16.- Pim... Pam... Pum! ¡¿Ginny?!

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Los dos chicos pasaron unos últimos días de verano divertidos, y de algún modo, Evans convenció a Severus de dejar que Draco se saltase el tradicional viaje en tren. El rubio había estado insistiendo en montar en un Pegaso y acabaron complaciendo su pequeño capricho. Era un precio pequeño y un medio inofensivo para distraer a Draco del aun débil estado de su padre. Lucius aún no estaba suficientemente fuerte como para aparecer en público, y Narcisa se había ocupado de llevar a los dos jovencitos a hacer sus últimas compras... Draco a por un nuevo collar con más protecciones para Bandit y ¡finalmente! la escoba de carreras que tanto quería. Un excelente esparcimiento para relajar los aun tensos nervios de la rubia dama.

Desde el otro lado del Atlántico habían llegado cartas, prometedoras y llenas de noticias y Evans afrontó el inicio de curso con buen, excelente humor. Vestido en una túnica de su habitual estilo, pero negra y con un impactante bordado de un león rojo rampante sobre el corazón y una serpiente mordiéndose la cola (un Ouroboros) en la espalda Evans ignoró la presencia del Director, vestido de malva con estrellitas doradas; o del insulso y vacuo petimetre de Gilderoy Lockhart en un celeste palidísimo. Reconoció entre los nuevos alumnos a Ginebra Weasley, vestida con una túnica ceñida al inexistente pecho, la larga melena roja suelta. La niña le saludó desde su fila e incluso se atrevió a guiñarle un ojo.

Evans reprimió el impulso de darse un cabezazo contra la mesa. Ya había tenido un encontronazo con el Clan Weasley en la librería y la desvergonzada niña. No sabía si era peor ella (irascible, caprichosa y consentida) o el falsamente encantador (realmente falto de escrúpulos y lleno de codicia) Lockhart que insistía en pretender hacerse fotos con él. A su lado Severus fulminó con una mirada llena de veneno al vacuo rubio que intentaba sentarse junto a ellos; Gilderoy pareció palidecer un poco, pero se recobró con cierta rapidez y se sentó junto a una encantada Aurora. Ya había tenido bastante del embaucador y su humor no mejoraba pensando que tenía que soportarle una larga temporada. La única luz al final del túnel era que Severus estaba impaciente por ver que desgracia le acontecía. Nadie lo mencionaba, pero era de sobra sabido que ningún profesor llegaba a impartir dos cursos completos...

Hogwarts acogió por fin al último de los retoños Weasley (incluso su martirio tenía un límite; y deslizarle inadvertidamente a Arthur y a Molly una poción de infertilidad para asegurarse de que la mocosa era la última, había sido simplemente autodefensa) y Severus deslizó brevemente una mano en el muslo de Evans hasta encontrar su mano. Sin mirarlo, el muchacho apretó su mano con suavidad, dejándole saber que estaba bien y tras un apretón cariñoso, Severus recobró su mano y le sirvió atentamente un vaso de zumo de arándanos, su favorito y añadió un chorro de vino tinto a su propia copa del mismo zumo. Recorrió la mesa de Gryffindor con la mirada y contó cabezas pelirrojas: 1, 2 ,3... y la chica. Frunció el ceño. Y volvió a empezar con más atención. Se giró un poco a su esposo y murmuró muy bajito sin dejar de vigilar con el rabillo del ojo a los alumnos:

– ¿Hay alguien en la enfermería?

– No que yo sepa... y mira... Poppy llega justo ahora.

Minerva estaba atendiendo a los de primer año en espera de ser sorteados y Severus susurró:

– No veo a Ron Weasley...

Evans revisó con rapidez la mesa y añadió en voz casi inaudible:

– Granger y Longbottom tampoco están.

Albus sonrió brillantemente; deleitado incluso; pasando la edición vespertina de El Profeta a su intrigada colega; revolviendo los pulgares con impaciencia. Severus se apropió del doblado periódico de Charity. Y se levantó furioso de su asiento tras dar un mero vistazo.

Una Pareja ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora