29.- La dama gorda

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Draco (que había sido separado a la fuerza de su mascota al llegar al colegio) recuperó a Bandit apenas dos días después. Aunque normalmente los animales no estaban autorizados en la enfermería, entre todos convinieron que salvo los pacientes con heridas que corrieran el riesgo de infectarse, los que estaban ingresados en la enfermería original o especialmente comprometidos; los alumnos podían recibir visitas de sus mascotas en el Salón de Trofeos si estas recibían un riguroso examen sin detectar ningún problema transmisible de salud. Los reptiles, anfibios, las lechuzas y otras aves quedaron terminantemente prohibidos en los nuevos dormitorios, por ser grandes reservorios de diversas bacterias y muchos gatos requirieron tratamiento previo. Bandit se retorció entre las manos de Firenze, chillando con fuerza y literalmente saltó al pecho del muchacho, olisqueándole y rebullendo entre su pelo y su cuello, dándole mordisquitos y en general emitiendo toda clase de ruidos.

- ¿Me has echado de menos Bandit?

Preguntó Draco, acariciando a su mascota. El plateado hurón chirrió, sentándose sobre sus cortitas patas traseras y apoyando las delanteras en el pecho de su dueño. Mirando con sus ojos azules directamente a los de su amo, asintió vivamente y gruñó, dándole un golpecito en la nariz con el hocico:

- Dd... aco.

Con un sorprendido parpadeo, el muchacho murmuró cauteloso:

- ¿Bandit?

- Rrr...dd...raco.

Insistió el hurón, hociqueando ahora en la abertura del cuello. Con una sonrisa de oreja a oreja, y alzando a su pequeño como si hubiese ganado una Orden de Merlín, Draco exclamó:

- ¿Lo has oído Firenze? ¡Madre, ven! ¡Bandit ha dicho su primera palabra!

Narcissa apresuró el paso sin perder la exquisita elegancia, y Firenze plantó con firmeza los cascos en el suelo, mientras Draco le daba un raro medioabrazo mientras mantenía a su excitado hurón en la otra mano. Bandit aprovechó para escabullirse y trepar por la melena y espalda del centauro, y desde su alta y amplia atalaya en un hombro repetir con más confianza, rebotando sus patas delanteras en la cabeza de un muy paciente (pacientísimo) Firenze:

- Dd... raco, Daco.

Narcissa ofreció una pasa como golosina al familiar, y Bandit la atrapó, retornando con premura a los brazos de Draco. Con un chirridito, se acurrucó y comenzó a mordisquear su chuchería, mientras Draco rebosaba de orgullo y dedicaba una mirada a su centauro favorito. Cuando la enfermera comenzó a murmurar que las mascotas debían abandonar el recinto, Draco miró a Firenze agradeciéndole que cuidara temporalmente de Bandit por él. Firenze se inclinó para recoger a Bandit, moviendo con cuidado los cascos forrados en protectores de gruesa goma y las cañas de las patas envueltas en piezas de piel de oveja y susurró:

- No me supone molestia alguna... y me brinda la escusa perfecta para ser admitido a visitarte. Hecho de menos nuestros paseos, mi pequeño potro.

Draco se ruborizó levemente, y murmuró bajando la mirada con aire algo melancólico:

- Firenze... yo... yo también. Pero mi padre... le he oído hablar con mi madre cuando creían que estaba dormido... algo sobre un contrato de cortejo... y un posible compromiso. No sé si podre seguir haciéndolo. Lo siento mucho...

El centauro (con un curioso e inquisitivo Bandit usándole a modo de parque de atracciones huronil) alzó la barbilla de Draco entre sus dedos, y tras un momento de silencio, añadió con seriedad:

- Naciste bajo una brillante luna en perfecto cuarto menguante y una singular disposición de las estrellas. Encontrarás el equilibrio; tengo fe en ti, Draco.

Una Pareja ImposibleWhere stories live. Discover now