|Uno|

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PARTE I
[5 años después]

Cole corrió desesperadamente a por los vendajes dentro de la tienda cuando vio que se habían agotado los de su puesto. Trató de no chocar con los ayudantes que iban trayendo más y más niños y soldados heridos gravemente en camillas. El pelinegro se mordió el dedo índice con nerviosismo mientras buscaba en los botiquines extras.

¡Bingo!

Apenas consiguió lo que necesitaba salió como una flecha a por el niño que estaba atendiendo.

—¡Doctor Myers, lo necesitamos aquí!

Una voz escuchó a lo lejos, ni siquiera miró.

—¡Ahora voy!—Dijo arrodillándose donde el niño que estaba retorciéndose de dolor.—Ya estoy aquí, tranquilo. Todo va a estar bien. No te preocupes. Saldrás de esta.

Cole sonrió alentándolo, los ojos oscuros del pequeño lo miró suplicantes mientras lloraban.

El corazón de Cole se hundió.

Miró la mitad de la cara del niño quemada mientras su brazo y parte del tronco sangraba por las quemaduras.

—Va a dolerte.—Dijo antes de inyectarle morfina y proceder a curarle. Por lo menos intentaría hacer todo lo que estaba en su mano.

Cole apretó los labios con fuerza mientras oía los gritos desgarrados del niño.

—Perdón...—Murmuró mientras limpiaba las heridas.

Otra explosión por granadas se escuchó fuera, el suelo tembló, la tienda se tambaleó y gritos y más balas retumbaron los oídos de Cole mientras terminaba de vendar al chico.

—Esto te hará dormir para que no sientas el dolor.—Le sonrió una última vez mientras le inyectaba un somnífero.

Cole realmente deseaba que aquel niño despertara. Sino lo hacía...Por lo menos se iría sin dolor.

Cole se levantó y se limpió el sudor de la frente. No tenía tiempo para suspirar. Habían más heridos que necesitaban ayuda.

Se dispuso a ir a otra camilla que requería atención médica pero un grupo de soldados entraron gritando.

—¡Ayuda! El comandante ha sido herido.—El soldado Evans llevaba a cuestas con ayuda de otro, a un hombre.

—¿"Comandante"?—Gritó preocupado. ¿Qué hacía un alto cargo aquí?—¡Me dijeron que solo vendrían suboficiales!—Cole corrió hasta ellos y sujetó al hombre de cabellera rubia que sangraba de la cabeza.

¿Este era...?

Maldición. Cole miró a su ayudante y señaló con la cabeza a otro herido para que se hiciera cargo de él mientras atendía al comandante.

—El comandante Scott no ha llegado hasta su rango jefe por obedecer, sino por su impulso de ayudar sin importarle las normas.

Cole miró de nuevo al hombre con una mueca. Terco suicida.

Parecía ser que River no entendía que no podía ir a una misión que no le habían asignado. Era condenadamente peligroso que un alto cargo, y sobre todo, alguien como River Scott, fuera sin avisar a un país en guerra.

Último sentimiento (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora