7.- Slytherin, Slytherin y Slytherin

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En las profundidades de las mazmorras, en el Foso de las Serpientes, un orgulloso Jefe de Casa contemplaba a sus pupilos. Mientras estos escrudiñaban discretamente el aspecto del insospechado y jovencísimo esposo de este. Los rumores y cotilleos desde la vista habían dado pábulo a toda clase de disparatadas habladurías, pero el sorteo... el sorteo les había dado auténticas esperanzas.

Severus recitaba en su grave, casi hipnótica voz de barítono las fundamentales normas internas de la casa, realmente simples, grabadas en grandes letras plateadas en la parte superior de un tablón de anuncios situado junto a la puerta:

Lo que pasa en Slytherin, se queda en Slytherin.

Serpientes, siempre unidas y especialmente frente al enemigo.

Esfuérzate un poco más cada día. Te sentirás orgulloso de ti mismo.

Protege a las otras serpientes porque nadie más lo hará.

Evita la confrontación. La serpiente siempre es la culpable.

Evans notó como muchos, la mayoría de los alumnos mayores recitaban al unísono y murmurando las sencillas frases con fervor casi religioso. La mayoría estaban algo nerviosos pero no excitados; sentían curiosidad y alguno que otro de los más pequeños estaba asustado y abrumado. Tras declamar las reglas, Severus añadió una pequeña advertencia.

– Habéis sido elegidos, y la Noble Casa de Slytherin es ahora su hogar. La Casa más incomprendida e impopular en la escuela. No esperen más que prejuicios y recelos por parte de la mayoría de profesores. Y desconfianza de los otros alumnos, especialmente Gryffindor. Aquí, en esta Casa, no hay diferencia de fama, estirpe, apellido o dinero. Todos, del primero al último, somos Slytherins. Y cuidamos los unos de otros. Para los más pequeños especialmente, recordad que la seguridad está en el número. Así que debemos mantenernos siempre unidos, y orgullosos de ser lo que somos. Las peleas en el seno de la Casa están absolutamente prohibidas. Pero si os veis inevitablemente envueltos en una fuera de ella... apoyad siempre a vuestros compañeros. Entre estos muros, todos somos iguales.

Hizo una pausa y contempló a sus alumnos, estudiando las nuevas caras de los más pequeños, y constatando los cambios tras el verano en los mayores. Unos llegaban, y otros pronto estarían lejos de la seguridad de los vetustos muros de la escuela...

– Espero de todos ustedes lo máximo y aún más, de lo que pueden lograr. Son la élite de esta escuela y actuaran como tal. Vestimenta, lenguaje, corrección, puntualidad y respeto en todo momento. Pidan ayuda a sus compañeros y prefectos y mantenerse al día con sus estudios. En el tablón de sus dormitorios encontraran los horarios de entrenamiento, trabajo personal y estudio que son obligatorios. La asistencia a todas las comidas es inexcusable, salvo que os haya dispensado puntualmente de ello. Todo el mundo en pie a las 7:30. A las 9:15 de la noche se servirá un pequeño refrigerio de última hora en la sala común. Salvo los prefectos cuando realicen sus rondas y para las clases de astronomía, todos en la sala común antes de las 10:30. Los alumnos de primero y segundo estarán en sus camas a las 10:45, los de tercero, cuarto y quinto a las 11:15. Los mayores no tienen horario asignado para acostarse. Mantendrán ordenadas y recogidas sus pertenencias, porque si no los elfos no limpiaran su dormitorio. Los elfos solo harán la colada y limpiarán la sala común y los baños.

Algunos de los más pequeños se miraron entre sí, desconcertados. Con seriedad y firmeza añadió:

>> A menos que me vea forzado a ello, la disciplina no será manejada públicamente. Fregar calderos, retretes o preparar ingredientes de pociones puede aplacar los ánimos más virulentos, se los aseguro. Aprenderán a pensar que perder puntos o una detención con el conserje es un castigo mucho... mucho mejor que los que recibirán de mí si no se comportan.

Una Pareja ImposibleWhere stories live. Discover now