JULES

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7 AÑOS DESPÚES

—Jules —me llama Victoria desde el cuarto continuo. Nos llevamos rápidamente el último dulce a la boca.

Elías me sonríe jocosamente como si todo esto fuera divertido y lo es, porque robar dulces a escondidas de Victoria que nos dijo claramente que no lo tocáramos es algo emocionante y divertido, pero también peligroso porque los dos sabemos cómo es ella cuando no le hacemos caso, sí que tan solo esperamos nuestro inevitable final.

—Bebe un poco de agua para que no se te note —le entrego el vaso y él lo empieza a beber lentamente.

—Eres una mala influencia para mi papá.

—No tienes ni idea.

—Al fin los encuentro, ¿Qué estaban haciendo? —nos pregunta interrogativamente. Elías se pone rígido a mi lado al ver como Victoria se acerca hacia nosotros poco a poco. Deja a Luz en el suelo para luego acuclillarse a nuestro lado —. Estaban comiendo los dulces que les dije claramente que no se lo comieran.

—Fue él —me delata mi propio hijo y lo miro dolido.

—Él me ayudo.

—Jules eres su padre, no su amigo, tienes que demostrarte como tal —me regaña. No sé cuántas veces ha dicho esa frase este año, pero lo suficiente para querer tatuármela.

—Vez —me indica Elías moviendo su cabeza diciéndome con ella que está defraudado de mí, como si me importa, este niño es mi copia.

—De ahora en adelante me comportare como un padre y no te comprare el juego que me pediste hace unos días atrás —le digo con una sonrisa.

—¿Le ibas a comprar otro juego? —me exige mi mujer, pero en estos momentos lo paso de largo y me preocupo de Elías que me está mirándome interrogativamente.

—Fue una apuesta, sí que me lo debes.

—¿Una apuesta? —eleva su voz, pero todavía no me preocupo de ella. Estamos en una guerra de miradas.

—Me importa un pepino la puesta, no te comprare nada, sí que ahora anda a jugar con tu hermana que tu madre me tiene que regañar.

—Luego hablaremos —me apunta con su pequeño dedo para situarse al lado de Luz que está haciendo una montaña con legos. A veces siento que nos cambiamos de papeles; yo soy el hijo y él mi padre.

—Has llegado muy bajo está vez. Entiendo que les guste jugar a la consola, a la pelota y a otras cosas, pero que Elías y tú se hayan comido todos estos dulces está muy mal, si a Elías le duele el estómago, tú lo llevaras al médico, ¿Entendido?

—Estará encantado Colin de vernos —le comento divertido haciendo que niegue con la cabeza.

Sigue siendo la misma chica desde que la conocí. Cacarrabias, mandona y un poco gruñona, pero igualmente preciosa. Nada en ella ha cambiado, su cabello sigue igual de rojo, sus pecas siguen esparcidas por la nariz y esos jamás han dejado de brillar y yo la sigo amando como la primera vez.

Luego de que nos casáramos de improvisto las cosas cambiaron entre nosotros de manera brusca, pero no para mal. Se fue a vivir conmigo a Los Ángeles y tuvimos a Elías, ese pequeño niño que tiene lo mejor de nosotros, su forma de ser y su carácter es todo lo que nosotros deberíamos haber tenido, pero me ha hecho ser alguien accesible y comportarme como un niño a veces. Pasaron los años y tuvimos a Luna. Cuando ella nació el miedo de ser padre se acrecentó con ella. Era tan pequeña que tenía miedo —lo sigo teniendo —que no fuera el padre que necesitaba. Es distinto ser padre de un niño a una niña, pero Victoria como siempre me tranquilizo y me dijo que esa pequeña niña me amaría con todo su corazón y que sería un héroe para ella, intento confiar en eso, pero cada día que la veo me enamoro más. Posiblemente me convierte en su esclavo cuando tenga la edad de Elías.

Bésame sin sentirWhere stories live. Discover now