-37-

20.3K 1.3K 88
                                    

Agarro la almohada con todo mi cuerpo, mis piernas y brazos rodean mi saco de lágrimas, donde tantas veces he llorado. 

En mi habitación, en la casa de mi padrastro y mi madre. 

Esto no es un hogar.

No es mi hogar.

Es una pesadilla. 

Llegué esta mañana del internado, mi madre me beso en la mejilla mientras me abrazaba con fuerza. Arthur tenía esa sonrisa lobuna que tanto odio. Vacaciones de verano, amadas por todo el mundo, odiadas por mi con toda mi fuerza. 

Espero el momento. 

Se que va a llegar.

Se que no podré dormir hoy tampoco. 

Escucho los pasos acercándose. Todos, mi madre y los criados estan ya dormidos, es tarde. Pero el se acerca. Estoy congelada, mis músculos entumecidos. El pomo gira lentamente y la puerta se abre poco a poco, para que no se pueda escuchar el crujido de la madera y las bisagras en la casa. Nadie lo escucharía, pero por si acaso, no se pueden enterar de lo que aquí sucede. 

Mi cama se hunde con su peso cuando se posiciona tras de mi. 

Su mano agarra mi cadera, piensa que estoy dormida pero ¿cómo podría dormir? su respiración golpea mi nuca. Comienza a subir mientras sus dedos palpan sin piedad mi estómago hasta llegar a mi pecho que es amasado y toqueteado.

- ¿Cómo está mi pequeña zorrita?- sabe que estoy despierta. Y lo odio. Porque sé que piensa que le estaba esperando, y tiene razón. Estaba impaciente porque llegase para así poder hundirme en mi silencio cuanto antes. 

- ¿Vas a hablar con tu papi mi adora perra?- es asqueroso, repuslivo. 

Sin vacilar me coloco sobre mi estómago, es lo que él quiere, la posición que siempre me ordena, con la cara mirando hacia la ventana, así lo prefiero, si esto no tiene remedio por ahora, lo único que deseo es no poder ver su cara. 

- La putita de papi quiere que la folle. No te preocupes te daré lo que anhelas. 

La cama cruje cuando se levanta y escucho como baja el cierre de sus pantalones, se despoja de toda su ropa y vuelve a subirse para incorporarse por encima de mi. Cuando eleva mis caderas a su altura ya me encuentro en el total estado de impotencia y mis ojos se llenan de agua. Pero eso no es lo peor, no, lo horroroso es que estoy completamente húmeda, estoy lubricada, empapada, preparada para que meta su asquerosa polla dentro de mi. 

Puta.

Guarra.

Zorra.

Soy todo eso y mucho más. Lo odio.

Pero ahí no llega mi humillación, porque siempre, siempre me corro. 

Con su mano extendida comienza a dilatarme, me manosea el pecho con su mano libre. Saca lo que puede de mi excitación y comienza a masturbarse así mismo. Para, sin ningún miramiento. Penetrarme de golpe, duro, empujón tras empujón, y aquí es cuando entro en un estado de total sumisión. 

Escucho su respiración agitada y sus gemidos golpeando mi mejilla. 

- ¿Te encanta no es así? Toda empapada para que papi te folle. Te recompensaré no te preocupes. 

Llevo tomando la pastilla anticonceptiva desde que llegué a esta casa. Y no puedo dejarla por estos momentos, con 16 años he sido violada tantas veces por este hombre que no tengo un numero concreto, 200...300. ¿pero es violación si al final me corro? ¿es violación si encuanto escucho el pomo de esa puerta estoy completamente excitada?

Me doy asco. 

Finalmente escucho su gruñido, sé que se acaba de correr, y vienen las arcadas de siempre. 

- Ahora te toca a ti mi amor. 

Amor, ¿amor? odio el amor. Es mentiroso, mezquino, manipulador, cínico. No quiero amor. No quiero eso. 

Me voltea y mis ojos se clavan en el techo de mi habitación. Abre mis piernas de par en par y baja su cabeza a mi coño. Lame, succiona, retuerce...gime mientras tanto. Y después de unos minutos me corro. 

No entiendo mi siguiente acción, nunca lo hago, me apoyo sobre mis codos y lo miro. 

Y un jadeo sale desde mi garganta. 

No es Arthur. 

Es Travis. 

- Eres una maldita zorra y te voy a recompensar por ello. Tengo que pagarte por ser tan buena puta ¿no crees?

Mi respiración se atora en mi garganta y me muevo frenéticamente en mi cama, termino en el suelo con las sábanas enredadas. Con la cara surcada en lágrimas. Se me escapa un sollozo, y en ese instante la puerta se abre para dar paso a Luc y a Dylan.

Estoy con ellos, estoy en casa, lejos de él.

Luc me recarga en la cama y me sube a su regazo.

Dylan se acerca, me abraza y me besa en la frente para luego dejarnos a mi hermano y a mi solos. Sabe que es necesario para mi relación con Luc, permitirle hacer esto. Y yo lo necesito conmigo.

Cierro los ojos y escucho sus palabras tranquilizadoras.

Pero no puedo dejar de pensar en Travis. ¿Por qué él? No debería de haber estado en esa pesadilla. Pero se porque, le permití entrar, lloré sobre él. Y sufrí su traición. Me ahogue cuando pensé que el podía ser un puerto seguro. Se desvaneció ese calor, esa llama de aquel niño.

Y lloro por esos niños del campo de flores.

Porque ahí es donde se quedaron y no van a volver.  

Como mi tintaWhere stories live. Discover now