Vamos a hacer que funcione

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DRACO

La miro, busco en su mirada la respuesta correcta. Sus ojos me sorprenden, bajo la luz de la farola en plena calle y a las 4 de la madrugada, sus ojos brillan, me miran también buscando la respuesta.

Tiene el pelo alborotado, como de costumbre, sus labios han empezado a coger un color más violeta, hace frío, y sus pómulos y nariz están ligeramente rojos. Su cuerpo entero está en lo que parece ser posición de defensa, cómo si se estuviera preparando para el golpe o para la guerra.

Me mojo los labios y me acerco un par de pasos. Sus ojos me siguen, esperando a que conteste para decidir si salir corriendo o luchar.

Quiero decirle que no quiero romperle el corazón, que cada una de mis células lucha contra eso, que mi cuerpo siempre está en tensión porque temo de mi mismo. Quiero contarle todo, la verdad.

Quiero decirle que no me conoce, y que posiblemente nunca lo haga del todo porqué ni yo mismo me conozco, quiero enseñarle mi naturaleza y mi pasado, y enseñarle a la luz del día la oscuridad que habita en mí. Quiero pedirle perdón, y que sepa que estoy haciendo todo lo que puedo para que todo salga bien.

Quiero que vea que yo soy el ángel que lleva tatuado, que soy de carne y hueso, y quiero que entienda que los ángeles también nos equivocamos, quiero que vea que a lo mejor no soy un ángel, si no, alguien con cuernos y dolor en la mirada, y que cuando sea capaz de ver eso, lo sea también para darse cuenta que los demonios también queremos y sentimos.

Quiero que crea en la frase: ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos.

Quiero que crea que yo sí que merezco una segunda oportunidad. Aunque tal vez, no sea verdad. Quiero que me perdone para ser capaz de perdonarme yo también. Quiero que me quiera porqué yo la quiero a ella.

Mojo mis labios otra vez, y acabo con la distancia que nos separa, siento que está construyendo un muro en medio de los dos, y no lo puedo permitir.

Cojo su cara entre mis manos, y acaricio sus mejillas.

—Tienes razón, no me conoces. —Murmuro. Sus ojos pierden brillo y deja de mirarme. —Y hay muchas cosas que no seré capaz nunca de contarte, porque quiero que me veas como soy ahora, y en su momento fui alguien malo, Brisa, alguien a quién temer. —Acaricia mis manos. —Era alguien a quién habrías odiado, y sólo quiero ser mejor, para ti, para ser suficiente. —La voz se me entrecorta, siento en cada fibra de mi ser todo lo que digo. —Sólo quiero estar contigo, y sentir que te merezco. —Ella acaricia mis mejillas, y deja un suave beso en mis labios.

—Vamos a estar bien. —Murmura.

Y puedo ver en su cara que sabe que va a ser difícil, que se está adentrando en una batalla sin armadura, sin suficientes armas y sin saber del todo quién es el enemigo. Sabe que va a perder, que los dos lo haremos, que no hay ganadores, sabe que vamos a quemarnos y consumirnos demasiado rápido, y que ninguno va a poder hacer nada para parar la gran explosión. Sabe que soy una granada y que la he escogido a ella como a seguro.

—Voy a hacer que funcione. —Susurro contra sus labios. Es una promesa.

—Lo vamos a hacer, juntos. —Sus labios chocan con los míos. Y en este instante, donde nuestras bocas se complementan y encajan siento, de verdad, que tal vez, y sólo tal vez, vamos a estar bien.

Me separo de ella, y entrelazo nuestras manos. —Vamonos a casa. —Ella me sonríe y asiente.

La amiga de Brisa es quién nos ha traído hasta aquí así qué no nos queda otra que volver andando al apartamento porque ella ha desaparecido por ahí y intuyo que Tiryon tiene que ver mucho con eso.

Cicatrices con tintaWhere stories live. Discover now