-10-

15.4K 1.1K 48
                                    

HE SIDO AMENAZADA!! jajajajaja es broma Sofi! bueno...no en realidad. ^Pero quería que entrasesis un poco en la cabeza de Travis. Y creo que es un capítulo bastante esperado! Asi que aquí os lo dejo. Hoy no os podeis quejar, practicamente ha sido un maratón de 2 caps. 

 Dedicado a JakiCaceres! ya sabes por estar como siempre al pie del cañon conmigo!!

Narra Travis

Sigo soñando, me digo a mi mismo, esto es un sueño, otra vez. 

Balas demasiado cerca, explosiones demasiado grandes...gritos, siempre son gritos que me rodean, dolor, lamento, pérdia. Tortura, así es como lo definiría. Giro en la angosta cama, vuelvo a girar, reposiciono la pierna, el brazo y la cadera. 

Fuego y polvo. Los gritos, agudos, roncos, desesperantes, lágrimas, náuseas...más balas. 

Algo me golpea, se lo que es, porque siempre es el mismo sueño, un brazo, un brazo pequeño y moreno, no, no es moreno, está quemado, abrasado, oscurecido. La sangre sigue chorreando de el, no hace falta tocarlo para saber que está caliente. Que es reciente. Mutilación. 

Sigo detrás del Humvee. Mi casco se perdió en la explosión final, salió despedido con fuerza, mi arma pegada firmemente en mi pecho, mis manos y antebrazos sujetándola como si fuese mi única salvacion del infierno. De este infierno. 

Sudor corre por mi cuello, frente y manos. 

Observo a mi alrededor, tengo que salir, tengo que correr y auxiliar a esa voz. Ese grito de socorro. Y se que llega el momento que más odio de la noche. 

Respiro profundamente. Dejando, permitiendo, rogando, para que el miedo penetre, para que se deslice en mi cabeza y en mi corazón, para que mis manos agarrotadas dejen de temblar. 

Un paso y otro paso. 

Miro dentro del coche militar. Anthy y Cole. Los dos muertos, disparos desperdigados por todo el frontal. Me digo a mi mismo, que por lo menos no sufrieron. 

Otro paso y estoy fuera de la protección del enorme coche del desierto. 

Cerca de este otro cuerpo. Militar americano, también. Es el chico de dieciocho años, el nuevo, el novato. Recuerdo cuando entré, no tengo mucha más edad que él. Pero he visto y realizado mucha más mierda que la él pudo hacer en dos meses que duró en la guerra. 

No tengo tiempo para pensar, sigo paso tras paso, cauteloso. Es lo que hace el miedo en gran parte te hace cauteloso, por eso nos dijeron que era un buen sentimiento en la guerra. Con cierta medida, si no, te convierte en un cobarde en un desestor. 

Sigo caminando y llego a mi objetivo. 

El auxilio sale de una casa devencijada, como todas las demás, puedo escuchar desde aquí como los militares que quedan tratan de luchar con los rebeldes, hasta que llegue el segundo despliegue. La ayuda, nuestra ayuda. No. No, se supone que nosotros, que yo, era la ayuda, no es suficiente, no fue suficiente. 

Entro en la casa. Una mujer, una chica agazapada en una esquina, tapada con una manta, puedo oler el pútrido olor de la sangre, de la carbonización de cuerpos, pero también puedo oler algo que hace que mi estómago se revuelva, que quiera tirar todas mis tripas en la esquina opuesta en la que ella se encuentra. 

Sexo. 

Ha sido violada. 

Me lo confirman las que seguramente sean sus ropas, completamente destrozadas cerca de ella, también llevan sangre. Sangre, sangre, por todas parte. Joder. 

Me acerco sigilosamente, no quiero asustarla. Ya ha sufrido bastante. Su rostro sigue tapado, pero veo sus piernas y manos atadas con sogas, rompiendo la carne, llegando probablemente al hueso. 

Tengo que sacarla de aquí. 

Ponerla lo más a salvo posible. 

Coloco una mano sobre su hombro para alertarla, pero lo acaricio de forma tranquilizante cuando tiembla. Le digo en susurros que tengo que sacarla, que estoy aquí para ayudarla. Poco a poco sus sollozos se estabilizan y desliza la manta que cubre su cara. 

Y llegó el momento más temido y esperado de la noche. Porque se que es lo que voy a ver, y se que aquí termina. 

Dan. Mi Dan. 

Un golpe sordo me despierta, estoy frio pero cubierto de sudor, mareado, por la borrachera anterior. Dolor, duele. Si, esas son las costillas rotas de la última pelea. Ya no soy el chico invicto de las peleas ilegales del pueblo, de las que fardaba. Estoy roto, jodidamente rota, destrozado, soy una mierda. 

Duele porque estoy en el suelo. Siempre acabo aquí. Durmiendo por la costumbre en un nido duro y áspero. Odio las camas, no las soporto. Me acostumbré a los camastros, así como al sufrimiento mientras estaba en el cuerpo y así me he quedado. 

Pero no es solo eso lo que me ha despertado, un ruido, un golpeteo. La habitación del motel en el que me alojo desde hace un mes y medio que llegué da vueltas, gira a mi alrededor, burlandose de mi, diciendome cuan patético y miserable soy. 

Y su rostro todavía me persigue, sus palabras me sangran la piel. Mi amor. 

Te amo. Te amo. Te amo. 

Ella me ama, no me amaba. Tampoco, amaba a aquel niño del campo de flores, amaba al chico que estaba con ella en el instituto. No a la escoria en la que me he convertido ahora. 

No soy bueno para ella. Merece algo mejor, mucho mejor. Alguien que pueda volar los vientos por ella, que le haga el amor a cada hora de cada día solo con sus palabras. No, yo no puedo ser ese hombre. No soy ese hombre. Solo le haría más daño. Sola llenaría su alma de polvo. Es una mujer hermosa, por dentro y por fuera, fuerte y valiente. Se merece a un hombre que la iguale. 

No una basura, un despojo, un cobarde. 

Vuelven a golpear la puerta y necesito partir la boca de quien sea que esté haciendo esto a las siete de la mañana. Pero cuando consigo levantarme y llegar al pomo para abrir la puerta. Esos ojos me llenan de miseria otra vez. Pero están furiosos, tienen sed. 

- ¿Luc?

Como mi tintaWhere stories live. Discover now