19.- Un asunto disciplinario

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Molly y Arthur Weasley aparecieron a primerísima hora en el castillo, entrando en el Gran Comedor, el hombre cariacontecido, la matrona con aire descompuesto y sumamente agitado, los ojos enrojecidos. El matrimonio había recibido en el intervalo de unas pocas horas numerosas cartas procedentes de la escuela: la carta oficial de Minerva comunicando la suspensión preventiva de Ron, otra informando de lo sucedido con Ginny. Una apresurada nota de los gemelos, y una más larga de Percy. Y a eso se sumaba la tremendamente incomoda carta firmada por Severus, comunicándoles su intención de elevar el incidente a la Junta de Gobierno, y en caso necesario, al Ministerio y el Wizengamot. Y para poner la guinda al pastel, una aséptica misiva formal del bufete de Lucius Malfoy, comunicándoles que su representado y cliente había interpuesto una cuantiosa demanda por daños y perjuicios ocasionados por la agresión a su primogénito y único hijo con un hechizo desconocido y una varita defectuosa.

Molly había necesitado varios hechizos tranquilizantes y un encantamiento regocijante, antes de que, y a duras penas, Arthur lograse convencerla de que presentarse a medianoche en la escuela no iba a solucionar nada. Molly solo había podido conciliar ya de madrugada un breve sueño inquieto tras varias tazas de infusión de amapola y lavanda. Puesto que ninguno de los dos podía dormir, Arthur había usado sabiamente el tiempo para contactar con sus hijos mayores e informarles de las desagradables noticias.

Ron enrojeció y palideció casi de inmediato ante la presencia de sus padres, y adoptando un aire hosco y renuente, abandonó su desayuno y encaminó sus pasos hacia ellos entre los cuchicheos de los más madrugadores alumnos. Ginny, por otro lado, se limitó a alzar la cabeza con suficiencia, ignorando los murmullos y miradas, mientras atravesaba el Gran Comedor como si pensara que todo el mundo debiera sentirse honrado por su mera presencia. Detrás de ellos, los gemelos parecían debatirse entre el temor a una reprimenda generalizada y el perverso gozo de ver como Ron, y especialmente Ginny, recibían una merecida llamada de atención. Percy caminó dándose aires de importancia, cerrando el desfile de pelirrojos.

Severus había anticipado en cierta medida las reacciones a los castigos de los menores de los Weasley. Esperaba como mínimo un vociferador...la visita de los padres no le pillaba de sorpresa tampoco. Con deliberada parsimonia y apenas un gesto en su dirección, reconociendo su presencia, Severus tomó su taza de té. A su lado, Evans escondió el inicio de una traviesa sonrisa dando un mordisco a su tostada. Severus entraba automáticamente en modo defensor solo de ver a alguien que le había causado incomodidad en su primer encuentro. La verdad, Molly podía ahorrarse todo el esfuerzo. A estas alturas de su vida, Evans ya no necesitaba una madre, gracias. Y menos una que pretendía tratarle como si fuese un niño de pecho.

Arthur contempló con malestar la distintiva figura sentada entre Minerva y Severus. Aunque por lo que había vislumbrado de los periódicos, las cartas y relatos de sus hijos y su breve y único encuentro, no parecía que Potter estuviese encajando mal la situación; pero por convicción personal, no le cabía en la cabeza que semejante matrimonio fuese legalmente admisible. Molly por el contrario, rehusaba vehementemente aceptarlo. Para ella, Snape había cruzado un límite infranqueable e inaceptable. Molly contempló con ojos entrecerrados como Snape se inclinaba y murmuraba algo al oído de Harry, haciendo que un leve rubor apareciera en las mejillas de este. Apretando los labios y los puños, y frunciendo el ceño con disgusto, la matrona saludó secamente a Minerva que se había levantado para recibirla y sin dejar de contemplarlos por el rabillo del ojo, asintió prestando atención a medias a las palabras de la Jefa de la Casa Griffindor, que la conducía amablemente a ella y a su prole hacia una salita adjunta para los profesores, para darle unos minutos de precaria intimidad.

Una reata de pelirrojos emergió un cuarto de hora más tarde, en variados grados de agitación y sonrojo. Ron tenía las orejas tan coloradas que parecían brasas. Cuando Albus se levantó de su asiento para recibir a una enojada Molly y un extremadamente serio Arthur, Severus no pudo demorarse más, y finalmente, se alzó seguido de cerca por Evans, manteniéndose a unos buenos pasos de distancia del resto de la comitiva.

Una Pareja ImposibleNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ