|Veintitrés|

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Cole estaba harto.

—¿Puedes callarte?—Espetó tratando de darle un codazo al hombre que lo abrazaba por detrás.

River continuó riéndose, ignorándole por completo. Eso hizo que el ceño de Cole se profundizara. Agh...

—Así no se corta el tomate.—River puso sus manos sobre las de Cole para enseñarle la manera correcta.

—No es ideal que te burles mientras tengo un cuchillo en la mano.—Cole amenazó.

River apoyó su barbilla sobre el hombro de Cole.

—¿Me vas a herir?

Cole no respondió.

—Tu silencio es muy interpretable.—Habló de nuevo el rubio.

Cole sonrió de lado.

—Entonces no te sigas riendo.

—Perdón.—Dijo River, aún divertido.—Pero...Pensé que era yo el niño rico de familia. Se supone que tú deberías saber todo y yo no.

Cole resopló.

—Las tareas culinarias no necesariamente.

River soltó sus manos y las posó sobre el vientre de Cole, abrazándolo. La nariz pecosa se pego a la curvatura de su cuello.

—Después de todo eres un mimado.—Confirmó River contra su cuello.

Cole no pudo evitar sonreír ampliamente por las cosquillas que le provocaba eso.

—¿Puedes apartarte? ¿Sabes lo que es el espacio personal?—Le molestó, dejando de lado la conversación sin sentido que estaban teniendo.

—¿Quieres que me aparte?—Preguntó River, en tono dolido y caprichoso.

Cole miró el tomate deshecho en la tabla de cortar. Siempre los había odiado. Nunca había pillado el truco de cortarlos perfectamente sin que lo de dentro se saliera y esparciera.

Hum.

—¿Cómo dices que se corta?—Respondió por el contrario, no alejándole. River se incorporó y le volvió agarrar las manos para enseñarle.

Y así pasaron el resto de la receta. Innecesariamente pegados, dándose alguna caricia mal disimulada o dándose besos descaradamente. Había algo íntimo y especial en todo que Cole no acababa de entender. Sobre todo porque se sentía cómodo y no quería que se acabase el día. O la noche, porque River tendría que irse.

~

—Tienes un lunar en el trasero.—Soltó River de repente, agarró una mejilla y la apretó.

Cole se miró a sí mismo y se encogió de hombros.

—Supongo que lo tengo.—Respondió antes de volver a dejar que su cabeza cayera sobre la almohada. Estaba agotado pero aún así le parecía curioso cómo dejaba que River tocara su cuerpo con tanta confianza. Supuso que era normal, River sabía tocar los puntos exactos que le gustaba incluso más que él mismo; no era tan descabellado que River pudiera tocar su cuerpo luego del sexo. Eso, de hecho, era algo muy normal.

Lo extraño era que Cole se sintiera bien. Las conversaciones post-sexo no tendrían que estar ocurriendo, pero lo estaban haciendo. Y se sentían bien.

Cole soltó un pequeño quejido cuando unos dientes se clavaron en su nalga.

—¡Oye!—Cole miró a River morder su culo.—Eso duele.

River lo miró desde abajo, su boca rodeando su trasero. Él succionó un poco antes de soltar la carne.

—Eres muy blanco, ha quedado una marca fácilmente.—Comentó mirando con fascinación la obra que había realizado.

Último sentimiento (4)Where stories live. Discover now