Habitación 104

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BRISA

Reviso el móvil una vez más y la pantalla en blanco sin un mensaje nuevo consigue que pierda los nervios. Me muerdo las uñas y creo mil y una situaciones de lo que podría haber pasado en ese encuentro.

Draco hace rato ha ido a entregar el dinero, me prometió que después inmediatamente me llamaría, pero han pasado más de 3 horas y no ha dado señales de vida.

Me decido por llamarle pero cuando estoy a punto de marcar su número me entran dudas; tal vez estoy siendo muy paranoica, se le habrá olvidado, estará entrenando y se le habrá pasado avisarme.

Está bien, seguro que está bien. Pero por más que me lo repito el irracional miedo que se ha apoderado de mí no se va y solo hace que carcomerme. ¿Y si le ha pasado algo y yo estoy aquí dudando como una imbecil?

Finalmente, decido llamar a Ty, si alguien sabe dónde está Draco ese es Tiryon. Al sexto pitido me salta el buzón de voz. ¿Dónde está cuando se le necesita?

En un arrebato de valentía, miedo y preocupación agarro la primera sudadera que encuentro y me dirigo al gimnasio.

Aparco el coche de mala manera y aún debatiéndome entre si es buena idea o no entro por las grandes puertas del lugar, este lugar siempre consigue empequeñecerme.

Hago un vistazo rápido a toda la sala pero entre toda esa masa de músculo no consigo distinguir el cuerpo tatuado de Draco. Me acerco a la recepción y pregunto por él.

— Sí, su coche sale registrado en el apacamiento, pero según el ordenador hace no más de una hora que ha salido de aquí.

— De acuerdo, muchas gracias. — Nerviosa salgo al aparcamiento de nuevo comprobando que realmente su coche no está aquí.

¿Dónde te has metido, Draco? ¿Que has hecho?

Parada en medio del asfalto saco el móvil de mi bolso, y marco su número.

— Vamos, Draco, cógelo —Susurro. — Por favor.  —Miro al cielo y maldigo a todos los dioses existentes.

— ¿Hola? — Una voz totalmente desconocida responde al otro lado. Miro el número marcado para asegurarme que no ha sido una equivocación, efectivamente no, ese es el móvil de Draco.

— ¿Quién eres? ¿Dónde está Draco? —Lanzo de forma acusatoria buscando el responsable de su desaparición.

— Perdona, la persona a la que busca me temo que se encuentra en el hospital, soy un enfermero. —Sus palabras me desconciertan y me dejan totalmente aturdida. ¿En el hospital?

— Debe estar confundiéndose de persona. —Replico. ¿Le ha pasado algo malo?

— Tranquilícese por favor, se encuentra en el hospital central, puede venir y le informáremos de lo sucedido. —Su voz es pausada y habla formal, acostumbrado a dar ese tipo de noticias.

Tartamudeo hasta que soy capaz de pronunciar un simple < hasta ahora >.

Con torpeza subo al coche y conduzco hasta el hospital central. El edificio es tal como lo recordaba la última vez que vine, hará alrededor de 4 años tal vez, he evitado a toda costa regresar a este lugar, es un recordatorio de algo que ojalá no hubiera sucedido.

Observo el edificio con detenimiento y sin darme tiempo a dudas y escaqueos entro, chocando de pleno con el olor a desinfectante y deshumanización.

Me coloco detrás de un hombre que va por delante de mí, esperando ansiosa para poder preguntar dónde se encuentra Draco y que es lo que ha sucedido. La cola es eterna, y aunque estoy convencida que no soy la única que se encuentra aquí esperando por alguna urgencia decido con todo mi morro adelantar a todo el mundo y abordar a la recepcionista.

Cicatrices con tintaWhere stories live. Discover now