Los secretos consumen

602 25 0
                                    

DRACO

— No me puedo creer que fueras así de blandito y regordete de pequeño. — Sonríe con ternura ante la foto que sostiene entre sus manos. — Eras muy mono. — Ríe suavemente.

Como me pidió me estoy abriendo más a ella, contándole cosas más personales pero evadiendo por completo ciertos temas que son totalmente prohibidos, como el asunto de mi padre, el porqué me fui, el porqué he vuelto, todo viene siendo lo mismo.

Ella parece estar conforme con lo que de momento va conociendo de mí, y es muy cuidadosa con cada cosa que pregunta sobre mí.

Me alegra que pueda entender mis límites, pero a la vez me apena no poder ser un libro abierto, que no pueda recorrer mis páginas y empaparse de mi historia por completo como hago yo con ella. No es lo ideal, pero es lo único que puedo darle. Un pequeño librito omitiendo las partes más escabrosas, apto para cualquier edad y personas sensibles.

— ¿Y ahora ya no soy mono? — Niega divertida la cabeza. — ¿Y que soy?

— Ahora eres sexy. — Murmura totalmente avergonzada, como si hubiera confesado el peor de los secretos. No puedo evitar reírme al ver su cara completamente roja.

— Los buenos genes. — Alardeo.

Verdaderamente mi madre era muy guapa, no la recuerdo, pero si conservo un par de fotos suyas, y su belleza era indudable. Y mi padre, perdía todo lo que tenía de guapura con sus actos y sus palabras. Era una mala persona, siempre lo había sido, no tenía corazón. Ya es muy sorprendente que consiguiera si quiera estar con alguna mujer, y mucho más surrealista que consiguiera tener un hijo con alguien. Mi madre tenía que ser una santa.

— ¿Puedo ver alguna foto de tus padres? — Asiento. Una foto no implica nada. Rebusco entre mis cosas, encontrando un par de fotos viejas.

En ellas se ven a mis padres de jóvenes, mi madre sonriendo y sosteniendo un bebé en brazos, el cuál soy yo, y mi padre a su lado serio, sin mirar a la cámara, si no al bebé con desprecio juraría.

— ¡Vaya! Que guapa tu madre. — Observa la foto fascinada. — Y te pareces cantidad a tu padre físicamente. Pareces un reflejo suyo algo más musculoso, y menos serio.

Su comentario no me ofende, es inegable el parecido entre mi padre y yo, mientras solo sea físicamente hablando no hay dónde preocuparse. Aunque hubo un tiempo en el que cualquiera nos hubiera confundido, las atrocidades que hicimos fueron demasiado. Ya no tiene remedio.

— ¿Y quién es esa cosita? No sabía que tenías una hermana, Draco. — Murmura sorprendida y dolida a la vez. ¿Hermana? Hasta hace un mes ni yo sabía que existía. Le arrebato la foto de las manos.

— ¿Cómo sabes que es una niña? — Me acerco a la foto queriendo absorber hasta el más mínimo detalle.

— Lleva una diadema en la cabeza. Y teniendo en cuenta la época en la que vivían nuestros padres dudo que te pusieran una diadema a ti. Aúnque segura habrías estado monisimo. — Se encoge de hombros. — Pero ese no es el caso, ¿tienes una hermana, Draco?

La miro, la opción de mentirle es tentadora, debería hacerlo, pero entonces tendría que inventarme otra excusa para la niña de la foto, y ahora mismo no tengo ninguna suficientemente convincente. — Es complicado. — Concluyo.

— De hecho no, no lo es en absoluto. — Suelta. — Es una respuesta de sí o no. ¿Tienes una hermana?

— Sí. — Su cara pasa de la decepción al enfado en cuestión de segundos y de forma constante, tiene sentimientos encontrados.

Cicatrices con tintaWhere stories live. Discover now