23.- El largo camino de regreso...

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Severus maldijo de nuevo, incendiando la dichosa rama de muérdago. Caminar por los pasillos de la escuela se estaba convirtiendo en una actividad muy arriesgada. Y todo gracias a la genial idea del director de llenar con encantadas ramas flotantes los pasillos. Se apresuró a entrar en el atajo que se escondía detrás de un tapiz con un alto elfo montado en un unicornio de guerra, dando gracias por el momentáneo respiro. La reunión de profesores convocada imprevistamente iba a celebrarse en la sala anexa del Gran Comedor... esperaba que fuera algo urgente, porque quería disfrutar de lo que quedaba de las vacaciones en paz! Abriéndose paso a fuerza de hechizos, Severus alcanzó la relativa seguridad del Gran Comedor. Y desde ahí, la sala auxiliar que se abría al fondo.

Le sorprendió ver que por una vez, era él el último en llegar, y murmurando un saludo y una disculpa, se sentó entre Minerva y Pomona. ¡De ninguna manera iba a sentarse al lado de Dumbledore! Albus le ofreció con una radiante sonrisa uno de sus caramelos de limón y pareció defraudado cuando denegó en silencio. Filius continuó hablando en voz baja con Minerva, y el Director exclamó ante la muda pregunta en los ojos de su Maestro en Pociones:

– Estamos esperando a Poppy. Necesitamos su opinión profesional en esto.

Severus se sentó más rígidamente, repasando en su mente los alumnos que habían tenido problemas médicos... problemas que pudieran haberse complicado. La expresión de los presentes no traicionaba de quien pudiera tratarse, aunque Minerva parecía especialmente tensa...

La puerta se abrió dando paso a una levemente divertida Poppy... y a un mosqueado Evans, perseguido por un exuberantemente balbuceante Gilderoy; con redecilla, rulos y vestido en la ridícula bata de hospital. Ignorando la perorata de preguntas del excitado Gilderoy indagando como había sido capaz de derrotar al mago tenebroso más grande de la historia, Evans se acercó a Severus, le dio un leve beso en la mejilla y se situó de pie detrás de su asiento. Gilderoy dio una mirada recelosa a Severus, y miró lentamente a todos los presentes. Abriendo mucho los ojos, el ridículo hombrecillo exclamó:

– ¡Cielo santo! ¡Usted es Albus Dumbledore!

Y se precipitó trotando hacia adelante con ambas manos extendidas, la bata ondeando y dejando al descubierto más de su anatomía posterior de lo que ninguno de los presentes deseaba ver. Pomona dio un gritito ahogado y Evans conjuró un pantalón de pijama para evitarles a sus colegas el bochornoso espectáculo. Mientras Gilderoy sacudía con fuerza suficiente para dislocarle un hueso la mano de Albus, parloteando incesantemente. Evans sacó del bolsillo de su túnica un pequeño fajo de cartas y lo agitó llamando:

– Sr. Lockhart, Sr. Lockhart... mire lo que tengo aquí... ¡Más cartas de sus fans!.

Gilderoy puso una total cara de asombro y exclamó como un niño hambriento ante el escaparate de una tienda de dulces:

– ¿Todas para mí?

Y la enfermera Pomfrey murmuró:

– Si querido, todas para ti. ¿Por qué no te sientas aquí y las vas leyendo? Tal vez después quieras contestar algunas...

Y ni corto ni perezoso, cogiendo el pequeño fajo de cartas, Gilderoy se sentó junto a Albus y murmuró muy serio:

– Yo también soy famoso, sabe?

Evans inclinó la cabeza levemente en un gesto de despedida, apretó levemente el hombro de Severus y salió en silencio de la estancia. Pomfrey conjuró una barrera, para que Lockhart no escuchara su conversación y murmuró con pesadumbre, meneando la cabeza:

– Me temo que el Sr. Gilderoy Lockhart no va estar en condiciones de dar clases este próximo trimestre...

Amnesia por severo trauma emocional era el diagnostico inicial, aunque necesitaría un examen por sanadores de San Mungo especializados en daños a la cabeza, para descartar una posible lesión. Albus se mesó la barba pensativo y murmuró:

Una Pareja ImposibleWhere stories live. Discover now