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Caminaron hacia el salón asignado. No tiene ningún tipo de decoración solo unas cuantas sillas y mesas , alrededor de 12 tal vez . Mara giró la cabeza hacia la profesora y esta hizo un ademán para que entrarán. Dentro ya habían tres estudiantes: dos chicos y una chica. Trenton de mala gana se sentó en uno de asientos de alante y la pelirroja en otro junto a esa mesa.  Examinó con la mirada más a fondo la habitación y le pareció muy extraño que donde se suponía que hubiera un profesor solo había un libro de muchas páginas.

Pasaron minutos, veinte minutos y nadie habló, ni la chica de cabellos negros rizado, ni el rubio de grandes ojeras, ni el chico con lentes, ni Mara y mucho menos Trent. Un joven, mayor que ellos, cabello negro ,piel morena, ojos verdes que vestía de colores neutros y tenía una carpeta se sentó en el asiento del profesor.

El pequeño rubio con gafas se levantó.—¿ Podría decirme por qué estamos aquí?

— Sí estás aquí es porque estás igual de jodido que nosotros. Malditos profesores.— chasqueó la lengua y se dió cuenta de que no había entendido pues la miraba con confusión.— Es un psiquiatra, lo sé, no hace falta que lo diga. Tanto tiempo viéndolos que ya se como huelen y como se comportan.— se puso de pie y cogió el libro del escritorio y abrió en una de las páginas marcadas sacando una pequeña cámara.— Esto es violación de la privacidad. Se puede denunciar sabes?. Ya yo he visto muchos como tú, más viejos ,con más experiencia y no han ayudado. No se que pasará con esos tres pero no puedes arreglar a dos demonios así que ve a hacer tu tesis en otro lado.

Iba a salir del salón cuando el joven la sujetó del brazo, Trenton se levantó impulsado a golpearlo  pero Mara se paró entre los dos.

— A él no Donaldson, si lo golpeas a él no solo te enviaran a detención.— le advirtió Mara.

Trenton dió un paso atrás con los nudillos blancos de la presión y pequeñas venas saltando en su cuello. — No la vuelvas a tocar renacuajo o te juro que no me importaran las consecuencias.— amenazó al doctor.— Eres un cordero cerca de dos lobos.

— Sí soy psiquiatra, pero también  seré su profesor y esta será su salón que llenaran con cosas a su gusto. Impartiré todas las materias. Primero ¿ por qué no nos presentamos?

—¿ Qué no tienes  nuestros expedientes?— se quejó  Mara.

A Trenton no le agrada el chico y tampoco a Mara.

— Mi nombre es  Simón.— dijo el rubio tan alto como Trent.

— El mío es George.— dijo el rubio de la misma estatura que las chicas acomodando sus lentes.

— La jovencita del fondo.¿ Cuál es tu nombre?— preguntó el doctor.

— Katie.

— Bienvenidos al club de los incomprendidos.— se burló Trent y se sentó junto a la pelirroja.—¿ Me odias gatita?

— No te odio pero tu existencia no necesariamente me emociona.— respondió con frialdad.— ¿ Podrías alejarte un poco? Tu cercanía me asfixia imbécil.

— Las princesas no dicen groserías.

—¿ Tú me ves con corona y castillo? Pendejo.

— Eres puro fuego gatita. Jamás había visto un desastre tan interesante.

— Mi nombre es Steven Allen Walker y seré su profesor.

El  doctor solo se sentó para analizar  el comportamiento de  sus nuevos pacientes no entiende  el porqué su profesor y confidente le había enviado a una escuela. Lo que está claro es que los jóvenes que no dijeron su nombre tienen problemas con la autoridad.

La jovencita, Katie se ve muy callada, como si tuviera miedo y Simon, a su entender, parece un yonki, pero si algo había aprendido de la psicología es que no puedes juzgar a las personas por sus apariencias. A veces los más locos parasen más cuerdos que los mismos lúcidos.Como  tenía que averiguar que hace ahí. 

...

— Ya llegué.— dijo Katie  temblorosa a la espera de que su padre no esté en la casa. Revisó en cada rincón; todavía estaba trabajando y eso es un alivio para la pobre.     Preparó algo de comer y hizo los deberes de las pocas asignaturas dadas. Se encerró en su habitación. Tiene miedo, siempre hace las labores de la casa para que su padre cuando llegara no la golpeara.

No tiene quien la defienda  y eso  era  lo peor. Las cicatrices de los golpes en la espalda a pesar de haber sanado  seguían doliendo, así como dolía su alma.

Un portazo hizo que Katie se estremeciera; había llegado su padre. Bajó las escaleras corriendo para recibirlo.

—¿ Qué tal tu día padre?— agarró el maletín y el abrigo.

— Bien me van a ascender .¿ La  cena está lista?

— Sí, y también caliente. Vamos a cenar.— sonrió dulcemente a pesar de estar horrorizada. Lo seguía amando aunque el la despreciara por parecerse a su madre, quien los abandonó por otro hombre pero sabía que en fondo la quería;¿ se supone qué lo haga no? Es su hija.

Se sentaron a la mesa, uno en cada extremo y comenzaron a comer en silencio.

—¿ Qué harás el sábado?— preguntó el señor Moore.

— Me quedaré en casa.

— Sale con tus amigas.

¿ Amigas? Katie se rió internamente, no tenía amigas, no desde que su madre se fue y su vida se fue a la mierda.

— Tenía pensado pintar la casa empieza a verse descuidada.¿ Te gustaría hacerlo conmigo?— sabía cuándo podía preguntar algo a su padre y ahora era uno de esos momentos pues recibiría un aumento y eso lo mantenía feliz, al menos hasta que algo saliera mal.— Estoy en un club.— mintió.— Así que llegaré un poco tarde pero la cena estará lista para la hora de siempre.

— Que bueno, hay que explotar todos tus dones. Respecto a lo del sábado depende de si tengo que trabajar... El viernes te doy una respuesta.

Katie había olvidado que el doctor pidió que se quedarán después de clases para algo así como un club pero Mara refutó que se trataba de terapia. A su entender no la necesitaba pero siempre ha sido una niña obediente.

El club de los incomprendidos Where stories live. Discover now