Capitulo 22: La mejor medicina

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Catalaia Archer

Nathaniel estaba extraño, no lograba saber que le ocurría pero evitaba verme a los ojos y hablar. Temblaba y cada vez que podía agarraba un trago. Eleanor no había vuelto a hablar y lo único que hacía era mirar una y otra vez la misma película. Aunque ahora era un poco más cariñosa y apegada que cuando hablaba. Me senté a su lado y rápido agarró mi brazo y recostandose en el lo abrazo mientras seguía mirando la película. Acaricié su cabello y buscando la forma de hacerla hablar comenté.

— ¿Qué te parece ir a ver películas al cine?

Encogió los hombros y siguió mirando la televisión. No había forma de hacerla hablar y eso me preocupaba. Pero no solo ella era quien me preocupaba, también me preocupaba Nathaniel. Si Eleanor estaba extraña, él lo estaba peor. Sabía que mi niña era como su padre, aunque no tuviera un diagnóstico oficial, tenía claro que era autista. Eso a mi no me hacía quererla menos, sino todo lo contrario. Por esa misma razón no podía entender porque Nathaniel se empeñaba en sentir que era menos solo por ser autista. Me llenaba de emoción ver como mi pequeña me abrazaba aunque no me dijera nada.

— Oye..., ¿Me cuentas de que trata la película que estás mirando?

No tenía éxito, simplemente no respondía y cuando intentaba pedir algo, lo hacía por medio de gestos. Intentaba entenderla, intentaba no sentirme inútil pero todo era nuevo para mi en esto de ser mamá. Me acerqué a Nathaniel y cada vez estaba más hermético. Definitivamente algo le pasaba y no era debido a su condición. Me senté frente a él y suspirando comenté.

— ¿Me vas a decir que te sucede?

— No sucede nada

— ¿Ah no? Entonces por qué de la nada te alejas.

Encogió los hombros pretendiendo fingir indiferencia

— Quizá no me he dado cuenta. Tengo mucho trabajo.

— Estamos aún en Florida, se supone que estábamos aquí para que Eleanor tuviera unas vacaciones. En cambio, llevamos dos días encerrados, ella no habla y tú te has terminado dos botellas de whisky en tres días. Habrá pasado cinco años, pero te conozco y no puedes engañarme.

Apretó su mandíbula y justo cuando pensé que me diría que ocurría, no me respondió. Solo siguió metido en el trabajo. Después de unos minutos callado, me miró y con dolor en su mirada me dijo que se iría a Londres al día siguiente. Había contratado cuatro guardaespaldas para cuidar de mi y Eleanor. Quería que nos quedáramos en Florida en lo que él resolvía no se que cosa de la empresa. Indignada negué con la cabeza.

— No me quedaré aquí solo porque tú lo digas. Creo que merezco saber que es lo que te ocurre. He sido sincera contigo, respecto a todo lo que me pasó. Joder he ido contra de mi misma para intentar vencer mis jodidos traumas, creo que es justo que seas recíproco.

Dejó a un lado el ordenador y solo me miró por unos momentos. Se levantó de la silla y caminando hacia mí, acarició mi rostro sonriendo con los ojos sollozos. Besando mi frente preguntó.

— ¿Confías en mí?

— Eso intento

— Tienes razón, algo pasa. Pasa que cada vez que las cosas parecen ir bien, algo lo jode. Pasa que ya no se como coño hacer para vivir en paz. Solo es problema, tras problema.

— Si me dices, quizá pueda ayudarte.

— Te prometo que si no logro solucionarlo solo, te lo diré. Pero dame tiempo por favor.

Asentí con la cabeza buscando llevar un balance entre los dos. Pero no era lo único que me preocupaba, él me preocupaba mucho más. Llevaba días en los que sus ojos parecían querer reventar de lo rojos que se tornaban. Otros, no se podía levantar de la cama de fuertes dolores de cabeza. Cruzando los brazos suspiré.

Catarsis Where stories live. Discover now