacían, por escuchar sus risas al ver a Raven hacer muecas graciosas, por sus abrazos, o sus mañas al dormir, por cada detalle que lograban hacer cada día especial y único. Sus sonrisas lo eran todo, idénticas a la de Lexa, inigualables que lograban generar paz. Lo mejor de mi vida eran ellos, por lo que estaba dispuesta a sobrellevar lo que sea para darles lo que merecían, siempre desde el amor; y aunque era muy consciente de que no iba a poder evitarles sufrimientos en algún momento de sus vidas, me encargaría de abrazarlos y contenerlos lo suficiente para no permitir que se sintieran jamás solos, pasaran los años que pasaran. Los protegería con mi vida a los tres, a cada instante, en cada caricia; eran mi felicidad y mi corazón completamente era de ellos.
***
Lexa POV
Finalizando marzo, era otro miércoles normal de trabajo, en donde había pasado toda la mañana hundida en la lectura de obras encargadas por Luna, mientras ella leía la mía que casi tenía acabada. Necesitaba de su opinión, y aunque demoré en tomar coraje para mostrársela, aquella mañana me había levantado decidida a hacerlo.
La ansiedad por recibir su crítica era enorme, pero la calmé distrayendo mi mente trabajando. Al finalizar, aparecí en su oficina con las correcciones y reseñas de las obras leídas y la encontré leyendo muy compenetrada y hasta emocionada.
—¿Cómo es que demoraste tanto en enseñármela? Es... es hermosa Lexa. — el cuerpo lejos de relajarse, comenzó a temblarme.
—¿De verdad lo crees?
—Sabes que no te mentiría. Uf... lo real en tus palabras, la forma en que cuentas las situaciones, te hace sentir parte, vivirlo, sentir cada situación. Me encanta y gracias por expresarlo tan bien. — me sentía orgullosa, muchísimo. No solo por la crítica positiva de mi amiga, sino porque parte de mi alma, y de quien era estaba plasmada en cada frase de la historia. No existía nada más puro que escribir con el alma abierta, sin temor. Llevaba un par de años escribiéndola, armando cada parte de la historia, escuchado, viendo, dedicándole más que mi vida. Superando bloqueos emocionales y narrando sobre ellos. Toda mi vida estaba allí entre aquellas hojas, separadas por capítulos, mi alma trazada en tinta y teñidas de recuerdos. Guardadas con amor para no ser olvidadas, para releerlas y no dejar que se pierdan en la memoria.
—Gracias. — agradecí emocionada. —significa mucho para mí.
—Lo sé. — Sonrió con cariño y suspiró. —agrégale un capítulo más, un cierre en la historia sin que sea un final concluyente. ¿Entiendes? — Asentí, comprendiéndola a la perfección, pero sin saber qué final darle.
Frustrarse es parte del camino, eso ayuda tomar distancia para despejar la mente y poder ver con mayor panorama, y una vez que encontramos sobreponernos a la frustración aparece lo que buscamos. Eso haría.
Mi día continuó y ansiosa busqué a Olivia y Timothy en casa de mis padres, luego de las 3 de la tarde. Los niños corrieron para abrazarme ni bien me distinguieron en la puerta. Los echaba de menos cada vez que debía separarme por varias horas de ellos, pero sus abrazos eran gratificantes.
—¿Cómo se han portado?
—¿Hablas de tu padre o los niños? — reí ante las palabras de mi madre.
—Es un niño más este hombre. — comentó resignada, ante lo compinche que mi padre se había vuelto con los mellizos, tanto que los consentía de más. La ventaja que, gracias a eso, el Alzheimer no había dado grandes avances degenerativos, sólo cada tanto aparecían lagunas mentales que lo perdían, pero pasaban luego de un largo descanso.
Aquella noche nos quedamos a cenar allí, porque Aden amaba llegar de la universidad y encontrarse con sus sobrinos para consentirlo mucho más que mi padre y sus otras tías. Olivia y Timothy movían a la familia entera, llenándonos de un aire distinto que lograba que todo estuviera equilibrado y bien.
Como de costumbre luego de correr todo el día sin descanso y sin dar tregua a nada, el cansancio los vencía haciendo que se durmieran en donde sea que estuvieran.
Al llegar a casa, los recostamos a cada uno en sus camas, y los observamos dormir, en silencio, disfrutando de sus suaves respiraciones, entregados a sus sueños, emanando una calma que causaba satisfacción.
—¿Puedes creer que ya tengan casi dos años?
—No quiero que crezcan. — me rehusaba, sabiendo que no podía ir contra aquello.
—No pensemos en eso, pensemos que nos queda mucho por delante y lo disfrutaremos al máximo. — Me enredé en su cuerpo y asentí.
—Ven. — Me guio hasta el jardín.
Hacía una noche bellísima y la primavera ya se percibía en el aire; el aroma a flores estaba esparcido por todo el lugar.
Nos recostamos sobre una manta, acurrucadas en silencio, mirando las estrellas.
—Este silencio, lejos del bullicio de la ciudad, me recuerda a nuestros primeros años de amistad, cuando nos desvelábamos y pasábamos horas así. Tan solo disfrutando de lo maravilloso de la noche.
—Mis mejores recuerdos son todos contigo. ¿Y sabes qué? — giró un poco su cuerpo para mirarme, e hizo que repitiera su acción, quedando de costado cara a cara. — No añoro nada de esos recuerdos, porque sigues aquí, conmigo, y no tiene sentido extrañarlo. — sonreí sintiendo lo mismo. Uno extraña lo que ya no tiene, sean momentos, personas, situaciones. En cambio, nosotras teníamos mucho más que entonces. Nada podíamos envidiarles a los recuerdos, éramos más dichosas que ellos.
—Cada día que pasa, confirmo lo feliz que soy de tenerte, de todo lo que pasamos para llegar a este minúsculo momento. A veces te veo dormir, o con los niños y me siento afortunada de que me ames, de amarte, de todo. — Me acarició el rostro con cariño y me perdí en la sensación que me generó. En sentirla tan parte de mí. —Pienso, todo el tiempo, en el día que no sabía hacia donde apuntar mi vida, cuando dentro mío existía caos y angustia, tanta como no imaginas, y decidí ir a verte. Siempre has sido mi cable a tierra, y esa vez lo terminé de comprobar. Encontré en ti la paz que necesitaba, y hacía donde quería ir. — sus palabras removieron en mis los sentimientos de aquella vez, compartiendo el mismo sentir que ella. Ese día fue un antes y un después en nuestras vidas, no había nada que pudiera contradecirlo.
—Cásate conmigo. — exclamó, mirándome a los ojos, sonriendo, muy segura de lo que pedía.
No necesite responderle, sólo me aferré a sus labios, y la besé con todo el amor que poseía y le pertenecía desde siempre. No necesite responderle, porque mi mayor anhelo era compartir toda la vida a su lado; Clarke lo sabía, como también conocía muy bien mi respuesta.
Acaba de encontrar ese cierre para mi historia sin un final concluyente, el más perfecto de todos, porque no era un fin sino un nuevo comienzo.
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Buenas buenas!!! resulta que este no es el capitulo final🙈🙈 Mi mente se negaba a acabarlo y demoré en escribirlo jajaja (me senté hoy a escribirlo y recién lo acabo de terminar) así que pensé que era mejor hacer este antes del final. Ojala les haya gustado. Y ahora si, lamento decirles que sólo queda uno y el viernes lo estaré subiendo. Estoy viendo si subo el mismo día el epilogo o el domingo. Ayúdenme a decidir eso jajaja El epilogo depende de ustedes. Así que los leo para cuando lo quieren.
Sin más nada que decir, les dejo muchos agradecimientos y un abrazo gigante.
Sofi