4.- En el Wizengamot

7.1K 740 153
                                    

Albus Dumbledore recibió unas inesperadas misivas del Wizengamot, citándole para la revisión de la sentencia de Severus... extraña en verdad. Nunca antes nadie se había molestado en ello y de repente... el caso de Black se reabría también. Quizás debería haber puesto mayor esfuerzo años atrás en seguirle la pista al elusivo fugitivo y a Lupin... Y Severus había retornado de nuevo a Cokeworth. Mhh... en el último mes apenas le había visto más que un par de veces, y continuaba marchándose los fines de semana, reparando su horrenda casucha en un oscuro y perdido suburbio muggle... ¡Incluso Filius y Minerva le habían acompañado en alguna ocasión! No sabía para que se molestaban... ¡Un chamizo muggle! Lo único que podía hacerse con semejante tugurio era derribarlo y volver a levantar algo en condiciones en su lugar. Meneó la cabeza con reprobatorio desdén... tenía muchas otras cosas, cosas importantes que resolver antes del inicio del curso... Se comió un caramelo de limón (uno libre de drogas relajantes o subyugadoras) y replicó con presteza, en su habitual tónica paternalista.

El Alto Tribunal del Wizengamot estaba reunido casi al completo. Sus miembros cuchicheaban entre ellos, en pequeños corrillos, mientras caminaban de nuevo hacia sus asientos, como si estuviesen en un receso. El ujier dio paso a Albus, que usualmente presidía las sesiones, pero que hoy se presentaba en calidad de testigo, estando por tanto presidida la sesión por el anciano Tiberius Ogden, actuando como secretaria Madam Bones. El miembro más anciano y la más joven. Albus entró con sus usuales túnicas estrafalarias, dañinas a la vista incluso, y se acercó a los demás, sus ojos chispeantes detrás de las gafas. Amelia carraspeó y le recordó que debía sentarse en el banco indicado para los testigos y retrocediendo, disimulando su estupor con un gesto de beneplácito, el Director ocupó con disgusto el lugar.

Con resbalosa suavidad, repitió las mismas frases vacías que durante años le habían dado el control sobre Severus, con aire de benevolente abuelito acongojado y preocupado. Que Severus aun estaba perdido, confuso, dolido, que necesitaba alguien que le guiase... Con una mirada curiosa, Amelia Bones preguntó:

– ¿No desea añadir nada más?

– No, me temo que no, querida mía

Tiberius Odgen se quitó las gafas, las limpio y volvió a colocárselas. Con parsimoniosa lentitud. Albus conocía una táctica dilatoria cuando la veía, pero... ¿a que estaban esperando? El ujier abrió de nuevo la puerta y varios magos, algunos de ellos cubiertos por capas y capuchas entraron al tribunal. Filius iba a cara descubierta al igual que Hagrid, sus complexiones hacían inútil cualquier intento de disimulo, y Minerva era claramente reconocible por su largo vestido de tartán escocés verde y azul asomando por debajo de su capa verde musgo de viaje. Pomona parecía un tanto abrumada, y se alisaba una y otra vez la delantera de su túnica, inauditamente libre de manchas de tierra o briznas de hierbas, hojas y pétalos; alternando el gesto con otro para recolocarse las cintas de la cofia negra con que había elegido sujetar su escarolado cabello. Y Pomfrey... era tan extraño verla sin su eterno uniforme de enfermera. Los dos restantes, cubiertos por muy elegantes capas y capuchas, caminaron con aplomo. Uno de ellos era alto y el otro muy bajo, y esos dos se sentaron en un banco opuesto a Albus. Alzó la mirada, confuso ya que dedujo que el tribunal había llamado a otros testigos de carácter. Tiberius carraspeó suavemente y anunció:

– Ya hemos oído a todos los testigos, señores. ¿Podemos deliberar?

Albus frunció el ceño imperceptiblemente, y miró a sus profesores, queriendo volcar en su mirada toda la decepción (furia) que en esos momentos sentía. "¡Cómo se habían atrevido a testificar sin informarle!" Minerva estaba seria y ceñuda y cuchicheaba con una cariacontecida Poppy, dándole palmaditas en la mano. Pomona se agitaba con inquietud junto a un estoico Filius, y Hagrid parecía perplejo, confuso, pero agitó su manaza saludando a los extraños encapuchados. Frente a él, Severus se descubrió lentamente, retirando la elegante capucha. Tras un clamor de asentimiento, la multitud comenzó a votar uno a uno, alzando la mano cuando Madam Bones pregunto:

Una Pareja ImposibleWhere stories live. Discover now