Raguel se deja caer en la silla, bufándole a Gabriel que acaba de irse, visiblemente enfadado. Aamón le mira de reojo.
—¿Qué ha sido eso?
—Ahora soy un IMBECIL que no sabe hacer su trabajo, claro.
—¿Pero qué es eso de la gula? ¿De verdad no come?
—Pues no, pero yo no decido cuales ni cuantos pecados hace cada quien.
—¿Entonces como funciona?
—Yo solo lo sé, Aamón, por inspiración divina. Se lo que tengo que escribir.
—Mmmmm... Inspiración divina—repite porque Aamón y su... ateísmo.
—Puedo no escribirlo, puedo cambiarlo, quizás puedo equivocarme alguna vez, pero... Si Gabriel tiene pecados de gula plagando el libro, créeme, no soy yo. Es Nuestra Señora.
—¿De qué sirve que los escribas para ella si ella es quien te inspira?
—Ella necesita el libro, supongo. Me lo dio. Ella. Me pidió que lo llenara. No sé cuál es su plan, Aamón, es inefable.
—Odio cuando la respuesta es "es inefable" —ojos en blanco.
—Pues lo es... ya sé que tú también consideras que esto que hago es inútil y que debería dejar de hacerlo.
—No es tanto eso pero... yo tampoco entiendo.
—¿Cómo puede cometer gula sin comer?
—Sí.
—Bueno pues... ¡debe ser que me equivoco! —protesta porque sigue irritado—. No lo sé, Aamón, pregúntale a Gabriel, no a mí. Debe ser algo que piensa o como lo piensa.
—Vale, vale, no te enfades conmigo ahora.
—Debe tener que ver con deseo insaciable... —bufa otra vez.
—¿Deseo... sexual?
—No, eso es lujuria. Pero no hay un pecado para... cada deseo —suspira y aprieta los ojos—. Quizás llevo Toda la vida escribiendo TODO mal.
—No sé...
—¿Eso crees? ¿Qué puedo llevar toda la vida escribiendo lo que se me antoja? —le mira, con el ceño fruncido.
—No, pero... tiene razón, no tiene sentido.
—Como todo lo demás tiene tantísimo sentido... debo estar mal yo y el libro. Pues vale, no se diga más... que lo complete alguien capaz de hacerlo bien de ahora en adelante —se lo guarda.
Aamón suspira.
—Y esto es justo por lo que nadie debe leer el libro ni sacar conclusiones. Pero no aprendo —Raguel murmura—. ¿Vas a ayudarme e ir por Miguel?
—Pues no vas a bajar ahí solo.
—Quizás tú tienes otras obligaciones... como ir a sacar a Asmodeo del cielo.
—Ehm... sí, bueno. Uhm... tal vez... Uh. No quiero pedirte que me ayudes a eso.
—Tú puedes sacarle solito, ¿no? Ya... ya me imagino. Trata de no extrañarle mucho ahora que están separados —se levanta—. Por cierto... creo que tú y yo deberíamos hacernos de nuevo de una casa...
—Pues no es como que se me dé muy bien sacar a gente del cielo. Como es obvio.
—De todo lo que dije eso es lo que te ha llamado la atención.
—No, bueno, ¿qué es eso de la casa?
—Si no sabes sacar a alguien del cielo, ¿a quién le vas a pedir ayuda? —pregunta extendiéndole la mano.
—Pues a ti, pero es un poco... ¿no? —se la toma.
—En el cielo no van a hacerle daño —se la aprieta—. Necesitamos un sitio seguro, en el que ambos tengamos acceso.
—Ya, bueno, pero... es como... poco accesible.
—Hablaba de la casa.
—Ah, sí.
—Un lugar donde dejar nuestras cosas... o dónde vernos a solas —tira de él hacia afuera de la pastelería, entrecerrando los ojos y mirando alrededor.
—¿En esta ciudad?
—Es ruidosa.
—Ya...
—Pero aquí tenemos conocidos. ¿Tú no quieres una casa conmigo? ¿O crees que Asmodro se pondrá celoso?
—No te... preocupes por Asmodeo, yo lo manejaré.
—Claro, claro. ¿Vas a dejarle pronto?
—Pues ya te dije que sí, ¿te preocupa?
—Sí, él no parece muy propenso a querer hacerlo.
—Ehm... se hará a la idea, no te preocupes.
—Me pareció que no, en realidad... igualmente, quiero otra vez una casa contigo.
Aamón traga saliva y asiente. Raguel le mira de reojo y se humedece los labios.
—¿O te preocupa la idea... ? —pregunta apretándole más la mano.
Niega.
—Entendería que... pudiera preocuparte. No debe hacerlo, pero entiendo que puedas... pensar que quizás sí debiera.
—¿Por?
Se encoge de hombros.
—¿Vas a... llevarme dentro al infierno? —cambia de tema.
—Puedo ir a por ella yo solo.
—Preferiría ir contigo —hace una mueca.
—Mmmm...
—¿Por qué no?
—Es que bajar al infierno... bueno, vamos.
—¿Hay alguna razón para que yo no vaya?
—Bueno, que eres un ángel.
—Adentro de ti.
—¿Cómo? Tú no puedes poseerme.
—Podrías enseñarme...
—Pues es que... intenta salir de tu cuerpo.
—Ehh...
—Como al descorporizarte, ya sabes.
—Ya... no sé hacer eso.
Aamón lo hace y luego vuelve a su cuerpo de nuevo habiendo tenido una idea. Raguel detiene su cuerpo para que no se caiga.
—Espera, espera... voy a hacer algo. Vamos a sentarnos
—Vale...
Le guía buscando algún banco en algún parque y el ángel le sigue, desde luego, apretándole la mano... aunque ha de admitir que una vez estando en el parque, en algún punto, detrás de unos matorrales, le detiene un instante.
—Voy a hacer algo arriesgado, pero no te asustes... ¿qué? ¿Qué pasa?
Raguel le toca la mejilla, sonriendo, se le acerca y le da otro beso en los labios. Aamón se lo devuelve.
El Arcángel le empuja un poco, abrazándole con fuerza. Vaaaale... le... sigue, como puede, sin oponer mucha resistencia. O ninguna, de hecho, pero de golpe se separa.
—Perdona... Ehm... Asmodeo, sí.
El demonio se le va detrás y parpadea varias veces
—P-Perdona.
—Ah, sí... uhm... bueno —carraspea, sin mirarle.
—Te quiero mucho... —Raguel se le acerca y sonríe un poco, susurrándole al oído.
—Y-Y yo —se sonroja sin haberse esperado eso.
—Muchísimo... no tienes una idea de cuánto —insiste, sonriendo un poco y dándole un besito en la mejilla esta vez—. A-Ahora, ¿qué ibas a probar?
—Yo también —responde sonriendo un poco atontando.
Raguel sonríe también un poco más.
—Ehm... ¿Qué... qué? —parpadea un poco sin saber qué decían.
Es que le quiere, le quiere un montón. Besito.
Si le sigues desconcentrando no ayudaaas.
Pues es que no tiene novio y sí que le quiere a él, solo a él.
—Eh...
—Te quiero
—Y yo a ti —sonríe otra vez.
—Quiero vivir contigo. Aquí, en la tierra.
Asiente.
—Lo digo en serio, quiero bajar del cielo y venir aquí... permanente. Solo subir a trabajar.
—Vale —sonríe.
—Bien... —Le sonríe también, organizándole un poco la bufanda que trae al cuello.
Aamón le toma de la cintura y le acerca hacia sí sonriendo más. Le deja, sonriendo maripositas en el estómago.
—¿Dónde quieres ir a buscar casas?
—En donde haya casas... un lugar bonito y tranquilo, con... bosque. Siempre hemos estado en lugares desérticos.
—Bosque...
—¿No te gusta?
Asiente.
—Quiero... un lugar donde nadie nos moleste... pero que tenga un bar y los lugares que te gusta visitar a ti.
—¿Qué lugares me gusta visitar a mí?
—Pues antes te gustaba ir a esos sitios de peleas de animales para encolerizar a la gente.
—Ah... hum... sí, pero ahora todo es muy fácil en una ciudad, ¿has visto los embotellamientos al ir y venir del trabajo?
—No... Casi no he visto nada—le acaricia las mejillas y le mira a los ojos—. Ya me lo enseñarás.
—Puedo enseñártelo ahora —le acerca más contra sí.
—Tenemos toda la vida... para que me enseñes todo —le da un besito. Miguel carraspea, maldita sea—. Pero antes... necesito sacar a Miguel.
—Ah... ugh.
—¿Será muy complicado?
—Iba a hacer... una prueba.
—¿Conmigo?
Asiente.
—Vale...
—Voy a... poseerte. Y luego a... echarte de tu cuerpo. Te sentirás mareado y descolocado... tienes que intentar entrar en mi cuerpo, ¿vale?
Raguel piensa que lo que quiere es que le posea de otra forma... pero asiente y se sonroja un poco.
—Tú... poséeme
Asiente.
—E-Espero que se pueda. No me dolerá, ¿verdad?
Se acerca y le besa, sin responder a eso metiéndose y... haciendo para echarle, empujándole a través de la boca
Orgasmo extraño... y... sale por ahí...
Si Crowley y Aziraphale pueden hacer eso solo con un apretón de manos...
Pues ahí sale... flotando... asustado, pero medio se mete al cuerpo de Aamón medio se cae dentro.
—A-A-Aamón?
Raguel parpadea y le toma de la mandíbula, mirando a ver si se ha metido ahí. Ahí está... pensando que esto es súper raro pero está
—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
—Dios mío esto... ¡es rarísimo! —exclama Aamón.
—Eres un demonio, ahora —sonríe el ángel.
—¡Cielos! ¡Y tu un ángel! Estoy seguro de que esto... no deberíamos hacerlo.
—Dices eso porque ahora yo soy más sexy que tú —Raguel se ríe.
—Qué vas a ser más sexy que yo... ugh, me veo ridículo —asegura Aamón sobre Raguel, que se pasa las manos por la calva y sonríe.
—Así puedes ir tú al infierno y yo al cielo.
—¿Quieres que saque yo a Miguel y tú vas a sacar a... tu noviecito?
—S-Sí, eso.
—¿¡En serio?!
—¿No?
—No sé... ni dónde buscarle. En las mazmorras, seguramente...Vale. Vale. Nadie me va a intentar detener, ¿verdad?
—Si lo hacen, les gritas cualquier cosa muy enfadado y te dejarán en paz.
—Vale... vale. Vale. Lo... intentaré.
—¿Quieres que baje contigo?
—No. no. Puedo ir yo. Mejor rescata a tu princesa.
—Puedo bajar contigo y hacer eso luego, si acaso.
—Pero es importante que le rescates... ¿no me rescatarías a mí?
—Bueno, sí, pero... no es lo mismo, en el cielo no... —se muerde el labio porque rescatarte a ti sería PRIORITARIO.
—No, no van a hacerle daño.
—Exacto. Pero si a ti te atrapan en el infierno...
—Y a mí en el infierno podrían hacerme daño, pero... Es que no quiero ponerte en una posición en la que... tengas que elegir. Pienso que sería cruel contigo.
—Te elegiría a ti.
—Seguro a él le dirías que le elegirías a él.
—No, te he dicho que le voy a dejar.
—¿Me quieres más a mí?
Asiente.
—¿Mucho más?
—S-Sí.
—Pero has dicho cuando vine que le querías a él muchísimo.
—Bueno, sí.
—Pero a ti te quiero más, Raguel, mucho más... —murmura, con su voz de Aamón... sonrojándose un poco.
El demonio parpadea con eso porque se lo ha dicho cada vez, pero bueno.
—Me gusta poder oírlo cada vez que quiero.
—Ya... no funciona así.
—¿Por?
—O sea, sí, pero... lo que tiene valor real es que lo digas tú de verdad.
Aamón se ríe.
—No, lo que tiene más valor de todo es que lo sientas, aunque no lo digas... —le sonríe un poco—. Esto de oírlo es solo... el detalle final.
—Además, ya podías oírlo cada vez que querías, qué dices ahora.
—¿Me estás riñendo irritablemente? —se le acerca.
—¡No!
—Ya podías oírlo pero te has ido... —le imita, con voz especialmente grave—. Cielos, ¿me veo siempre tan tonto?
Se sonroja con eso.
—Eres infinitamente más guapo que yo —declara y sonríe—. ¿Y yo pongo esa cara de bobo enamorado?
—No estoy... no... —se sonroja más y se tapa la cara.
—Somos unos bobos enamorados... que vamos a vivir juntos.
El ángel le mira entre los dedos y asiente.
—¡Y la calvita...! Dios, ¿cómo es que te gusto tanto?
—Eh, no te metas con ella —se pone las manos en ella.
—Es que se ve... bueno... no sé. Tú eres mucho más atractivo, con todo y... —sonríe al tocarse el pelo—. ¡Tengo pelo!
—No es verdad, a mí me gusta.
—Aamón...
Raguel le mira.
—Me hace tremendamente feliz estar aquí contigo...
—A-A mí... también —es que le funde el corazón
—¿Aunque este calvo? —bromea sonrojándose un poquito.
—Porque lo estás.
—Así que si hubiera vuelto con una hermosa y sedosa cabellera, me habrías mandado de vuelta...
—Probablemente, no soporto la competencia en eso.
Se ríe, yendo a abrazarle. Raguel se ríe también y le abraza de vuelta.
—Tengo que bajar por Miguel... —susurra el demonio un poco culpablemente unos instantes más tarde.
—Vale, vale —levanta las manos, soltándole.
—Te veo...
Raguel le roba un beso y él cierra los ojos y se ríe, dejándole hacer y callándose.
—Mandarme al infierno así de embobado y sonriente...
—No, no, tienes que enfadarte. Mejor piensa en Gabriel que dice que escribes mentiras.
—Te quiero... y quiero... quererte. Muy de cerca.
—Lujuria, Raguel —le susurra al oído.
—Podría llenar cien páginas... sólo de lujuria —se ríe.
Raguel se ríe también.
—Eventualmente... vas a tener que darme otra vez tu... flor —le susurra al oído.
—What the fuck!? —se sonroja con eso y frunce un poco el ceño porque suena FATAL.
—La quiero —se ríe más.
—Los demonios no tenemos flor.
—Tú no solo tienes la tuya, tienes la mía también.
—Y eso no se devuelveeee.
—¡Deja de liarme! —medio protesta, el que le lías eres tú... le da un beso en la mejilla—. Lujuria.
—A mí me da igual pecar.
—A mí me... parece que... Te quiero tanto que lo que quiero hacer contigo es... más una comunión con un ser amado que un pecado.
—Eso me recuerda...
Aamón parpadea.
—ME CAGO EN DIOS —grita hacia el cielo con toda la fuerza de sus pulmones. Aamón levanta las cejas de verse a sí mismo gritar eso.
—¡No! ¡Aamón!
—Ya me siento mejor —sonríe.
—Ella sabe que no soy... yo. Ugh. ¿Sabes que voy a hacer? ¿Sabes?
—NO RECES.
—En el nombre del padre... y del hijo...
Le besa. Aamón se ríe en el beso, devolviéndoselo. Pues así lo solucionamos todo, por lo visto.
—Déjame iiiiir.
—Vale, vale, nos vemos luego entonces. Llámame cuando acabes.
—Ve a rescatar a tu princesa del pelo perfecto.
—¿Por qué le llamas así, ahora? ¿Qué quieres? ¿Qué le defienda?
—¿Vas a hacerlo? —Aamón le mira.
—Pues...
Besito en los labios. Raguel parpadea
—¿Vas a defenderle?
—Ehm...
Besito y el ángel se le va detrás. Aamón sonríe, cerrando los ojos.
—Te quiero —susurra después de devolverle el beso. Estamos muy pegajosooooos
Así no vas a ir nunca.
—Tengo que irme... y es raro besarme siendo yo —bromea un poco, con ojitos de corazón pese a ello.
—Es mejor que besarme a mí.
—No, besarte a ti me encanta —ojos en blanco de Miguel desde el calabozo. Really, Raguel?
—No voy a discutirte eso porque no me interesa que entres en razón.
—Casi podría ponerme celoso de mí mismo —Se ríe un poco. Raguel se ríe también—. Te llamo en cuanto salga.
Raguel asiente. Aamón sonríe... y se abstiene de darle otro beso, girándose y... haciendo un milagro para encontrar una de las varias salidas del infierno con facilidad porque no va a ir modo zombie.
Raguel le mira irse un poquito embobadito pensando que... ¡tiene que ir a ver dónde están los bosques más bonitos del mundo! Probablemente... en Canadá, ¿verdad? Tiene que ir a ver.
Es que Aamón está bajando al infierno con una sonrisa idiota que nunca nadie le ha visto. Mira que le ha dicho que se enfade.
Ya, ya... pero como se va a enfadar después de estooooo. Ojitos de corazón. Pero ahí va... en las escaleras recuerda que tiene que parecerse a Aamón. Y frunce el ceño.