34.- Jugando con fuego

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Con las sienes latiendo dolorosamente, Evans uso la chimenea de la sala de profesores para llegar lo más rápida y directamente posible a sus habitaciones en las mazmorras. Y tras una mirada vacilante a la puerta de su dormitorio, entró derecho al baño, aflojándose la corbata. Tras desnudarse metódica y lentamente, respirando hondo y vaciando de otras cosas su mente; Evans se metió en la ducha, dejando caer el agua tibia y se soltó por completo el cabello, cerrando los ojos bajo el reconfortante chorro y apoyando la frente en las frías baldosas de cerámica.

Desde muy niño había aprendido que una de las maneras de calmarse y reducir sus niveles de estrés a algo manejable era masturbarse. Al principio desde luego solo había logrado una erección y un rato más o menos agradable, pero incluso eso había ayudado a relajarle. Finalmente su cuerpo había empezado a responder más a los estímulos, precozmente. Pero la verdadera revolución en su auto exploración vino de la mano de su conocimiento de la anatomía... concretamente las pequeñas diferencias entre el cuerpo de un hombre y una mujer, y las reacciones que se podían obtener estimulando la próstata... Evans aun recordaba la enorme sonrisa bobalicona que se le había quedado impresa en la cara por el resto de la tarde cuando lo probó por primera vez... ni siquiera la mirada de recelosa sospecha de su tía Petunia ante su inexplicable talante había sido capaz de aguar su buen humor esa tarde.

Con un suspiro y tras manosearse suavemente un rato, deslizó un dedo pringado en lubricante hacia atrás y acarició el anillo muscular que temblaba levemente ante el anticipado contacto. Un flash de la imagen de Severus le hizo gemir sordamente, y Evans empujó con firmeza, mordiéndose el labio inferior. La revolución hormonal de la pubertad añadía el deseo físico a sus emociones y necesidades. Bajo la tibia cortina de agua que caía acariciando sus hombros y espalda, era fácil imaginar manos o labios rozando su piel en los lugares precisos. Él no era precisamente de piedra, y si ese fantasmal amante adoptaba la figura de su muy tentador esposo... ¿Había algo de malo en ello? Evans prolongó las sensaciones sin prisa alguna, dejando que su cuerpo y su mente se recreasen en el placer sin buscar un apresurado alivio, dejándolas crecer y crecer... como una bola de nieve extrañamente caliente que rodara más y más por sus entrañas.

HP&SS

Severus abandonó la mesa tan pronto desaparecieron los postres y fue educadamente correcto. Ya revisaría después con calma sus memorias de la cena... de lo que había escuchado, pero estaba distraído por el malestar de Evans. El Director ya se había lanzado a su habitual recordatorio-anuncio de última hora anual. Una mirada a sus prefectos, un breve asentimiento y todo quedó dicho sin pronunciar una palabra. Apresurándose y preocupado por Evans, Severus ignoró el barullo de indignación que de repente surgía de los alumnos mientras aceleraba por el corredor. Evans llevaba tiempo sin tener una crisis y quizás necesitaba una de sus pociones. O una mano para sujetarle la frente mientras vomitaba si es que no llegaba a tiempo para más que eso. Entrando con preocupación en sus cuarteles, Severus dio un ansioso vistazo al sofá frente a la chimenea: era el rincón favorito de Evans para acurrucarse cuando no se encontraba muy bien. El sofá estaba desalentadoramente vacío... apresurando el paso hasta la puerta del dormitorio repicó los nudillos contra la sólida hoja de madera.

– ¿Evans?... Evans, ¿Estás bien?

Nadie le respondió, y Severus comenzó a debatir consigo mismo la posibilidad de irrumpir en la privacidad del joven. Ash se deslizó por la especie de versión mágica de una gatera que Evans había construido con multitud de encantamientos y hechizos en su puerta y revoloteó como una especie de metálico relampagueo verde, y rodeado de un abanico de plumas blanco dorado, para aterrizar precariamente por un momento en el pomo del baño. Sus grandes ojos miraron a Severus y con un siseó largo y prolongado, se dejó caer aleteando para acabar en el respaldo del sofá. Con cierto sobresalto, Severus murmuró:

Una Pareja ImposibleWhere stories live. Discover now