Capitulo 35: Morir por vivir

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Nathaniel Archer

Estaba caliente, duro, tenía una frente a mi no solo a mi esposa, tenía a una diosa y ella no se daba cuenta de ello.  No se percataba de que de solo verla la polla se me calentaba. Pero al verla en esa lencería tan provocativa que resaltaba sus senos, sus nalgas y esas piernas por las cuales moría, me ponían a sus pies. Ella era perfección total, sus labios me volvían loco, todo ella. Movía sus caderas lentamente sobre mi sexo frotando su vagina contra mi ereccion aún cubierta con mis pantalones que estaban a punto de reventarse. Ella susurraba que era lo que deseaba hacerle y si había algo con lo que había fantaseado desde hace mucho, era con hacerla totalmente mía, en todo los sentidos. Agarrando sus nalgas, clavé mis uñas en su carne y mordiendo su labio inferior masculle.

— ¿Estás segura de esto?

— Si..., estoy segura. Dime que quieres hacerme — Sonrió con picardía — Haz de cuenta que en estos momentos no soy Catalaia tu esposa, ahora tienes a una zorra, caliente y descarada a tu disposición.

Sabía lo que buscaba, deseaba envolverme en mis propios deseos morbosos y ella de paso salir beneficiada. Las cosas que antes parecían asustarle ahora eran motivo de placer para ella y yo me encontraba en ese borde de darle placer y contener esa fuerza bruta que me abarcaba cuando estaba dentro de ella. De un tirón hice que rodáramos en la cama de modo que ahora era ella quien estaba debajo de mí y bajo mi total control. Quería desgarrar todo lo que llevaba puesto, moria por quitarle aquel corsé y pasear mi lengua sobre su vientre hasta ahogarla entre sus labios vaginales. Si la tocaba, si volvía a hacerle el amor no podría volver a alejarme. No habría forma de poder abstenerme de hacer mía sus entrañas. Su olor, aquella mirada cachonda y descarada que tenía me había calentado en cuestión de segundos. Tiró de mi corbata y acercando mis labios a los suyos susurró magraeando mis costados buscando quitarme lo que llevaba puesto.

— Dime, ¿Que deseas?

— Tu culo y esta vez, será mío.

— Completamente tuyo  — Ladeando miró unos artilugios que había dejado sobre la cama — Quiero que uses eso, sorpréndeme.

— Estás jugando con fuego, y vas a comenzar a quemarte.

Estaba nerviosa pero también urgida. Aquella habitación, aquel encuentro nos cambiaría a ambos, por primera vez tenía la sensación de que los dos buscábamos retarnos, ver hasta dónde era capaz de llegar nuestra morbosidad. Agarré entre los artilugios que había pedido usar, unas sogas y ya me imaginaba cosas que solo fantaseaba con hacerle y ahora podían ser realidad. Ordenándole que se apoyara sobre sus rodillas y brazos la até con la sensación de placer y al mismo tiempo de miedo por lastimarla pero ella parecía estar disfrutándolo muchísimo más. Hacía mucho que había dejado olvidado en una gaveta el bondage pero ahora había regresado y quizá para quedarse. Al terminar de atarla ahora lo único que la apoyaba en la cama era su cabeza ladeada. Sus brazos quedaron atados a sus costados quedando sus muñecas paralelas a sus tobillos. Ella algo nerviosa preguntó.

— ¿Que me harás?

— ¿Confías?

— Si

— Entonces relájate, siente y disfruta cariño. — Magreando sus nalgas curve la comisura de mis labios sabiendo a donde iba a terminar aquella sesión — Si algo te desagrada, basta con que pidas que me detenga y lo haré.

— Menos teoría y más acción señor Archer.

Cada vez que la azotaba, ella pedía más, no le era suficiente y para mi, era como estar en un oasis que nunca se secaba.  Mis labios marcaban territorio sobre sus nalgas y podía sentir como el nerviosismo se apoderaba de ella aunque intentaba disimularlo. De solo rozar uno de los dilatadores en su ano se tensó completamente y podía imaginar cómo su corazón latía tan fuerte que apenas podía respirar.

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