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Narra Travis

Aire. Es lo único y es todo lo que siento. Oxígeno. Entra a bocanadas en mi sistema. Es el pan que recibe el pobre tras días sin comer, el agua del perdido en el desierto, el último chute del adicto, las brasas de la guerra, la ayuda del inválido, la cura del enfermo. 

La paz del pecado. 

No lo recordaba. El calor. El escalofío. La tensión y la relajación, en su punto más alto. 

El contacto de un beso. No, sus besos. Dos años y medio sin un beso, dos años y medio guardando esa perfecta sincronización. La belleza del choque y la combustión. 

La humedad suave de su lengua paseada por mi labio inferior, sus dientes tironeando en mi perdición, en el shock, en mi inactividad, solo inmóvil, sintiendo, ¿despertando?

Sus manos se desenlazan de mi cuello y pasan por mis hombros, acariciando, explorando. Consumiendo. Es como si estuviese sacudiendo el polvo que no quiere salir. Llegan a mis pectorales y agarra en sus puños la tela de mi camiseta floja, haciendome reaccionar. Sabiendo que es verdad.

Deslizo mis manos a sus caderas, más delgadas que antes, con mis pulgares llego a ese lugar que tanto ansié tocar, acariciar y amar, las crestas de ese lugar, esa V que al estar tumbada era marcada por encima del lugar venerado, como dos flechas indicándo donde debía ir tu próximo movimiento.  La atraigo más a mi, sus pechos pegados al mio, la delicadeza de su cuerpo dulce, suave y tentador, contra la dureza del mio. 

Tan pegados que las puntas de sus pies chocan con las mias. No podría pasar una ráfaga de aire entre nosotros. 

- Maldición- Suspiro.

Mi boca reacciona, se abre con sus mordiscos en mis labios. Inmediatamente su lengua encuentra la mía y un calambre electrifica todo mi cuerpo. Entre mis brazos la volteo y es ella ahora la que está con la espalda pegada al frigorífico, tiembla por el frío del metal. Sujeto sus manos en las mías entrelazándolas y llevándolas por encima de su cabeza, dejo todo mi peso apoyado en el suyo. Mientra como, lamo y devoro su boca. Sus suaves labios moviendose al compás, al principio era un beso tierno, pero comienza a volverse furioso. 

Mueve sus manos enroscándolas para salir de mi agarre. Pero no quiero, no se lo permito. Es la primera vez que puedo tener yo mismo el control de la situación, pienso..."Iluso de mi" Con una mano sigo apresando las suyas, la otra libre la enrosco en su cuello haciendo que incline más aún su cabeza, nunca fue bajita, la altura perfecta, pero así, así su boca es como un pozo en la tierra, entierro mi lengua profundamente, no como un beso, más como una busqueda de su olor, de su sabor, busco por sus dientes, su paladar, cada rincón que tanto ansié. Lamo su labio inferior y superior, duro sin contemplaciones. 

Un gemido sale desde lo profundo de su garganta y por si no era suficiente su lengua y su boca, mi sangre desaparece de todo mi cuerpo concentrándose en un punto fijo. Aprieto mi erección contra su estómago, abriendo sus piernas y quedand yo entre ellas. Ahora gemimos ambos, desenlazo sus manos, y estas van directas a mi estómago, deslizándose bajo mi camiseta, frías, siempre frias provocándome un respingo. Pero no me aparto, que dios me ayude, pero no me aparto. No quiero y no puedo hacerlo. Esto es lo que estuve esperándo desde que me marche, es todo lo que deseé. 

Mis manos se regodean en la carne de su trasero apretándo y sujetándo con firmeza. La alzo y engancha sus piernas alrededor de mi cadera. su torso completamente pegado al mio, sus pezones duros traspasando la pequeña camiseta. Dichosa provocadora, sin sujetador bajo la tela, rozándose con la mía. 

Comienza a moverse lentamente, arriba y abajo, derecha e izquierda, movimientos secos, duros, pero a la vez delicados. Dos puntos calientes entrando en erupción. Un puzle que quiere ser completado. Engranajes que quieren comenzar a funcionar. 

Como mi tintaWhere stories live. Discover now