Capitulo 47: Una madre, para una hija

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Nathaniel Archer

Verla así, tan dolida me partía el alma. No podía creer como ella había creído todos aquellos mensajes. No tenía forma de explicarle que todo era mentira. Que era la única forma de hacer que Odette confiara en mí. La amaba con locura. Jamás podría sentir asco de ella y mucho menos por su embarazo. Era hermoso verla así aunque ella se empeñara en creer lo contrario. Sus lágrimas, su rostro descompuesto y su desprecio era como dagas constantes a mi amor por ella. No quería escucharme, no quería siquiera darme la oportunidad de explicarle de qué se trataba todo.

— ¿Puedes dejarme hablar?

— Suéltame

— Me vas a escuchar te guste o no Catalaia.

— Suéltame por favor. Déjame en paz.

— Te soltaré, y te podrás ir si quieres pero antes me vas a escuchar te guste o no maldita sea. Si, le escribí a esa mujer es porque es la única forma de que confíe en mí.

— Deja de mentir, deja de querer verme la cara de imbécil.

— Te dije que dejaría las venganzas atrás, pero jamás te dije que dejaría de hacer justicia y eso es lo que hago. Una vez Ellen y tú dijeron que Odette tiene una debilidad y esa debilidad soy yo pues precisamente es lo que estoy haciendo.

Catalaia me miró con desconcierto y luego de desconcierto su rostro reflejó indigno y algo de miedo. Apretó los dientes y mirándome con lágrimas en los ojos respondió.

— Me dijiste que te alejarías de todo eso. Me prometiste que ahora solo importaba nuestros hijos y me has mentido.

— Catalaia, no me voy a vengar. No la mataré ni la torturare ni haré las mil cosas que esa perra merece. Pero si haré que esté tras las rejas. Haré que se pudra en una cárcel y no vuelva a ver la luz del sol el resto de sus días. Yo he confiado en ti, espero que tú hagas lo mismo. Te he demostrado de mil maneras cuánto te amo, no solo te amo, eres parte de mi vida, eres todo lo que necesito.

Ella seguía distante y ver como lloraba me hacía sentir como el peor hombre del mundo. Se sentó sobre la cama y bajando la mirada solo lloraba y lloraba sin cesar. Ella estaba más sensible de lo normal por el embarazo y todo le parecía atacante hacia ella. Poniéndome en cuclillas frente a ella sequé sus lágrimas y busqué mirarla a los ojos pero no me lo permitía. Escondía su vientre aunque difícilmente lo lograba, pues nuestro bebé ya estaba grande y su vientre lo reflejaba por igual. Todo aquello que había logrado, el dejar atrás sus miedos e inseguridades parecía volver a perderse. Toqué su vientre y derramando lágrimas desesperadas insistí.

— Cata por favor, confía en mí.

—  He tenido siempre, muy en el fondo de mi ser que no soy suficiente desde que estuve en aquel lugar. He luchado, he intentado que eso no nos afecte, y de hecho creí lograrlo; pero no tienes idea de cómo me han roto esas palabras, sean ciertas o no. Quiero estar sola.

— Quería hacerlo por mi cuenta, no quería involucrarte Catalaia. Pero aunque no me vaya a vengar de esa mujer, no puedo permitir que esté allá afuera suelta. Todos esos mensajes, son parte de un plan, un plan que si sale como quiero, haré que Odette ya no sea una amenaza ni para ti ni para nuestra familia.

Con los ojos llenos de lágrimas, me miró y con un hilito de voz preguntó.

— No me mientas, ¿Realmente la extrañas? A ella..., ¿quieres estar con ella?

— Aborrezco la idea, de solo pensarlo me da asco. Eres la única mujer que deseo a mi lado.

— Por obligación

Catarsis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora