El ángel que buscas soy yo

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BRISA

Mi vejiga llena me pide a gritos que me levante de la cama, y eso hace que despierte. Miro a mi alrededor desconcertada, al lado de la cama se encuentra Draco, apoyando su cabeza en el colchón, y profundamente dormido. Eso me arranca una sonrisa, o un intento de ello, porque las heridas de la cara me duelen demasiado. 

Con lo sucedido ayer no me ha dejado ni un momento sola, de momento se está tomando muy a pecho la promesa que me hizo. Aún no consigo explicarme como todo ha cambiado tanto de un día para otro, como hemos pasado de mirarnos mal a acabar cogidos de la mano mientras dormimos. No negaré que la atracción siempre ha estado ahí, este tira y afloja constante entre los dos, pero aún así me cuesta acostumbrarme a la idea de tener alguien más en mi vida a parte de Tiryon y Farrah.

Me levanto con cuidado de no despertarlo, tiene un rostro tan angelical cuando duerme. Entro en el baño y alguien des del espejo me mira, soy yo, pero no me reconozco, ahora soy una pobre chica triste y magullada, otra vez, por culpa de mis padres, que cuando murieron no se llevaron consigo sus problemas. No puedo evitar dejar escapar un par de lágrimas. No me gusta lo que veo, ni lo débil que soy.

Me miro al espejo enfurecida. ¡Han estado a punto de matarte dos veces, deja de llorar! ¡Puedes con una amenaza de muerte! Mi reflejo en el espejo sigue mostrando a una cría perdida, alguien a quién creía haber dejado atrás hace mucho. Llena de rabia golpeo el espejo.

¡Deja de llorar! Golpeo otra vez el cristal, y no paro de hacerlo hasta que las manos me duelen, y tengo los nudillos ensangrentados. Me dejo caer en el suelo, agotada emocionalmente y físicamente. Tengo que salir de ésta, debo hacerlo.

- ¿Brisa? - golpean la puerta suavemente un par de veces. No respondo, no quiero que sepa que he llorado, que soy una cría. La puerta se abre suavemente, y veo su cabeza asomarse, mira todo el baño hasta dar conmigo, o con un bulto que se parece a mi. Me mira entre preocupado y sorprendido. Oculto mis manos. Él mira el espejo, encontrándose con manchas de sangre en él.

Acaba de entrar en el baño y cierra la puerta detrás de él. Se acerca y se pone de cuclillas delante de mí.  

- Déjame ver tus manos - me mira fijamente, y ahora mismo tiene la cara de estar a punto de regañarme por la estupidez que he hecho. Niego con la cabeza, y él levanta una ceja - Las manos - con lentitud y vergüenza me destapo los nudillos y tiendo las manos delante de él. Su vista se endurece y sé que está a punto de gritarme. Bajo la cabeza y aprieto los ojos.

Para mi sorpresa coge mis manos y da varios besos a los nudillos - ¿Porque lo has hecho? - su mirada busca la mía.

- Quería dejar de llorar - susurro - No puedo ser así, tengo que salir de ésta - la voz se me rompe, las lágrimas se escapan de mis ojos como un río enfadado y sin control, como el mar en un día de tormenta. Mis mejillas se han vuelto cascadas, y mi cuerpo un lugar en ruinas.

Harta de mi misma, de mi tristeza, de mi dolor, me tapo los ojos para que dejen de caer lágrimas de ellos. No sé si alguna vez habéis llorado sin quererlo, pero es como cuando estás enfadado y discutiendo y empiezas a llorar de la impotencia, y no querías hacerlo. Eso ocurre cuando el dolor te gana.

Me limpio los ojos con rabia, pero nada sirve - Deja de llorar - susurro - Deja de llorar - Draco me agarra las manos parándome - ¡Déjame! ¡Vete! No necesito a nadie - lloro con más fuerza y golpeo su pecho sin parar. Él me abraza con fuerza. Lucho para que me suelte pero al final me dejo caer rendida en su pecho.

- No pasa nada - me acaricia el pelo - Voy a ayudarte, ¿vale? - me acuna la cabeza entre sus manos, asiento y me da un beso en la frente.

* * *

Cicatrices con tintaWhere stories live. Discover now